sábado, 27 de diciembre de 2014

No es sólo un pueblo fantasma: Pedro Páramo

Mis tapatíos lectores, esta semana ya estoy instalado en Guadalajara, con muchas cajas de libros por sacar y una casa tan desacomodada como la Biblioteca de Babel, aunque matemáticamente menos perfecta. El año pasado en estas fechas recomendé Cienaños de soledad, un libro canónico para los lectores contemporáneos, pues es el reflejo del boom latinoamericano. En esta ocasión quisiera traerles a ustedes uno de los libros más enigmáticos de México a nivel internacional: Pedro Páramo.
“Sí, ya lo conozco”, “Lo leí en la preparatoria”, “Es el de Juan Rulfo”. Exactamente. Todas esas frases que dicen o dirán sobre el libro son justamente las que espero de ustedes, mis tapatíos lectores. “Todos somos hijos de Pedro Páramo”, dice Jaime Chabeaud en una desus obras escritas para el Festival Internacional Cervantino. Y esa frase es verdadera en muchos aspectos. La obra de Rulfo nos identifica en todas las naciones y la hay traducida casi en todos los idiomas. Pero no sólo eso. Ahora que está pasando un poco la euforia de los 43, Rulfo sigue vivo en este país. Comala, una ciudad perdida en la nada al que un cacique les está quitando sus derechos, que se complotea con el clero para tener el perdón del pueblo y de Dios ―me suena muy conocido, si me permiten el guion expresivo―.
La obra es exquisita por muchas otras razones. Mis profesores en la licenciatura me decían que hay desde lecturas ecológicas de Pedro Páramo, lecturas hechas desde las teorías de Foucault sobre el Poder y el Estado. Muchas son las interpretaciones que se encuentran de este libro, y ―y parafraseando al Dr. Roberto Ferro―, uno no puede equivocarse al hacer un análisis del Quijote, y si lo haces, quizá debas dedicarte a algo que no sea la literatura. Es uno de los libros llamados “universales”, porque todo mundo los puede comprender y además tratan tantos temas como puede ser posible.
Mi amiga Krisztina Zimanyi hace un estudio sobre la traducción de esta obra y es increíble cómo algunas palabras deben ser modificadas y en ocasiones toda una frase. Nosotros como mexica monos entendemos esas construcciones que creó Juan Rulfo para inventar un habla popular del sur de Jalisco. Pues no existe dicha manera de hablar en el sur, pero es algo increíble que logró Rulfo. La imaginaria Comala tiene una forma de hablar muy característica que nadie puede traducir de manera simple. Si un “edá” es difícil, imagínense toda una frase rulfiana.
Por esto hay que leer Pedro Páramo con la atención de un analista. Es una obra sumamente compleja que trata desde la muerte hasta el amor. No es un pueblo fantasma cualquiera, es la historia de México y la manera en que somos lo que somos.
Mis tapatíos lectores, les deseo lo mejor en estas fechas decembrinas y que tengan lecturas apacibles en el resto del año.



sábado, 20 de diciembre de 2014

Tan moderno como el agua: Memorias de un paraguas

Mis inanimados lectores. Escribo nostálgico y feliz, pues hoy tengo sesenta columnas escritas en este espacio y ―para mis numeralistas lectores― la última escrita en territorio guanajuatense, pero estoy contento de volver a Guadalajara, donde vendrán nuevas oportunidades y lecturas.
No sé si conozcan algo del Modernismohispanoamericano. Este movimiento de inicios del siglo xx se presentó con gran fuerza en nuestro continente. Octavio Paz dijo que el Modernismo era nuestro verdadero Romanticismo, pues todo lo que habíamos escrito antes no tenía un valor auténtico ―borra de un plumazo todo lo anterior a él mismo―. En sí, la ciudad, las palabras francesas, la tecnología, la manera en que la mujer entraba en el terreno laboral, las grandiosas modificaciones que sufrían todos los pueblitos para devenir una urbe mecanizada era lo que maravillaban a estos autores. Y fueron justo ellos el testimonio de dicho cambio.
Uno de los mexicanos que escribieron de esto fue Manuel Gutiérrez Nájera (1959-1995). Además de un gran poeta y cronista, fue autor de varios cuentos recopilados como Memorias de un paraguas ―disponible gratuitamente por sep y conaculta―. Este ejemplar tiene de todo; pero lo que me encantó fue algo que los letrados llamamos “prosopopeya”, que es darle vida a algo que no la tiene. En “Memorias de un paraguas” conocemos la vida de un paraguas comprado por una persona rica y toda su desgracia al no haber sido comprado por alguien pobre. Se imaginan, mis inanimados lectores, lo que es saber santo y seña de lo que piensa un objeto. Algo así pasó en el libro que reseñé la semana antepasada, La músicadel silencio; pero con Gutiérrez Nájera ―a diferencia de Rothfuss― tenemos ese extrañamiento de la misma ciudad.
Además conocemos a la sociedad que está entre el hípster moderno y el adinerado del xix. En un hombre en transición. También está  “Historia de un peso falso” ―de la que encuentro intertexto en “De cómo Guadalupe bajó a La Montaña y todo lo demás”―. Pero hay muchos objetos, mucho errar por las calles, lo que en francés se considera “flânerie” y que dicen que aún existe en Guanajuato, pues hay sorpresas mientras más te adentras en los callejones.
Hay también mujeres en estas historias, démosle el adjetivo de “modernas” para su tiempo. ¿Imaginan una fina dama contraponiéndose a todo lo que el Manual de Urbanidad y Buenas Costumbres nos dicta como aceptable? Está también una familia humilde con apenas recursos que sueñan con el Cielo pues ahí existe algo de comer. Triste pero cierto. La modernidad tiene esa otra cara, bajo la riqueza de unos, está la pobreza de otros.
No voy a agobiarlos más sobre el tema, mis inanimados lectores. Estamos ya en las últimas del año y me siento como esos objetos que Gutiérrez Nájera describió. Solos, sin poder moverse, pero generando una opinión en mi cabeza. Y si les gustó este libro, les invito a buscar mi Blog “Ometopia”, o a suscribirse a librosmexico.com, y entrar al Club de lectura que coordino sobre este mismo libro de descarga gratuita.

Hasta el siguiente viernes, lector. Hasta luego, Guanajuato.


sábado, 13 de diciembre de 2014

No puedes dejar de leer: El grimorio

Mis ignorados lectores. El día de hoy tengo dos noticias. La primera versa en torno a mis labores en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara y cómo llegué adquirir un libro de un escritor argentino olvidado por la crítica. Es tan bueno en sus narraciones como Leopoldo Lugones y con un bagaje cultural casi igual al de Borges. Ya seguiremos en el tema. La otra noticia es que me quedan dos semas de vida en Cuévano. Regresaré a Guadalajara para continuar mi maestría en la Perla Tapatía. No abandonaré mi columna. Mientras siga teniendo un espacio para mí, yo ―agradecido y encantado― comentaré mis apreciaciones literarias en Hispanoamérica con esta voz de nadie; pero que ha cobrado fuerza a lo largo de estos dos años de estar con ustedes cada viernes.
Pero sin más preámbulos, hablemos de ese escritor argentino. Enrique Anderson-Imbert (1910-2000) es un historiador de la literatura que casi todos los estudiantes de Letras conocemos. Su obra Historia de la literatura hispanoamericana (1954) sirve de bibliografía en casi todos los trabajos dando una opinión agradable y crítica. Pero en cierta medida está olvidada su otra faceta: la narrativa. Anderson-Imbert tiene una cantidad enorme de cuentos que se compilan en dos tomos por editorial Corregidor ―aquí no; pero es medianamente conocida en Argentina― y van de los policíacos que tanto gustaron en el Río de la Plata durante los años 40, relatos “realistas” y fantásticos. De éstos últimos siempre había escuchado algo debido a que es mi tema de especialización, pero nunca había leído nada, sobre todo el cuento de “El grimorio” (1961). La edición que compré de Cuentos selectos lo incluye. Y mientras estaba atendiendo el stand de Salas de Lectura en la FIL, me sentía identificado. Leía con pasión lamentando tener que levantar la mirada del ejemplar, pues, en el cuento, un libro fantástico (la biografía de El Judío Errante) del que si desprendes la mirada debes de volver a comenzar desde el inicio pues la lectura se vuelve incomprensible. La idea es genial. Y como dicen muchos de los que estudian a Anderson-Imbert: “es injustamente ignorado”. Julio Cortázar lo conocía, y no estuvo en tiempos para la Antología de la literatura fantástica de Borges y compañía. Sus cuentos están narrados tan diferentes a otros. Entrecruza niveles discursivos, como un narrador que habla por el personaje, o que se sorprende de pronto de lo ocurrido. Los suspensivos son usados con cautela y las resoluciones de sus cuentos son sin duda espectaculares.

Sin duda es un autor que deberían buscar. Esta vez les doy la mala noticia que en Internet hay casi nada. A pesar de ser estupendo en muchos de sus cuentos, creo que deberíamos conseguir de algún modo un ejemplar de esos que encontramos en librerías de usado o en ferias internacionales y, como el Grimorio, no despegar la vista del libro. Mis ignorados lectores, me despido con la promesa de más lecturas interesantes en esta temporada navideña y en mis próximos viajes.


sábado, 6 de diciembre de 2014

Continuaciones, sagas y spin offs

Mis obsesivos lectores, el día de hoy se cumple ya una semana de haber comenzado la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. He estado trabajando en el stand de conaculta del Programa Nacional de Salas de Lectura. He atendido gente de todos los puntos del Globo en los cuatro idiomas que manejo y sigue pareciéndome magnífico el compartir la lectura con todo aquel con tiempo libre; pero me he dado a la tarea de conseguir algunos libros en mi hora de comida y después de mi horario de trabajo. Y es justo de eso lo que quiero hablar este día; la compra de libros por alguna razón en particular.
No sé si les ha pasado el estar embobados con algún autor específico: J.K. Rowling, por ejemplo, cuando salió el último libro de la saga, todos fuimos a conseguirlo de una u otra manera. Y no se diga más de su pequeño spin off de Cuentos de Beedle el bardo. Todos queríamos un poco más de información sobre un mundo imaginario y algo nuevo del mismo autor. En mi caso me he obsesionado con la obra de Patrick Rothfuss y su saga del asesino de reyes. Decidió sacar un nuevo libro y usar un personaje distinto; cambiando así el narrador, el estilo y la acción a la que nos había acostumbrado. ¿Les ha pasado? Espero que no, porque se siente horrible sentirte traicionado por tu autor.
No podemos ser tan exigentes, y más para el caso de lo que me pasó. Entendamos que en ocasiones autores de talla internacional son contratados para sacar cierta cantidad de libros por año. Sin embargo hay que saber manejar los tiempos y espacios. No niego que la novela sea interesante, pero su público cautivo no esperaba una historia como ésta. No todo Vargas Llosa es bueno, mucho menos García Márquez, pero ellos tienen algo que los caracteriza: la multitopiciadad. Hablan de tantas cosas y de nada a la vez, que podríamos seguir estas historias con la facilidad de todo lector inocente. Tolkien decía que la fantasía surge del sentimiento de anhelo y magia, y de ahí nos podemos agarrar para conocer algo nuevo, el problema con los spin off, es que no siempre nos pueden ofrecer lo que habíamos esperado. Tenemos el ejemplo de toneladas de libros salidos de la idea de otra persona. De ahí surgen los FanfictionsFanfics en mi tiempo―, narraciones basadas en una historia conocida de autor y los fans deciden tomar los personajes para continuar la historia o ponerlos en otro contexto. Esas posibles derivaciones tienen tantos matices y comprendemos que sólo practican su estilo narrativo para ser escritores a futuro.

Aunque no por ser otro autor tiene que ser buena. Un escritor puede crear una nueva anécdota desde cero o seguir con una línea que nunca se le dio tiempo de escribir, como aquellos que jugamos rol en algún tiempo y dejamos historias al aire, sólo en papel. El hecho de que un autor continúe su obra no le resta ni le suma. Tenemos desde Tolkien hasta todos los personajes de Anne Rice, o este libro que, mis obsesivos lectores, aún me sigue decepcionando.


sábado, 29 de noviembre de 2014

De la antología al fragmento: El libro de la imaginación

Mis coleccionistas lectores. Estoy muy feliz porque el día de mañana comienza la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, la segunda más importante en Hispanoamérica. Y claro que es una oportunidad para bibliófilos y bibliotecarios ―como yo― para hacerse de una gran cantidad de ejemplares de todas las esquinas del mundo. Este año el invitado de honor es Argentina y todos los que tenemos alguna obsesión con Argentina nos emocionamos de sobremodo.
¿Qué se puede esperar de un momento donde el consumismo y la cultura del libro se juntan? Pues un exceso de compras y sobregiros de tarjetas de crédito ―placeres culposos―. ¿Qué recomiendo leer esta vez? Una decisión difícil. Pero si pueden darse el lujo de ir a Guadalajara esta fil, les pido que busquen El libro de la imaginación, una interesante recopilación de fragmentos y minificciones hechas por Edmundo Valadés. El tan famoso Jorge Luis Borges hizo lo mismo con su Antología de la literatura fantástica por eso de los años 40 en Argentina. El libro de la imaginación difiere del de Borges al acomodar sus cuentos por temáticas. Mis favoritas para leer en voz alta son las de “Fantasmas”, les encantaban a mis alumnos de secundaria.
Lauro Zavala es un gran estudioso de la minificción. Todo lo que quieran saber, la unam lo maneja junto con otros tantos autores preocupados por el tema. A todo esto ¿Minificción? Es toda obra narrativa que en menos de dos páginas nos cuenta una historia, quizá con humor, pero siempre con una sorpresa agradable de leer. Hasta en ocasiones son filosóficas o incompletas, para que el lector comprenda el mensaje: “Y cuando despertó, el dinosauro todavía estaba allí”. Ese es todo el cuento llamado “El dinosaurio” de Augusto Monterroso, el gran escritor de brevedades. Recuerdo a mi amigo Dante Manuel Macías Landa quien antes de que yo entrara a Letras Hispánicas me dijo que se sabía todo un cuento de memoria. Estallé en sorpresa e ira cundo me dijo esto, pero ahora ustedes pueden aplicarla a sus aledaños.
La selección de Valadés es muy buena y recoge textos de todas partes del mundo. Pero momento. ¿Lo podemos considerar hispanoamericano? Incluir al globo entero no quita que sea la selección de un paisano. Son sus lecturas, y le funcionaron para nuestra tierra. Desde la China, Medio Oriente y Francia, Estados Unidos y nuestros países tan amados de Latinoamérica; Edmundo Valadés no deja nada al azar, porque son textos que todos podemos comprender. Como comentaba: mis alumnos ―hasta los menos versados en cultura― parecían encantados al momento en que les leía una o tres minificciones.

Mis coleccionistas lectores. Este libro es de Fondo de Cultura Económica y lo pueden encontrar con relativa facilidad, además de tener un accesible precio. Si van a la fil, no desprecien este gasto y aprovechen para leer algo breve, que en nuestros días es un tanto difícil continuar con las novelas de largo aliento.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Sentencias fuertes y concisas: Escolios

Mis aforísticos lectores. El día de ayer ―gracias al paro laboral que se impuso en la Universidad de Guanajuato― tomé clases en un cafecito del Agóra del Baratillo. Mi profesor, el Dr. Jaime Villarreal, escogió para esta sesión de Ensayo Hispanoamericano a Nicolás Gómez Dávila. Aunque no se esperaban todos los eventos que han acaecido en nuestro país en estos últimos meses, este es un autor que sigue vivo hoy en día y nos ayuda a comprender lo que pasa.
Es muy importante para todo lector enfrentarse a estos autores, ya que manejan una escritura llamada “aforística”. Se dice que el ensayo no tiene una forma definida. Ya lo decía Alfonso Reyes al definir al ensayo como el “Centauro de los géneros” pues es una mezcla de lo brutal y lo humano, como el Quirón griego. Por ello se le considera “ensayo aforístico”. Es aquí donde entramos en el debato sobre lo que entendemos con aforismo. Aunque hay muchas versiones de una frase breve y definitiva, el Refrán, la Sentencia, la Máxima, y el Axioma, tienen una ligera variante en cuestión de lo pensado. El Yo que escribe el aforismo es el mismo Yo que argumenta en el ensayo y nos habla desde una intimidad profunda.
Gómez Dávila nació en Bogotá en 1913, en tiempos que para él, la cultura no estaba desarrollándose en absoluto hasta la mitad del siglo xx y su libro llegó ―convenientemente― hasta estas fechas. Aunque tiene una religiosidad ―catolicista― muy marcada, no se limita al futuro de la humanidad. El fragmento de este colombiano toma relevancia en lo social: la democracia, el poder, el pueblo. Todo esto llega a nosotros en el tiempo correcto. Todos son textos reaccionarios a lo que ocurría en su tiempo. Y por ello es el título de sus tres libros de aforismos: Escolios. Para todos aquellos que desconozcan el significado de esta palabra, digamos que es toda nota exploratoria en un texto académico. Y esta estructura “rota” nos deja con la misma idea. Uno no entiende de todo, y el hacer pausas cada frase o dos nos ayuda a reflexionar en torno al tema. A diferencia de otros como Émile Cioran, quienes escriben párrafos completos y que cada punto y seguido puede separar una de otra frase que fácilmente podría coronar a modo de epígrafe de cualquier libro. Aunque en la tradición hispanoamericana se pueden separar en aforismos buenos y malos, fácilmente identificables como los que se encuentran en las entradas de restaurantes y cafés y los ejemplares abandonados en las librerías. Aunque también tenemos en otros medios, como en Twitter, microblogs o en la ya desaparecido barra de estado del Messenger.
Aunque estos textos llevan existiendo desde tiempos de Heráclito y mejorando en los siglos xvii y xix, muchos podemos encontrar estos textos como una escritura contestataria filosófica. Por ello, mis aforísticos lectores, les recomiendo acercarse a estos ensayistas tan distintos que en un fragmento podemos recuperar cómo funciona la vida. Hoy en día autores como Gómez Dávila sirven para reflexionar sobre nuestro mundo contemporáneo y nuestra manera de llevarnos en este ser.



sábado, 15 de noviembre de 2014

12 de noviembre: Día Nacional del Libro

Mis bibliófilos lectores, espero que estén disfrutando de un poco de calor, ya que esta semana ha sido un horror invernal; y hablando de estos días, el miércoles fue el Día Nacional del Libro. Fecha dada en honor a Sor Juana Inés de la Cruz, una de las escritoras más reconocidas en Hispanoamérica y un modelo a seguir en poesía, teatro y ciencia; además de que sus recetarios.
El día de hoy quiero entrar en reflexiones sobre el 12 de noviembre. Este año dedicado a José Revueltas quien en unos días celebrará cien años de su nacimiento. Pero ¿cómo se coloca Revueltas entre los anteriormente honrados Emilio Carballido, Carlos Fuentes, Amparo Dávila? Primeramente, todos son autores nacionales que han dado un punto de quiebre a lo que se estaba escribiendo en esos tiempos. Sólo aquel que haya leído los poemas de Amparo Dávila podría comprender esa sensación tan íntima sin llegar a encajonarse en “lo femenino” como veníamos hablando la semana pasada. Carballido y sus obras de teatro tienen una potencia enorme y ese final que puede ir desde un Chéjov hasta Poe. Carlos Fuentes ni se diga, no por nada fue candidato ―nunca ganador― del Nobel, aunque afirme que "Cuando se lo dieron a García Márquez me lo dieron a mí, a mi generación […] ".
Pero desde 1979 ―año en que José López Portillo pidió la institucionalización de esta fecha―, no hay una nueva literatura mexicana por año. Eso dependerá del lector. Las teorías de la recepción aplicada medianamente al habitus lector nos dicen que cada uno tiene derecho a rellenar los espacios no-dichos de una obra de arte literaria como guste, y ahí cabrá decir si es buena o mala para cada uno. Es este dictamen lo que hace en cada año un nuevo autor. Y es que no siempre son los mismos dictaminadores. Así que recuerden que al hablar de estética no puede serse objetivo. Hay una interpretación distinta en cada cabeza. En un cuento de Borges, donde yo veo que los elementos fantásticos nos hablan de la imposibilidad de abarcarlo todo con el pensamiento, otros leen una teoría matemática de la permutación, por no decir una reestructuración del mito que antropólogos encuentren.

El Día Nacional del Libro, a diferencia del 23 de abril que es el Día Internacional, tiene algo importante que no podemos dejar de lado: Somos México y escribimos lo que somos. En estas fechas en que duele ver lo que el Gobierno hace o deja de hacer no está de más homenajear a aquel intelectual, que como dijo Chomsky en 1969 acerca de Vietnam: “Los intelectuales tienen la posibilidad de mostrar los engaños de los gobiernos, de analizar los actos en función de sus causas, de sus motivos y de las intenciones subyacentes”. Y me gustaría terminar, mis bibliófilos lectores, recordándoles que, pese a todo el subtexto político que podamos encontrar en obras literarias ―y cito a José Revueltas― “Todo acto de creación es un acto de amor”.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

La mujer y la cocina: Espacio de escritura

Mis activistas lectores, el día de hoy les voy a hablar sobre un movimiento hispanoamericano que fue el boom de mediados del siglo XX: Feminismo. En inicios de los 1900, tras las guerras de libertad sexual que ocurrían en Estado Unidos y Europa, las mujeres hispanas lograron identificarse con las ideologías de varias escritoras, como Hélène Cixous, Virginia Woolf y Simone de Beauvoir. El problema para ellas era que una mujer no podía ser sino un “segundo sexo”, y escribir “con el dedo en la yaga”. Es aquí donde las mujeres en nuestro continente se identificaron con el movimiento.
Entre ellas están Rosario Ferré con su ensayo “La cocina de la escritura” donde nos muestra la posibilidad de hacer literatura a la par que se hace esta arte tan “femenina”. Lo que Ferré nos comenta son muchas preguntas en torno a lo que es el escribir. Ángeles Mastreta en “Guiso feminista” dice que el sexto sentido de la mujer le permite sazonar de tal modo las historias que se genera un interés por parte de sus lectores, y aún más las lectoras que comprenden en su totalidad los sentires y diretes de una mujer. No. Ferré comenta que la escritura no es propia de la mujer, aunque sí hay escrituras femeninas, pero pueden surgir de un hombre, como de una mujer. Es el sentimiento, esa interioridad lo que deviene un texto a ser femenino.
Mujeres como Isabel Allende, Inés Arredondo, Rosario Castellanos, Laura Esquivel, Elena Garro y Silvina Ocampo, tienen en sus textos mujeres que muestran tiempo y sociedad. La mirada de la dama del siglo XIX se ha transformado en una contestataria. “Escribir es subversivo”, dice Ferré y por lo tanto rompe con el patrón hegemónico masculino. Y hagamos el recuento de mujeres escritoras en la historia antes del XIX: las hermanas Brönte, Safo, Mary Shelley. Un puñado ante toneladas de bibliotecas escritas por hombres.
La mujer fue desplazada y llevada a un puesto de: bruja, si bien le iba, pues la Inquisición acabó con muchas de ellas. La cocinera, como lo dice Rosario Ferré, es un humano que nació mujer. Muy distinto a Simone de Beauvoir y su “no se nace mujer, se aprende a serlo”. Es el caso particular de las mujeres en el ensayo que nos muestran su ideología y su propia interiorización. Mujer que sabe latín… de Rosario Castellanos nos cuenta casi a modo de chistes, la condición delegante que existe y cómo, para bien o para mal, las situaciones que afrontan cada día las mujeres están cambiando.

Rosario Ferré con “La cocina de la escritura” o “El coloquio de las perras” son textos que pueden leerse con gusto, Mujer que sabe latín… es casi obligado para las partidarias; mientras que Ángeles Mastreta nos da una visión más mágica de la mujer, con fuego en su interior y un demonio en búsqueda de la luz en la tinta y el papel. Mis activistas lectores, en este cercano Día del Libro dedicado a Revueltas recordemos que es conmemorando a Sor Juana, una de las figuras más importantes del barroco mexicano.


sábado, 1 de noviembre de 2014

La importancia de la traducción para el lector III

Mis traducidos lectores, hace tres semanas que no tomo el tan valioso ―por no decir complejo― tema de la traducción. Empero ―por razones de espacio― y para no transformar esto en una columna dedicada al tan vertiginoso tema de la traducción literaria, será ―redoble de tambores― dejada por la paz a menos que deseen que hable de algo en particular y para ello está mi correo electrónico en este espacio.
En mis labores de mediador de Sala de Lectura me topé con la mala interpretación que hizo uno de mis compañeros. Una lectora llegó a mí, el encargado de la semana pasada me la había descrito como una española; pero cuando la vi y hablé con ella descubrí, que ―gran error― era sudamericana, y la matera en mano de su compañero señalaba su claro origen: era argentina. Me animé a preguntarle ―además de su nombre que resultó ser Paola Piña―, y me respondió que era uruguaya. Craso error de mí.
Lo mismo me ha pasado con muchos libros. He pensado que la literatura ―aunque no toda― tiene una marca propia de su lugar de origen. Por años he creído que Bioy Casares tiene el lenguaje propio de los argentinos, y que algunos como Altamirano no pueden escribir nada que no se desarrolle en las calles y poblados de México. ¿Qué podemos identificar como francés en una obra de Émile Zola? ¿Es Novelas de San Petesburgo fiel a su lugar de origen? Podemos responder con un rotundo “sí”. Y la razón ya h sido pensada por muchos culturalistas antes.
Habíamos hablado hace tiempo que no se pueden traducir conceptos como “enchiladas” si no es una descripción medianamente desarrollada del artículo en cuestión. Pues hay también muchos elementos en obras literarias que nos dan la marca de su lugar de origen. Las obras japonesas tienden a ser más introspectivas y hasta en ocasiones ―para algunos― lentas. Y dicen que todos los chilenos hablan de una u otra manera de la dictadura. Eso generaliza, pero llegamos al común denominador de un país. Si no, ¿por qué tanto interés en la novela del narcotráfico? La virgen de los sicarios no podría desarrollarse en otro lugar que no sea Colombia, aun así, en México nos enfrentamos con serios problemas de narcotráfico y en Brasil hay incluso más violencia en las fabelas que en las inocentes andanzas callejeras del narrador de Vallejo.
No hay manera de traducirlo todo. Es imposible comprender una obra que trate temáticas específicas de una cultura sin zambullirse en la misma; pero sí hay datos que nos chocan de pronto y descubrimos que lo leído no es para nada mexicano. Sabemos al momento que un texto fue originario de cierto punto cardinal, si no, dedíquenle una pequeña prueba a algún libro fuereño, y no digo de los que Bloom llamaría clásicos; vayan con la poesía de Szimbroska, La mano de la buena fortuna, el teatro irlandés, algún texto de Australia, incluso. Muestren su ideología ante libros desconocidos, mis traducidos lectores, y dejen que el libro les hable de territorios tan desconocidos, como si de Las ciudades invisibles de Ítalo Calvino se tratase.

jueves, 30 de octubre de 2014

Leyendo el Sol

La semana pasada estuve muy ocupado en algunas actividades del 42 Festival Internacional Cervantino. Por ello, quiero aprovechar este espacio para hablar de unas cuantas lecturas que me han rondado la cabeza.
Todos hemos escuchado las frases "los japoneses son muy especiales" y como en esta edición del FIC está Japón como país invitado quiero hablar de uno de los mitos japoneses que uno puede llegar a leer.
Tengo la fortuna de convivir con una persona que sabe bastante de la cultura japonesa y me ha ayudado en mi inquietud. Los mexicanos hacemos una interpretación a medias de lo que a otra cultura compete. Uno siempre es extranjero en donde no le entienden. No sabemos del todo cómo se compartan o cómo se desplazan estos “signos” que nos atañen. Japón es un país hermético pero simple a la par. No debemos creer que llega a nosotros como un bulto de incomprensión, como diría Roland Barthes en El imperio de los signos. Un japonés habla con la verdad cuando acepta algo, y las negaciones las hace con mucho respeto. Por ello el “no” es una palabra grosera y prefieren el rodeo. Quizá este modo educado de rechazar las cosas, lleva a algunos a creer que los japoneses son piezas de porcelana que desean proteger y que no pueden hablar por sí mismos, independientemente de si manejan el idioma o no.
Esa “especialidad” que les hacen ver, está dada en parte, por varios mexicanos que exaltan al extranjero, pues creen que por saber el idioma de ellos-otros, o tener más cercanía con la cultura de ellos-otros, les da derecho a alejarnos, como si de un museo se tratara. Está bien, porque museográficamente debemos tener una distancia para no maltratar a la pieza, pero eso no significa que no podamos establecer un diálogo. Ellos son seres humanos, y por venir de Haití, Francia, Argentina, Canadá, o India, no nos quita el mismo nivel al que pertenecemos. Somos personas y el estar como invitado especial en nuestro país sólo le da carácter a sus comidas, su transporte y los lugares a los que pueda acceder, no al diálogo que puedan establecer con nosotros, y recuerden que el diálogo es también una sonrisa o un apretón de manos, no un “Konichiwa” o un “Watashi wa ANGERU desu”.
Esta lectura que tenemos es modificada por lo que nos dicen otros. Y no sólo pasa con personas, sino como libros, películas y otros medios. Muchos nos ofrecen un modo específico de ver las cosas: su marco y su punto de vista. Estamos determinados y predispuestos a que ocurran ciertos eventos y, voilà, tomamos actitudes que ya alguien más inventó para nosotros. Por ello hay que ser críticos con lo que pasa a nuestro alrededor y no tener esa cerrazón que en ocasiones tenemos. Los invito a pensar en esto durante el Cervantino. Miles de personas llegan a nuestra pequeña ciudad de Guanajuato con el fin de tener un contacto con la cultura mexicana. Rompamos esos paradigmas y entremos al diálogo, que los motes y las categorías desaparecen cuando estamos frente a frente.


sábado, 25 de octubre de 2014

Leer o no leer teatro

Mis teatrales lectores. Ya es la última semana del Cervantino y muchos de los residentes de esta ciudad estamos esperando ―al igual que los taxistas― a que termine el caos vial y la sobrepoblación del pequeño Guanajuato. Como sabrán todos ustedes, están por cumplirse los 19 días de agonía artística. Y lo digo por la manera en que nos enfrentamos los residentes a tantas visitas, tanto consumo y el desmedido turismo que invade nuestra ciudad. Es muy interesante leer este hecho ―por robarle las palabras a mi compañero Alejandro Briseño―. Y quisiera reflexionar sobre algo medianamente olvidado de la literatura y que muy rara vez aparece en columnas literarias como éstas: El teatro.
¿Cuántos de ustedes llegaron a ver alguna obra de teatro en este FIC? Y aunque la experiencia es muy similar a la adaptación de una película, el estar en un escenario e incluso sentir las vibraciones de la voz del actor ―como si de un excelente sistema surround se tratase― no tiene precio.
En todos mis años como profesor, en una ocasión me tocó ser profesor de teatro en secundaria. La experiencia no la cambiaría por nada y estaría encantado de volverla a repetir. El ver surgir de cero una obra, de sentir esa adrenalina al memorizar una línea, o el dar a tu público la escuras perfecta de un buen espectáculo que se refleja en un aplauso.
El origen del Festival Internacional Cervantino son los Entremeses de Cervantes. Que tal vez deberían llegar a leer si es que no los han visto. ¿Qué me dicen de Oscar Wilde? Excelentes obras que tachan lo ridículo en sus diálogos, aunque no llegan al gusto de Molière y sus tan agradables puestas en escena. En México está Rosario Castellanos con el ya reseñado Eterno femenino. O podemos ponernos más metafísicos y leer a Beckett. La experiencia es sumamente grata en su lectura, pero verlas en escena es algo sumamente distinto.
Les recomiendo darse una vuelta este viernes y sábado a las 18:00 al Anfiteatro de Mina de Rayas. Es un espectáculo increíble. Lleno de intertextos y momentos de “humor” si así les podemos llamar. Anamnésis es el nombre de la obra escrita por Jaime Chabeau exprofesa para el Cervantino y tiene bastantes puntos shakesperianos para ser del gusto de los lectores un poco conocedores de la trascendencia del teatro. Si no se tiene esta base imprescindible para apreciar este arte, igual se puede disfrutar, pues un libro o haber pagado ciertos pesos por estar presente en la luneta no te dan esa apreciación nata por el arte. Se puede disfrutar sin problema, pues algo que tiene toda obra es que es humana. Y es justamente la demencia, la pulsión sexual y otras tantas marcas las que nos muestra este grupo.

Dense una oportunidad y vean esta obra donde, mis teatrales lectores, podrán estar en contacto con un ápice de las distintas caras de las musas de Apolo.

sábado, 18 de octubre de 2014

De ficciones y bibliotecas

Mis laberínticos lectores. El día de hoy sacaré mi as bajo la manga. Un autor argentino que tiene una importancia enorme en la literatura mundial. Se trata de nada más y nada menos que Jorge Luis Borges, mi tema de tesis de maestría y además una obsesión extraña que tengo desde que un profesor en la Universidad de Guadalajara me lo presentó.
Lo que les puedo decir de este magnánimo ícono de la literatura es mucho, pero el día de hoy hablaré de la cercanía que tenía con el mundo del libro, y la biblioteca. A pesar de que muchos ya han analizado lo fantástico en él, podemos destacar entre bastantes otras cosas, las figuras poéticas que maneja. Laberintos, tigres, monedas, los gauchos, los espejos, pero uno muy importante es la biblioteca, como dice Jorge Carrión en Librerías, explicando a detalle la función de una colección de libros y la factibilidad social que puede tener. El conocer el sistema de clasificación y fatigar las estanterías, no es la única función del bibliotecario. Debe tener ese enciclopedismo aunque no totalitario para conocer el ir y venir del libro.
Y Borges es muy distinto en sus etapas de Fervor de Buenos Aires, su primer poemario donde camina por todas las calles, a otros como El aleph, o El libro de arena, donde vemos personajes enfrentando a las fuerzas extrañas como diría Lugones en espacios como escuelas, bibliotecas, jardines y laberintos, o chocando de pronto con ideales de conocimiento como “Funes el memorioso”, “El aleph”, “La biblioteca de Babel”, o por qué no sus ensayos de los dos tomos de Inquisiciones, como “La esfera de Pascal” y “La biblioteca total”.
Pero, ¿por qué el uso tan desmedido de las bibliotecas? Aquí Freud se remitiría a las pulsiones que lo marcaron desde niño. Pero vamos más allá. Borges usa las bibliotecas como medio de conocimiento. “Los árboles no te dejan ver el bosque”, lee el popular dicho oriental. Toda la manera en que conocemos algo de la cultura es por libros, o los cúmulos de saber, que también pueden ser metáforas o sinécdoques de libros.  Los personajes borgeanos están atados a un mundo donde el saber no los hace libres.
Saber un poco de la vida es enfrentarnos a esas bibliotecas inconmensurables que tanto amaba poner. Lugares donde todo se refleja y crea dobles de uno. El ensueño de la vida cotidiana nos lleva a desear poseer el mundo, pero es un mundo laberíntico que nos atrapa. Pero estamos ahí por nuestro gusto.
La escritura de Borges es muy distinta según sus etapas. Poemarios tiene varios con tonos ultraístas donde resalta el realismo y el lenguaje está renovado; ensayos tiene más y de todo tipo. Aunque advierto de los ensayos: llegan a parecer cuentos. Y su narrativa —de vez en vez ensayística— va de los hechos de Historia universal de la infamia, a la gauchesca, lo fantástico y un poco más.

Mis laberínticos lectores. Dejo el libro abierto para que busquen a Borges y se unan al gran grupo que, como Harld Bloom, creemos que es un autor del que no podemos ignorar.

sábado, 11 de octubre de 2014

La importancia de la traducción para el lector II

Mis traducidos lectores, va comenzando el 42 Festival Internacional Cervantino y Guanajuato se llenará de vida, color y lenguas distintas. Luego contaré mi experiencia pues recién comencé mi labor de intérprete para los artistas invitados, por lo que quiero regresar al tema de hace dos semanas: La traducción literaria.
En alguna ocasión platiqué con un estadounidense quien aseguraba que Borges era un escritor fácil para empezar a leer en español. Yo tuve que entrar en defensa del español —y mi tesis— y hacerle notar los cientos de sinónimos usados por él, y que no era tan simple. Hace un año trabajé para concaulta en el 41fic y leíamos en español, inglés y francés fragmentos de Pedro Páramo y La feria de Arreola. Hicimos la traducción al francés y nos dimos cuenta: el capítulo terminaba con un refrán. ¿Cómo decir “según el sapo, la pedrada”? Optamos por modificar la pronunciación de algunas expresiones coloquiales por uniones parecidas en francés.
Aunque volvemos al problema de los sinónimos y expresiones tan ricas que hay en el folclor de cada región. ¿Han intentado explicar qué es “mole” a un extranjero? No por nada los salarios de traductores son los mejor pagados del campo de las lenguas. Ellos tienen un grado de madurez lingüística para explicar elementos culturales como la propina, el saludo de beso, el uso de “mijo”, el albur o a La Catrina.
En literatura es más complejo. Podemos poner una nota al pie, cursivas, pero eso puede que afecte la lectura. Quizá no. Nunca lo sabremos hasta que los gastos de distribución ya hayan sido solventados y el ejemplar esté en todas las librerías. Sobre todo en el año 2000, muchas veces los subtitulados —y no se diga el doblaje— de las películas basadas en libros tenía inconsistencias horribles al momento de hablar, como lo decíamos a propósito de El hobbit.
El problema radica cuando hay cierto tipo de bromas y chistes. Y esto pasaba mucho en las series de los 90’s. Sabrina: The Tenager Witch introducía cientos de juegos de palabras como “Bat Bearth” por “Bad Breath” al referirse a mal aliento, pero como eran brujas, soplaban murciélagos. Datos que no podríamos traducir como lo hicieron los productores de entonces. Y sobre un rompimiento del humor original y traducirlo a nuestro contexto está Derbez con el doblaje de Burro en Shrek.
Ciertamente hay cientos de libros que no lo requieren. He leído a Agatha Christie en tres idiomas distintos y nunca me he topado con una inconsistencia de ese tipo. Pero en varias obras de maravilla épica —cosa algo molesta a veces— el uso del “vosotros” para denotar cierto grado de respeto lo considero chocante. Pero en su defensa, nos estamos cultivando del léxico de otra cultura, y en caso de ir a España podremos comprender expresiones tales como “coger un taxi”, “máquina tragaperras” y “fueron a por él”. De esta última en México es una abominación, pues nos ensañaron en la primaria que nunca se pueden usar dos preposiciones seguidas.




sábado, 4 de octubre de 2014

2 de octubre de 1968: José Revueltas

Mis estudiantiles lectores. El día de ayer se cumplieron 46 años de que —según cuentan los anales históricos— Luís Echeverría, Gustavo Díaz Ordaz y otros gobernantes pidieron la intervención militar en las manifestaciones estudiantiles que reclamaban por un gobierno y educación de calidad. Esa frase de “2 de octubre no se olvida” está presente en nuestras universidades, sobre todo en las facultades de humanidades que tienen a los futuros intelectuales en formación. Y justamente hablaré en esta ocasión sobre un importante partidario: José Revueltas. Mexicano originario de Durango, cumple este 2014 cien años de haber nacido, y  murió a los 61 años el 14 de abril de 1976.
Aunque muchos lo vinculan con el lado “rojo” de la cultura, no se puede ignorar que era un gran conocedor de la realidad mexicana y siempre tuvo una opinión de rescate de la verdad en sus novelas. En el estado de Guanajuato hay una especialista en este autor, se trata de la Dra. Elba Sánchez Rolón. Profesora de Valenciana y fundadora de la Cátedra de Filosofía y Literatura José Revueltas, la cual traerá a Guanajuato conocedores de este autor y de temas afines, para los que se prendan de este autor, estén al tanto de las redes sociales.
¿Qué libro es bueno recomendar de Revueltas? Siete novelas, libros de cuentos, una buena cantidad de escritos políticos. Esto dependerá de cada uno de ustedes. En la maestría  que estudio manejamos las relaciones de poder que hay en la narrativa de este autor, pero sin duda se pueden ver aún más cosas, muchas más. En su libro sobre Revueltas, la Dr. Rolón dice que es un autor que nos muestra un descenso y debemos saber qué hacer con él. Pues nos muestra una realidad tal y como es. Por ello, para los que disfruten de la novela testimonial quizá puedan acercarse a El Apando (1969): obra inspirada en la experiencia de Revueltas en la cárcel después de haber participado en el movimiento del 68. El título del libro proviene de la celda de castigo en que colocaron a varios de los presos y desde aquí podemos imaginar el tono con el que está escrito.
Aunque El Apando no describa en su totalidad al movimiento estudiantil como otros textos; es la novela —la más accesible en librerías—  que muestra de lo que les deparó a muchos militantes que no perecieron en la Matanza de Tlatelolco. Las cifras de decesos siguen siendo imprecisas aunque —gracias a Poniatowska y a otros periodistas— oscila entre los 60 y 350. Pero si quieren revisar al mismo Revueltas, denle oportunidad a la serie de textos no publicados en vida del autor y que son titulados: México 68: juventud y revolución.

No quiero cometer la ofensa de profesar una ideología política. Por ello dejaré que ustedes decidan si debe o no leerse a José Revueltas. En lo personal lo considero un autor con una narrativa bastante contundente. Te lleva a un punto de la existencia donde la desesperación te imbuye a actuar. Sus descripciones tienen vida propia y la manera en que resuelve las tramas no deja nada qué desear a otros autores. Mis estudiantiles lectores, denle una oportunidad a Revueltas y al movimiento al que se suscribe. Que sin afán de promocionar o renegar del grupo de seguidores del “2 de octubre”, deberíamos conocer, tanto como historia de nuestra Patria, y por respeto a los caídos, sea cual fuere el bando.


jueves, 2 de octubre de 2014

¿Qué comen las brujas?

Marina es una niña muy curiosa. Vive muy feliz con su papá y su mamá. Tiene un gato naranja con el que a veces juega.

Cuando una idea se le mete en la cabeza, es difícil que se olvide de ella.
Y esa mañana tenía una pregunta.

— Mamá, ¿qué comen las brujas?
Su madre estaba en la cocina haciendo estofado de calabaza. Pero ante esa pregunta se quedó pensativa.
— ¿Qué preguntas son ésas, señorita? Pregúntale a tu padre. Estoy muy ocupada.

— Papá, ¿qué comen las brujas?
A su padre le gusta mucho leer, y estaba a la mitad de un grueso libro.
— Verás, princesa, las brujas...
Pero en ese momento recibió una llamada telefónica y salió a contestar.

Marina estaba muy frustrada por lo que fue por todo el edificio buscando que alguien le contestara.
— Señora Felipa, ¿qué comen las brujas?

— Señor Ramón, ¿qué comen las brujas?

— Doña Soledad, ¿qué comen las brujas?

Pero nadie sabía contestarle.

«Si fuera una bruja, todo sería más fácil».
Y con estas palabras corrió a su cuarto.

Sacó una toalla del ropero, y se la puso en los hombros «Las brujas usan capas negras», dijo al verse en el espejo; «No creo que importe si uso una toalla rosa».

Aprovechando que su papá estaba al teléfono entró al estudio. Tomó varias hojas de papel y cinta adhesiva «Servirá como sombrero». Y se colocó el embudo de papel, no sin antes arrancase tres pelitos con la cinta.

«Me falta un gato», pensó. «Todas las brujas tienen un gato». Fue al sillón de la sala donde el Señor Micifuz dormía. Como el señor Micifuz era gordo y perezoso, no hizo nada para evitar que Marina se lo llevara.

Por último, abrió el armario y sacó su escoba voladora y su varita mágica.
Que claro, ni la escoba podía viajar por los aires ni su varita podía lanzar hechizos pues era un empolvado plumero naranja.

Con todo esto, ya era toda una bruja. Y cuando Marina entró a su cuarto ya vestía de negro, su nariz se había alargado y en la punta tenía una gorda y fea verruga verde.

Se removió las manos y miró al rededor. Tenía toda una colección de líquidos en todos los colores. "Sudor de sapo" decía uno, "Mocos de lagartija" en otro.

Tomó su libro de magia negra y comenzó a leer: "Manzana envenenada", «No creo que las brujas comamos eso,  a todas nos dolería la panza». "Casita de dulce", «Madre de Dios, yo no quiero tener los dientes picados, además no quiero estar tan gorda». Fastidiada, cerró el libro de golpe.

La bruja se sentó en su cama y empezó a refunfuñar. Estaba tan molesta que con su varita hizo girar todas las cosas en su cuarto y cambió a su gato negro en un cuervo y en una serpiente.
Sólo  por diversión.

Unos golpes sonaron a la puerta. Cuando la bruja abrió vio a su sirviente zombie esperando.
— La comida está lista.

Tomó su escoba voladora y surcó el cielo de su castillo embrujado hasta la cocina.

¿Qué comería?: ¿un niño, un sapo, patas de gallina, manzanas envenenadas, acaso?

Al sentarse a la mesa, vio ante sí un festín. Una mesa llena de variedades, parecía más la comida de un rey que la de una bruja.
— ¿Ya descubriste lo que comen las brujas, princesa?—. Dijo el padre de Marina.
— La verdad no,  papi. Pero sí sé lo que comen las princesas.

Y diciendo estas palabras, Marina se dispuso a disfrutar su banquete real.
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Cuento premiado por La Colmena de Radio Universidad el 30 de septiembre de 2014 en Guanajuato, Guanajuato en el Mesón de San Antonio a las 14:00. Gracias a todos por este valioso apoyo.



martes, 30 de septiembre de 2014

La importancia de la traducción para el lector I

Mis traducidos lectores, estamos iniciando nuestro mes de octubre, volviendo a guardar nuestras banderas tricolores y sacando nuevos colores que van del naranja y negro al rosa mexicano y morado según sus preferencias.
Favi G. Ruelas, una fiel seguidora de mi columna posó una cuestión en torno al rarísimo breviario del Fondo de Cultura Económica sobre J.R.R. Tolkien donde, según nos cuenta: imprimen indiferentemente "Bilbo Baggins" como "Bolsón"; así como las palabras "duende", "trasgo", "elfo" y "gnomo" son utilizadas como les entre en gana. Por desgracia esto pasa muy seguido. Mi profesora de traducción, la Dra. Krisztina Zimanyi me regaló una vez un libro sobre cultura japonesa traducido del francés al español en que mencionaban que en el Japón hay dos formas distintas para el verbo "ser". En francés quizá tuvieran razón, pues "être" se usa para "ser" y "estar"; pero los verbos japoneses "imasu" y "arimasu" son el equivalente de "estar". Y aquí entramos en conflicto.
Lamentablemente no siempre encontramos una versión adecuada a nuestro bagaje cultural. Me ha tocado explicar una traducción de algún ánime porque el contexto en que leo los subtítulos es español y no mexicano. Muchas veces sé de esas expresiones, pero quienes ven ánime conmigo y no lo comprenden se quedan como si de verdad lo estuvieran leyendo en japonés.
¿No pasa lo mismo con las traducciones de libros? En una novela de gángsters que fue traducida por el equipo español de Alfaguara o Tusquets, nos enfrentamos a una "máquina tragaperras" y no a una "tragamonedas". Es como ese video "Qué difícil es hablar en español" que pueden encontrar en Internet. Cada país tiene sus expresiones y modismos, pero —y aquí cito a la Dra. Zimanyi— hay que fijarse en un público meta.
Seguramente el traductor del libro que me regalaron era un experto sobre Roland Barthes, pero no hablaba japonés. Y pasa de igual modo con el Breviario. El señor de los anillos tiene un mitopoesía muy compleja donde encontramos la enorme brecha semántica entre ambos términos —que en diversos países de habla hispana el elfo malvado sea equiparable con el trasgo, es otra cosa—.
Siento yo que hay que pensar muchísimo en el lector. Quizá las compañías encargadas de la traducción de un texto deberían tener también a alguien consiente de las posibilidades de interpretación en la cultura meta, y aquí sobo un poco la teoría de la recepción. Puede que una "tragaperras" suene bien porque es coloquial; pero no de uso común en todo el mundo de habla hispana. Y esto funciona a la inversa, porque en inglés —por ejemplo— no podemos tener una diferencia entre el "queréis", "quieres" y "querés" al momento de traducir a Rérez-Reverte, Arreola o Bioy Casares.

No quiero abandonar esta discusión, así que me gustaría profundizar en ella en varias columnas más, mis traducidos lectores. Espero sus comentarios en este blog.


sábado, 20 de septiembre de 2014

Transformando a la identidad mexicana: Los días enmascarados

Mis mitológicos lectores, continuando con nuestra lista de autores mexicanos que han usado parte del concepto nacional para elaborar sus obras, les traigo en esta ocasión, a un mexicano de espíritu. Hablamos de Carlos Fuentes. Aunque es considerado por muchos como un pedante literario por cobrar por su obra literaria —y no cobraba $3ººº— y algunas conferencias, prólogos y comentarios de libros tenían su pequeña cuota de honorarios; tiene cuentos y novelas bastante agradables a la lectura, aunque en lo personal jamás he podido terminar La silla del águila debido a su larga crónica de hechos.
Dijimos que no era mexicano de nacimiento, esto se debe a que a pesar de haber nacido en Panamá, pero desde los 16 años de edad contó con la nacionalidad mexicana. Así, su primera y monumental novela La región más transparente (1958) muestra el gusto por las calles de la Ciudad de México —al estilo del flâneur— y cómo la misma urbe puede crear o destruir a los personajes, como teorizó Julio Ramos en Desencuentros de la modernidad en América Latina. Ya desde este momento, cuatro años más tarde, en su obra Aura (1962), regresa a la erudición sobre la revolución y es quizá de sus obras más accesibles de leer pues es la más difundida y analizada y con un final fantástico que podría perturbar a varios.
Dentro de Los días enmascarados (1954) cuenta la mitología mexicana. Los denominados cuentos sobrenaturales, y en particular "Tlactocatzine, del jardín de Flandes" y "Chac Mol". Ambas narraciones reviven figuras mitológicas antiguas, aunque, siempre se la ha criticado a Fuentes el hecho de haber usado la figura del Chac Mool tolteca por el Tlaloc azteca a modo de “licencia poética”. Fuentes nos vuelve a dar una pintura del mexicano. En la primera obra, “Tlactocatzine”, regresa una figura mitológica y toma el papel de algo más moderno, Charlotte, esposa de Maximiliano. En el cuento vemos cómo el olor de las rosas del jardín se transforma en la tumba de Tlactocatzine, mujer que viene del pasado y que “ha desbaratado un velo gris; de ayer a hoy”. Mientras que en “Chac Mol” rompe esta figura magnánima y vemos al final en que nos narra que “Apareció un indio amarillo, en bata de casa, con bufanda. Su aspecto no podía ser más repulsivo; despedía un olor a loción barata, quería cubrir las arrugas con la cara polveada; tenía la boca embarrada de lápiz labial mal aplicado, y el pelo daba la impresión de estar teñido”.

Carlos Fuentes nos cuenta de una manera un poco diferente la historia de México. Desde figuras travestidas, hasta mujeres modernizadas, este autor mexicanísimo nos da un esbozo de la cultura antigua. Y no sólo en esta antología de cuentos, sino en muchas más de sus obras. Mis mitológicos lectores, les recomiendo a este patriótico autor.


sábado, 13 de septiembre de 2014

Los primeros ensayos en nuestra tierra: Cartas

Mis epistolares lectores, ya son fiestas septembrinas  y el verde, blanco y rojo inundan las calles de Guanajuato esperando poner en exhibición la renovación del fuego de la alhóndiga de Granaditas. Como es el mes patrio, he querido dedicar mis columnas a obras de suma importancia para la identidad nacional. Y hablaré de las primeras muestras de erudición en Latinoamérica: las cartas.
En la maestría, últimamente he tenido que analizar muchas obras especiales, como cartas y libros marxistas, pero me centraré en los primeros. ¿Conocen a José Martí?, ¿han oído hablar de Alfonso Reyes?, ¿el apellido Mariátegui les dice algo? En caso de que no es porque no conocen las obras de estos famosos autores enfocados en un tema importante: “Nuestra América”. Este título alude a un ensayo de José Martí —su estatua está en el Jardín Reforma— donde exalta la idea del americano nativo y cómo no debe ser explotado por el español. Recordemos que para los conquistadores no éramos más que buenos salvajes. Pues al no haber crecido en las ciudades europeas, estábamos librados del pecado y la maledicencia.
El nacionalismo llegó a México con una fuerza extraordinaria. El poema “La Suave Patria” de Ramón López Velarde exalta a nuestra Nación dándole una importancia a sus valles, a las mujeres y a sus ciudades. Pero fue Alfonso Reyes como Visión de Anahuac que nos expuso de modo ensayístico cómo se mueve el mexicano. Recordemos que después vino Octavio Paz, como ya hablamos de él hace varias columnas, pero especialmente queremos hablar de la visón epistolar.
Reyes tuvo correspondencia con muchísimos autores, mi profesor, el doctor Jaime Villarreal dice que escribía por kilo, y no le desmiento nada. Sus cartas con Cortázar, Borges o Henríquez Ureña son extraordinarias muestras de conocimiento donde no sólo nos dice qué visión se tiene del país, sino cómo mejorarla a través de la cultura —algo que nos falta mucho en estos tiempos—.
Entre otras cartas famosas —yéndonos muy atrás— son las cartas de relación. Documentos que fundaron el antecedente para que Latinoamérica estuviera lleno del realismo mágico que tanto desarrollaron en el siglo xx. La idea de que era un continente lleno de cosas extrañas y maravillosas, se quedó impreso, tanto en las cartas de Colón, Cabeza de Vaca, Garcilazo de la Vega y otros, como en el mismo imaginario colectivo. Y si buscan los comerciales turísticos de Colombia su eslogan es “Realismo mágico”, aludiendo no sólo a García Márquez y su literatura sino que en las selvas, calles y playas uno podrá encontrar esta visión más allá de la comprensión europea.

Muy bien. El tema de las cartas es mucho más que esto, requeriría muchísimo espacio para hablar de ellas, pero búsquenlas en Internet. No sólo están los mencionados, Simón Bolívar, héroe nacional de Sudamérica tiene una cantidad enorme de cartas dándole al pueblo lo mismo que en México, mis epistolarios lectores: un despertador americano.


sábado, 6 de septiembre de 2014

Bajo la guía de Tarquino: Levantando la cortina

Mis metafísicos lectores, espero este fin de semana se la estén pasando en compañía de sus familias y preparando las Fiestas Patrias. Aunque como promotor de lectura y maestrante en literatura hispanoamericana no tengo la obligación de conocer todos los libros, muchas personas me han regañado por no conocer a cierto autor.
Hace dos semanas llegó a mí una persona preguntando por Rodolfo Benavides, un autor mexicano que según decía era magnífico. Me decidí buscar algo de este autor y encontré que la bibliografía sobre él es limitada y me dio paso a leer algo de él. En internet encontré el libro Levantando la cortina. Aparentemente un texto adelantado a su tiempo y que podría ser casi profético.
Este libro nos cuenta la historia de Agustín Callado, quien pierde todos sus bienes materiales en un juego de cartas y termina convirtiéndose en minero. Después de esto muere. La historia continúa, ahora con el fantasma de Callado moviéndose en el mundo de los vivos. Y luego con Tarquino, quien será guiado al mundo de los espíritus y donde se le explicará el secreto del universo.
Apoyado de algunos temas como la reencarnación del alma y el espíritu en un nuevo cuerpo, la religión de la India, conceptos de astronomía y astrología, Benavides nos explica casi a modo de ensayo su propio concepto de lo que es la metafísica. Me recuerda a lo que hizo Sarmiento con Facundo o la "Cosmogonía en diez lecciones" de Lugones. Un texto a modo didáctico para dar en forma narrativa un punto de vista. Explica desde la razón para ver estrellas en el universo aún estando cerca del Sol y el por qué no las vemos en el día dentro de nuestro planeta; el por qué un cadáver no siente y es en realidad el espíritu el que recibe el dolor y cómo el karma llega a cobrar su retribución. Pero también nos menciona cómo será el final del mundo, cosa que aparentemente ha ido acertando según los cambios climáticos y actitudes que vemos hoy, por lo que podría ser un texto que prediga el final.
Aunque el libro es pesado por sus más de doscientas páginas de teoría del cosmos, se ve un poco más ligero al copiar la mayéutica socrática que vimos en Diálogos de Platón, e intercalando escenas de la vida cotidiana, como la visita a oráculos y médiums para saber la verdad que nos cuentan los espíritus, e incluso el intento de reencarnación de nuestro protagonista.
Por último, me quisiera detener en el hecho de que el libro recurre mucho a lo mexicano, usando la frase de nuestro Benemérito: "El respeto al derecho ajeno es la paz" como una máxima que se tiene en el mundo de los espíritus y de cómo también sigue habiendo un "Nosotros México" en el Más Allá y la promesa de que no todo México sucumbirá ante el Apocalipsis, pero nuestros vecinos del norte sí.

Aunque el libro sea discutible, es diferente. Tiene comentarios curiosos casi de ciencia ficción, como el hecho de que Neptuno tuvo las mismas experiencias que la Tierra en el pasado y fue habitado, o que no existe calor en el Sol sino es un reflejo del gran calor cósmico; pero da muchas reflexiones curiosas que podrían llegar a interesar a todos mis metafísicos lectores.