Mis providentes lectores, les escribo en el día de cierre de
las actividades del Foro “Poéticas del Horror”, dedicado a Lovecraft y su obra,
sobre todo el Necronomicón. Hace unos
días hablé de este autor, pero ahora quiero tomar otros textos, ya que la obra
de H.P. Lovecraft es inmensamente interesante.
Entre su mitología de dioses
primigenios y antiguos demonios dormidos en el mar, están también algunos
cuentos y novelas donde no hay seres extraños a la comprensión humana. En las
conferencias del Foro preguntaron cuál era la poética del autor, y se respondió
que era el “Horror”. Bastante conveniente para un Foro llamado así, pero
también es porque existen elementos que salen de la comprensión humana, en el
caso de una saga: “El reanimador”.
Si conocen un poco de zombis y de
“No-muertos”, sabrán que han sido reanimados por métodos que combaten la
muerte. Ya sea The walkin death o Resident Evil, todos están del lado de
la ciencia y no tanto del vudú. La ciencia es terrible y no podemos dejar de
pensar en lo que nos puede afectar un dron
o un espía cibernético. Phill K. Dick mostró una desventura de terroríficas donde
todo está perdido. No hay futuro alegre ni desenlace agradable, todo culmina
con una desgracia, como el Lovecraft. Siempre la tecnología arruina al hombre,
le deshumaniza y causa conflictos. En Lovecraft es igual. Aunque similar a “El
elixir de la larga vida”, donde un hombre ha investigado en el antiguo Medio
Oriente modos de generar un bebedizo para ser inmortal. Con Lovecraft este no
es un bebedizo, es un suero inyectable. Les da movimiento nuevamente a las
criaturas, de modo que tengan reacciones naturales, pero siempre fracasa.
Parte del clímax de la historia
es cuando al intentar reanimar a un negro, éste se convierte en una máquina
de matar y busca devorar carne humana.
Todo se complica cuando “la bestia”, así como otro sujeto, son detenidos y
encarcelados. Todo mundo piensa que es un loco, pues se expresa en inaudibles
expresiones y variados movimientos nerviosos, como si su alma no estuviera con
él.
No sólo en los cuentos sobre
muertos vivientes se observa esta peculiaridad; sino también en algunos asuntos
como los sueños. Para Lovecraft los sueños eran bastante perturbadores. Con
pesadillas desde niño, podemos imaginar cómo la oscuridad de cernía sobre él
para llevarlo a emociones más allá del horror. No nos cuesta imaginar el terror
a la muerte que tenía, por ello anhelaba reconstruir su vida después de
expirar. Los seres primigenios y criaturas ratiformes de miles de ojos también
estaban presentes para él en sus sueños. El hecho de esas pesadillas
recurrentes vienen aunadas al trauma de su niñez: el padre y la madre. Ambos
fueron un detonante para horrorizarle.
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