Se quedó mirando las piezas del Felhén. Si movía a la
derecha, podría hacer un Directo y ganar con una diferencia de 12 puntos; pero
su contrincante conocía bien esas estrategias y podría impedírselo llenando la
casilla de la izquierda.
—¡Ajá! —desplazó una ficha completamente
distinta y al soltarla pudo ver la decepción en la cara del anciano.
—Amo Hans… el Felhén no se trata de
arrebatos.
El mago le dio una calada a su pipa y ganó
por más de 52 puntos. Fatigoso, empezó a guardar las piezas en una bolsita.
—¡Espera, Farmenios! Exijo la revancha.
—Un pacto es un pacto, amo Hans. Usted
quiso jugar y sabía las consecuencias. Apuesto que otra sería su reacción en
caso de haber ganado.
El mago siguió guardando las piezas, y
cuando terminó con todas las que estaban en el tablero, estiró la mano. El
cuerpo del general Hans Funder de Yrmania empezó a achicarse, tornar en madera
y volverse una pieza más que acabó en el saco.
Dio otra fumada, esta vez, paciente y
relajada.
“Farmenios del Felhén, yo te reto.
Farmenios del Felhén, hagamos un pacto”.
El mago —quejoso— se puso en pie. Tenía
otro partido y debía teletransportarse lejos.
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