sábado, 30 de mayo de 2015

El exotismo en España, Romancero gitano

Mis verdosos lectores, les saludo desde Mendoza, Argentina en la casa de mi gran amigo y futuro profesor de literatura: Mateo Rinland ―de quien espero escribir algún día―. Hoy leeremos a un escritor español llamado Federico García Lorca. Fuera del escándalo ―amoroso― que tuvo con Salvador Dalí, hay que dedicarle unos minutitos a leer su famoso Romancero gitano (1928).
Cabría mencionar que en España fue crucial para su desarrollo histórico la presencia de los moros y los gitanos ―El Cid por ejemplo―. Los gitanos reciben ese nombre debido a la creencia de que venían de Egipto, es decir: "egiptanos". Y el mismo carácter arcano del antiguo Egipto les era atribuido a estos personajes. Tenemos representaciones de los gitanos en obras como la de Victor Hugo, Nuestra Señora de París (1831), adaptada al cine ―entre otros― por Disney bajo el nombre de El jorobado de Notre Dame (1996). Figuras como la bella Esmeralda se encuentran aquí, más porque para los españoles, el gitano tenía una carga semántica importe. No sólo la magia y la historia, sino la sensualidad árabe de Las 1001 noches. De aquí sale uno de los poemas más famosos de este Romancero gitano.
Lo he leído a mis alumnos de secundaria al ver el tema de la poesía, pues muchos a esta edad creen que la poesía sólo es usada para el amor. Les leo "Preciosa y el Aire" y quedan maravillados ante este intento de violación escrito en octosílabos ―se llaman romances los poemas de ocho sílabas―. Preciosa es una bella jovencita gitana que se acerca tocando su pandereta ―la luna de pergamino― cuando le sale al encuentro Don Cristobalón desnudo con su espada en pie de guerra. La persecución se da hasta que encuentra refugio, pero el hombre, ahora representado como el Viento Verde, siempre le estará mirando.
¿Qué me dicen de "Romancero sonámbulo"? Una aliteración muy eufónica: "Verde que te quiero verde. Verde viento. Verde ramas”.  Algunos dicen que la voz poética de este texto ya murió y está recordando sus tiempos en el mundo terrenal. Había que leer el poema y comprobarlo.
La obra de Federico García Lorca no quedó en España. Llegó en barcos a México y fundó una nueva escuela lírica. Por la que muchas generaciones del 40 en delante se guiaron por este modelo como Xavier Villaurrutia con la obra de teatro La casa de Bernarda Alba (1936).

Terminemos esta recomendación literaria con una sola y vaga idea. Aunque tengamos poetas y narradores precolombinos, la idea estética viene de Europa. No hay que girar la mirada a obras que vienen fuera de nuestro contexto. A veces tenemos joyas esperando a ser leídas en muchos otros lados y no las conocemos por el ostracismo que tenemos. Así yo he salido de mi área de confort que es la literatura fantástica aceptando que hay creaciones espectaculares en otros géneros como la poesía y la novela de costumbres. Mis verdosos lectores, me despido de nuevo, esperando que tengan un excelente fin de semana, esperando sus comentarios por correo electrónico o por el mi blog.



sábado, 16 de mayo de 2015

Teatro, magia y demonios: Fausto

Mis pactantes lectores. Esta semana participé en el II Encuentro Internacional de Literatura Fantástica que organizó la uba y la Biblioteca Nacional. Fue una desilusión al escucharlos equiparar lo maravilloso con lo fantástico, y ver que no aprecian distinción entre Literatura fantástica y la Ciencia ficción. Pero son autores; no podemos pedirle un academicismo a alguien del ámbito estético.
Entre tantas lecturas y autores desconocidos para mí, escuché un título conocido: Fausto. Este nombre me persigue desde hace un mes, y el escucharlo y leerlo justo el lunes en dos ámbitos diferentes, me convenció de que ―de modos mágicos― el Universo quería que hablara de esta obra de teatro.
Raro cuando hablo de teatro. Más aún, decir que hay teatro de lo fantástico. Aunque el teatro y la verosimilitud se llevan de manera excelente, lo fantástico es complicado de manejar en representaciones teatrales. Johan Wolfgang von Goethe, autor alemán el siglo xix escribió, además de Las cuitas del joven Werther; Fausto. Una obra tremenda donde se formalizan los pactos con el diablo. Fausto se convirtió en un arquetipo. En Argentina tenemos “Las Vísperas de Fausto” de Adolfo Bioy Casares, o “Fausto” de Estanislao del Campo, ambos recuperados por Nicolás Cócaro en Antología de cuento fantástico argentino. Hasta usado en el anime japonés Shaman King (1998). Igualmente, lo colocó mi amiga Fabiola García Ruelas, como un fauno quien perdió sus cuernos pactándolos por un pedazo de tierra.
¿A todo esto, quién es Fausto?
La obra inicia con una discusión entre Dios y Mefistófeles. La misma situación de Job: un hombre bueno debe ser tentado para probar lo amable de la sociedad humana. Es entonces que Fausto, académico y profesor, está versándose en el mundo de la alquimia. Convoca espíritus y demás seres, entre ellos, a Mefistófeles: gran tentador que le concederá todo lo que quiera a cambio de su alma inmortal.
El libro dista mucho en extensión de lo que actualmente entendemos de una obra de teatro. Me tomé dos días intensos de lectura, mientras que con Shakespeare no paso de las cuatro horas. Pero las descripciones son mágicas. Justo citaron en cartografías medievales cómo en los extremos del mundo siempre habían monstruos y demás entes disformes. En algún momento del relato, Mefistófeles visita una tierra donde hay toda sarta de quimeras, desde la mitología griega, con Quirón y la hidra, hasta brujas y demás demonios. Y aunque es la parte más floja de la pieza, vale la pena continuar.
Como dato curioso: este texto inmortalizó la escena del deshoje de una margarita y el “me quiere; no me quiere”. Así se llama la amada de Fausto.

Hay magia y un barroquismo literario excelentes, mis pactantes lectores. Les recomiendo este texto que encontrarán en muchos lados, como en la Colección de “Sepan Cuántos…” de Porrúa bajo el No. 21.


sábado, 9 de mayo de 2015

Marco Polo: Las ciudades invisibles

Mis exilados lectores, el día de hoy les escribo desde la fría tierra de Buenos Aires, donde la nostalgia de más de un mes de estadía en el Cono Sur me pega bastante. Por eso, lo fantástico llega a mí como reminiscencia de la realidad, y junto a ese recuerdo: un autor italiano muy importante para mi amiga Montserrat Zúñiga. Hablo de Italo Calvino.
En septiembre se cumplen treinta años de su muerte, dejando una producción despampanate; libros de cuentos, ocho de ensayo, más de doce novelas y ―mi favorita― una antología de cuento fantástico del siglo xix. Aunque está bajo las ―caras― manos de Siruela, vale la pena leerlo y conocerlo. Hoy hablaré de Las ciudades invisibles (1972), novela recopilada en las “100 joyas del milenio”, y que pueden encontrar usado a menos de $100°°.
En la prosa conocemos a Marco Polo ―diferente a la versión de Netflix― y sus viajes de descubrimiento para Kublai Kan. Estamos hablando del siglo xiii, donde los mares aún eran ignotos y la magia vivía en todos lados. Pienso en los grandes bestiarios, grimorios y demás tomos necrománticos. En este texto tenemos de boca de un explorador narraciones de ciudades imposibles, como aquella donde no hay palabras, sólo dibujos. Otra ciudad es donde los muertos se dejan bajo tierra en una ciudad idéntica a la de la superficie en la posición propia de su trabajo. La ciudad donde cada tanto tiempo nace una nueva al centro y desplaza a su antecesora. Ciudades que, cuando te miran, deseas sexualmente a esa persona, y no puedes dejar de pensar en ella. Ciudades donde en vez de los rostros de los habitantes, sólo puedes ver a personas que perdiste en vida y, a donde vayas, estarán mirándote a través de los cuerpos de desconocidos.
El libro es fascinante. Una mezcla de lo maravilloso y lo fantástico que nos tiene al borde de la expectativa ¿Con qué ciudad me sorprenderás ahora, Sherezade? Cada ciudad tiene nombre de mujer, y algo de erótico hay en ello. Pero de pronto en pronto, los textos van cambiando, dirigiéndose a una introspección especular. Separado en nueve partes, vemos entre cada una de ellas una colección de mínimo cinco ciudades, y una conversación de Marco Polo con el Gran Kan. Hablan de los viajes, del precio de su cabeza, de qué pasa si lo engaña, de la misma realidad. Pero todo esto entrecortado con las sorprendentes ciudades. Si conocen la animación japonesa ―encontrada con subtítulos en YouTube― Los Viajes de Tortov Roddle (2003), sabrán de qué hablo. Un visitante que encuentra la maravilla entre lo común. Los lugareños no encuentran raras sus tradiciones, pero saben en ocasiones que al extranjero le resultarán tan curiosas; haciendo uso de una frase famosa: “Es hermoso, y desconocido”.

¿Qué ciudad visitarán, mis exilados lectores? ¿Alberta, Zora, Berenice, Moriana? Hay de todo para el gusto del lector. No se defraudarán con este ejemplar, así que búsquenlo, lo encontrarán.


viernes, 1 de mayo de 2015

Maravillémonos a través del espejo con el Snark

Mis maravillosos lectores, es una lluviosa tarde de otoño en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires desde donde reflexiono con curioso interés todos los cambios que pasé después de esas casi trece horas de vuelo con mi último punto de contacto cultural: el Aeropuerto de la Ciudad de México. Como saben, me especializo en lo fantástico y la fantasía en la literatura, por eso ―gracias a las recomendaciones de mi querido compañero Alejandro Briseño― me permito sugerirles una lectura tripartita: los trabajos de Lewis Carrol.
Contexto: Inglaterra a mediados del siglo xix. Un viaje en barco con el autor y tres pequeñas niñas. A falta de otro medio de entretenimiento, Carroll y las pequeñas confeccionan una historia que más tarde sería transcrita y aderezada por nuestro personaje.
Alicia en el País de las Maravillas es una obra importantísima en lo que consta de literatura infantil y juvenil, aunque no debe ser relegada a ese mundo. El carácter del juego y la demencia del mundo adulto están en fuerte conflicto con la única cuerda: Alicia. El gato de Cheshire ―inspiración del argentino Enrique Anderson Imbert―, la Reina, el Sombrerero, son personajes que no han dejado de fascinar al mundo ―y no se diga a los japoneses―, al grado de la película épica que llegamos a ver hace un par de años en cartelera ―sin mencionar la serie Once Upon a Time―. Y ni se diga el Síndorme de Alicia, donde todo lo ves transtornado como las imágenes de este libro.
Carroll no se conformó con eso, siguió un paso más adelante con una historia alterna ―continuación dirían algunos; pero no lo considero así― donde Alicia visita el mundo a través del espejo y se pierde en un tablero de ajedrez. Los reyes están en disputa, se topa con la pelea del león y el unicornio; y si mi memoria no me falla, es donde aparece la canción del Jabberwocky ―y la espada Vorpal, usada por Dungeons and Dragons como el arma más poderosa de todo el juego―. En fin, todo un mundo complejo y donde otra vez, ningún adulto parece preocuparse de nada, dejándole a la niña el arduo trabajo de ser la única madura y cuerda del universo.
La ciencia y la lógica se ven alteradas aquí. Hay muchas leyes de la realidad que han estudiado los científicos a partir de la creación de Carroll y no se diga de tantas disyuntivas filosóficas. El libro tiene una ridiculez ―en el buen sentido de la palabra― que no haces más que reír a carcajadas, ponerla en Facebook, colocar un separador para regresar otro día, o rayar tu libro ―esta última la condeno como el bibliotecario que soy―.
Algo que no se aprecia mucho en nuestras versiones es el uso del pormanteau. Combinación léxica de dos términos, quitando el punto de juntura. En el caso del texto breve: La caza del Snark, es la combinación de “snake” y “shark”, serpiente y tiburón. Uno de los animales menos definidos de toda la literatura, y que incluso es difícil de seguir, pero sumamente terrible.

En fin, este fin de semana, Primero de Mayo, les dejo el trabajo de leer a Alicia y todo lo que encontró en ese mundo. Estoy a sus órdenes, mis maravillosos lectores, nos veremos la siguiente semana.