Mis soñadores lectores, toca hablar hoy de un libro que parece soñarse a sí mismo, para despertar nuevamente y volver a caer en el sopor de su propia escritura. El viajero onírico (2025) es un constructo literario diseñado por el peruano Jorge Casilla. Este autor parecería haberse contemplado en el espejo un día y preguntarse qué significa el hecho de tener algo escrito. La metaliteratura —ese juego que nos fascina de que un cuento trate sobre cómo crear cuentos, o en general de la Ciudad Letrada— es el gran eje que sostiene esta obra. Así, la textura del libro se encuentra dentro del libro: los relatos se abren para recordarnos el artificio de un autor que nos tiende trampas; como alguna vez dije en una entrevista que me hicieron en Argentina: “Yo autor te voy a mentir, y tú lector me vas a creer”.
Pues, en esta tradición de recurrir a la ficción para hablar del mundo que rodea a la ficción y —sobre todo— de cómo se desdobla en la narrativa, Jorge Casilla recorre desde Cervantes hasta Borges con personajes que saben que son personajes, narradores que dudan de sus relatos y finales que se reescriben. Aquí, El viajero onírico camina por bibliotecas que reconoceremos fácilmente si somos asiduos a la lectura. En este sentido creo que la metáfora del viaje funciona bastante bien para intitular a la antología pese a que su cuento en realidad tiene un contexto más lovecraftiano de lo que uno esperaría.
En estos cuentos, la ficción se pliega sobre sí misma y explora desde ángulos diversos el artificio narrativo: en “De lo que le sucedió a Don Quijote en el bosque de Roque Guinart” se reconstruye, en clave académica y fantástica, la escritura misma del clásico cervantino tras la intromisión de Avellaneda —figura de por sí estudiada en la metaficción—; “Anónimo” me gustó mucho por convertir una conversación de bibliófilos en una disertación sobre la autoría; “Nostos” nos presenta una Nueva Lima futurista, una droga letal y héroes imprudentes; «El viajero onírico» es un relato de ocultismo en nota de horror cósmico con policíaco. Con miedo de pecar de reduccionista, sólo quiero recomendar estos porque son los que más se avocan a mis temas de investigación y los más curiosos en tanto a un manejo metaliterario.
Mis soñadores lectores, cierro con la idea de que El viajero onírico se sueña para ser leído, y se lee para seguir soñando. Conozco a este escritor como un buen amigo, pero no por eso soy condescendiente. Es un buen material y, sin duda, su narrativa puede cautivar a más de alguno.
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Portada de El viajero onírico (2025) de Colmena Editores |