Mis aforísticos lectores. El día de ayer
―gracias al paro laboral que se impuso en la Universidad de Guanajuato― tomé
clases en un cafecito del Agóra del Baratillo. Mi profesor, el Dr. Jaime
Villarreal, escogió para esta sesión de Ensayo Hispanoamericano a Nicolás Gómez
Dávila. Aunque no se esperaban todos los eventos que han acaecido en nuestro
país en estos últimos meses, este es un autor que sigue vivo hoy en día y nos
ayuda a comprender lo que pasa.
Es muy importante para
todo lector enfrentarse a estos autores, ya que manejan una escritura llamada “aforística”.
Se dice que el ensayo no tiene una forma definida. Ya lo decía Alfonso Reyes al
definir al ensayo como el “Centauro de los géneros” pues es una mezcla de lo
brutal y lo humano, como el Quirón griego. Por ello se le considera “ensayo
aforístico”. Es aquí donde entramos en el debato sobre lo que entendemos con
aforismo. Aunque hay muchas versiones de una frase breve y definitiva, el
Refrán, la Sentencia, la Máxima, y el Axioma, tienen una ligera variante en
cuestión de lo pensado. El Yo que escribe el aforismo es el mismo Yo que
argumenta en el ensayo y nos habla desde una intimidad profunda.
Gómez Dávila nació en Bogotá
en 1913, en tiempos que para él, la cultura no estaba desarrollándose en
absoluto hasta la mitad del siglo xx
y su libro llegó ―convenientemente― hasta estas fechas. Aunque tiene una
religiosidad ―catolicista― muy marcada, no se limita al futuro de la humanidad.
El fragmento de este colombiano toma relevancia en lo social: la democracia, el
poder, el pueblo. Todo esto llega a nosotros en el tiempo correcto. Todos son
textos reaccionarios a lo que ocurría en su tiempo. Y por ello es el título de
sus tres libros de aforismos: Escolios.
Para todos aquellos que desconozcan el significado de esta palabra, digamos que
es toda nota exploratoria en un texto académico. Y esta estructura “rota” nos
deja con la misma idea. Uno no entiende de todo, y el hacer pausas cada frase o
dos nos ayuda a reflexionar en torno al tema. A diferencia de otros como Émile
Cioran, quienes escriben párrafos completos y que cada punto y seguido puede
separar una de otra frase que fácilmente podría coronar a modo de epígrafe de
cualquier libro. Aunque en la tradición hispanoamericana se pueden separar en
aforismos buenos y malos, fácilmente identificables como los que se encuentran
en las entradas de restaurantes y cafés y los ejemplares abandonados en las
librerías. Aunque también tenemos en otros medios, como en Twitter, microblogs
o en la ya desaparecido barra de estado del Messenger.
Aunque estos textos
llevan existiendo desde tiempos de Heráclito y mejorando en los siglos xvii y xix,
muchos podemos encontrar estos textos como una escritura contestataria
filosófica. Por ello, mis aforísticos lectores, les recomiendo acercarse a
estos ensayistas tan distintos que en un fragmento podemos recuperar cómo
funciona la vida. Hoy en día autores como Gómez Dávila sirven para reflexionar
sobre nuestro mundo contemporáneo y nuestra manera de llevarnos en este ser.
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