Mis
decimonónicos lectores, esta semana me he puesto a pensar en que está bien
conocer los movimientos recientes del mundo literario; pero también importa
saber lo que antaño fue una obra sumamente leída: la producción del español
Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870).
Por
sus temáticas y la época, pertenece al Romanticismo. Este famoso período
literario abarca la primera mitad del siglo XIX y entre sus exponentes tenemos en
manifestaciones de poesía, teatro y narrativa, además de Bécquer, a Mariano
José de Larra, José Zorrilla, Rosalía Castro, y José de Espronceda. ¿Qué
caracterizaba al Romanticismo? Una buena parte —no la única— es la expresión
del Yo, desde el Yo-ser humano, hasta el Yo-nación, de hecho, de estos tiempos
surgen los himnos nacionales y la recuperación de tradiciones folclóricas. Aquí
volvemos con Bécquer, aunque un poeta consagrado con una lista lírica enorme,
me detendré en sus leyendas y narraciones, que sin duda dejarán estupefactos a
quien las lea. En ese tiempo, el recapitular cuentos folclóricos y darles ese
toque literario para luego firmarlas estaba de moda, como pasó con Bécquer y
sus Leyendas.
Tengo
una en particular que disfruto bastante y se encuentra en casi todas las
antologías del escritor: "El beso", una leyenda oriunda de Toledo,
publicada por Bécquer en el periódico La América el 27 de julio de 1863
en Madrid, España. Cuenta la historia de un militar enamorado de una estatua femenina de un templo
abandonado. Con sus compañeros, desafía a la suerte al burlarse de la estatua
de su esposo —colocada a un lado de ella—. El clímax se alcanza justo cuando el
capitán intenta besar a la figura y recibe el golpe de la estatua del varón, el
cuál, cobrando vida, evita la profanación de su mujer y venga el agravio. El
impacto que recibe el militar —un gauntlete de piedra— le destroza el cráneo y
cae muerto al instante, castigo por haberse atrevido a mancillar la pureza de la
dama. Sin duda el carácter fantasioso de la leyenda es crucial para comprender
el pensamiento mágico y supersticioso de la España antigua, mismos aspectos que
tiene en casi toda su obra.
En cuanto al lenguaje,
algo que destaca Bécquer en sus leyendas y sus narraciones es la presencia de
una prosa poética, de hecho es de los primeros en utilizarla en España. Para
los curiosos, se entiende esta prosa poética como la forma de adjetivar para
que al momento de leer una narración parezca casi un poema, pero sin llegar a
ser tan hermético como tal, huelga decir que es uno de los recursos usados por
la mayoría de los románticos.
Termino
con esta recomendación, mis decimonónicos lectores: dense una escapada de
América Latina y vuelvan un poco a leer a Bécquer. Su poesía es exquisita,
sobre todo aquella de “volverán las oscuras golondrinas” que seguro habrán
escuchado. Para mi gusto personal las leyendas son deliciosas, por lo que
anímense a conocer un poco de la tradición española del siglo XIX con un pilar
del canon literario.
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