Mis libreros lectores,
en esta ocasión les traigo a ustedes un libro recomendado por Elizabeth Torres,
bibliotecaria de mi nuevo empleo en la Preparatoria 20 de la Universidad de
Guadalajara. Al quedarme sin nada para leer, acudí a este cementerio de libros
para rescatar alguno y me topé con el sabio consejo de Elizabeth. Este libro ya
me había sido recomendado anteriormente por mi amigo y escritor Aldous SV,
quien jamás me ha defraudado en sus labores literarias.
Comencemos
con la trama general: un joven encuentra un ejemplar llamado La sombra del viento, y decide buscar al
autor y su obra, descubriendo la oscura historia de todo aquel que se enfrenta
a estos ejemplares malditos, o intenta aproximarse al autor. En lo general no
hay manera de encontrar una solución a este predicamento, pues en la España de
la Guerra Civil no había una gran tecnología para desenmarañar el misterio,
pero el protagonista, un jovencito hijo de un librero, verterá todos sus
esfuerzos en entrevistar, leer y averiguar algo de esa figura discordante de Julián
Carax.
La
novela tiene muchos elementos propios de su contexto histórico. Últimamente me
he topado con otros libros que hablan de estos tiempos de formas increíbles,
como El tiempo entre costuras ―y su
teleserie disponible en Netflix―, y que remarcan este tiempo tan oscuro de
España, similar a las desapariciones argentinas o el narcotráfico colombiano.
Engancha
desde las primeras hojas, ya que “El cementerio de libros olvidados” es un
espacio donde se pueden encontrar ejemplares únicos que han sido salvados del
olvido dictatorial o de la crueldad editorial. Es así como ―al mero estilo de
la biblioteca de Babel o la biblioteca de Alejandría― entramos a un sitio
mágico perdido en el tiempo y que nos otorgará las mayores de las
satisfacciones a letrados, bibliófilos, escritores y bibliotecarios. En mi caso,
soy todas las anteriores.
El
libro cuenta con una particularidad extra. No sólo nos enteramos del niño en
busca del autor, sino del mismo autor, de los allegados al autor, y otros
personajes que aunque parezca forzado, están relacionados a modo de un
rompecabezas perfectamente acomodado o una coreografía perfectamente
sincronizada. Policías, vendedores, mendigos y una sarta de historias,
incluyendo el contenido de muchos libros desconocidos.
¿Edades?
Dudo mucho que este ejemplar tenga una penalización de edades. No requiere una
madurez literaria exquisita, ni desaprueba a los lectores avezados. Hay
palabras muy propias del argot español, como “furcia”, término dedicado a
“puta” y que es dicho cada 20 páginas, pero si yo lo leí en dos días, ustedes,
mis libreros lectores, podrán disfrutarlo, paladearlo y gozar de cada
descripción si es necesario.