Mis elementales
lectores, el día de hoy les traigo, más que a un autor, a un personaje. El
famoso “Elemental, mi querido Watson”, el británico de la pipa y el sombrero
cazador, el hombre delgado con el gordito de Watson a un lado, la creación de
Sir Arthur Conan Doyle. Decepción: todo lo anteriormente dicho no es parte del canon holmesiano.
Este
personaje tan famoso de la literatura ya tiene más de un siglo de que empezó
sus aventuras con Estudio en escarlata,
historia donde el Dr. Watson y Sherlock Holmes acuerdan compartir piso forjando,
desde ahí, una duradera amistad. Son un total de 60 casos a modo de cuentos y
novelas, a esto se le considera canon holmesiano,
e incluso tiene su forma de leerse, comenzando con Estudio en escarlata. Con brillantes deducciones, el detective
consultor descubre no sólo la profesión del doctor, sino sus antecedentes
militares, posición económica y algunos de sus gustos, lo que él llama “la
ciencia de la deducción” es la manera de, teniendo el final de la historia, construir
todo el trasfondo. Para estas labores el detective conoce las cenizas de los
cigarros británicos, la forma de la mano según su profesión, y las manchas de
fango de todo Londres.
Los
libros de Conan Doyle ―detestaba el honorífico “Sir”― tienen un encanto
inigualable. Cientos de lectores hemos tratado de aplicar la misma estrategia
del detective ―a veces con un rotundo fracaso― pero sirve bastante conocer
estos datos con los que se puede llegar a conocer bastante. No digo que debemos
analizar todas las cenizas de cigarro; sino, más bien, aprender
particularidades en los comportamientos y esa especial habilidad de rehacer la
vida de las personas según un ligero comportamiento. Creo que somos muchos los
que hemos imaginado la vida de los pasajeros en un avión o un camión, en la
calle vemos a una mujer llorando y buscamos deducir la razón, o un evento ejemplar
siempre nos mueve a pensar cómo se ha desarrollado todo eso.
Sherlock
Holmes es un personaje de lo más entretenido e irreverente. Hay desafíos a la
autoridad, faltas de respeto, inyecciones de morfina al 7%, disparos a la
pared, aporreo de cadáveres para constatar situaciones de muerte y todo un
abanico de excentricidades que convierten al detective consultor en entrañable.
Su compañero el doctor Watson no se queda atrás. El detective es el cerebro,
mientras el médico militar es el corazón. Casi todas las desavenencias son
puestas en papel por la hábil pluma de Watson, y conocemos así las improbables
historias de lo ocurrido en una Inglaterra del siglo xix. Pero el arquetipo de ser gordito y despreocupado, no
está más lejos de la realidad, pues se trata de un tirador excelente y una
persona que no teme ensuciarse las manos.
Hay
cientos de adaptaciones de este famoso detective, pero mis elementales
lectores, les dejo a la tarea de buscar en los libros ese “Elemental, mi
querido Watson”. Lean toda la obra, enterándose para tristeza de la cultura
popular, que no existe, y escuchen el programa de radio de Las 9 noches donde hablaremos justamente de este tema.
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