jueves, 9 de agosto de 2012

Melofilia


Recuerdo ese día como si de un sueño se tratase. Subí cada escalón de la vieja torre como buscando y deseando toparme con algo y nada. Mi anhelo repentino me condujo hasta la más alto de la iglesia, al campanario, al hogar de la más bella creación que jamás habré de encontrar. De un bronce desgastado y de majestuoso fundido. La campana de esa torre era inconmensurablemente esplendorosa. Ni con mis brazos abiertos habría podido rodearla pese a mis intensiones más bajas y perversas. Su candor y frialdad motivaban en mí la envidia, la gula, la lujuria, el odio y deseo. Esta creación era mía, nadie podía haberla amado como yo lo hice esa tarde. Sus ribetes, el óxido y la herrumbre, todo en una poderosa unión de armónicos tañidos que todo el pueblo escuchaba pero que sólo yo puedo reconocer. Toca para mí, dulce joya, pues no hay alma que llegue a poner en duda este santo labor que tengo.

Jaa na !!

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