Mis
espectrales lectores, de nuevo tenemos un fin de semana en este período
vacacional y muestra mi clara libertad de procesos académicos —a excepción de
la tesis de maestría—. Así que en los momentos de odio que han surgido, me di
tiempo de leer una obra bastante recomendada de una chilena nacida en 1942, me
refiero a Isabel Allende, miembro de la academia Estadounidense de las Artes y
las Letras y que —según se rumorea— es de las
latinoamericanas más leídas en el mundo. Es pariente de Salvador
Allende, el presidente de Chile derrocado por Pinochet en 1973, por lo que
desde 1975 vivió el exilio en Venezuela. Aquí escribió la novela que nos atañe:
La casa de los espíritus (1982).
La obra tiene un interesante manejo del realismo mágico, pues la
“protagonista”, Clara del Valle, tiene poderes telepáticos, telequinéticos y,
además, puede ver el futuro y hablar con los espíritus. El uso de las comillas
anteriores responde a que la novela no se centra en Clara, sino que hace muchos
juegos polifónicos para conocer la vida de todos poco a poco. De nuevo volvemos
a la idea del realismo mágico y pensamos en los habitantes de Macondo que
conocemos —al menos un poco— a cada uno. En realidad, me hace pensar también en
libros como Cumbres Borrascosas, pues la historia no se centra en una
generación, sino que continúa a lo largo de la historia, cuatro en este libro.
La historia de la Nana y sus intentos de curar a Clara después de la
muerte de su hermana. La relación con un perro monstruoso llamado Barrabás, que
tiene una brutalidad sexual y aún más brutal es su muerte. El amor casi lésbico
que siente Férula por Clara. Los hijos que llega a tener, todos predichos por
Clara por sus barajas y la mesa de tres patas que ayuda a comunicarse con los
fantasmas: Blanca y los gemelos Jaime y Nicolás. Si nos fijamos atentamente
veremos ciertos elementos nominalistas en cada uno de los personajes, que no
están ausentes de ciertas interpretaciones semánticas.
Tenemos amores prohibidos y comprometidos —por eso mi insistencia en
vincularla con la magnánima Cumbres Borrascosas—, como la relación de Pedro
tercero con Blanca. Y las toneladas de sentires provocados en los lectores en
esta visión distorsionada de la realidad, más confesional que íntima. Nos
enteramos, por el narrador personaje, de las peculiaridades de cada uno de los
sujetos inmiscuidos en el texto, y su evolución, y comprendemos tanto en sus comportamientos
como en las sociedades, pues es muy distinta la infancia de Clara a sus últimos
años de vida, y ni se diga de su esposo: Esteban Trueba.
Aunque volvemos al mismo problema de Arráncame la vida y de su
adaptación cinematográfica, en la cual actúan Meryl Streep, Winona Ryder y
Antonio Banderas —bastante reconocidos— dieron vida en 1993 a estos personajes
atados en alma y cuerpo y que —pese a su gran tamaño— podemos leer en poco
tiempo.
Así volvemos, mis espectrales lectores, a nuestro tedio académico y
descanso breve en este caluroso verano para volver a insistir en que estoy
abierto a recomendaciones literarias o comentarios sobre esta columna en galindonmiguel@gmail.com
Este es uno de esos libros vetados en mi infancia ¿por qué? por las extrañas creencias de familia. Vi la película quizás cuando tendría unas 17 años y no la comprendí, hace poco me tope con el libro en una biblioteca, siempre que leo su nombre me surge la necesidad de querer leerlo, ahora con esta crítica tan constructiva, ya es hora de que me anime y me de un tiempo para su lectura.
ResponderEliminarTiene un nombre que evoca, en verdad, mundos fantásticos llenos de fantasmas.