sábado, 31 de enero de 2015

Unicornios, magia e inocencia: Encantacornio

Mis salvajes lectores, este día ya sentimos febrero tocando la ventana y no podemos dejar de pensar en que el frío nos está fallando y deberíamos estar con un poco más invierno. Pero esta en esta época ya todos volvieron a labores, sean preparatorianos, profesores y administrativos, nadie está libre de sus acciones cotidianas. El día de hoy les traigo una historia que vengo prometiendo desde hace tiempo, pero la limitante de escribir sólo de autores hispanoamericanos me lo impedía: Encantacornio (Spellhorn, 1989) de Berlie Doherty.
Cabe distinguir que este libro es originalmente para niños, número 22 de la colección A la orilla del viento “para los grandes lectores” del Fondo de Cultura Económica. Pero cabe mencionar que no todos los libros para niños deben ser exclusivos de esa edad. Este libro sirve también a muchos adultos que tengan relación con un grupo de la sociedad muy específico: invidentes. ¿Niños, invidentes?, este libro tiene muchos de los ámbitos marginales de la gran literatura, ¿cómo puede alguien ciego un libro? Pues esta historia fue escrita exprofeso para la radio de la BBC, y en conjunto con varios niños ciegos que formaron parte del trabajo a realizar: llevar literatura a los invidentes.
La constitución del libro es buena hasta ahora. Pero la historia va más allá. Yo que estoy involucrado con la promoción de la lectura, recomendaría el libro para mis compañeros de Salas de Lectura que tienen los ―malamente llamados― niños especiales. El unicornio que conocemos como figura mítica es un tanto arquetípico acá. Su cuerno puede ralentizar el veneno, se acercan a las faldas de una virgen y pueden desaparecer de la vista como cualquier otro miembro de la magizoología. El pinto más curioso de esta historia es lo que en Argentina verían como la dicotomía Civilización-Barbarie. Una raza de salvajes que buscan regresar a su tierra natal con ayuda del Encantacornio y que ―por cierto― hablan de lo más curioso, pues unen conceptos cono “Gente-niña”, “Muerde-batalla” y otros más los cuales ―acierto de Doherty― podrían recibir aplausos de cualquier lingüista reconocido.
En lo que respecta a la trama, es buena en el sentido de un relato maravilloso: no se contradice en todos los seres disformes que coloca como enemigos, las voces en la obscuridad, los murciélagos de la luna. Todo está perfectamente y uno termina sintiendo la identificación héroe-lector que tanto hemos estudiado. La niña protagonista ―oh, sorpresa― es ciega. Tiene visiones con su “Ojo-mente” que le permiten ubicar al Encantacornio, uno de los últimos en su raza, para que el unicornio, con la magia de su cuerno, le permita ver por un tiempo indefinido, porque este animal, además de devolver la vista, puede quitarla. Con esta premisa se puede comprender que el animal quizá no es la visión “blanca” de toda historia. Por ello, ver la portada del libro antes de leerlo puede dar muchas señales importantes.
Mis salvajes lectores, échenle un ojo a este libro y vean lo que Belie Doherty y la BBC prepararon para ustedes. Es sin duda un libro que no pueden dejar de ver.



sábado, 24 de enero de 2015

Cuentos de hadas de ayer y hoy

Mis maravillosos lectores, este día escribo para ustedes desde la ciudad de Guanajuato por papeleo y demás cosas académicas. En el camión, me di tiempo de releer algunos cuentos de hadas olvidados que tenía en mi librero. Así encontré varias joyas literarias en una antología de mi infancia: toda una sección de cuentos rusos.
Para los que crean que Disney arruinó los cuentos clásicos haciendo que a las hermanastras no les corten los pies o ignorando que la suegra de la Bella Durmiente del Bosque era una ogresa que deseaba  zamparse a su nieta; pues les debo decir que es más terrible ignorar a semejante autor como Aleksandr Afanásiev, un folclorista ruso quien, al igual que los hermanos Grimm y Charles Perreault, recolectó cuentos clásicos. La gran diferencia con los dos anteriores es que en Rusia tienen un concepto completamente distinto de lo maravilloso.
En sus narraciones aparecen héroes que deben sortear tres pruebas o, que al ser perseguidos por los antagonistas sueltan artículos mágicos que se convierten en, desde un río, o hasta en un bosque. Lo que siempre amé de estos relatos es la presencia de este personaje: la Baba Yaga, una bruja en veces buena y en veces mala, que vive en una casa con patas de gallina. Puede volar en un caldero y para que nadie la encuentre borra sus huellas con una escoba. Toparse con la Baba Yaga es malo si eres niño, pues ella los devora como la bruja de Hansel y Gretel; pero si eres adulto, puede que tengas una charla agradable e incluso te regale el caballo más rápido del mundo.
Hay toda una sarta de objetos mágicos que van desde un jabón que al arrojarse se transforma en una montaña para cubrir la huida del héroe, hasta la famosa Agua de la Vida y de la Muerte. Hay aves de fuego ―no confundir con el fénix―, caballos de crines de oro, el Lobo Gris, quien sirve de ayudante al héroe para llegar a lugares desconocidos, y que según Vladimir Propp en Raíces históricas del cuento, es un animal totémico, lo cual nos haría pensar en todos los animales que salen en Disney. ¿Por qué a Rapunzel le toca cargar un camaleón en la película? Es una pregunta semiótica muy compleja desde ciertos puntos de vista.
Actualmente hay toda una desviación del sentido original de los cuentos maravillosos. En su tiempo sirvieron para enseñar cosas al pueblo; ahora son películas modernas. Shrek, la nueva Maléfica. Frozen es todo un caso de la adaptación ―exageradamente― libre de la “Reina de las Nieves” de Andersen, y la serie televisiva de Once Upon a Time hizo un arreglo aún más libre de Frozen. Pero tomémoslo como una manera de regresar a los clásicos y refrescar su historia para un público contemporáneo.

Mis maravillosos lectores, les invito a leer a Afanásiev y sus cuentos folclóricos rusos, conocer estas historias distintas y quizá empezar a leerles a los pequeños estos cuentos que incluso nuestra generación desconoce.


sábado, 17 de enero de 2015

Nuevos inicios: Retos de lectura

Mis internacionales lectores. Es un bonito día de calor invernal y sólo puedo reflexionar en medio de mi tesis y varias jugadas de rol por medio de mi Sala de lectura en un importante tema: la traición.
Empecé esta columna por la especialización de mi maestría: “Literatura hispanoamericana”; pero no estoy siquiera cerca de mi verdadero interés. En charlas con mi amigo escritor y poeta Víctor Villarreal Velasco, he abierto los ojos a mi verdadero interés por la literatura fantástica; y no es sólo Borges y Cortázar. Tengo un enorme interés en maravilla épica; amo a Lugones y a Borges, creo que Silvina Ocampo y Amparo Dávila escriben sublimemente, pero me faltan dragones, fantasmas y el siglo xix. Por ello empezaré a hablar indiscriminadamente de lecturas tanto hispanoamericanas como de otros puntos del mundo. Cambiaré entonces “Hispanoamérica en voz de Nadie” por “De Libros y Bibliotecas”. Por ello empecemos un poco tarde el 2015 con un nuevo tópico. Somos humanos y el cambio es algo normal.
Europa es el viejo continente, pero no el único. ¿Han leído a algún africano? Pues hoy en día estamos bombardeados de nacionalidades que buscan posicionarse entre los best sellers, y tomando en cuenta varios retos de lectura que hay en internet, propongo leer lo raro y lo común a la par.
No sé qué tanto hayan leído a los clásicos. Es cierto que comprenderías mejor la literatura contemporánea si conociéramos la antigua; pero en ocasiones no estamos preparados para leerla. Aburrida en ocasiones, o hasta incomprensible. Mentiría si dijera que todo libro que empiezo lo termino, pero hay libros que uno termina por compromiso intelectual. Dama de corazones es una novela lírica de Xavier Villaurrutia que conozco por la maestría, pero si no; jamás la hubiera leído.
No puedo recomendar en menos de media cuartilla algo para esta semana, pero si me han seguido, pueden desempolvar su área internacional. Las mil y una noches tan amada por Borges, Wisława Szymborska, H.P. Lovecraft, y por qué no compararles con varias curiosidades del ámbito popular como referencias a emisiones televisivas japonesas y diversos videojuegos, noticias actuales. Hoy en día que el culturalismo es una escuela bastante respetada, no podemos dejar de lado todo lo que nos rodea y nos hace mejores interpretaciones de la realidad, pues somos seres culturales a fin de cuentas.
Para acabar, les quiero decir que para cuando estén leyendo esto, quizá ya esté poniendo mi último libro en el nuevo librero que tendré y que posiblemente llene por completo dos paredes de mi casa. Sólo quedan unos cien libros en cajas, así que comenzamos con biblioteca llena. Mis internacionales lectores, yo y mis libros estamos a sus órdenes.



martes, 13 de enero de 2015

Mitología, teatro e intertextualidad: Los juegos de rol

Mis dodecaédricos lectores, el día de hoy ―extraoficialmente y fuera de fechas― les traigo un tema vedado de la literatura por mi posible coordinadora de tesis de licenciatura ―me titulé por Excelencia Académica― y tal vez para algunos de ustedes. Si han escuchado hablar de Calabozos y Dragones (Dungeons and Dragons en inglés), ya sea por la caricatura de los 90 o por amigos que se reúnen los fines de semana a jugar “esas cosas del diablo”, sabrán que son actividades de gente fanática de la fantasía y ―según el estereotipo― antisociales. Pues, lo primero es verdad: es obligatorio la fantasía y la imaginación; lo segundo, sólo aplica en ciertos casos. Pero desde hace ya varias décadas (1974) Gary Gygax y Dave Arneson crearon la primera versión del juego que en aras del 2000 llegó a ya su cuarta edición.
Los juegos de rol (RPG por sus siglas en inglés) de papel y pluma ―como gustan llamarles para distinguirles de sus homónimos de consola digital― buscan un nuevo modo de entretenimiento enfocado en personas con imaginación y dotes teatrales suficientes para darle vida a un personaje arquetípico de las historias de alta fantasía por un tiempo indefinido: El guerrero, el mago, el sacerdote, el druida. Sus orígenes nos remiten obviamente a Tolkien y su cosmogonía de la Tierra Media, donde una misión (Quest) de importancia para el mundo es dada a personajes sin experiencia alguna (Personaje Nivel 1), y que terminarán ganando experiencia y dinero, como le pasó a Bilbo en El Hobbit. Los personajes creados tienen ciertas características específicas representadas a modo de cantidades numéricas (Estáticos) positivas o negativas según lo que estipule el jugador. Los magos tienen poca fuerza física (negativo), los guerreros no tienen la misma inteligencia que un académico, mientras que un ladrón tiene mucha destreza y carisma (positivos) para engañar a los guardias en caso de ser atrapado. A esto se le agrega el azar, que como Malarmé: “con una tirada de dados”, se suma el resultado de la tirada más los estáticos del personaje; será el Moderador/Narrador quien determinará ese número para realizar con éxito esa acción.
Cada actividad narrada por los jugadores es válida para el Moderador/Narrador (Dungeon Master, DM) como si de verdad se hiciera dentro del juego. Si el jugador dice que su personaje toma agua de un río, es como si su guerrero la tomara, dependerá del DM la calidad de esa agua y si el personaje tiene que realizar alguna tirada para salvarse de venenos o de efectos mágicos. Además, el DM debe tener una memoria impresionante ―o muy buenas notas― pues todo lo que sus jugadores hagan, tendrán repercusiones y efectos a futuro. Digamos como ejemplo todos las desavenencias que causaron D’Artagnan y sus compañeros al inicio de Los tres mosqueteros, por las cuales tienen que pagar ya en el Capítulo xx y delante; o ese enemigo desconocido ―Rochefort, para continuar con la obra de Dumas―, a quien sólo pueden enfrentar hasta avanzada la historia y que seguro no se podría haber vencido al inicio de la partida. Claro que al vencerlo, no se acaba la jugada de Rol, generalmente se continúa con una nueva aventura y ―como Dragon Ball― un nuevo enemigo más poderoso aparece.
El DM puede determinar todo el universo creándolo a su gusto, o tomarlo de los libros y manuales que están disponibles por la propia compañía encargada de distribuir el juego de rol. Wizards of the Coast es la compañía encargada ―además de las cartas de Magic. The Gathering― de Dungeons and Dragons (D&D), pero hay otros juegos como Warhammer, Vampire the Mascarade ―de la cual nuestro ensayista mexicano Vicente Quirarte hizo un libro―, así como otros juegos basados en historias del consumo popular como Star Wars y El señor de los anillos. De igual modo, pueden pasar del juego a la literatura, como Las crónicas de la Dragonlance (colección que ayudó a mejorar la primera edición de D&D), o los libros de R.A. Salvatore y sus Reinos Olvidados.
Si mis dodecaédricos lectores no conocen lo que son los juegos de rol y viven en la Zona Metropolitana de Guadalajara, pueden contactar con la Sala de Lectura d20, el primer ―y quizá único― espacio de promoción de la lectura por medio de RPGs de papel y pluma. Así todos los interesados o con dudas respecto al tema podrán experimentar de modo amateur los juegos de rol y dar rienda suelta a ese bárbaro, centauro o gnomo que llevamos dentro.


sábado, 10 de enero de 2015

Pa’l desempance: Confieso que he comido

Mis alimentados lectores, puedo dar por terminado el maratón de gula Guadalupe-Reyes. Es un placer para mí semejante comilona, aunque en mi casa siempre sea pavo en Navidad y pierna mechada en Año Nuevo. El libro que les vengo a recomendar lo tienen a su disposición en los Paralibros de todo México y se llama Confieso que he comido. De fondas, zaguanes, mercados y banquetas, de José N. Iturriaga.
Este libro de editorial conaculta, perteneciente a la colección “Memorias mexicanas”, tiene 286 páginas de recuerdos en torno a las comidas que desde su infancia hasta la madurez, probó nuestro presidente de la Sociedad Mexicana de Gastronomía y Enología. Es muy variado. Aunque en lo personal nunca me sentí atraído a leerlo, en esta época de engorda decidí comenzarlo y lo terminé con cierto empance; pero contento.
Los que hemos viajado por algunos puntos del país, aunque sean visitas de entrada por salida, nos  sentiremos identificados, con uno o dos lugares ―y ése fue el gancho que me retuvo en la lectura―. Mi caso fueron los hot-dogs ―”Momias”― afuera de la UniSon en Hermosillo, y la comida tan barata de Xalapa. Pero el libro tiene de todo, desde recetas propias hasta anécdotas que nada parecerían tener con la comida, pero que terminan mostrando cómo conoció cierto alimento, verbigracia: serpiente. ¿Qué me dicen de la impresión de la comida en Estados Unidos? Detesta las comidas rápidas, porque “Comer fast food es un acto animal, comer antojitos es un acto cultural”. Una pariente del autor tiene un restaurante de antojitos mexicanos en mero París, y nos cuenta sus idas y venidas en varias ocasiones.
No es el primer autor en poner sus memorias en conjunto con el ámbito culinario. Una vez hablamos de Como agua para chocolate, y recuerdo a Dante Medina, nuestro francófono tapatío quien ―además de centenares de cosas― escribió Los placeres de la lengua, libro donde nos cuenta diversas comidas en la literatura, poniendo de ejemplo a Drácula y a tantos más. Pero sin duda, para que esté en la colección de “Memorias mexicanas”, José N. Iturriaga tiene una pluma suficientemente buena.
El título que nos remite al Confieso que he vivido de Neruda. Con lo que pienso que la comida te hace ―de verdad― estar vivo. Y es que si uno no se da esos disfrutes pasajeros, no puede apreciar la vida. ¿Qué sería de nuestra vida sin esos mercados? Me sigue maravillando la cantidad que tiene Doña Botes ―o al menos así la conozco― en la Plaza del Baratillo desde las 15:00 en Guanajuato, y es una comida que supera en creces a la de muchos restaurantes Guanajuatenses; o la obligada torta ahogada en Guadalajara. O ―pese a mi repulsión― la torta de tamal afuera del Metro en el D.F.

Este libro es muy simple de leer. No entra en palabras rebuscadas; al contrario, están contadas como si de una charla de café se tratara, o mejor aún, una charla de fonda entre viejos amigos que acaban de reencontrarse y fueron a comer con doña Chonita. Mis alimentados lectores, si no quieren cumplir su promesa de ejercicio en enero para bajar la panza, lean este libro y vuélvanse trotamundos gastronómicos.



sábado, 3 de enero de 2015

El padre de la Ciencia ficción: La fantaciencia

Mis híbridos lectores, hay que regodearnos con el 2015 en aras de un futuro mejor. Recuerden que les escribo desde la Perla Tapatía, aún con cajas de libros por abrir y cientos más por comprar. Hoy quiero hacer un regalo a una lectora que me ha pedido desde hace tiempo una explicación de un término que usé hace mucho: Fantanciencia.
Muchos sabrán que en el siglo xix la electricidad apenas abría surcos en la tierra para florecer más tarde, y todos los secretos de la misma eran meras suposiciones que dieron pie a Mary Shelley para su famoso Frankenstein (1818). Pero en este tiempo también surgieron muchos otros textos denominados “fantásticos”. Lo fantástico nada tiene que ver con Harry Potter, Narnia y El señor de los anillos. Lo fantástico es ese momento de duda para creer que es verdad o no. Ahí está el meollo de lo fantástico. Es parte de un mundo distinto que se inmiscuye en el nuestro y nos desconcierta.
Ahora, el problema radica en que abriendo el siglo xx, los adelantos tecnológicos fueron maravillando a los escritores. Piensen en la desbordante imaginación al ver cosas extrañas como el magnetismo, descargas eléctricas y demás sinrazones. Ahí surge la fantaciencia. La unión de dos palabras, por un lado lo Fantástico y en el otro la Ciencia. No confundan Fantasía con Fantástico. Si habláramos de cosas de Fantasía tendríamos lo que mi amigo y escritor Dante Manuel Macías llama: “magitecnología”. Eso sería lo que en las novelas de Espada y Hechicería refieren a los trabajos alquímicos de un mago para crear una pieza mecánica funcional. No. La fantaciencia tiene que ver con cosas desconocidas. “Funciona, no sabemos por qué; pero lo hace”.
LeopolgoLugones tiene un cuento que es un excelente ejemplo. Un científico crea una pistola que puede desintegrar objetos; pero hay que apuntar a un lugar específico, y no tiene idea de cómo lo hace, piensa que es “puntería”. El proyectil etéreo del protagonista acaba con las cosas sin tener idea de cómo. Se explica que este poder “es la última en la síntesis vibratoria cuyos otros componentes son el calor, la luz y la electricidad”. El cuento se llama “La fuerza Omega”.
Tampoco debe confundirse con la Ciencia Ficción, donde todo lo extraño es explicado ―someramente, pero lo hacen―. Aquí pienso en H.P. Lovecraft ―uno de mis autores favoritos― y todos esos líquidos en “El grito del muerto”, nunca sabemos por qué pueden revivir cadáveres al inyectarles algo, tampoco el protagonista.
Es poco lo que hay sobre este subgénero, pero sólo puedo intentar satisfacer a Favi, mi lectora asidua con la cita de la Antología crítica del cuento fantástico hispanoamericano del siglo XIX editada por la editorial madrileña Lengua de Trapo: “Las historias del cuento fantástico se vuelven más complejas y derivan en un tipo de narración a la que se llamó fantaciencia primero y ciencia ficción después […]”.

Mis híbridos lectores. Estaremos en contacto en nuevas lecturas o a través del Blog de Ometopia o el correo galindonmiguel@gmail.com. Un excelente inicio de Año y la mejor de las suertes.