El
tren se lo llevó entre sus faldas CIUDAD DE MÉXICO. El pasado
jueves 14 de agosto, un joven de 16 años se arrojó a las vías del metro de la
estación Santuario. El incidente sucedió a las 14:32 cuando él y sus
compañeros salían de la Escuela Preparatoria 2. Cuentan los testigos del lugar
que Joaquín Arana decidió quitarse la vida al no soportar la presión de sus
compañeros por ser de los pocos que usan falda en su escuela. Aunque la ley
permite el uniforme neutro, la sociedad todavía no aplaude este travestismo
escolar y lo ven como un atentado contra los valores. No es el único miembro de la
comunidad LGBTI+ que se suicida, Joaquín es el caso 20 de este año, y si las
normas no cambian, habrá muchos más […] |
El periódico Alarma!! —así con doble admiración—,
sacó la noticia de Joaquín, o Sayuri, como se llamaba a sí misma. Nada de
orgullo quedó en esa nota, más porque no se sabe lo que realmente pasó, o lo
que va a pasar. Todo comenzó en viernes, porque todas las cosas buenas suceden
los Viernes de jotería. Sayuri había decidido salir esa noche con sus
amigas, por eso debía vestirse bien perris.
Baile, arrimones, selfies,
todo muy bien, hasta que encontró afuera del antro gay a algunos de sus
compañeros. Ellos no pertenecían a la fauna regular del lugar, ni siquiera
tenían pinta de homosexuales; pero estaban ahí los tres, mosntruotes como ellos
solos, fumando y platicando mientras le lanzaban miradas acariciadoras a los
chicos que iban entrando al lugar.
Al verlos, Sayuri se sintió
maravillada de que la comunidad llegara más allá que Julio, su amiga de 4°C.
Caminó segura de sí misma y, entaconada como iba, saludó a los chicos de la
escuela. Las miradas nerviosas callaron toda la esquina. Uno de ellos, Marcos, se
confabuló con los demás y tiró su cigarro al suelo. “¿Y tú qué?”, fue lo que se
dijo. Sayuri sintió perder su rostro de maquillaje y evidenciar la fragilidad
que tenía para sus adentros. “Mira, cabrón”, Marcos tomó del cuello a Sayuri,
“Dices que nos viste aquí, y te partimos la madre… pu-ti-to”.
Como fue, pasó. Y desde ahí, los
tres machitos empezaron a fatigar la existencia de Joaquín en la escuela y a
aventar cerveza y bachichas de cigarro a Sayuri. Era una especie de tortura
diurna y nocturna que agotaba bastante. Y como uno se imagina, los abusos no
terminaron ahí. En la escuela, habían frases hirientes, que lo seguían hasta el
metro, en los vagones, hasta que llegaba a su casa, donde de pronto empezaron a
aparecer vidrios rotos y bolsas con excremento, y así se sentían Sayuri y
Joaquín, una mierda. Comenzó a decaer; miraba su entrepierna en las noches y
parecía que algo le sobraba, que algo estaba descolocado. Si hacían guasa de él
era porque Joaquín no era Sayuri. Se preguntó si quisiera dejar de ser Joaquín
de una buena vez.
El ayuntamiento permitió el uso de
uniformes neutros. Falda y pantalón para quien quisiera usarlos sin importar su
sexo.
Joaquín dejó que algo de la
nocturna Sayuri viera el día. Historia larga corta: el único enfrentamiento —y
el último— que se atrevió a tener Joaquín fue en estación Santuario —la misma
de la noticia de arriba—. Hartos, Joaquín y Sayuri, se voltearon y de un solo
golpe le reventaron la nariz a Marcos. La reacción del idiota aquél fue simple:
un empujón que hizo terminar a Joaquín en las vías del metro antes de que este
pasara y le partiera por mitad.
La historia tiene un final feliz: la
muerte de Joaquín concuerda con la de Sayuri siendo arrollada por el tren.
Hay muchas coincidencias en la
vida, porque cuando una mujer fallece así, su espíritu se transforma y se
desfigura en un alma en pena que se arrastra por las noches, sólo su torso deambula
al ras del piso. Sus manos empujan el cuerpo reanimado, buscando, rastreando a
aquellos tres muchachos para hacer lo mismo, cortarlos por la mitad. Y sobre
todo esta noche, un día después de su muerte, porque hoy es noche de viernes, y
grandes cosas suceden los Viernes de jotería.
Creada con Midjourney |