Mis
paracaidistas lectores. Para muchos, las vanguardias son movimientos literarios
menores de difícil acercamiento. Tenemos en toda Latinoamérica —y obviamente
Europa— elementos de este tipo, y no es tan fácil saber cómo aproximarnos a la
verdad del texto; lo que sí se puede hacer es ver qué referentes explícitos
tienen en cada momento los autores. Es decir, si nos preocupáramos por tomar un
fragmento de una obra y revisar a detalle qué elementos hay presentes en esta
obra, podríamos luego verificar de qué manera se presenta cada uno de ellos. Esto
es lo que podría pasar si analizáramos Altazor (1916-1918), del chileno
Vicente Huidobro (1893-1948), iniciador del Creacionismo.
En este libro, subtitulado El viaje en paracaídas, existe una
descripción de acciones que entrelazan ideas y sensaciones de identificación
similar a la épica, pues el personaje tiene aventuras de proporciones más allá
de la comprensión humana. La literatura creacionista, muestra concientemente
muchos intertextos religiosos, incluso se menciona la figura de Cristo en el
Prefacio, “Nací a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo; nací
en el Equinoccio, bajo las hortensias y los aeroplanos del calor”; e incluso
hay referencias directas a vírgenes y eventos de corte espiritual muy similar a
la identidad cristiana.
La Vanguardia no limita a una situación meramente novedosa al momento de
analizarla. Si sólo nos detuviéramos en esto nuestra lectura sería banal.
Huidobro plasmó en Altazor conductas elementales dentro del mismo texto.
Cada línea del poema nos es apoyada por las subsecuentes creando una atmósfera
comprensible por todos nosotros. La situación más primordial sería ver que
también está Cristo en figura dentro de la —valga el pleonasmo— Creación del creacionista.
Puntualizar fragmentos que poseen una carga semántica primordial nos ayuda a
comprender el mensaje oculto en el texto. La comprobación de lo que es Altazor
puede llevarnos, como en un paracaídas, a descender en la realidad, y es
justamente lo que Huidobro nos da.
Pero no termina aquí el asunto, esta vanguardia, así como crea todo un
entretejido, destruye el mismo lenguaje. Dedíquense a leer el poema de Altazor,
y revisar su último canto, el viii.
Es la materia prima de la poesía —el lenguaje— la que sucumbe gracias a
Huidobro: “Al aia aia / ia ia ia aia ui / Tralalí / Lali lalá / Aruaru /
urulario”. De igual modo en el canto iv
nos coloca el mismo juego, con su golondrina, golonfina, golontrina, goloncina,
golonrima, golonrisa.
¿Qué dice el poema? Es una pregunta que cada uno debería contestarse. El
lenguaje del vanguardista llega a tener una completa descontextualización en
ocasiones y debemos darle nuestra propia interpretación. Idea que pone Huidobro
en algunas de sus obras narrativas, como las Tres novelas ejemplares,
que —como sugerencia a mis paracaidistas lectores— deberíamos leer, alguna vez.
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