Mis
estrictos lectores, de entre todos los libros que he leído, solo el 40% me ha
gustado de sobre modo, el resto me ha llamado la atención y sólo algunos los he considerado un desastre total.
Mi opinión es válida, como para cualquier otro lector, pero en realidad, ¿qué
hace a un libro bueno entre otros?
Se supone que las artes ayudan al ser humano a subir un
paso más en la pirámide de necesidades marxistas. Entre tantos libros y tan poca vida, uno no puede perder el tiempo
con una obra insatisfactoria.Por ello hay una importante frase que no debemos
olvidar, la cual digo abrazando mi título de Licenciado en Letras Hispánicas, mi
Diplomado de promotor de lectura y mi carrera de bibliotecario:
Si un libro no nos gusta después de las primeras treinta
páginas, hay que arrojarlo a un lado.
En Farenheit 451 de Ray Bradbury se queman
libros porque son maléficos para el gobierno. El pensar libre y críticamente es
perjudicial para el Sistema. Pues en este caso cualquier, libro que nos
perjudique en lo intelectual, merece el mismo e inquisitorial destino.
Estamos bombardeados por la mercadotecnia editorial, que
traduce libros de idiomas desconocidos, pero el lenguaje literario también es
transformado al lenguaje del cine, por ejemplo. La frase “Es mejor el libro” la
escuchamos cada que termina una película basada en alguna obra impresa. No está
mal trasladar el mensaje, lo negativo es que no siempre se respeta la misma
intención, y frases como “traductor, traidor” suenan en las cabezas de los
culturalistas.
Lo bueno de esta remediación (pasar de un medio a otro)
es ahorrarnos semanas de lectura. Enfrentarse al cómic de La Odisea de Editorial Sexto Piso puede ayudar al profesor de
Literatura a proliferar la lectura de los clásicos. Quizá, ya adulto el
estudiante, prefiera escuchar el canto de las sirenas por medio de Homero y no
de Sébastian Ferran.
Recuerdo mi ensayo sobre la cultura del cómic, donde les
llamo “aberraciones semánticas”. Esta posición la mantengo, pero admiro la
potencialidad que tienen para que el lector se aproxime a obras que de otro
modo están vedadas de su acervo. Las Bibliotecas contienen excelentes historias,
pero recordemos el cuento de Borges “La biblioteca de Babel”, donde todos los
lectores y bibliotecarios terminan siendo arrojados por las ventanas donde,
durante una caída infinita, se convierten en polvo.
Es verdad que leer no nos hace mejores personas, pero eso
no significa que tengamos que evitar la lectura. Hay tanto placer en leer la
obra homérica, como en jugar God of War. Soy
un defensor del libro como fenómeno cultural irremplazable, pero también apoyó otros
medios de lectura, una obra que lograría transmitir su mensaje sin importar el
lenguaje utilizado. Nosotros conocemos muchas obras gracias a versiones del
griego, inglés, francés o ruso. No veo por qué habría de limitarse al texto,
pero si aún así la versión abreviada, o remediada, no les convence, mis
estrictos lectores, apliquen la inquisitorial opción de Farenheit 451; sólo llamó a la cordura de hacer esto con textos
propios y no en bibliotecas públicas, donde mi desprecio hacia un libro, puede
ser amor eterno hacia otros.
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