Mis
sempiternos lectores, reciban un afectuoso saludo navideño de mi parte. El día
de hoy les traigo una novela impresionantemente extensa pero que nada tiene
para ser criticada como mala. En esta ocasión vamos a Colombia, país de un
Premio Nobel de Literatura de 1982, y si no se lo han imaginado todavía, me
refiero a Gabriel García Márquez, el Gabo, autor de la famosa novela Cien
años de soledad publicada originalmente en 1967.
Dicen
las malas lenguas que re requieren de cien años para terminar esta novela, pero
no es cierto, yo la acabé en sólo dos —escuela, trabajo, lectura fragmentaria—
y puedo decir que no me arrepiento de haber dedicado tanto tiempo a una obra
como ésta. Se le denomina en el género del Realismo mágico. Aquellos
interesados en seguir mi columna desde hace tiempo recordarán que he hablado
innumerables veces de lo fantástico, pues al contrario del evento fantástico,
el realismo mágico presenta cosas fueras de la realidad, pero todo explicado
por el narrador de modo que no parecen extrañas en ese mundo, pero que
contienen una gran carga semántica y nos hacen pensar en el porqué de esos
hechos y no otros.
Hay
tres buenas razones para leer Cien años de soledad: Es una novela
excelentemente hecha con un Premio Nobel que remarca el hecho de que se trata
de una buena historia. A modo de fábula, la historia nos cuenta a la familia de
José Arcadio Buendía y su eterna vida en el pueblo de Macondo, en ella hay una
mujer hermosísima, un extranjero rico, una iglesia que nunca se termina, una
mujer que ve a su esposo morir, un loco que habla en lenguas y muchas
curiosidades ejemplares en este universo.
Otra
buena razón para leerla es que se trata de uno de los libros que no se pueden
dejar de leer, es una novela universal, de ésas que contienen todos los temas y
todos los géneros. Aunque no llega a ser tan totalitaria como el Quijote,
pero sí llega a tener temáticas que atraparán al lector en algún momento.
La
última y la menos importante: es cultura general. Aquel que conozca la obra
siempre tendrá referentes para platicar con círculos de lectores, tiene más
bagaje cultural que muchos otros y es una obra de arte que no se deja de
mencionar en todo el mundo latinoamericano.
Mis sempiternos lectores, estoy emocionado de
recomendarles esta novela, pues debo leerla en estas vacaciones nuevamente —asuntos
de la maestría—. Espero seguir recibiendo sus correos con comentarios y
peticiones. Que tengan unas excelentes fiestas y que disfruten de una buena
cena con sus seres queridos.
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