jueves, 30 de octubre de 2014

Leyendo el Sol

La semana pasada estuve muy ocupado en algunas actividades del 42 Festival Internacional Cervantino. Por ello, quiero aprovechar este espacio para hablar de unas cuantas lecturas que me han rondado la cabeza.
Todos hemos escuchado las frases "los japoneses son muy especiales" y como en esta edición del FIC está Japón como país invitado quiero hablar de uno de los mitos japoneses que uno puede llegar a leer.
Tengo la fortuna de convivir con una persona que sabe bastante de la cultura japonesa y me ha ayudado en mi inquietud. Los mexicanos hacemos una interpretación a medias de lo que a otra cultura compete. Uno siempre es extranjero en donde no le entienden. No sabemos del todo cómo se compartan o cómo se desplazan estos “signos” que nos atañen. Japón es un país hermético pero simple a la par. No debemos creer que llega a nosotros como un bulto de incomprensión, como diría Roland Barthes en El imperio de los signos. Un japonés habla con la verdad cuando acepta algo, y las negaciones las hace con mucho respeto. Por ello el “no” es una palabra grosera y prefieren el rodeo. Quizá este modo educado de rechazar las cosas, lleva a algunos a creer que los japoneses son piezas de porcelana que desean proteger y que no pueden hablar por sí mismos, independientemente de si manejan el idioma o no.
Esa “especialidad” que les hacen ver, está dada en parte, por varios mexicanos que exaltan al extranjero, pues creen que por saber el idioma de ellos-otros, o tener más cercanía con la cultura de ellos-otros, les da derecho a alejarnos, como si de un museo se tratara. Está bien, porque museográficamente debemos tener una distancia para no maltratar a la pieza, pero eso no significa que no podamos establecer un diálogo. Ellos son seres humanos, y por venir de Haití, Francia, Argentina, Canadá, o India, no nos quita el mismo nivel al que pertenecemos. Somos personas y el estar como invitado especial en nuestro país sólo le da carácter a sus comidas, su transporte y los lugares a los que pueda acceder, no al diálogo que puedan establecer con nosotros, y recuerden que el diálogo es también una sonrisa o un apretón de manos, no un “Konichiwa” o un “Watashi wa ANGERU desu”.
Esta lectura que tenemos es modificada por lo que nos dicen otros. Y no sólo pasa con personas, sino como libros, películas y otros medios. Muchos nos ofrecen un modo específico de ver las cosas: su marco y su punto de vista. Estamos determinados y predispuestos a que ocurran ciertos eventos y, voilà, tomamos actitudes que ya alguien más inventó para nosotros. Por ello hay que ser críticos con lo que pasa a nuestro alrededor y no tener esa cerrazón que en ocasiones tenemos. Los invito a pensar en esto durante el Cervantino. Miles de personas llegan a nuestra pequeña ciudad de Guanajuato con el fin de tener un contacto con la cultura mexicana. Rompamos esos paradigmas y entremos al diálogo, que los motes y las categorías desaparecen cuando estamos frente a frente.


sábado, 25 de octubre de 2014

Leer o no leer teatro

Mis teatrales lectores. Ya es la última semana del Cervantino y muchos de los residentes de esta ciudad estamos esperando ―al igual que los taxistas― a que termine el caos vial y la sobrepoblación del pequeño Guanajuato. Como sabrán todos ustedes, están por cumplirse los 19 días de agonía artística. Y lo digo por la manera en que nos enfrentamos los residentes a tantas visitas, tanto consumo y el desmedido turismo que invade nuestra ciudad. Es muy interesante leer este hecho ―por robarle las palabras a mi compañero Alejandro Briseño―. Y quisiera reflexionar sobre algo medianamente olvidado de la literatura y que muy rara vez aparece en columnas literarias como éstas: El teatro.
¿Cuántos de ustedes llegaron a ver alguna obra de teatro en este FIC? Y aunque la experiencia es muy similar a la adaptación de una película, el estar en un escenario e incluso sentir las vibraciones de la voz del actor ―como si de un excelente sistema surround se tratase― no tiene precio.
En todos mis años como profesor, en una ocasión me tocó ser profesor de teatro en secundaria. La experiencia no la cambiaría por nada y estaría encantado de volverla a repetir. El ver surgir de cero una obra, de sentir esa adrenalina al memorizar una línea, o el dar a tu público la escuras perfecta de un buen espectáculo que se refleja en un aplauso.
El origen del Festival Internacional Cervantino son los Entremeses de Cervantes. Que tal vez deberían llegar a leer si es que no los han visto. ¿Qué me dicen de Oscar Wilde? Excelentes obras que tachan lo ridículo en sus diálogos, aunque no llegan al gusto de Molière y sus tan agradables puestas en escena. En México está Rosario Castellanos con el ya reseñado Eterno femenino. O podemos ponernos más metafísicos y leer a Beckett. La experiencia es sumamente grata en su lectura, pero verlas en escena es algo sumamente distinto.
Les recomiendo darse una vuelta este viernes y sábado a las 18:00 al Anfiteatro de Mina de Rayas. Es un espectáculo increíble. Lleno de intertextos y momentos de “humor” si así les podemos llamar. Anamnésis es el nombre de la obra escrita por Jaime Chabeau exprofesa para el Cervantino y tiene bastantes puntos shakesperianos para ser del gusto de los lectores un poco conocedores de la trascendencia del teatro. Si no se tiene esta base imprescindible para apreciar este arte, igual se puede disfrutar, pues un libro o haber pagado ciertos pesos por estar presente en la luneta no te dan esa apreciación nata por el arte. Se puede disfrutar sin problema, pues algo que tiene toda obra es que es humana. Y es justamente la demencia, la pulsión sexual y otras tantas marcas las que nos muestra este grupo.

Dense una oportunidad y vean esta obra donde, mis teatrales lectores, podrán estar en contacto con un ápice de las distintas caras de las musas de Apolo.

sábado, 18 de octubre de 2014

De ficciones y bibliotecas

Mis laberínticos lectores. El día de hoy sacaré mi as bajo la manga. Un autor argentino que tiene una importancia enorme en la literatura mundial. Se trata de nada más y nada menos que Jorge Luis Borges, mi tema de tesis de maestría y además una obsesión extraña que tengo desde que un profesor en la Universidad de Guadalajara me lo presentó.
Lo que les puedo decir de este magnánimo ícono de la literatura es mucho, pero el día de hoy hablaré de la cercanía que tenía con el mundo del libro, y la biblioteca. A pesar de que muchos ya han analizado lo fantástico en él, podemos destacar entre bastantes otras cosas, las figuras poéticas que maneja. Laberintos, tigres, monedas, los gauchos, los espejos, pero uno muy importante es la biblioteca, como dice Jorge Carrión en Librerías, explicando a detalle la función de una colección de libros y la factibilidad social que puede tener. El conocer el sistema de clasificación y fatigar las estanterías, no es la única función del bibliotecario. Debe tener ese enciclopedismo aunque no totalitario para conocer el ir y venir del libro.
Y Borges es muy distinto en sus etapas de Fervor de Buenos Aires, su primer poemario donde camina por todas las calles, a otros como El aleph, o El libro de arena, donde vemos personajes enfrentando a las fuerzas extrañas como diría Lugones en espacios como escuelas, bibliotecas, jardines y laberintos, o chocando de pronto con ideales de conocimiento como “Funes el memorioso”, “El aleph”, “La biblioteca de Babel”, o por qué no sus ensayos de los dos tomos de Inquisiciones, como “La esfera de Pascal” y “La biblioteca total”.
Pero, ¿por qué el uso tan desmedido de las bibliotecas? Aquí Freud se remitiría a las pulsiones que lo marcaron desde niño. Pero vamos más allá. Borges usa las bibliotecas como medio de conocimiento. “Los árboles no te dejan ver el bosque”, lee el popular dicho oriental. Toda la manera en que conocemos algo de la cultura es por libros, o los cúmulos de saber, que también pueden ser metáforas o sinécdoques de libros.  Los personajes borgeanos están atados a un mundo donde el saber no los hace libres.
Saber un poco de la vida es enfrentarnos a esas bibliotecas inconmensurables que tanto amaba poner. Lugares donde todo se refleja y crea dobles de uno. El ensueño de la vida cotidiana nos lleva a desear poseer el mundo, pero es un mundo laberíntico que nos atrapa. Pero estamos ahí por nuestro gusto.
La escritura de Borges es muy distinta según sus etapas. Poemarios tiene varios con tonos ultraístas donde resalta el realismo y el lenguaje está renovado; ensayos tiene más y de todo tipo. Aunque advierto de los ensayos: llegan a parecer cuentos. Y su narrativa —de vez en vez ensayística— va de los hechos de Historia universal de la infamia, a la gauchesca, lo fantástico y un poco más.

Mis laberínticos lectores. Dejo el libro abierto para que busquen a Borges y se unan al gran grupo que, como Harld Bloom, creemos que es un autor del que no podemos ignorar.

sábado, 11 de octubre de 2014

La importancia de la traducción para el lector II

Mis traducidos lectores, va comenzando el 42 Festival Internacional Cervantino y Guanajuato se llenará de vida, color y lenguas distintas. Luego contaré mi experiencia pues recién comencé mi labor de intérprete para los artistas invitados, por lo que quiero regresar al tema de hace dos semanas: La traducción literaria.
En alguna ocasión platiqué con un estadounidense quien aseguraba que Borges era un escritor fácil para empezar a leer en español. Yo tuve que entrar en defensa del español —y mi tesis— y hacerle notar los cientos de sinónimos usados por él, y que no era tan simple. Hace un año trabajé para concaulta en el 41fic y leíamos en español, inglés y francés fragmentos de Pedro Páramo y La feria de Arreola. Hicimos la traducción al francés y nos dimos cuenta: el capítulo terminaba con un refrán. ¿Cómo decir “según el sapo, la pedrada”? Optamos por modificar la pronunciación de algunas expresiones coloquiales por uniones parecidas en francés.
Aunque volvemos al problema de los sinónimos y expresiones tan ricas que hay en el folclor de cada región. ¿Han intentado explicar qué es “mole” a un extranjero? No por nada los salarios de traductores son los mejor pagados del campo de las lenguas. Ellos tienen un grado de madurez lingüística para explicar elementos culturales como la propina, el saludo de beso, el uso de “mijo”, el albur o a La Catrina.
En literatura es más complejo. Podemos poner una nota al pie, cursivas, pero eso puede que afecte la lectura. Quizá no. Nunca lo sabremos hasta que los gastos de distribución ya hayan sido solventados y el ejemplar esté en todas las librerías. Sobre todo en el año 2000, muchas veces los subtitulados —y no se diga el doblaje— de las películas basadas en libros tenía inconsistencias horribles al momento de hablar, como lo decíamos a propósito de El hobbit.
El problema radica cuando hay cierto tipo de bromas y chistes. Y esto pasaba mucho en las series de los 90’s. Sabrina: The Tenager Witch introducía cientos de juegos de palabras como “Bat Bearth” por “Bad Breath” al referirse a mal aliento, pero como eran brujas, soplaban murciélagos. Datos que no podríamos traducir como lo hicieron los productores de entonces. Y sobre un rompimiento del humor original y traducirlo a nuestro contexto está Derbez con el doblaje de Burro en Shrek.
Ciertamente hay cientos de libros que no lo requieren. He leído a Agatha Christie en tres idiomas distintos y nunca me he topado con una inconsistencia de ese tipo. Pero en varias obras de maravilla épica —cosa algo molesta a veces— el uso del “vosotros” para denotar cierto grado de respeto lo considero chocante. Pero en su defensa, nos estamos cultivando del léxico de otra cultura, y en caso de ir a España podremos comprender expresiones tales como “coger un taxi”, “máquina tragaperras” y “fueron a por él”. De esta última en México es una abominación, pues nos ensañaron en la primaria que nunca se pueden usar dos preposiciones seguidas.




sábado, 4 de octubre de 2014

2 de octubre de 1968: José Revueltas

Mis estudiantiles lectores. El día de ayer se cumplieron 46 años de que —según cuentan los anales históricos— Luís Echeverría, Gustavo Díaz Ordaz y otros gobernantes pidieron la intervención militar en las manifestaciones estudiantiles que reclamaban por un gobierno y educación de calidad. Esa frase de “2 de octubre no se olvida” está presente en nuestras universidades, sobre todo en las facultades de humanidades que tienen a los futuros intelectuales en formación. Y justamente hablaré en esta ocasión sobre un importante partidario: José Revueltas. Mexicano originario de Durango, cumple este 2014 cien años de haber nacido, y  murió a los 61 años el 14 de abril de 1976.
Aunque muchos lo vinculan con el lado “rojo” de la cultura, no se puede ignorar que era un gran conocedor de la realidad mexicana y siempre tuvo una opinión de rescate de la verdad en sus novelas. En el estado de Guanajuato hay una especialista en este autor, se trata de la Dra. Elba Sánchez Rolón. Profesora de Valenciana y fundadora de la Cátedra de Filosofía y Literatura José Revueltas, la cual traerá a Guanajuato conocedores de este autor y de temas afines, para los que se prendan de este autor, estén al tanto de las redes sociales.
¿Qué libro es bueno recomendar de Revueltas? Siete novelas, libros de cuentos, una buena cantidad de escritos políticos. Esto dependerá de cada uno de ustedes. En la maestría  que estudio manejamos las relaciones de poder que hay en la narrativa de este autor, pero sin duda se pueden ver aún más cosas, muchas más. En su libro sobre Revueltas, la Dr. Rolón dice que es un autor que nos muestra un descenso y debemos saber qué hacer con él. Pues nos muestra una realidad tal y como es. Por ello, para los que disfruten de la novela testimonial quizá puedan acercarse a El Apando (1969): obra inspirada en la experiencia de Revueltas en la cárcel después de haber participado en el movimiento del 68. El título del libro proviene de la celda de castigo en que colocaron a varios de los presos y desde aquí podemos imaginar el tono con el que está escrito.
Aunque El Apando no describa en su totalidad al movimiento estudiantil como otros textos; es la novela —la más accesible en librerías—  que muestra de lo que les deparó a muchos militantes que no perecieron en la Matanza de Tlatelolco. Las cifras de decesos siguen siendo imprecisas aunque —gracias a Poniatowska y a otros periodistas— oscila entre los 60 y 350. Pero si quieren revisar al mismo Revueltas, denle oportunidad a la serie de textos no publicados en vida del autor y que son titulados: México 68: juventud y revolución.

No quiero cometer la ofensa de profesar una ideología política. Por ello dejaré que ustedes decidan si debe o no leerse a José Revueltas. En lo personal lo considero un autor con una narrativa bastante contundente. Te lleva a un punto de la existencia donde la desesperación te imbuye a actuar. Sus descripciones tienen vida propia y la manera en que resuelve las tramas no deja nada qué desear a otros autores. Mis estudiantiles lectores, denle una oportunidad a Revueltas y al movimiento al que se suscribe. Que sin afán de promocionar o renegar del grupo de seguidores del “2 de octubre”, deberíamos conocer, tanto como historia de nuestra Patria, y por respeto a los caídos, sea cual fuere el bando.


jueves, 2 de octubre de 2014

¿Qué comen las brujas?

Marina es una niña muy curiosa. Vive muy feliz con su papá y su mamá. Tiene un gato naranja con el que a veces juega.

Cuando una idea se le mete en la cabeza, es difícil que se olvide de ella.
Y esa mañana tenía una pregunta.

— Mamá, ¿qué comen las brujas?
Su madre estaba en la cocina haciendo estofado de calabaza. Pero ante esa pregunta se quedó pensativa.
— ¿Qué preguntas son ésas, señorita? Pregúntale a tu padre. Estoy muy ocupada.

— Papá, ¿qué comen las brujas?
A su padre le gusta mucho leer, y estaba a la mitad de un grueso libro.
— Verás, princesa, las brujas...
Pero en ese momento recibió una llamada telefónica y salió a contestar.

Marina estaba muy frustrada por lo que fue por todo el edificio buscando que alguien le contestara.
— Señora Felipa, ¿qué comen las brujas?

— Señor Ramón, ¿qué comen las brujas?

— Doña Soledad, ¿qué comen las brujas?

Pero nadie sabía contestarle.

«Si fuera una bruja, todo sería más fácil».
Y con estas palabras corrió a su cuarto.

Sacó una toalla del ropero, y se la puso en los hombros «Las brujas usan capas negras», dijo al verse en el espejo; «No creo que importe si uso una toalla rosa».

Aprovechando que su papá estaba al teléfono entró al estudio. Tomó varias hojas de papel y cinta adhesiva «Servirá como sombrero». Y se colocó el embudo de papel, no sin antes arrancase tres pelitos con la cinta.

«Me falta un gato», pensó. «Todas las brujas tienen un gato». Fue al sillón de la sala donde el Señor Micifuz dormía. Como el señor Micifuz era gordo y perezoso, no hizo nada para evitar que Marina se lo llevara.

Por último, abrió el armario y sacó su escoba voladora y su varita mágica.
Que claro, ni la escoba podía viajar por los aires ni su varita podía lanzar hechizos pues era un empolvado plumero naranja.

Con todo esto, ya era toda una bruja. Y cuando Marina entró a su cuarto ya vestía de negro, su nariz se había alargado y en la punta tenía una gorda y fea verruga verde.

Se removió las manos y miró al rededor. Tenía toda una colección de líquidos en todos los colores. "Sudor de sapo" decía uno, "Mocos de lagartija" en otro.

Tomó su libro de magia negra y comenzó a leer: "Manzana envenenada", «No creo que las brujas comamos eso,  a todas nos dolería la panza». "Casita de dulce", «Madre de Dios, yo no quiero tener los dientes picados, además no quiero estar tan gorda». Fastidiada, cerró el libro de golpe.

La bruja se sentó en su cama y empezó a refunfuñar. Estaba tan molesta que con su varita hizo girar todas las cosas en su cuarto y cambió a su gato negro en un cuervo y en una serpiente.
Sólo  por diversión.

Unos golpes sonaron a la puerta. Cuando la bruja abrió vio a su sirviente zombie esperando.
— La comida está lista.

Tomó su escoba voladora y surcó el cielo de su castillo embrujado hasta la cocina.

¿Qué comería?: ¿un niño, un sapo, patas de gallina, manzanas envenenadas, acaso?

Al sentarse a la mesa, vio ante sí un festín. Una mesa llena de variedades, parecía más la comida de un rey que la de una bruja.
— ¿Ya descubriste lo que comen las brujas, princesa?—. Dijo el padre de Marina.
— La verdad no,  papi. Pero sí sé lo que comen las princesas.

Y diciendo estas palabras, Marina se dispuso a disfrutar su banquete real.
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Cuento premiado por La Colmena de Radio Universidad el 30 de septiembre de 2014 en Guanajuato, Guanajuato en el Mesón de San Antonio a las 14:00. Gracias a todos por este valioso apoyo.