Mis enamorados lectores, de nuevo es fin de semana, quizá no
tengan tanto tiempo para leer una novela de largo aliento como El Quijote,
así que el autor que mencionaremos hoy ya ha sido tocado anteriormente; de
hecho, el 23 de abril de 2014, Día Internacional del Libro y de los Derechos de
Autor, fue leído simultáneamente en casi todo México, tanto en eventos como la
famosa lectura en la Rambla Cataluña de Guadalajara, Jalisco auspiciado por la
FIL y la UdG, en el Jardín de Chapultepec en la Capital como en casi todas las
Salas de Lectura de CONACULTA,; se trata de José Emilio Pacheco, difunto a
inicios del 2014 y del cual, poco a poco me he acercado a su obra.
Saben que a veces uno debe leer alguna
novela para cierta materia de la universidad, pues esta no es excepción. Me
topé con referencias a Las batallas en el desierto (1981) en
cierto ensayo, y yo —tratando de ampliar mi repertorio bibliográfico y
literario— me dediqué a buscar esta obra. ¿Error de edición? Pensé al ver el
ejemplar que cuenta con una cantidad nímia de páginas. Uno que está
acostumbrado a leer de 130 en delante, me sorprendió el ejemplar de 68 páginas
en la editorial Era —casa de Pacheco y Fuentes—. Más aún por los trabajos
derivados de esta obra. Estas razones me hacen pensar, “por algo tanto honor a
su muerte”.
La historia es simple en fábula. La
historia de Carlos, un niño que aún juega con carritos de madera y que viene a
formar la “nueva clase media” porque su familia, en antaño acomodada, se está
viniendo a menos por culpa de las grandes empresas extranjeras que dañan la
economía nacional. Carlos visita la casa de uno de sus amigos, Jim, y conoce a
Mariana, la madre de éste. Aquí la Noela da un giro completo pues la trama se
desarrollará en torno a un amor desmedido por esta mujer y el retrato que tiene
en la sala de su persona.
En realidad la forma en que está
estructurada la obra te da una impresión intimista. Conoces los pensamientos
con el narrador en primera persona que se vierte en sí mismo para reflexionar
todo lo que le acontece, sobre todo cuando la familia sabe sobre este amor
prohibido y le hacen ir con especialistas, Sánchez Prado hace un excelente
trabajo al notar que son justamente la academia y la iglesia los que buscan
reprimir estos impulsos, remarcando un poco más lo que ocurría en estos años de
1948 en los que se ubica el texto.
Otra cosa que sorprende mucho en varias
novelas, sobre todo es ese léxico muy particular de las obras mexicanas de
estos tiempos, como lo son El vampiro de la colonia Roma de 1979
—curiosamente tanto Adonis García como Carlos viven en la misma colonia— es
rescatar palabras de uso común en el marco cultural-económico de su tiempo, las
cocacolas y las transcripciones de canciones de rock no son
extrañas en esta novela. Al contrario, le dan personalidad y remarcan la
intención que existió en esta generación por mostrar cómo el progreso avanza
como el magma de un volcán, lento, pero fatal para el suelo original.
Mis enamorados lectores, denle una
oportunidad a Pacheco y a esta novela que los hará reflexionar del capitalismo,
el amor y otras patrañas.
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