Mis invidentes lectores. El miércoles pasado
terminé un libro bastante bueno. Había escuchado de él, pero nunca supe a
ciencia cierta de qué se trataba y me dejé engañar por el título: Ensayo
sobre la ceguera. Para mí era —como lo dice el título— un ensayo: un texto
medianamente académico en el cual se tocara el corazón de las personas por
medio de anécdotas y diversos recursos. Craso error.
Este libro del Premio Nobel José
Saramago —recordemos con una sonrisa al político que celebró a la escritora
"Sara Mago"— inicia con un hombre que queda ciego frente a un
semáforo. Es una ceguera blanca, como leche. Aparentemente la historia se va
complicando cuando de pronto los que tuvieron contacto con el primer ciego
empiezan a perder la visión. Recluyen a los ciegos en un manicomio deshabitado —con
toda la carga semántica que pueda tener la "falta de visión"— y
tienen su microcivilización allá dentro. Hay una mujer que no está ciega. Fingió
estarlo para ayudar a su marido y será los ojos de nuestro grupo principal.
No puedo dejar de pensar en H.G.
Wells y su Guerra de los mundos por esa propagación de un mal que nadie
puede detener. También lo noté cuando en las calles, la mujer describe el mundo
y cómo los perros —elemento importante en Wells— vagan en este caos. En el
libro hablan de que la ceguera fue definitiva y llegó a todo el mundo. Por esta
razón la sociedad cambió radicalmente y ahora vive en una barbarie rodeada de
inmundicias. Quizá porque lo acabé de leer hace unos meses, pero creo que
podemos vincular esta historia con El señor de las moscas. ¿Qué hacen
los ciegos en el manicomio, sino hacer una comunidad regida por el más bajo instinto
humano? También me remitió a otros libros... y creo que no es en vano mi
intertexto, pues Saramago es un buen lector con mucho conocimiento.
Sé de una promotora de lectura
jalisciense quien, tras haber leído este libro en su Sala de Lectura, les vendó
los ojos a sus asistentes y salieron a la calle como pasa en esta novela, y que
incluso una niña lloró al saber cómo es que se sentía su abuela. Sentimientos
hay muchos, debo admitir, porque te das cuenta como lector la manera en que en
realidad funciona nuestra sociedad. "Éramos ciegos que veían", dice
la mujer casi al final del libro. Y es que Saramago logra dar en el hueso de
la moral y la conducta humana con esta novela.
Por último. Lean con atención los
dichos y refranes impresos aquí. "Nunca confíen en quienes hablan
con refranes", dijo Edgardo Quezada, mi profesor de matemáticas de
secundaria. Créanme cuando les digo que tenía la boca llena de verdad, porque
en esta novela los refranes valen por dos en significado.
Espero
que el regreso a este nuevo ciclo escolar y laboral les traiga nueva vida y
lleguen con una nueva visión a su labor diario. Mis invidentes lectores, me
pongo a disposición para compartir con ustedes los libros que continúe leyendo
y que puedan llegar a ser de su gusto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario