sábado, 27 de junio de 2020

Ostara


Su madre lo dejó solo en el bosque. El niño —de apenas catorce años— comenzó a gritar por ayuda; pero las altas secuoyas reventaban los llamados, reflejando en la incipiente neblina la desesperación del pequeño.
La angustia del niño reptaba como llamando a los Antiguos. Guiado por la luna llena, el sonido parecía generar un eco inusual, ominoso, espectral. Y quizá, eso hacía que las ramas que crujían bajo sus pies resonaran a la distancia, como si alguien le diera cacería, como si otra persona estuviese siempre atenta a dónde caminaba el pequeño.
Las divertidas canciones y comidas de la tarde parecían tan lejanas. Su madre lo había acompañado hasta ese claro. Le dio a beber un extraño licor, lo dejó a su suerte, y luego, en medio de un desvarío de parte del niño, un lapsus, un pestañeo: ella desapareció.
Fue poco más de una hora deambulando —con el miedo expeliéndole por los poros— cuando observó a su madre a lo lejos entre la niebla. Pétrea, incólume, la mujer miraba a su pequeño, pensando en que pronto sería adulto. En el cielo, Dana —la luna— sonreía por el equinoccio.
El niño prefirió retroceder cuando tuvo a su madre cerca: desfigurada por deseo, completamente desnuda y portando una mueca de éxtasis pagano. En su mano, ella cargaba una máscara astada, la cual —cuando estuvo junto a su pequeño— le puso en el rostro sin mucha resistencia.
—Cernunnos, señor —le musitó la madre al oído desabotonándole la camisa y pantalón a su hijo—. Hágame suya en Ostara.
Tiró al niño al suelo, le arrancó la ropa, y —con la manía de una bruja en celo— se metió a su hijo en su vientre, mientras Dana en cénit observaba el acto y el auténtico dios astado validaba esos rituales al llevarse la mano a su entrepierna. En el bosque, una madre atormentaba a su hijo por venerar las antiguas costumbres.



Primer lugar en el concurso “La Cabra Negra y sus Mil Relatos” 6ta edición del Círculo Lovecraftiano & Horror, 2020.


https://www.facebook.com/circulohpl/videos/3475159945847971/


jueves, 25 de junio de 2020

Farmenios del Felhén



Se quedó mirando las piezas del Felhén. Si movía a la derecha, podría hacer un Directo y ganar con una diferencia de 12 puntos; pero su contrincante conocía bien esas estrategias y podría impedírselo llenando la casilla de la izquierda.

—¡Ajá! —desplazó una ficha completamente distinta y al soltarla pudo ver la decepción en la cara del anciano.

—Amo Hans… el Felhén no se trata de arrebatos.

El mago le dio una calada a su pipa y ganó por más de 52 puntos. Fatigoso, empezó a guardar las piezas en una bolsita.

—¡Espera, Farmenios! Exijo la revancha.

—Un pacto es un pacto, amo Hans. Usted quiso jugar y sabía las consecuencias. Apuesto que otra sería su reacción en caso de haber ganado.

El mago siguió guardando las piezas, y cuando terminó con todas las que estaban en el tablero, estiró la mano. El cuerpo del general Hans Funder de Yrmania empezó a achicarse, tornar en madera y volverse una pieza más que acabó en el saco.

Dio otra fumada, esta vez, paciente y relajada.

Farmenios del Felhén, yo te reto. Farmenios del Felhén, hagamos un pacto”.

El mago —quejoso— se puso en pie. Tenía otro partido y debía teletransportarse lejos.



miércoles, 24 de junio de 2020

火墨汁火: Tinta de fuego


Imagen de Miguel Á. Padriñán en Pixabay


Anoche tuve mi examen de Japonés avanzado. Estuve a dos respuestas de reprobar. Lo que me salvó fue la parte escrita. Y seguramente te preguntes “¿Aprobaste un examen de Japonés por escribir esos garabatos? La verdad y sí. Y deja decirte que me queda una caligrafía hermosa cuando escribo en japonés.
Yo siempre tuve una horrible letra de molde y jamás aprendí la famosa script, odiaba las planas y sobre todo esa letra caligráfica y más los gritos de mi madre que me golpeaba con una cuchara cada que escribía una i, una e y una s: todas igualitas. Y yo le decía “Pero, mamá, sí tiene puntito la i” y yo recibía de ella un golpe del cucharón en cada sílaba: “Pues-es-cri-be-bien”, terminando con un cucharazo de regalo —creo que era el punto final—. Luego, arrancaba la hoja y me gritaba que volviera a empezar.
Justo ahora me pongo a pensar ¿sabes algo de japonés? Y me doy cuenta de que por mucho que hemos hablado sin vernos directamente, creo que nunca me has visto escribir kanji en mis cuadernos o rayarme símbolos extraños en los brazos con un Sharpie negro. Pienso en la escritura japonesa y digo: “Todos deben conocerla”; pero, ¡vamos! Vivimos en un mundo que confunde el chino y el coreano —idiomas completamente diferentes— y debo explicarme para que me entiendas. Me voy a poner histórico y algo lúdico en este asunto. Espero que para cuando termine mi carta, entiendas por qué me gusta tanto este idioma.
Imagina que eres un chino. No ha nacido Cristo y tú ya tienes la misión de escribir. Y entonces te ponen a hacer el primer diccionario chino del universo. Es más, ni siquiera se llama así el idioma, pero tienes que empezar a escribir todas las palabras. Y sí, dibujaban como los dioses, y si quieres copiar la emoción de ver un paisaje a media tarde, está bien. Sin embargo, copiar todo aquello en cada ocasión, como que ahí no. Y más: piensa en escribir “Lin, necesito cinco mulas”, ¿te imaginas lo difícil que sería mandar un mensaje para cuarenta mulas? Y dibujar de una por una… Suena muy complicado, lo sé, pero vamos con algo más simple: el dibujito de un árbol. Habían visto un árbol y dijeron: “Mira ese árbol, hay que escribirlo”, y otro chino le dijo: “No, qué va, está muy complicado, no podemos dibujar de hojita en hojita para escribir la palabra árbol” Y a uno se le ocurrió una idea brillante: “No las vamos a dibujar, a partir de ahora vamos a escribir los árboles así…” y puso en el caparazón de una tortuga este signo “”. Y es que, si soltamos un poco la imaginación nos podemos dar cuenta de que ese palito de abajo es el tronco y todas las rayas que sobran es el follaje. Maravilloso el invento de ese chino.
¿Pero sabes qué es lo mejor? En cualquier momento del día el segundo chino le dijo: “¿Y cómo vamos a escribir bosque?” La pregunta era muy interesante, porque un bosque tiene muchos árboles, y se iban a acabar las tortugas antes de terminar de escribirlo; porque ellos escribían en caparazones de tortuga. Y entonces, se les ocurrió la brillante idea de decir: “Y si ponemos dos signos de árbol juntos? Y escribieron “”. El otro chino estaba asombrado. Estaban creando un idioma muy bien estructurado. “¿Y si el bosque es muy grande?”. “Pues ponemos tres” Y entonces el chino puso “” y de ahí surgieron ideas magníficas. Que si necesitaban dibujar el fuego ponían “”, pero si luego querían crear una fogata, entonces ponían dos, y esta vez no los ponían uno al lado del otro, sino imitando al fuego que iba creciendo: “”, y para poner “ardiente” entonces usaban tres “”, y que si todo eso se les salía de control entonces utilizaban cuatro bien ordenados “”, esto significaba “incendio”.
La forma en que los chinos crearon el idioma fue magnífica. Porque cuando vieron una montaña, en vez de representarla con líneas inclinadas o con un triángulo, hicieron lo mismo que el árbol y pusieron “”. Pero entonces se preguntaron… “¿Y cómo vamos a escribir “volcán”?”. No estoy muy seguro si fue el primero o el segundo chino, o si ya eran otros chinos distintos, pero alguien tuvo el ingenio de combinar ambas palabras: “火山”, y decir que eso era “volcán”.
China tenía mucha comunicación con las islas que forman actualmente el país japonés. Y entre sus interacciones, estaban las cartas. Para que un chino hablara con un japonés se necesitaba de un intérprete. No sé si has visto esos dibujitos tan complicados llenos de líneas. De hecho, no sé si recuerdas la escena de Mulán donde el bichito salta con tinta en sus pies y saca una carta completamente comprensible por el dragón Mushu. Pues eso mismo les pasó a los japoneses en aquel tiempo. Entonces, necesitaban a alguien que les tradujera, ¿cómo lees “亲爱的先”?  Y si llegaras a escucharlo en voz alta, ¿sabrías lo que significa “Qīn'ài de xiānshēng”? No sé en tu país, pero acá en México mis alumnos de prepa no podrían decirlo bien. Esto debía ser un dolor de cabeza y fueron seguro esos primeros lectores los que inventaron la frase “Esto está en chino”.
La solución que se dieron fue muy simple: ¿Y si agarramos cada uno de estos dibujos y les nombramos como nos dé la gana? ¿Me vas a decir que esta no era una idea millonaria? El trabajo consistió en escribir cada uno y preguntarle qué significaba a un chino? Imagina dibujo por dibujo preguntándole qué era eso…. Y entonces el japonés señalaba un “” y el chino le respondía “Mù” y señalaba a un árbol… y ellos decían “No sé que dijo este chino, pero ponle ki”. Y así fue cambiando poco a poco el sonido de las palabras chinas, pero la escritura era tan buena, que no se atrevieron a corregirla. Y todo esto lo copiaron los japoneses de los chinos. Todos sus dibujos, todas sus representaciones que ellos llamaban “hanzu”, los japoneses les dijeron “kanji”. Se la vieron fácil entonces, ellos no tuvieron que crear un idioma escrito sino tomar el que ya existía y modificarlo a su gusto.
La magnífica forma que utilizan para escribir me sigue resultando innovadora. Es tan compleja en un inicio pero tan simple en su lógica. ¿Sabes cómo escriben ceniza en Japón? “”. Y más hermoso: el color gris lo escriben “灰色”, que significa “color ceniza”. Es más, “火花” significa “chispa”. ¿Puedes creer lo hermoso de esa palabra?, “chispa” se escribe con las palabras “fuego” y “flor”. No me vas a decir que no es genial esta metáfora. Un fuego artificial en el cielo, y de pronto: “火花”. El problema aquí es que a veces me confundo porque “chispa” se escribe igual —pero al revés— que “fuego artificial”: “花火”. Ok, ahí sí me equivoco de vez en cuando; pero la que nunca he dejado de tener en mi cabeza es una palabra que me encanta: “desastre” se escribe con dos radicales: el de río y el de fuego, quedando “” ¿A poco no te enamoras del idioma cuando aprendes esto?
No sé si esto sea cruel, pero la siguiente vez que vea una tortuga —sobre todo si es japonesa o china— le diré: “Amiga, tus tatara-tatara-abuelas ayudaron a crear un idioma”. Que bueno… en el examen me fue muy mal en la parte de gramática, por lo que seguro le diré algo como “Amiga, el beisbol de tu abuela creó un idioma”, pero si me lo dictas, seguro lo escribiré bien.

Ome Galindo