sábado, 21 de junio de 2014

En antaño fue una metamorfosis: Casa para insomnes

Mis insectívoros lectores, el día de hoy empieza mi relajación total, pues ya no tengo más compromisos escolares y tengo más de un mes para pensar en todo lo aprendido en el semestre. Muchas de las lecturas que les he traído han sido hechas en el marco de mi maestría, por lo que han visto académicamente muchos de los temas que yo repasé a manos de mis profesores, pero el día de hoy les traigo una recomendación literaria que hace tiempo le hice a un profesor y amigo: Antonio Ramos Revillas, escritor regiomontano y parte del equipo de Salas de Lectura.
Esta columna versará sobre un cuento de Mario Beltrán, narrador y director de la Escuela Dinámica de Escritores, es autor de varias obras, como Mujeres de sal, Efecto invernadero, Canon perpetuo, Salón de belleza, entre otras. “Casa para insomnes” es un cuento que deconstruye a “La metamorfosis” de Franz Kafka, con fotografías de Aldo Chaparro. “Casas para insomnes” nos muestra, desde el título, un hogar receptor de personas sin actividad, si no, ¿qué es el insomnio entonces?
El narrador podría o no ser parte de la misma historia, nunca lo sabremos. Sólo conocemos que conoce al protagonista, el hijo y al resto de la familia, que entre ellos no se sabe qué esperar. Dentro del cuento es conocido como “personaje” —la madre en un momento dice: “quiero ver a mi hijo el personaje”—. También está la sirvienta, quien arroja cosas al cuarto del personaje pero sin dirigirle la palabra; y la intromisión de tres respetables señores barbudos, los cuales brindan cierto sentido a la historia, aunque nada tengan que ver con Kafka. El personaje es una cucaracha que no come, insomne, que araña el cuero, se arrastra, quiere ver a su madre, reprocha la limpieza y es berrinchuda. Su metamorfosis no esta extrañeza tan propia del relato fantástico en ninguno de los integrantes de la casa.
Hay cinco etapas, cada una de ellas es llamada “sueño” —que remarca aún más la idea de insomnio— y están acompañadas de una imagen de un hogar cada vez más lejanos, como queriendo decirnos que cada vez nos distanciamos de lo humano; puede que sea una forma de aumentar al indiferencia de los miembros de la familia, cinco focalizaciones distintas, o bien cinco espacios diferentes donde ocurre absolutamente lo mismo.

Por si llegaran a reconocer muchos de los elementos que aquí puse, pues les recomiendo leer tanto la obra de Kakfa —inclasificable según el argentino Adolfo Bioy Casares pues es un autor único— como la de Beltrán. Ambas son muy rescatables estéticamente y deberían intentar darles una oportunidad. Por último, no olvidemos que inician vacaciones universitarias, por ello hay que dedicar un poco más de tiempo a la lectura pesada que no tendrán tiempo de leer —en caso de que haya estudiantes leyendo esto— cuando inicie el semestre, mis insectívoros lectores.


miércoles, 18 de junio de 2014

El retorno de los caídos. El uso de lo fantástico como recuerdo de la dictadura en “Primero de noviembre” de Nona Fernández

LLH. Miguel Ángel Galindo
Maestría en Literatura Hispanoamericana
Universidad de Guanajuato

Ponencia presentada en el VIII Coloquio de Humanidades
Monterrey, Nuevo León. 22 de mayo 2013


Resumen:
Nona Fernández, escritora chilena actual, plantea en su obra la violencia en torno a la dictadura de Pinochet iniciada en 1973 en su cuento fantástico: “Primero de noviembre”, del libro El Cielo (2000). El género fantástico se relaciona con el término “memoria” de Beatriz Sarlo y Nelly Richard; así, el personaje principal es el recuerdo de las desapariciones y violación de derechos humanos. El trabajo muestra también una reflexión en torno al campo semántico de la “no vida” y cómo el personaje principal es la voz de cualquiera de los desaparecidos sin tumba durante los 17 años de dictadura chilena.

Palabras clave:
Memoria, Dictadura chilena, Fantástico, Nona Fernández, Violencia.

Existe una leyenda inglesa que habla del regreso a puerto de un barco un día de tormenta. Todos los marineros bajaron a los muelles, el aspecto de cada uno era curioso y no hablaban más de lo necesario. Cuando se les invitó a pasar a la taberna algunos hicieron visajes de horror. Se dice que en ese momento la tormenta acabó y dejó ver el sol, y al instante los marineros desaparecieron y del barco no se supo nada más; pero todos están seguros que se trataba de la embarcación que había naufragado cerca de ahí y que las ánimas aprovecharon la tormenta que los había aniquilado para regresar a puerto, pero nunca, nunca, volverían a tocar la tierra, pues sus cuerpos eran ya parte del océano.
Este relato nos dice que los muertos buscan regresar a nuestra realidad de algún modo. Quieren estar entre nosotros cuando creen que su final fue inadecuado. Es por ello que existen tantas leyendas y relatos de horror, en los cuales anhelan estar de nuevo en el hogar; como por ejemplo W. W. Jacobs con su cuento “La pata de mono”, en el cual, los deseos de este artilugio mágico son usados para matar, resucitar y desaparecer al hijo del protagonista. Siempre se han usado este tipo de elementos. El presente trabajo tratará de rescatar el carácter de la memoria en un relato fantástico chileno relativamente nuevo.
Está claro que cuando se escribe algo, no siempre se toma como punto de partida la realidad. La leyenda inglesa que sirvió de introito para este trabajo, tiene un carácter totalmente maravilloso. Podría ser que el barco que desapareció y del cual no se supo nada más de sus pasajeros, existiera. Walter Besant, en El arte de la ficción, nos hace un recuento de la tarea del novelista y la importancia de la ficcionalidad de un texto. Podríamos estar de acuerdo con el hecho de que “los materiales para el novelista no se hallan en los libros en sus estantes, sino en los hombres y las mujeres que encuentra por doquier” (Besant, 2008:41); es por ello que se puede usar alguna anécdota o vivencia como referencia en un texto. Si afirmamos que todo lo escrito es una copia fiel de la verdad, sería regresar a los términos aristotélicos de mímesis. Es verdad que la literatura emula la realidad, la imitación de la naturaleza para generar arte es una manera de crear literatura. Concordamos en que Aristóteles conocía bastante de su época y arte; pero tener ideales griegos para hablar de creaciones novedosas sería en exceso riesgoso. La creación más moderna remite a metáforas cuidadas para colocar de algún modo una realidad velada en torno a algún evento importante. Debemos creer en las palabras de Besant, pero no de forma totalizadora. Esto se menciona por el hecho de que en algunos instantes tenemos lo fantástico simbolizando algo más. Ya lo decía Borges en su prólogo de El jardín de senderos que se bifurcan, “[Algunas narraciones de este libro] son fantásticas; una —«La lotería en Babilonia»— no es del todo inocente de simbolismos” (Borges, 2012:89). Y volviendo al tema de Borges; “Si bien los estudiosos de la obra de Borges habían visto en ella, inicialmente una «expresión de la irrealidad», en años recientes Daniel Balderston, Edna Aizenberg y otros han puesto en evidencia la referencialidad histórica de sus cuentos” (Files, 2000:153). Estas dos citas nos hacen pensar en si el maestro de la literatura fantástica argentina —Borges— es uno de los que usan el recurso de la metaforización de la realidad para darle un carácter simbólico. Claro que el caso Borges es muy especial, pero eso no omite a otros escritores del mismo género.
Si sabemos que esto puede pasar con muchos relatos debemos saber qué tipo de narración se manejará para darle la teoría y los marcos metodológicos correspondientes. Se hablará de la obra de Nona Fernández, chilena nacida en 1971, conocida por sus guiones para emisiones televisivas —doce hasta ahora—, cuatro novelas, y un libro de cuentos, del cual haremos el presente análisis: El Cielo (2000). Este libro consta de siete relatos, los dos últimos, entran en el margen de lo fantástico: “Primero de noviembre” y “Maltés”. El título del libro nos hace referencia a la particularidad de que en toda la antología se está buscando un punto cúspide de felicidad, un lugar favorito, una calma interior, lo que se podría denominar “cielo”. En el cuento “Primero de noviembre” vemos a un poeta, Dante Sepúlveda, quien visita el cementerio y lamenta los muertos que descansan ahí, haciendo mención a que, allá abajo, todos los huesos se mezclan en un solo ser. De ahí, visita a su padre ya anciano. Cuando el viejo lo ve, le ofende y dice que está muerto, que no entiende por qué ha vuelto. Tras negarlo un par de veces, termina aceptando su condición y nos revela que murió de un balazo en la cabeza por la parte de atrás del cráneo. La última escena del relato es la del poeta de nuevo en el cementerio con su padre ya muerto y lamentándose cómo debe vagar eternamente hasta dar con sus huesos.
La manera de leer este cuento es como si se tratase de un relato fantástico. La teoría de este subgénero es extensa. Sabemos que “[…] lo fantástico produce un efecto particular sobre el lector —miedo, horror o simplemente curiosidad—, que los otros géneros o formas literarias no pueden suscitar” (Todorov, 2005:76), y es por ello que su manejo debe ser cuidado, pues no siempre se logra una atmósfera necesaria, la cual, en palabras de Lovecraft —maestro del horror cósmico— es “el elemento más importante, por cuanto el criterio final de la autencticidad no reside en urdir la trama, sino en la creación de una impresión determinada” (Lovecraft, 2011:11). Con base en esto, podemos afirmar cabalmente que en “Primero de noviembre”, lo fantástico funciona creando una atmósfera de muerte. Si en el cuento se buscaran todas las palabras que poseen un campo semántico de la “no vida” descubriríamos bastantes. El título mismo, primero de noviembre, día de muertos en parte de Hispanoamérica después de la globalización. Junto con ello, sabemos que el texto presenta un instante cúspide, el de la duda entre la vida o la muerte del poeta Dante Sepúlveda, quien aparentemente está vivo después de tanto tiempo y se salvó. El cuento genera una atmósfera bizarra, “macabra”, por tomar el término que Louis Vax usó hace casi cincuenta años (Vax, 1963:10). Este sentimiento de lo macabro se presenta de una forma muy característica en el cuento; primero que nada, con la intromisión del campo semántico de lo no vivo. Una tesis que se manejará en este trabajo es que hay una realidad metaforizada en relación con la dictadura chilena donde hubo desaprisiones y secuestros masivos para reprimir a las masas. Todo comienza con la mención del cementerio: “Un solo gran muerto, hecho de muchos muertos mezclados” (Fernández, 2000:116). A esto podríamos referirnos como esas fosas comunes donde arrojaban a los desaparecidos chilenos, estudiantes y jóvenes que estaban contra el régimen militar de Pinochet —toques de queda y lugares restringidos—.[1] Esto se muestra también al final del relato: “Vagar es aburrido y no hay alternativa. Seguirá en eso, hasta que algún día alguien dé con sus huesos perdidos en alguna esquina del país” (Fernández, 2000:126). Los huesos que están perdidos son esos huesos mezclados, reiterando la misma idea.
El período que se refiere, el régimen militar chileno, está todavía en la memoria de todos los habitantes del país. Fueron casi 17 años en los cuales el General Augusto Pinochet, comandó al país tras el golpe de estado contra el presidente Salvador Allende. Durante este tiempo existieron claros ataques a la sociedad, muy similar a lo que ocurrió en Argentina: desaparecidos, secuestros para interrogatorios, represión de las masas por intervención militar. El país estaba en una crisis cultural y social inigualable. Las razones para que surgiera esto, y cómo llegó a afectar al pueblo chileno está más claro en la misma voz de su gente y libros de historia. Lo que se desea recalcar es algo que llaman “desaparecidos”, un joven del cual el gobierno tiene conocimiento de tendencias o actitudes rebeldes, es el objetivo de interrogatorios que violan los derechos humanos, pero para ello, bastaba sólo con secuestrarlo, no importaba la hora o el lugar, y de ahí someterlo a preguntas y agresiones físicas. Luego del interrogatorio, si algo de culpable tenía a los ojos de la autoridad, bastaba matarlo y desaparecer el cadáver (Zapata, 2006). De este modo, si se elimina de alguna manera el cuerpo; se evita que exista un mártir. Además, la agonía de buscar a un hijo perdido o un amigo servía como distracción para que dejasen de quejarse del gobierno o para bajar los ánimos de cualquiera que siguiera este ejemplo.
En el cuento existen otros elementos que reafirman esta idea de los desaparecidos, uno de ellos es la manera en que habla el poeta de su experiencia antes de morir, Dante afirma: “Me salvé por un pelo, ya te dije. Me fui para afuera y pude rearmar las cosas allá” (Fernández, 2000:124), la idea es que Dante logró evadir dichos interrogatorios es cosa casi increíble; pero termina confesando cómo su vida tuvo fin: “Un balazo. En la cabeza. La entrada fue por la parte posterior del cráneo y la salida por el ojo derecho […] Si hubo más tiros después, no lo sé […] Bastó el primero para botarme […] Me hizo mierda el cráneo, no supe de nada. No me dolió” (Fernández, 2000:124-125). Esto se puede concatenar con la experiencia de un estudiante o un joven rebelde al que desaparecieran. Igualmente el poeta llega a una lápida con cientos de nombres y se busca por apellidos, la cual es la descripción de cualquier placa en memoria de asesinados o héroes de guerra, en este caso nos hace pensar en el Memorial del Detenido Desparecido y del Ejecutado Político, ubicado en el Cementerio General de Santiago.
Es momento de plantearnos la razón para que se haga este uso de metáforas, ¿por qué Nona Fernández coloca un cuento fantástico y no usa elementos de otro tipo, como un relato histórico más apegado a lo que pasó en realidad como el de Rodolfo Walsh? Una manera de responder a esta pregunta es con la palabra “memoria”.

La memoria es un proceso abierto de reinterpretación del pasado que deshace y rehace sus nudos para que se ensayen de nuevo sucesos y comprensiones. La memoria remece el dato estático del pasado con nuevas significaciones sin clausurar que ponen su recuerdo a trabajar, llevando comienzos y finales a reescribir nuevas hipótesis y conjeturas para desmontar con ellas el cierre explicativo de las totalidades demasiado seguras de sí mismas. Y es la laboriosidad de esta memoria insatisfecha, que no se da nunca por vencida, la que perturba la voluntad de sepultación oficial del recuero mirando simplemente como depósito fijo de significaciones inactivas. (Richard, 2001:29-30)

Se considera que hay formas de olvidar que algo pasó: reprimiendo todo registro histórico y negando su existencia, o tenerlo siempre presente, de modo que se vuelve tan normal, que no nos causa extrañeza. De esta teoría tenemos a Andreas Huyssen que hace todo un estudio en su apartado “Usos y abusos del olvido”, colocando el olvido “al servicio de una memoria política que era, en única instancia, capaz de forjar un nuevo consenso nacional que aceptara responsabilidades por los crímenes del régimen anterior” (Huyssen, 2010:156). Sobre ello, también sabemos que “«expresar sus tormentos» supone recurrir a figuras de lenguaje (símbolos, metáforas, alegorías) suficientemente conmovedoras como para que entren en relación solidaria con la desatadura emocional del recuerdo” (Richard, 2001:31). Es por esta razón que muchas veces se toman en cuenta estos recuerdos de alguna manera en que vuelvan a nosotros para ser honrados; tal vez lo que Nona Fernández plantea en su cuento: “El viejo mira a Dante con asombro, no está seguro de qué es lo que tiene al frente, una aparición, un ánima, un recuerdo” (Fernández, 2000:120), sea justo lo que nos atañe con ese verbo: “recordar”. Del mismo modo se nos narra que: “El poeta no cuenta con que su padre ya no come, que ya ni habla, y que lo único que lo mantiene anclado a la cama es la esperanza de ver aparecer los huesos de su único hijo en algún rincón del desierto, de la Jamapa, en algún cajón perdido, encontrado a destiempo en una esquina cualquiera del país” (Fernández, 2000:117). Los elementos narrativos mantienen vivo el pasado, se trata de un recurso que la autora usa con mayor poder en su obra. Quizá por ello el querer tener en la mente esta situación pasada, ya que la “«pérdida de memoria» responde, más que al borramiento efectivo de algo que debería ser recordado a un «tema cultural» que, en países donde hubo violencia, guerra o dictaduras militares, se entrelaza con la política” (Sarlo, 2006: 25-26). De igual modo Marcela Vadalta, encargada de la entrada de “memoria” del Diccionario de estudios culturales latinoamericanos (2009) nos hace un recorrido del concepto y la manera en que el testimonio ha tenido un fuerte impacto en la creación literaria contemporánea, sobre todo en torno países con una dictadura militar (Diccionario, 2009:171-175), el testimonio de Dante Sepúlveda queda como recuerdo de lo ocurrido durante esos años funestos.
Con lo anteriormente planteado se podría completar la idea de que se trata de una obra referencial; pero la razón para elegir lo fantástico es porque hay ocasiones en las cuales “Figuras rodeadas todas ellas por la sombras de un duelo en suspenso, inacabado, tensional, que deja sujeto y objeto en estado de pesadumbre y de incertidumbre, vagando sin tregua alrededor de lo inhallable del cuerpo y de la verdad que faltan y que hacen falta” (Richard, 2001:35). Estas figuras son las que manejan de un modo mejor la memoria, esa falta, ese olvido posible que busca recuperarse, que en cierto modo es el simbolismo del fantasma:

El fantasma es quizás también una aparición del yo, de un yo desconocido, que surge de lo inconsciente, que inspira un miedo cuasi pánico, y al que se hace retroceder a las tinieblas. El aparecido sería la realidad negada, temida y rechazada. El psicoanálisis vería ahí un retomo de lo rechazado, de los retoños de lo inconsciente. (Chevalier,1986:110)

Esta es la idea de la memoria, por ello colocar un fantasma como recapitulación de lo olvidado. “Lo irreal o insólito le sirve para encapsular una experiencia del pasado que [el escritor moderno] quiere perpetuar en el imaginario colectivo para combatir el olvido y promover una conciencia histórica” (Filer, 2000:154).
 Como diría Bajtín, “El papel de la memoria en esta eterna transfiguración del pasado” (Bajtín, 2000:154). Podemos decir entonces que el carácter fantástico de la obra está muy bien pensado. Eso no quita que existan algunos momentos altamente téticos; pero sí tenemos plasmadas ocasiones donde comprendemos que ello ocurre por instancias que van más allá de la comprensión humana, esto dado a que “Lo fantástico literario, en su forma más general, resulta de la asimilación a una práctica disciplinaria, de narraciones sociales cuya función es la de simbolizar la actitud y el sentimiento del hombre frente a lo desconocido, a lo extraño, al misterio” (Mignolo, 1986:117).
Podríamos decir también que el uso del nombre del personaje no sea azaroso. Dante es un nombre con muchas referencias a la muerte; el adjetivo dantesco para referirnos a todos esos males que puede haber en el Infierno de la Divina Comedia. Podemos agregar la idea —y es mera hipótesis— de que el apellido Sepúlveda, sea porque se trata de una palabra similar a la fonía del verbo “sepultar”; pero un mero sonido sería menospreciar bastante el análisis. Hay otra teoría, que es por la que me inclino más, basada en palabras de algunos chilenos quienes afirman que el apellido Sepúlveda es uno de los más conocidos en Chile, similar a los López en México, los Smith en Estados Unidos. La resolución que se deriva del análisis del nombre del protagonista es que sí, tiene su carga semántica muy fuerte en su nombre, pero quizá el apellido está dado para recalcar que nuestro fantasma puede ser cualquiera, pues todos hemos tenido contacto con un Sepúlveda al que desaparecieron. Lo inconsistente de esta teoría es que, en efecto, existe un poeta llamado Dante Sepúlveda, lo único es que se trata de alguien de nacionalidad argentina y no chilena como debería apuntar el presente trabajo. En realidad el argentino resulta ser contemporáneo de Nona Fernández, lo cual complica más el análisis. ¿Se trata de la dictadura argentina o chilena? Quizá de ambas, quizá no tenga que separarse, pues en Argentina existe la dictadura de Jorge Rafael Videla, quien no fue siquiera más humano que Pinochet; ambos llevaron al máximo crueldades y violaciones de los Derechos Humanos. Es por esto que el conflicto entre Argentina y Chile para la interpretación será resuelto enfocándonos aún en Chile, esto por lo que anteriormente se citó de Besant, que uno escribe de lo que vivió, y en este caso se quiere creer que Nona Fernández escribiera desde su propia experiencia de vida y no desde la perspectiva del argentino; pese a esto la idea de que hable más de Argentina que de su propio país puede ser una lectura igual de verosímil que la presentada en este ensayo.
A modo de conclusión se puede decir que el manejo que da Nona Fernández en torno a “Primero de Noviembre” termina teniendo una finalidad social. Tratar de retomar a los desaparecidos no es sólo un recurso narrativo que le ayuda a mostrar una ambientación fantástica; también es un compromiso social que lleva a cabo para que los lectores no olviden lo que ocurrió. Sus palabras “connotan también la muerte simbólica de la fuerza movilizadora de una historicidad social que ya no es recuperable en su dimensión utópica” (Richard, 2001:35). Su cuento, plasmado entre varios otros, busca llevar al cielo estas voces perdidas que anhelan descansar en el paraíso. El caso de Dante Sepúlveda como personaje literario —apartándonos del personaje  histórico— podría ser fácilmente analizable; pero Nona Fernández es una perpetuadora de la memoria de todas las atrocidades causadas durante la dictadura de Pinochet. Su escritura trae consigo el retorno de los caídos.



Bibliografía

Besant, W. (2008). El arte de la ficción. México: unam.
Bajtín, M. (2000). Yo también soy. México: Taurus.
Borges, J. (2012). Cuentos completos. México: Lumen.
Chevalier, J. (1986). Diccionario de los símbolos. Barcelona: Herder.
Fernández, N. (2000). El Cielo. Santiago de Chile: Cuarto Propio.
Files, M. (2000). Funciones de lo fantástico en la narrativa argentina posterior al proceso: La ciudad ausente de Ricardo Piglia. Signos literarios y lingüísticos, II. (2).
Huyssen, A. (2010). Modernismo después de la posmodernidad. Gedisa: Buenos Aires.
Lovecraft, H. (2011). El horror sobrenatural en la literatura. México: Fontamara.
Mignolo, W. (1986). Teoría del texto e interpretación de textos. México: unam.
Richard, N. (2001). Residuos y metáforas (Ensayos de crítica cultural sobre el Chile de la Transición). Santiago de Chile: Cuarto Propio.
Sarlo, B. (2006). Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusión. México: Siglo xxi.
Szurmuk, M. y McKee, R. (Coord.). (2009) Diccionario de estudios culturales latinoamericanos. México: Siglo xxi.
Todorov, T. (2005). Introducción a la literatura fantástica, Coyoacán, México, 2005.
Vax, L. (1963). Arte y literatura fantásticos. Buenos Aires: Editorial Universitaria de Buenos Aires.
Zapata, F. (2006). Frágiles suturas. Chile a treinta años del gobierno de Salvador Allende. México: El Colegio de México.



[1] La Dra. Cecilia López Badano, hace una anotación en torno a la nueva narrativa sudamericana, mencionando que «desaparecer» es un verbo intransitivo, y usado como transitivo es «hacer desaparecer» (el cadáver).  En ocasiones, durante la postdictadura, se usaba como transitivo para señalar la desaparición involuntaria, pero entonces era «lo/la desaparecieron», refiriéndose a una persona.

sábado, 14 de junio de 2014

Un golpe de realidad: Las batallas en el desierto

Mis enamorados lectores, de nuevo es fin de semana, quizá no tengan tanto tiempo para leer una novela de largo aliento como El Quijote, así que el autor que mencionaremos hoy ya ha sido tocado anteriormente; de hecho, el 23 de abril de 2014, Día Internacional del Libro y de los Derechos de Autor, fue leído simultáneamente en casi todo México, tanto en eventos como la famosa lectura en la Rambla Cataluña de Guadalajara, Jalisco auspiciado por la FIL y la UdG, en el Jardín de Chapultepec en la Capital como en casi todas las Salas de Lectura de CONACULTA,; se trata de José Emilio Pacheco, difunto a inicios del 2014 y del cual, poco a poco me he acercado a su obra.
Saben que a veces uno debe leer alguna novela para cierta materia de la universidad, pues esta no es excepción. Me topé con referencias a Las batallas en el desierto (1981) en cierto ensayo, y yo —tratando de ampliar mi repertorio bibliográfico y literario— me dediqué a buscar esta obra. ¿Error de edición? Pensé al ver el ejemplar que cuenta con una cantidad nímia de páginas. Uno que está acostumbrado a leer de 130 en delante, me sorprendió el ejemplar de 68 páginas en la editorial Era —casa de Pacheco y Fuentes—. Más aún por los trabajos derivados de esta obra. Estas razones me hacen pensar, “por algo tanto honor a su muerte”.
La historia es simple en fábula. La historia de Carlos, un niño que aún juega con carritos de madera y que viene a formar la “nueva clase media” porque su familia, en antaño acomodada, se está viniendo a menos por culpa de las grandes empresas extranjeras que dañan la economía nacional. Carlos visita la casa de uno de sus amigos, Jim, y conoce a Mariana, la madre de éste. Aquí la Noela da un giro completo pues la trama se desarrollará en torno a un amor desmedido por esta mujer y el retrato que tiene en la sala de su persona.
En realidad la forma en que está estructurada la obra te da una impresión intimista. Conoces los pensamientos con el narrador en primera persona que se vierte en sí mismo para reflexionar todo lo que le acontece, sobre todo cuando la familia sabe sobre este amor prohibido y le hacen ir con especialistas, Sánchez Prado hace un excelente trabajo al notar que son justamente la academia y la iglesia los que buscan reprimir estos impulsos, remarcando un poco más lo que ocurría en estos años de 1948 en los que se ubica el texto.
Otra cosa que sorprende mucho en varias novelas, sobre todo es ese léxico muy particular de las obras mexicanas de estos tiempos, como lo son El vampiro de la colonia Roma de 1979 —curiosamente tanto Adonis García como Carlos viven en la misma colonia— es rescatar palabras de uso común en el marco cultural-económico de su tiempo, las cocacolas y las transcripciones de canciones de rock no son extrañas en esta novela. Al contrario, le dan personalidad y remarcan la intención que existió en esta generación por mostrar cómo el progreso avanza como el magma de un volcán, lento, pero fatal para el suelo original.
Mis enamorados lectores, denle una oportunidad a Pacheco y a esta novela que los hará reflexionar del capitalismo, el amor y otras patrañas.



lunes, 9 de junio de 2014

El silencio y los fantasmas: La casa de los espíritus

Mis espectrales lectores, de nuevo tenemos un fin de semana en este período vacacional y muestra mi clara libertad de procesos académicos —a excepción de la tesis de maestría—. Así que en los momentos de odio que han surgido, me di tiempo de leer una obra bastante recomendada de una chilena nacida en 1942, me refiero a Isabel Allende, miembro de la academia Estadounidense de las Artes y las Letras y que —según se rumorea— es de las  latinoamericanas más leídas en el mundo. Es pariente de Salvador Allende, el presidente de Chile derrocado por Pinochet en 1973, por lo que desde 1975 vivió el exilio en Venezuela. Aquí escribió la novela que nos atañe: La casa de los espíritus (1982).
La obra tiene un interesante manejo del realismo mágico, pues la “protagonista”, Clara del Valle, tiene poderes telepáticos, telequinéticos y, además, puede ver el futuro y hablar con los espíritus. El uso de las comillas anteriores responde a que la novela no se centra en Clara, sino que hace muchos juegos polifónicos para conocer la vida de todos poco a poco. De nuevo volvemos a la idea del realismo mágico y pensamos en los habitantes de Macondo que conocemos —al menos un poco— a cada uno. En realidad, me hace pensar también en libros como Cumbres Borrascosas, pues la historia no se centra en una generación, sino que continúa a lo largo de la historia, cuatro en este libro.
La historia de la Nana y sus intentos de curar a Clara después de la muerte de su hermana. La relación con un perro monstruoso llamado Barrabás, que tiene una brutalidad sexual y aún más brutal es su muerte. El amor casi lésbico que siente Férula por Clara. Los hijos que llega a tener, todos predichos por Clara por sus barajas y la mesa de tres patas que ayuda a comunicarse con los fantasmas: Blanca y los gemelos Jaime y Nicolás. Si nos fijamos atentamente veremos ciertos elementos nominalistas en cada uno de los personajes, que no están ausentes de ciertas interpretaciones semánticas.
Tenemos amores prohibidos y comprometidos —por eso mi insistencia en vincularla con la magnánima Cumbres Borrascosas—, como la relación de Pedro tercero con Blanca. Y las toneladas de sentires provocados en los lectores en esta visión distorsionada de la realidad, más confesional que íntima. Nos enteramos, por el narrador personaje, de las peculiaridades de cada uno de los sujetos inmiscuidos en el texto, y su evolución, y comprendemos tanto en sus comportamientos como en las sociedades, pues es muy distinta la infancia de Clara a sus últimos años de vida, y ni se diga de su esposo: Esteban Trueba.
Aunque volvemos al mismo problema de Arráncame la vida y de su adaptación cinematográfica, en la cual actúan Meryl Streep, Winona Ryder y Antonio Banderas —bastante reconocidos— dieron vida en 1993 a estos personajes atados en alma y cuerpo y que —pese a su gran tamaño— podemos leer en poco tiempo.
Así volvemos, mis espectrales lectores, a nuestro tedio académico y descanso breve en este caluroso verano para volver a insistir en que estoy abierto a recomendaciones literarias o comentarios sobre esta columna en galindonmiguel@gmail.com