sábado, 12 de agosto de 2023

La fábula del Teke-Teke

  

 

El tren se lo llevó entre sus faldas

 

CIUDAD DE MÉXICO. El pasado jueves 14 de agosto, un joven de 16 años se arrojó a las vías del metro de la estación Santuario. El incidente sucedió a las 14:32 cuando él y sus compañeros salían de la Escuela Preparatoria 2.

Cuentan los testigos del lugar que Joaquín Arana decidió quitarse la vida al no soportar la presión de sus compañeros por ser de los pocos que usan falda en su escuela. Aunque la ley permite el uniforme neutro, la sociedad todavía no aplaude este travestismo escolar y lo ven como un atentado contra los valores.

No es el único miembro de la comunidad LGBTI+ que se suicida, Joaquín es el caso 20 de este año, y si las normas no cambian, habrá muchos más […]

 

 

El periódico Alarma!! —así con doble admiración—, sacó la noticia de Joaquín, o Sayuri, como se llamaba a sí misma. Nada de orgullo quedó en esa nota, más porque no se sabe lo que realmente pasó, o lo que va a pasar. Todo comenzó en viernes, porque todas las cosas buenas suceden los Viernes de jotería. Sayuri había decidido salir esa noche con sus amigas, por eso debía vestirse bien perris.

Baile, arrimones, selfies, todo muy bien, hasta que encontró afuera del antro gay a algunos de sus compañeros. Ellos no pertenecían a la fauna regular del lugar, ni siquiera tenían pinta de homosexuales; pero estaban ahí los tres, mosntruotes como ellos solos, fumando y platicando mientras le lanzaban miradas acariciadoras a los chicos que iban entrando al lugar.

Al verlos, Sayuri se sintió maravillada de que la comunidad llegara más allá que Julio, su amiga de 4°C. Caminó segura de sí misma y, entaconada como iba, saludó a los chicos de la escuela. Las miradas nerviosas callaron toda la esquina. Uno de ellos, Marcos, se confabuló con los demás y tiró su cigarro al suelo. “¿Y tú qué?”, fue lo que se dijo. Sayuri sintió perder su rostro de maquillaje y evidenciar la fragilidad que tenía para sus adentros. “Mira, cabrón”, Marcos tomó del cuello a Sayuri, “Dices que nos viste aquí, y te partimos la madre… pu-ti-to”.

Como fue, pasó. Y desde ahí, los tres machitos empezaron a fatigar la existencia de Joaquín en la escuela y a aventar cerveza y bachichas de cigarro a Sayuri. Era una especie de tortura diurna y nocturna que agotaba bastante. Y como uno se imagina, los abusos no terminaron ahí. En la escuela, habían frases hirientes, que lo seguían hasta el metro, en los vagones, hasta que llegaba a su casa, donde de pronto empezaron a aparecer vidrios rotos y bolsas con excremento, y así se sentían Sayuri y Joaquín, una mierda. Comenzó a decaer; miraba su entrepierna en las noches y parecía que algo le sobraba, que algo estaba descolocado. Si hacían guasa de él era porque Joaquín no era Sayuri. Se preguntó si quisiera dejar de ser Joaquín de una buena vez.

El ayuntamiento permitió el uso de uniformes neutros. Falda y pantalón para quien quisiera usarlos sin importar su sexo.

Joaquín dejó que algo de la nocturna Sayuri viera el día. Historia larga corta: el único enfrentamiento —y el último— que se atrevió a tener Joaquín fue en estación Santuario —la misma de la noticia de arriba—. Hartos, Joaquín y Sayuri, se voltearon y de un solo golpe le reventaron la nariz a Marcos. La reacción del idiota aquél fue simple: un empujón que hizo terminar a Joaquín en las vías del metro antes de que este pasara y le partiera por mitad.

La historia tiene un final feliz: la muerte de Joaquín concuerda con la de Sayuri siendo arrollada por el tren.

Hay muchas coincidencias en la vida, porque cuando una mujer fallece así, su espíritu se transforma y se desfigura en un alma en pena que se arrastra por las noches, sólo su torso deambula al ras del piso. Sus manos empujan el cuerpo reanimado, buscando, rastreando a aquellos tres muchachos para hacer lo mismo, cortarlos por la mitad. Y sobre todo esta noche, un día después de su muerte, porque hoy es noche de viernes, y grandes cosas suceden los Viernes de jotería.

 

Creada con Midjourney