La semana pasada estuve muy ocupado en algunas actividades del 42 Festival
Internacional Cervantino. Por ello, quiero aprovechar este espacio para hablar
de unas cuantas lecturas que me han rondado la cabeza.
Todos hemos escuchado las frases "los japoneses son muy
especiales" y como en esta edición del FIC está Japón como país invitado
quiero hablar de uno de los mitos japoneses que uno puede llegar a leer.
Tengo la fortuna de convivir con una persona que sabe bastante de la
cultura japonesa y me ha ayudado en mi inquietud. Los mexicanos hacemos una
interpretación a medias de lo que a otra cultura compete. Uno siempre es
extranjero en donde no le entienden. No sabemos del todo cómo se compartan o
cómo se desplazan estos “signos” que nos atañen. Japón es un país hermético
pero simple a la par. No debemos creer que llega a nosotros como un bulto de
incomprensión, como diría Roland Barthes en El
imperio de los signos. Un japonés habla con la verdad cuando acepta algo, y
las negaciones las hace con mucho respeto. Por ello el “no” es una palabra
grosera y prefieren el rodeo. Quizá este modo educado de rechazar las cosas,
lleva a algunos a creer que los japoneses son piezas de porcelana que desean
proteger y que no pueden hablar por sí mismos, independientemente de si manejan
el idioma o no.
Esa “especialidad” que les hacen ver, está dada en parte, por varios
mexicanos que exaltan al extranjero, pues creen que por saber el idioma de
ellos-otros, o tener más cercanía con la cultura de ellos-otros, les da derecho
a alejarnos, como si de un museo se tratara. Está bien, porque museográficamente
debemos tener una distancia para no maltratar a la pieza, pero eso no significa
que no podamos establecer un diálogo. Ellos son seres humanos, y por venir de
Haití, Francia, Argentina, Canadá, o India, no nos quita el mismo nivel al que
pertenecemos. Somos personas y el estar como invitado especial en nuestro país
sólo le da carácter a sus comidas, su transporte y los lugares a los que pueda
acceder, no al diálogo que puedan establecer con nosotros, y recuerden que el
diálogo es también una sonrisa o un apretón de manos, no un “Konichiwa” o un
“Watashi wa ANGERU desu”.
Esta lectura que tenemos es modificada por lo que nos dicen otros. Y no
sólo pasa con personas, sino como libros, películas y otros medios. Muchos nos
ofrecen un modo específico de ver las cosas: su marco y su punto de vista.
Estamos determinados y predispuestos a que ocurran ciertos eventos y, voilà, tomamos actitudes que ya alguien más inventó para nosotros. Por ello
hay que ser críticos con lo que pasa a nuestro alrededor y no tener esa
cerrazón que en ocasiones tenemos. Los invito a pensar en esto durante el
Cervantino. Miles de personas llegan a nuestra pequeña ciudad de Guanajuato con
el fin de tener un contacto con la cultura mexicana. Rompamos esos paradigmas y
entremos al diálogo, que los motes y las categorías desaparecen cuando estamos
frente a frente.
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