Mis ignorados lectores. El día de hoy tengo dos
noticias. La primera versa en torno a mis labores en la Feria Internacional del
Libro en Guadalajara y cómo llegué adquirir un libro de un escritor argentino
olvidado por la crítica. Es tan bueno en sus narraciones como Leopoldo Lugones
y con un bagaje cultural casi igual al de Borges. Ya seguiremos en el tema. La
otra noticia es que me quedan dos semas de vida en Cuévano. Regresaré a
Guadalajara para continuar mi maestría en la Perla Tapatía. No abandonaré mi
columna. Mientras siga teniendo un espacio para mí, yo ―agradecido y encantado―
comentaré mis apreciaciones literarias en Hispanoamérica con esta voz de nadie;
pero que ha cobrado fuerza a lo largo de estos dos años de estar con ustedes
cada viernes.
Pero sin más preámbulos,
hablemos de ese escritor argentino. Enrique Anderson-Imbert (1910-2000) es un
historiador de la literatura que casi todos los estudiantes de Letras
conocemos. Su obra Historia de la
literatura hispanoamericana (1954) sirve de bibliografía en casi todos los
trabajos dando una opinión agradable y crítica. Pero en cierta medida está
olvidada su otra faceta: la narrativa. Anderson-Imbert tiene una cantidad
enorme de cuentos que se compilan en dos tomos por editorial Corregidor ―aquí
no; pero es medianamente conocida en Argentina― y van de los policíacos que
tanto gustaron en el Río de la Plata durante los años 40, relatos “realistas” y
fantásticos. De éstos últimos siempre había escuchado algo debido a que es mi
tema de especialización, pero nunca había leído nada, sobre todo el cuento de
“El grimorio” (1961). La edición que compré de Cuentos selectos lo incluye. Y mientras estaba atendiendo el stand de Salas de Lectura en la FIL, me
sentía identificado. Leía con pasión lamentando tener que levantar la mirada
del ejemplar, pues, en el cuento, un libro fantástico (la biografía de El Judío
Errante) del que si desprendes la mirada debes de volver a comenzar desde el
inicio pues la lectura se vuelve incomprensible. La idea es genial. Y como
dicen muchos de los que estudian a Anderson-Imbert: “es injustamente ignorado”.
Julio Cortázar lo conocía, y no estuvo en tiempos para la Antología de la literatura fantástica de Borges y compañía. Sus
cuentos están narrados tan diferentes a otros. Entrecruza niveles discursivos,
como un narrador que habla por el personaje, o que se sorprende de pronto de lo
ocurrido. Los suspensivos son usados con cautela y las resoluciones de sus
cuentos son sin duda espectaculares.
Sin duda es un autor que
deberían buscar. Esta vez les doy la mala noticia que en Internet hay casi
nada. A pesar de ser estupendo en muchos de sus cuentos, creo que deberíamos
conseguir de algún modo un ejemplar de esos que encontramos en librerías de
usado o en ferias internacionales y, como el Grimorio, no despegar la vista del
libro. Mis ignorados lectores, me despido con la promesa de más lecturas
interesantes en esta temporada navideña y en mis próximos viajes.
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