Mis magistrales lectores, para aquellos que
hayan vivido en la ciudad de Guadalajara hace unos treinta cuarenta años,
conocerán —o habrán escuchado— la icónica figura de Juan José Arreola. No sólo
es un escritor célebre de mi estado, sino que era una persona sumamente
bizarra. Vestida con frac y levita, bastón y sombrero de copa, Arreola recorría
las calles del Centro Histórico en bicicleta, dando de tumbos a todos aquellos
que le estorbaran de sus lecturas en la biblioteca a sus clases de literatura.
Fue
del genio de este excéntrico artista que tenemos La feria (1963), novela fragmentaria de la que ya hablamos hace meses, y el libro de cuentos Confabulario
(1949) De este último hablaremos hoy. Si conocen los cuentos de Rojas
González —también tapatío— recordarán la presencia de la mujer como algo muy
importante y sobajado; no por machista, sino por que era la visión de mundo que
existía en su tiempo. En Arreola, podríamos dudar de esto mismo. “Baby HP”, una
muñeca sintética que sirve de juguete sexual, y todo está puesto como si fuera
un anuncio publicitario. “La mujer amaestrada” nos cuenta cómo un hombre —quien cayó enamorado
de su material de trabajo— sufre dándole un espectáculo de matemáticas, saludos
y besos a los afluentes de un lugar público. Tenemos también “Parábola del
trueque”, donde un hombre llega a un pueblo para cambiar a las esposas ya
usadas por unas de chapa de oro. Como toda parábola, uno puede imaginar lo que
pasará con este cuento didáctico, pero de nuevo vemos que la mujer pasa a
segundo plano y fácilmente cobraría lo que —en su recorrido histórico— Simone
de Beauvoir denominó “el segundo sexo”.
Tenemos otros un poco más atípicos, como la inclusión de la “Migala”,
una araña casi similar a un cangrejo, que escapa de su jaula y ronda en el
departamento de un hombre quien, asustado, no puede sino esperar que en algún
momento reciba la ponzoña del animal, si es que no le han timado vendiéndole
una falsa migala. También contiene un texto fantástico: “Un pacto con el Diablo”,
donde una película a propósito de un pacto de este tipo detona una oferta real
a nuestro protagonista. Aunque emula parte de la problemática de los cuentos
con temáticas de los “tres deseos”, como quiso ver Bioy Casares u otros
autores, no desarrolla del todo este tópico. Aunque el final es bastante
entrañable y muestra parte del genio de Arreola. Por último, así como tiene una
parábola, tiene una carta: “Carta un zapatero que compuso mal unos zapatos”. Es
muy simple este texto, pero como las instrucciones de Cortázar, siempre el
lector saca una sonrisa ante cómo un escritor tiene la ocurrencia de crear un
cuento como éste. Y justamente de dichos cuentos podemos encontrar el carácter
comercial y de compra-venta incluido en Arreola.
Las formas de ver estos cuentos son muchas. Aunque es cierto en
comparación con Borges o Rulfo, no han llegado a ser tan reconocidos en todo el
mundo, en el territorio hispanoamericano, Juan José Arreola es bastante
importante, no por nada la biblioteca Pública del Estado de Jalisco lleva su
nombre. Y es una colección de más de cien mil ejemplares a disposición de la
población.
Mis magistrales lectores, espero que frecuenten a este autor
jalisciense y que, en caso de excentricidades, piensen en que pueden tomarlo de
base para un futuro molde de escritura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario