Mis
insectívoros lectores, el día de hoy empieza mi relajación total, pues ya no
tengo más compromisos escolares y tengo más de un mes para pensar en todo lo
aprendido en el semestre. Muchas de las lecturas que les he traído han sido
hechas en el marco de mi maestría, por lo que han visto académicamente muchos
de los temas que yo repasé a manos de mis profesores, pero el día de hoy les
traigo una recomendación literaria que hace tiempo le hice a un profesor y
amigo: Antonio Ramos Revillas, escritor regiomontano y parte del equipo de
Salas de Lectura.
Esta columna versará sobre un cuento de Mario
Beltrán, narrador y director de la Escuela Dinámica de Escritores, es autor de
varias obras, como Mujeres de sal, Efecto invernadero, Canon
perpetuo, Salón de belleza, entre otras. “Casa para insomnes” es un
cuento que deconstruye a “La metamorfosis” de Franz Kafka, con fotografías de
Aldo Chaparro. “Casas para insomnes” nos muestra, desde el título, un hogar
receptor de personas sin actividad, si no, ¿qué es el insomnio entonces?
El narrador podría o no ser parte de la
misma historia, nunca lo sabremos. Sólo conocemos que conoce al protagonista,
el hijo y al resto de la familia, que entre ellos no se sabe qué esperar. Dentro
del cuento es conocido como “personaje” —la madre en un momento dice: “quiero
ver a mi hijo el personaje”—. También está la sirvienta, quien arroja cosas al
cuarto del personaje pero sin dirigirle la palabra; y la intromisión de tres
respetables señores barbudos, los cuales brindan cierto sentido a la historia,
aunque nada tengan que ver con Kafka. El personaje es una cucaracha que no
come, insomne, que araña el cuero, se arrastra, quiere ver a su madre, reprocha
la limpieza y es berrinchuda. Su metamorfosis no esta extrañeza tan propia del
relato fantástico en ninguno de los integrantes de la casa.
Hay cinco etapas, cada una de ellas es
llamada “sueño” —que remarca aún más la idea de insomnio— y están acompañadas
de una imagen de un hogar cada vez más lejanos, como queriendo decirnos que cada
vez nos distanciamos de lo humano; puede que sea una forma de aumentar al
indiferencia de los miembros de la familia, cinco focalizaciones distintas, o
bien cinco espacios diferentes donde ocurre absolutamente lo mismo.
Por si llegaran a reconocer muchos de los
elementos que aquí puse, pues les recomiendo leer tanto la obra de Kakfa
—inclasificable según el argentino Adolfo Bioy Casares pues es un autor único—
como la de Beltrán. Ambas son muy rescatables estéticamente y deberían intentar
darles una oportunidad. Por último, no olvidemos que inician vacaciones
universitarias, por ello hay que dedicar un poco más de tiempo a la lectura
pesada que no tendrán tiempo de leer —en caso de que haya estudiantes leyendo
esto— cuando inicie el semestre, mis insectívoros lectores.
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