Cuando pensamos en un intelectual,
siempre nos imaginamos a un sujeto rodeado de libros con un conocimiento
apreciativo respecto a las cosas y que puede reflexionar casi en torno a lo que
sea. Sin embargo, en Autobiografía,
de R. G. Collingwood, vemos los distante de esta imagen idílica, pues él nos
cuenta que desde chico sí estuvo rodeado de libros, pero es más el cómo observa
las cosas lo que le permite descubrir el mundo.
Nacido en Inglaterra en 1889
fue un historiador dedicado al pensamiento filosófico que buscaba explicar la
historia como algo que no tiene sentido, si no se logra entender el presente
adecuadamente.
En Autobiografía desarrolla varios temas, desde su infancia, hasta su
posición en torno a la crítica y a la historia, pero justamente es el quinto
capítulo, “Pregunta y respuesta”, donde muestra una enseñanza especial para cualquier
estudioso.
Cada pregunta y cada respuesta en un complejo dado tenían que ser pertinentes o apropiadas, tenían que “pertenecer” por igual al todo y al lugar que ocupaban en el todo. Cada pregunta tenía que “suscitar”, tenía que haber aquello cuya ausencia afirmamos cuando nos negamos a responder a algunas preguntas sobre la basen de que no “se suscita”. Cada respuesta debe ser la respuesta “justa” a la pregunta que intenta responder” (Collingwood, 1974: 44)
La reflexión que nos obliga a hacer
Collingwood es adecuada a su tiempo y golpea muchos de los trabajos de tesis
que se están haciendo hoy en día. ¿Hacemos las preguntas correctas? Y desde
este cariz, ¿tenemos una secuencia adecuada para preguntar? En el capítulo
habla de un hipotético carro descompuesto y las posibles soluciones independientes
que demos, como revisar una a una las bugías, son —en realidad— respuestas que conlleven
al resultado final. ¿qué le ocurre a mi automóvil?
¿Los
estudiantes universitarios realmente se preguntarán cosas? Y en dado caso, ¿son
pertinentes estas preguntas o sólo son vagos intentos por encontrar soluciones
que no ayudarían al mismo conocimiento humano? Es evidente que cuando
Collingwood escribe este libro tenía muchos problemas que buscaba resolver por
medio de la escritura. Él mismo habla de lo difícil que fue empatar su vida con
su filosofía personal, cosa que le deprimía bastante (1974: 148); pero como
bien comenta al final, no tiene la intención de “[…] preguntar cuán
completamente se ha engañado en realidad al país, o cuánto durará el presente
estado de engaño”. (163). Escribe para darles luz a estos pensamientos y que
vengan de nuevo a poblar su vida.
El filósofo debe hacer
estudios históricos. Es bueno que un escritor piense y sienta esa experiencia
para hacerla realista y sobre todo útil para sus lectores. Estas tesis las
desarrolla más a fondo en Idea de la
historia y Los principios del arte,
sin embargo, su pensamiento se ha ido perdiendo, pues su última reimpresión
data de más de veinte años.
Collingwood,
R. (1974). Autobiografía. México: Fondo
de Cultura Económica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario