Jueves 6 de abril de
2020
El día de hoy estuvo lleno de buenas noticias y un desafío.
Primero, fui aceptado en el Congreso de Estudios del Pacífico. El segundo es que
una temperatura de 18°C me permitió hacer los papeleos necesarios para mi
estancia de investigación postdoctoral en Alemania. Como tercera, pude ver a
Beatriz.
La reunión fue un conjunto de
charlas sin sentido llenas de halagos. Ella, durante la caminata de 18 minutos
que hicimos por el jardín, se atrevió a cortar una flor de un arbusto que
estaba cerca, seguramente el color amarillo del espécimen le detonó un instinto
primitivo que tienen las mujeres en su cerebro.
Me dijo, y cito, “Eres muy
especial para mí, José”. Y luego me entregó la rosa, que aún tengo a resguardo
en el vivero de la Universidad. También me comentó, y cito a Beatriz de nuevo: “Si
logras hacerla retoñar; te invitaré al cine”. Lo complicado de este Proyecto es
la falta de aceites esenciales y lo perene de sus hojas. Mañana intentaré con
el abono usado por el Dr. Martínez.
* * *
“Mi reino por una rosa”, habría dicho Ricardo en la obra de
teatro que vimos juntos si hubiera percibido los ojos que pusiste ante mi
gesto. Las mujeres sucumben ante una dádiva de rosas y perlas. Lo
banal siempre les excita el gusto.
Por eso te compré una rosa, del latín rosa, rosarum,
a esa harapienta niña a la salida del teatro, y con gusto regresaste a mí la
estampa de tu hermosura.
Tus ojos brillantes y la luz de
las farolas repiqueteando en tu mirada. El vestido verde-ambiguo, con tonos de
crema de pistache y té chino. Bella la luz y bella la modelo, porque enmarcaban
la bella flor que te había regalado.
Eras el cuadro perfecto, mi vida
por esa rosa, por ese recuerdo, por el cuadro que sigue esperando ser pintado.
El fino tono mostaza o seda
arábiga de esa rosa me impactó. Y debo pintarla, con sus sombras y sus
pliegues, las texturas tan finas de cada pétalo, porque será la manera en que
pueda hacer arte verdadero, tú y la rosa, la protagonista del cuadro y tú, mi
amada.
* * *
La vez que te fuiste, yo lloré profundo, hermana. Porque mi
sombra la hacía para ti, porque mi vida la tenía por ti. Y en medio de este
rosedal, no es lo mismo el aroma sin ti.
Cuáles botones apreciarán tu
majestuosa figura, enemiga mía, si no eres más que una presencia ausente. Eras
mi sueño y mi destino, pero lo único que me dejaste es el muñón seco de tu
desaparición.
No sé a dónde huyeras, quizá mis
pícaros ojos desesperaron tu alma, o sólo algún despiadado criminal buscó dar
con tu fin. Lo que sí, olvidada flor de mi encanto, no miraré a otro lado sino
a tu olvido, porque estoy solo sin ti, sin esperanza alguna. Quiero cortar mi
tallo, acortar mi vida, y cuartear esta tierra para que seamos un cementerio de
seres sin amor.
* * *
Que ni de ella, ni del botánico, ni de mi incestuoso
hermano. La rosa soy yo, y soy mía. Y que sea rosa y huela como tal, no
significa que deba comportarme de así o de asá, o que una mujer debe responder
de cierta y manera cuando un bruto nos arrebata de nuestro hogar.
Si soy Rosa es por mi nombre, pero
qué horrible que no pueda decidir ser Rose o Roso. Y si me muero es por mí,
porque me reúso a ese aséptico invernadero, o en aquel pastoso cuadro.
Me alejo de todos porque mi
esencia, cuando es libre, se marchita para dar paso a mi verdadero yo, a un
ideal, un nombre, una rosa.
Imagen de Daria Głodowska en Pixabay |
¡Está cool! Me tomó por sorpresa el final.
ResponderEliminarNotas:
En el primer párrafo "Cómo" ¿no debería ser sin acento? Y en el cuarto ¿es intencional utilizar gusto des veces en la misma oración?
Mira que esos detalles se me fueron completamente. Te agradezco mucho el arreglo. El del "Gusto que alimenta el gusto" era intencional, pero creo que no funciona del todo... Si te das cuenta es un tipo muy misógino que tiene romantizada a la mujer, por lo que su discurso no está tan cuidado... pero lo voy a reestrcuturar =)
EliminarGracias por tus comentarios.