LLH. Miguel Ángel Galindo
Maestría en Literatura Hispanoamericana
Universidad de Guanajuato
Ponencia presentada en el VIII Coloquio de Humanidades
Monterrey, Nuevo León. 22 de mayo 2013
Resumen:
Nona
Fernández, escritora chilena actual, plantea en su obra la violencia en torno a
la dictadura de Pinochet iniciada en 1973 en su cuento fantástico: “Primero de
noviembre”, del libro El Cielo (2000). El género fantástico se relaciona
con el término “memoria” de Beatriz Sarlo y Nelly Richard; así, el personaje
principal es el recuerdo de las desapariciones y violación de derechos humanos.
El trabajo muestra también una reflexión en torno al campo semántico de la “no
vida” y cómo el personaje principal es la voz de cualquiera de los desaparecidos
sin tumba durante los 17 años de dictadura chilena.
Palabras
clave:
Memoria,
Dictadura chilena, Fantástico, Nona Fernández, Violencia.
Existe una leyenda inglesa que habla del regreso a
puerto de un barco un día de tormenta. Todos los marineros bajaron a los
muelles, el aspecto de cada uno era curioso y no hablaban más de lo necesario.
Cuando se les invitó a pasar a la taberna algunos hicieron visajes de horror.
Se dice que en ese momento la tormenta acabó y dejó ver el sol, y al instante
los marineros desaparecieron y del barco no se supo nada más; pero todos están
seguros que se trataba de la embarcación que había naufragado cerca de ahí y
que las ánimas aprovecharon la tormenta que los había aniquilado para regresar
a puerto, pero nunca, nunca, volverían a tocar la tierra, pues sus cuerpos eran
ya parte del océano.
Este relato nos dice que los
muertos buscan regresar a nuestra realidad de algún modo. Quieren estar entre
nosotros cuando creen que su final fue inadecuado. Es por ello que existen
tantas leyendas y relatos de horror, en los cuales anhelan estar de nuevo en el
hogar; como por ejemplo W. W. Jacobs con su cuento “La pata de mono”, en el
cual, los deseos de este artilugio mágico son usados para matar, resucitar y
desaparecer al hijo del protagonista. Siempre se han usado este tipo de
elementos. El presente trabajo tratará de rescatar el carácter de la memoria en
un relato fantástico chileno relativamente nuevo.
Está claro que cuando se escribe
algo, no siempre se toma como punto de partida la realidad. La leyenda inglesa
que sirvió de introito para este trabajo, tiene un carácter totalmente
maravilloso. Podría ser que el barco que desapareció y del cual no se supo nada
más de sus pasajeros, existiera. Walter Besant, en El arte de la ficción,
nos hace un recuento de la tarea del novelista y la importancia de la
ficcionalidad de un texto. Podríamos estar de acuerdo con el hecho de que “los
materiales para el novelista no se hallan en los libros en sus estantes, sino
en los hombres y las mujeres que encuentra por doquier” (Besant, 2008:41); es
por ello que se puede usar alguna anécdota o vivencia como referencia en un
texto. Si afirmamos que todo lo escrito es una copia fiel de la verdad, sería
regresar a los términos aristotélicos de mímesis. Es verdad que la literatura
emula la realidad, la imitación de la naturaleza para generar arte es una
manera de crear literatura. Concordamos en que Aristóteles conocía bastante de
su época y arte; pero tener ideales griegos para hablar de creaciones novedosas
sería en exceso riesgoso. La creación más moderna remite a metáforas cuidadas
para colocar de algún modo una realidad velada en torno a algún evento
importante. Debemos creer en las palabras de Besant, pero no de forma totalizadora.
Esto se menciona por el hecho de que en algunos instantes tenemos lo fantástico
simbolizando algo más. Ya lo decía Borges en su prólogo de El jardín de
senderos que se bifurcan, “[Algunas narraciones de este libro] son
fantásticas; una —«La lotería en Babilonia»— no es del todo inocente de
simbolismos” (Borges, 2012:89). Y volviendo al tema de Borges; “Si bien los
estudiosos de la obra de Borges habían visto en ella, inicialmente una
«expresión de la irrealidad», en años recientes Daniel Balderston, Edna
Aizenberg y otros han puesto en evidencia la referencialidad histórica de sus
cuentos” (Files, 2000:153). Estas dos citas nos hacen pensar en si el maestro de
la literatura fantástica argentina —Borges— es uno de los que usan el recurso
de la metaforización de la realidad para darle un carácter simbólico. Claro que
el caso Borges es muy especial, pero eso no omite a otros escritores del mismo
género.
Si sabemos que esto puede pasar con
muchos relatos debemos saber qué tipo de narración se manejará para darle la
teoría y los marcos metodológicos correspondientes. Se hablará de la obra de
Nona Fernández, chilena nacida en 1971, conocida por sus guiones para emisiones
televisivas —doce hasta ahora—, cuatro novelas, y un libro de cuentos, del cual
haremos el presente análisis: El Cielo (2000). Este libro consta de
siete relatos, los dos últimos, entran en el margen de lo fantástico: “Primero
de noviembre” y “Maltés”. El título del libro nos hace referencia a la
particularidad de que en toda la antología se está buscando un punto cúspide de
felicidad, un lugar favorito, una calma interior, lo que se podría denominar
“cielo”. En el cuento “Primero de noviembre” vemos a un poeta, Dante Sepúlveda,
quien visita el cementerio y lamenta los muertos que descansan ahí, haciendo
mención a que, allá abajo, todos los huesos se mezclan en un solo ser. De ahí,
visita a su padre ya anciano. Cuando el viejo lo ve, le ofende y dice que está
muerto, que no entiende por qué ha vuelto. Tras negarlo un par de veces,
termina aceptando su condición y nos revela que murió de un balazo en la cabeza
por la parte de atrás del cráneo. La última escena del relato es la del poeta
de nuevo en el cementerio con su padre ya muerto y lamentándose cómo debe vagar
eternamente hasta dar con sus huesos.
La manera de leer este cuento es
como si se tratase de un relato fantástico. La teoría de este subgénero es
extensa. Sabemos que “[…] lo fantástico produce un efecto particular sobre el
lector —miedo, horror o simplemente curiosidad—, que los otros géneros o formas
literarias no pueden suscitar” (Todorov, 2005:76), y es por ello que su manejo
debe ser cuidado, pues no siempre se logra una atmósfera necesaria, la cual, en
palabras de Lovecraft —maestro del horror cósmico— es “el elemento más
importante, por cuanto el criterio final de la autencticidad no reside en urdir
la trama, sino en la creación de una impresión determinada” (Lovecraft,
2011:11). Con base en esto, podemos afirmar cabalmente que en “Primero de
noviembre”, lo fantástico funciona creando una atmósfera de muerte. Si en el
cuento se buscaran todas las palabras que poseen un campo semántico de la “no
vida” descubriríamos bastantes. El título mismo, primero de noviembre, día de
muertos en parte de Hispanoamérica después de la globalización. Junto con ello,
sabemos que el texto presenta un instante cúspide, el de la duda entre la vida
o la muerte del poeta Dante Sepúlveda, quien aparentemente está vivo después de
tanto tiempo y se salvó. El cuento genera una atmósfera bizarra, “macabra”, por
tomar el término que Louis Vax usó hace casi cincuenta años (Vax, 1963:10).
Este sentimiento de lo macabro se presenta de una forma muy característica en
el cuento; primero que nada, con la intromisión del campo semántico de lo no
vivo. Una tesis que se manejará en este trabajo es que hay una realidad
metaforizada en relación con la dictadura chilena donde hubo desaprisiones y
secuestros masivos para reprimir a las masas. Todo comienza con la mención del
cementerio: “Un solo gran muerto, hecho de muchos muertos mezclados” (Fernández,
2000:116). A esto podríamos referirnos como esas fosas comunes donde arrojaban
a los desaparecidos chilenos, estudiantes y jóvenes que estaban contra el régimen
militar de Pinochet —toques de queda y lugares restringidos—.[1]
Esto se muestra también al final del relato: “Vagar es aburrido y no
hay alternativa. Seguirá en eso, hasta que algún día alguien dé con sus huesos
perdidos en alguna esquina del país” (Fernández, 2000:126). Los huesos que
están perdidos son esos huesos mezclados, reiterando la misma idea.
El período que se refiere, el
régimen militar chileno, está todavía en la memoria de todos los habitantes del
país. Fueron casi 17 años en los cuales el General Augusto Pinochet, comandó al
país tras el golpe de estado contra el presidente Salvador Allende. Durante
este tiempo existieron claros ataques a la sociedad, muy similar a lo que
ocurrió en Argentina: desaparecidos, secuestros para interrogatorios, represión
de las masas por intervención militar. El país estaba en una crisis cultural y
social inigualable. Las razones para que surgiera esto, y cómo llegó a afectar
al pueblo chileno está más claro en la misma voz de su gente y libros de
historia. Lo que se desea recalcar es algo que llaman “desaparecidos”, un joven
del cual el gobierno tiene conocimiento de tendencias o actitudes rebeldes, es
el objetivo de interrogatorios que violan los derechos humanos, pero para ello,
bastaba sólo con secuestrarlo, no importaba la hora o el lugar, y de ahí
someterlo a preguntas y agresiones físicas. Luego del interrogatorio, si algo
de culpable tenía a los ojos de la autoridad, bastaba matarlo y desaparecer el
cadáver (Zapata, 2006). De este modo, si se elimina de alguna manera el cuerpo;
se evita que exista un mártir. Además, la agonía de buscar a un hijo perdido o
un amigo servía como distracción para que dejasen de quejarse del gobierno o
para bajar los ánimos de cualquiera que siguiera este ejemplo.
En el cuento existen otros
elementos que reafirman esta idea de los desaparecidos, uno de ellos es la
manera en que habla el poeta de su experiencia antes de morir, Dante afirma:
“Me salvé por un pelo, ya te dije. Me fui para afuera y pude rearmar las cosas
allá” (Fernández, 2000:124), la idea es que Dante logró evadir dichos
interrogatorios es cosa casi increíble; pero termina confesando cómo su vida
tuvo fin: “Un balazo. En la cabeza. La entrada fue por la parte posterior del
cráneo y la salida por el ojo derecho […] Si hubo más tiros después, no lo sé
[…] Bastó el primero para botarme […] Me hizo mierda el cráneo, no supe de
nada. No me dolió” (Fernández, 2000:124-125). Esto se puede concatenar con la
experiencia de un estudiante o un joven rebelde al que desaparecieran.
Igualmente el poeta llega a una lápida con cientos de nombres y se busca por
apellidos, la cual es la descripción de cualquier placa en memoria de asesinados
o héroes de guerra, en este caso nos hace pensar en el Memorial del Detenido
Desparecido y del Ejecutado Político, ubicado en el Cementerio General de
Santiago.
Es momento de plantearnos la razón
para que se haga este uso de metáforas, ¿por qué Nona Fernández coloca un
cuento fantástico y no usa elementos de otro tipo, como un relato histórico más
apegado a lo que pasó en realidad como el de Rodolfo Walsh? Una manera de
responder a esta pregunta es con la palabra “memoria”.
La memoria es un proceso abierto de reinterpretación del pasado que
deshace y rehace sus nudos para que se ensayen de nuevo sucesos y
comprensiones. La memoria remece el dato estático del pasado con nuevas
significaciones sin clausurar que ponen su recuerdo a trabajar, llevando
comienzos y finales a reescribir nuevas hipótesis y conjeturas para desmontar
con ellas el cierre explicativo de las totalidades demasiado seguras de sí
mismas. Y es la laboriosidad de esta memoria insatisfecha, que no se da nunca
por vencida, la que perturba la voluntad de sepultación oficial del recuero
mirando simplemente como depósito fijo de significaciones inactivas. (Richard,
2001:29-30)
Se considera que hay formas de olvidar que algo pasó:
reprimiendo todo registro histórico y negando su existencia, o tenerlo siempre
presente, de modo que se vuelve tan normal, que no nos causa extrañeza. De esta
teoría tenemos a Andreas Huyssen que hace todo un estudio en su apartado “Usos
y abusos del olvido”, colocando el olvido “al servicio de una memoria política
que era, en única instancia, capaz de forjar un nuevo consenso nacional que
aceptara responsabilidades por los crímenes del régimen anterior” (Huyssen,
2010:156). Sobre ello, también sabemos que “«expresar sus tormentos» supone
recurrir a figuras de lenguaje (símbolos, metáforas, alegorías) suficientemente
conmovedoras como para que entren en relación solidaria con la desatadura
emocional del recuerdo” (Richard, 2001:31). Es por esta razón que muchas veces
se toman en cuenta estos recuerdos de alguna manera en que vuelvan a nosotros
para ser honrados; tal vez lo que Nona Fernández plantea en su cuento: “El
viejo mira a Dante con asombro, no está seguro de qué es lo que tiene al
frente, una aparición, un ánima, un recuerdo” (Fernández, 2000:120), sea justo
lo que nos atañe con ese verbo: “recordar”. Del mismo modo se nos narra que: “El
poeta no cuenta con que su padre ya no come, que ya ni habla, y que lo único
que lo mantiene anclado a la cama es la esperanza de ver aparecer los huesos de
su único hijo en algún rincón del desierto, de la Jamapa, en algún cajón
perdido, encontrado a destiempo en una esquina cualquiera del país” (Fernández,
2000:117). Los elementos narrativos mantienen vivo el pasado, se trata de un recurso
que la autora usa con mayor poder en su obra. Quizá por ello el querer tener
en la mente esta situación pasada, ya que la “«pérdida de memoria» responde,
más que al borramiento efectivo de algo que debería ser recordado a un «tema
cultural» que, en países donde hubo violencia, guerra o dictaduras militares,
se entrelaza con la política” (Sarlo, 2006: 25-26). De igual modo Marcela
Vadalta, encargada de la entrada de “memoria” del Diccionario de estudios
culturales latinoamericanos (2009) nos hace un recorrido del concepto y la
manera en que el testimonio ha tenido un fuerte impacto en la creación
literaria contemporánea, sobre todo en torno países con una dictadura militar (Diccionario,
2009:171-175), el testimonio de Dante Sepúlveda queda como recuerdo de lo
ocurrido durante esos años funestos.
Con lo anteriormente planteado se
podría completar la idea de que se trata de una obra referencial; pero la razón
para elegir lo fantástico es porque hay ocasiones en las cuales “Figuras
rodeadas todas ellas por la sombras de un duelo en suspenso, inacabado,
tensional, que deja sujeto y objeto en estado de pesadumbre y de incertidumbre,
vagando sin tregua alrededor de lo inhallable del cuerpo y de la verdad que
faltan y que hacen falta” (Richard, 2001:35). Estas figuras son las que manejan
de un modo mejor la memoria, esa falta, ese olvido posible que busca
recuperarse, que en cierto modo es el simbolismo del fantasma:
El
fantasma es quizás también una aparición del yo, de un yo desconocido, que surge
de lo inconsciente, que inspira un miedo cuasi pánico, y al que se hace
retroceder a las tinieblas. El aparecido sería la realidad negada, temida y
rechazada. El psicoanálisis vería ahí un retomo de lo rechazado, de los retoños
de lo inconsciente. (Chevalier,1986:110)
Esta es la idea de la memoria, por ello colocar un
fantasma como recapitulación de lo olvidado. “Lo irreal o insólito le sirve
para encapsular una experiencia del pasado que [el escritor moderno] quiere
perpetuar en el imaginario colectivo para combatir el olvido y promover una
conciencia histórica” (Filer, 2000:154).
Como diría
Bajtín, “El papel de la memoria en esta eterna transfiguración del pasado”
(Bajtín, 2000:154). Podemos decir entonces que el carácter fantástico de la
obra está muy bien pensado. Eso no quita que existan algunos momentos altamente
téticos; pero sí tenemos plasmadas ocasiones donde comprendemos que ello ocurre
por instancias que van más allá de la comprensión humana, esto dado a que “Lo
fantástico literario, en su forma más general, resulta de la asimilación a una
práctica disciplinaria, de narraciones sociales cuya función es la de
simbolizar la actitud y el sentimiento del hombre frente a lo desconocido, a lo
extraño, al misterio” (Mignolo, 1986:117).
Podríamos decir también que el uso
del nombre del personaje no sea azaroso. Dante es un nombre con muchas
referencias a la muerte; el adjetivo dantesco para referirnos a todos
esos males que puede haber en el Infierno de la Divina Comedia. Podemos
agregar la idea —y es mera hipótesis— de que el apellido Sepúlveda, sea porque
se trata de una palabra similar a la fonía del verbo “sepultar”; pero un mero
sonido sería menospreciar bastante el análisis. Hay otra teoría, que es por la
que me inclino más, basada en palabras de algunos chilenos quienes afirman que
el apellido Sepúlveda es uno de los más conocidos en Chile, similar a los López
en México, los Smith en Estados Unidos. La resolución que se deriva del
análisis del nombre del protagonista es que sí, tiene su carga semántica muy
fuerte en su nombre, pero quizá el apellido está dado para recalcar que nuestro
fantasma puede ser cualquiera, pues todos hemos tenido contacto con un
Sepúlveda al que desaparecieron. Lo inconsistente de esta teoría es que, en
efecto, existe un poeta llamado Dante Sepúlveda, lo único es que se trata de
alguien de nacionalidad argentina y no chilena como debería apuntar el presente
trabajo. En realidad el argentino resulta ser contemporáneo de Nona Fernández,
lo cual complica más el análisis. ¿Se trata de la dictadura argentina o
chilena? Quizá de ambas, quizá no tenga que separarse, pues en Argentina existe
la dictadura de Jorge Rafael Videla, quien no fue siquiera más humano que
Pinochet; ambos llevaron al máximo crueldades y violaciones de los Derechos
Humanos. Es por esto que el conflicto entre Argentina y Chile para la
interpretación será resuelto enfocándonos aún en Chile, esto por lo que
anteriormente se citó de Besant, que uno escribe de lo que vivió, y en este
caso se quiere creer que Nona Fernández escribiera desde su propia experiencia
de vida y no desde la perspectiva del argentino; pese a esto la idea de que
hable más de Argentina que de su propio país puede ser una lectura igual de
verosímil que la presentada en este ensayo.
A modo de conclusión se puede decir
que el manejo que da Nona Fernández en torno a “Primero de Noviembre” termina
teniendo una finalidad social. Tratar de retomar a los desaparecidos no es sólo
un recurso narrativo que le ayuda a mostrar una ambientación fantástica;
también es un compromiso social que lleva a cabo para que los lectores no
olviden lo que ocurrió. Sus palabras “connotan también la muerte simbólica de
la fuerza movilizadora de una historicidad social que ya no es recuperable en
su dimensión utópica” (Richard, 2001:35). Su cuento,
plasmado entre varios otros, busca llevar al cielo estas voces perdidas que
anhelan descansar en el paraíso. El caso de Dante Sepúlveda como personaje literario
—apartándonos del personaje histórico— podría
ser fácilmente analizable; pero Nona Fernández es una perpetuadora de la memoria
de todas las atrocidades causadas durante la dictadura de Pinochet. Su
escritura trae consigo el retorno de los caídos.
Bibliografía
Besant,
W. (2008). El arte de la ficción. México: unam.
Bajtín,
M. (2000). Yo también soy. México: Taurus.
Borges,
J. (2012). Cuentos completos. México: Lumen.
Chevalier,
J. (1986). Diccionario de los símbolos. Barcelona: Herder.
Fernández,
N. (2000). El Cielo. Santiago de Chile: Cuarto Propio.
Files,
M. (2000). Funciones de lo fantástico en la narrativa argentina posterior al
proceso: La ciudad ausente de Ricardo Piglia. Signos literarios y
lingüísticos, II. (2).
Huyssen,
A. (2010). Modernismo después de la posmodernidad. Gedisa: Buenos Aires.
Lovecraft,
H. (2011). El horror sobrenatural en la literatura. México: Fontamara.
Mignolo,
W. (1986). Teoría del texto e interpretación de textos. México: unam.
Richard,
N. (2001). Residuos y metáforas (Ensayos de crítica cultural sobre el Chile
de la Transición). Santiago de Chile: Cuarto Propio.
Sarlo, B. (2006). Tiempo pasado.
Cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusión. México: Siglo xxi.
Szurmuk,
M. y McKee, R. (Coord.). (2009) Diccionario de estudios culturales
latinoamericanos. México: Siglo xxi.
Todorov,
T. (2005). Introducción a la literatura fantástica, Coyoacán, México,
2005.
Vax,
L. (1963). Arte y literatura fantásticos. Buenos Aires: Editorial
Universitaria de Buenos Aires.
Zapata,
F. (2006). Frágiles suturas. Chile a treinta años del gobierno de Salvador
Allende. México: El Colegio de México.
[1] La Dra. Cecilia
López Badano, hace una anotación en torno a la nueva narrativa sudamericana,
mencionando que «desaparecer»
es un verbo intransitivo, y usado como transitivo es «hacer desaparecer» (el
cadáver). En ocasiones, durante la postdictadura, se usaba como
transitivo para señalar la desaparición involuntaria, pero entonces era «lo/la
desaparecieron», refiriéndose a una persona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario