La culpa viste mi piel.
Hay una eterna
pútrida
prórroga.
La rutina me sabe a hotel de anoche,
a homicidio,
con ganas,
gozoso,
impune.
Podría fingir decencia.
Travestir mi luto con disfraz de oficinista.
Decir: —Por favor.
—mdbajkdasndkusjba
(palabras inconexas)
—Es que no dormí
bien anoche.
—lksnfkbjabndlskjbdk
(ideas distorsionadas)
—Todo bien, ¿y tú?
Mi recurso hipócrita
(del griego “actor”)
regresará sus dudas hasta abajo del plexo solar,
ese lugar del que la bilis
y los celos
arrojan chorros esteperos.
Tu sangre sigue manchando mi ropa.
Mis venas estallan de remordimiento.
Tu nombre
casi olvidado
taladra
la perpetuidad.
Cuencas sin ojos revisan mi pecado,
el gatillo retronando su eco en callejones lejanos
retumba ominoso en la cama alquilada.
Y regresas a mi vida.
Yo que te arranqué el aliento.
Yo que te puse el revólver en tu cara.
Yo que me bauticé
con tu rojo sprit.
Vi tu muerte necesaria.
Lo
negaste.
Lloraste.
Pero mi mano hizo lo justo
y reventé tu cerebro contra las cortinas.
Dormí sin problemas,
la culpa fue tuya a fin de cuentas;
pero me sigues atando desde cerca.
Tus pasos,
rasguños,
gemidos.
Estiran mi vida como un tendón fuera de lugar.
Te siento presencia-ausente.
Respiro tu aroma de tumba abierta,
a proceso penal pendiente.
Inerte sonrisa,
la inicua mueca saliendo de tus carcomidos labios.
Nocturnos de tumba asolarán a mi solitud.
Tus brazos reptantes subirán por mis sábanas:
enfrente
izquierda derecha
abajo
Me aterra que vivas en mí.
La tumba debió encerrarte por completo;
pero escapaste, cual bruja en Walpurgis.
Y me muestras esa cara desahuciada
intentando aterrarme con tu estar.
Te maté porque querías,
no para que me atormentaras.
Creo verte en medio de la noche,
cuando
camino al baño,
al
mirar pornografía.
Estás todavía atenta a mis pasos.
La culpa o la angustia nos tienen atados.
Te odiaba, no era para que siguieras aquí.
Yo me deshice de tu alma;
pero insistes en volver cada noche.
Susurras palabras ominosas en otras lenguas.
Entiendo que mi devenir te es mero entretenimiento ahora.
Vivo porque te toca disfrutar de mi tormento.
Pero tú seguirás, cual cuervo poético
insolando mis noches,
como si la culpa fuera realmente mía,
como si el asesino tuviese que pagar con la demencia,
con apariciones,
con
mi muerte por cuenta de otra.
con
otro disparo
—en
tu nombre—
a mi
pecho.
Imagen de SamWilliamsPhoto en Pixabay |
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