sábado, 27 de diciembre de 2014

No es sólo un pueblo fantasma: Pedro Páramo

Mis tapatíos lectores, esta semana ya estoy instalado en Guadalajara, con muchas cajas de libros por sacar y una casa tan desacomodada como la Biblioteca de Babel, aunque matemáticamente menos perfecta. El año pasado en estas fechas recomendé Cienaños de soledad, un libro canónico para los lectores contemporáneos, pues es el reflejo del boom latinoamericano. En esta ocasión quisiera traerles a ustedes uno de los libros más enigmáticos de México a nivel internacional: Pedro Páramo.
“Sí, ya lo conozco”, “Lo leí en la preparatoria”, “Es el de Juan Rulfo”. Exactamente. Todas esas frases que dicen o dirán sobre el libro son justamente las que espero de ustedes, mis tapatíos lectores. “Todos somos hijos de Pedro Páramo”, dice Jaime Chabeaud en una desus obras escritas para el Festival Internacional Cervantino. Y esa frase es verdadera en muchos aspectos. La obra de Rulfo nos identifica en todas las naciones y la hay traducida casi en todos los idiomas. Pero no sólo eso. Ahora que está pasando un poco la euforia de los 43, Rulfo sigue vivo en este país. Comala, una ciudad perdida en la nada al que un cacique les está quitando sus derechos, que se complotea con el clero para tener el perdón del pueblo y de Dios ―me suena muy conocido, si me permiten el guion expresivo―.
La obra es exquisita por muchas otras razones. Mis profesores en la licenciatura me decían que hay desde lecturas ecológicas de Pedro Páramo, lecturas hechas desde las teorías de Foucault sobre el Poder y el Estado. Muchas son las interpretaciones que se encuentran de este libro, y ―y parafraseando al Dr. Roberto Ferro―, uno no puede equivocarse al hacer un análisis del Quijote, y si lo haces, quizá debas dedicarte a algo que no sea la literatura. Es uno de los libros llamados “universales”, porque todo mundo los puede comprender y además tratan tantos temas como puede ser posible.
Mi amiga Krisztina Zimanyi hace un estudio sobre la traducción de esta obra y es increíble cómo algunas palabras deben ser modificadas y en ocasiones toda una frase. Nosotros como mexica monos entendemos esas construcciones que creó Juan Rulfo para inventar un habla popular del sur de Jalisco. Pues no existe dicha manera de hablar en el sur, pero es algo increíble que logró Rulfo. La imaginaria Comala tiene una forma de hablar muy característica que nadie puede traducir de manera simple. Si un “edá” es difícil, imagínense toda una frase rulfiana.
Por esto hay que leer Pedro Páramo con la atención de un analista. Es una obra sumamente compleja que trata desde la muerte hasta el amor. No es un pueblo fantasma cualquiera, es la historia de México y la manera en que somos lo que somos.
Mis tapatíos lectores, les deseo lo mejor en estas fechas decembrinas y que tengan lecturas apacibles en el resto del año.



sábado, 20 de diciembre de 2014

Tan moderno como el agua: Memorias de un paraguas

Mis inanimados lectores. Escribo nostálgico y feliz, pues hoy tengo sesenta columnas escritas en este espacio y ―para mis numeralistas lectores― la última escrita en territorio guanajuatense, pero estoy contento de volver a Guadalajara, donde vendrán nuevas oportunidades y lecturas.
No sé si conozcan algo del Modernismohispanoamericano. Este movimiento de inicios del siglo xx se presentó con gran fuerza en nuestro continente. Octavio Paz dijo que el Modernismo era nuestro verdadero Romanticismo, pues todo lo que habíamos escrito antes no tenía un valor auténtico ―borra de un plumazo todo lo anterior a él mismo―. En sí, la ciudad, las palabras francesas, la tecnología, la manera en que la mujer entraba en el terreno laboral, las grandiosas modificaciones que sufrían todos los pueblitos para devenir una urbe mecanizada era lo que maravillaban a estos autores. Y fueron justo ellos el testimonio de dicho cambio.
Uno de los mexicanos que escribieron de esto fue Manuel Gutiérrez Nájera (1959-1995). Además de un gran poeta y cronista, fue autor de varios cuentos recopilados como Memorias de un paraguas ―disponible gratuitamente por sep y conaculta―. Este ejemplar tiene de todo; pero lo que me encantó fue algo que los letrados llamamos “prosopopeya”, que es darle vida a algo que no la tiene. En “Memorias de un paraguas” conocemos la vida de un paraguas comprado por una persona rica y toda su desgracia al no haber sido comprado por alguien pobre. Se imaginan, mis inanimados lectores, lo que es saber santo y seña de lo que piensa un objeto. Algo así pasó en el libro que reseñé la semana antepasada, La músicadel silencio; pero con Gutiérrez Nájera ―a diferencia de Rothfuss― tenemos ese extrañamiento de la misma ciudad.
Además conocemos a la sociedad que está entre el hípster moderno y el adinerado del xix. En un hombre en transición. También está  “Historia de un peso falso” ―de la que encuentro intertexto en “De cómo Guadalupe bajó a La Montaña y todo lo demás”―. Pero hay muchos objetos, mucho errar por las calles, lo que en francés se considera “flânerie” y que dicen que aún existe en Guanajuato, pues hay sorpresas mientras más te adentras en los callejones.
Hay también mujeres en estas historias, démosle el adjetivo de “modernas” para su tiempo. ¿Imaginan una fina dama contraponiéndose a todo lo que el Manual de Urbanidad y Buenas Costumbres nos dicta como aceptable? Está también una familia humilde con apenas recursos que sueñan con el Cielo pues ahí existe algo de comer. Triste pero cierto. La modernidad tiene esa otra cara, bajo la riqueza de unos, está la pobreza de otros.
No voy a agobiarlos más sobre el tema, mis inanimados lectores. Estamos ya en las últimas del año y me siento como esos objetos que Gutiérrez Nájera describió. Solos, sin poder moverse, pero generando una opinión en mi cabeza. Y si les gustó este libro, les invito a buscar mi Blog “Ometopia”, o a suscribirse a librosmexico.com, y entrar al Club de lectura que coordino sobre este mismo libro de descarga gratuita.

Hasta el siguiente viernes, lector. Hasta luego, Guanajuato.


sábado, 13 de diciembre de 2014

No puedes dejar de leer: El grimorio

Mis ignorados lectores. El día de hoy tengo dos noticias. La primera versa en torno a mis labores en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara y cómo llegué adquirir un libro de un escritor argentino olvidado por la crítica. Es tan bueno en sus narraciones como Leopoldo Lugones y con un bagaje cultural casi igual al de Borges. Ya seguiremos en el tema. La otra noticia es que me quedan dos semas de vida en Cuévano. Regresaré a Guadalajara para continuar mi maestría en la Perla Tapatía. No abandonaré mi columna. Mientras siga teniendo un espacio para mí, yo ―agradecido y encantado― comentaré mis apreciaciones literarias en Hispanoamérica con esta voz de nadie; pero que ha cobrado fuerza a lo largo de estos dos años de estar con ustedes cada viernes.
Pero sin más preámbulos, hablemos de ese escritor argentino. Enrique Anderson-Imbert (1910-2000) es un historiador de la literatura que casi todos los estudiantes de Letras conocemos. Su obra Historia de la literatura hispanoamericana (1954) sirve de bibliografía en casi todos los trabajos dando una opinión agradable y crítica. Pero en cierta medida está olvidada su otra faceta: la narrativa. Anderson-Imbert tiene una cantidad enorme de cuentos que se compilan en dos tomos por editorial Corregidor ―aquí no; pero es medianamente conocida en Argentina― y van de los policíacos que tanto gustaron en el Río de la Plata durante los años 40, relatos “realistas” y fantásticos. De éstos últimos siempre había escuchado algo debido a que es mi tema de especialización, pero nunca había leído nada, sobre todo el cuento de “El grimorio” (1961). La edición que compré de Cuentos selectos lo incluye. Y mientras estaba atendiendo el stand de Salas de Lectura en la FIL, me sentía identificado. Leía con pasión lamentando tener que levantar la mirada del ejemplar, pues, en el cuento, un libro fantástico (la biografía de El Judío Errante) del que si desprendes la mirada debes de volver a comenzar desde el inicio pues la lectura se vuelve incomprensible. La idea es genial. Y como dicen muchos de los que estudian a Anderson-Imbert: “es injustamente ignorado”. Julio Cortázar lo conocía, y no estuvo en tiempos para la Antología de la literatura fantástica de Borges y compañía. Sus cuentos están narrados tan diferentes a otros. Entrecruza niveles discursivos, como un narrador que habla por el personaje, o que se sorprende de pronto de lo ocurrido. Los suspensivos son usados con cautela y las resoluciones de sus cuentos son sin duda espectaculares.

Sin duda es un autor que deberían buscar. Esta vez les doy la mala noticia que en Internet hay casi nada. A pesar de ser estupendo en muchos de sus cuentos, creo que deberíamos conseguir de algún modo un ejemplar de esos que encontramos en librerías de usado o en ferias internacionales y, como el Grimorio, no despegar la vista del libro. Mis ignorados lectores, me despido con la promesa de más lecturas interesantes en esta temporada navideña y en mis próximos viajes.


sábado, 6 de diciembre de 2014

Continuaciones, sagas y spin offs

Mis obsesivos lectores, el día de hoy se cumple ya una semana de haber comenzado la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. He estado trabajando en el stand de conaculta del Programa Nacional de Salas de Lectura. He atendido gente de todos los puntos del Globo en los cuatro idiomas que manejo y sigue pareciéndome magnífico el compartir la lectura con todo aquel con tiempo libre; pero me he dado a la tarea de conseguir algunos libros en mi hora de comida y después de mi horario de trabajo. Y es justo de eso lo que quiero hablar este día; la compra de libros por alguna razón en particular.
No sé si les ha pasado el estar embobados con algún autor específico: J.K. Rowling, por ejemplo, cuando salió el último libro de la saga, todos fuimos a conseguirlo de una u otra manera. Y no se diga más de su pequeño spin off de Cuentos de Beedle el bardo. Todos queríamos un poco más de información sobre un mundo imaginario y algo nuevo del mismo autor. En mi caso me he obsesionado con la obra de Patrick Rothfuss y su saga del asesino de reyes. Decidió sacar un nuevo libro y usar un personaje distinto; cambiando así el narrador, el estilo y la acción a la que nos había acostumbrado. ¿Les ha pasado? Espero que no, porque se siente horrible sentirte traicionado por tu autor.
No podemos ser tan exigentes, y más para el caso de lo que me pasó. Entendamos que en ocasiones autores de talla internacional son contratados para sacar cierta cantidad de libros por año. Sin embargo hay que saber manejar los tiempos y espacios. No niego que la novela sea interesante, pero su público cautivo no esperaba una historia como ésta. No todo Vargas Llosa es bueno, mucho menos García Márquez, pero ellos tienen algo que los caracteriza: la multitopiciadad. Hablan de tantas cosas y de nada a la vez, que podríamos seguir estas historias con la facilidad de todo lector inocente. Tolkien decía que la fantasía surge del sentimiento de anhelo y magia, y de ahí nos podemos agarrar para conocer algo nuevo, el problema con los spin off, es que no siempre nos pueden ofrecer lo que habíamos esperado. Tenemos el ejemplo de toneladas de libros salidos de la idea de otra persona. De ahí surgen los FanfictionsFanfics en mi tiempo―, narraciones basadas en una historia conocida de autor y los fans deciden tomar los personajes para continuar la historia o ponerlos en otro contexto. Esas posibles derivaciones tienen tantos matices y comprendemos que sólo practican su estilo narrativo para ser escritores a futuro.

Aunque no por ser otro autor tiene que ser buena. Un escritor puede crear una nueva anécdota desde cero o seguir con una línea que nunca se le dio tiempo de escribir, como aquellos que jugamos rol en algún tiempo y dejamos historias al aire, sólo en papel. El hecho de que un autor continúe su obra no le resta ni le suma. Tenemos desde Tolkien hasta todos los personajes de Anne Rice, o este libro que, mis obsesivos lectores, aún me sigue decepcionando.