jueves, 7 de marzo de 2024

En el año del Dragón

 

In memoriam Akira Toriyama

 

El otro día, al salir de clases, una alumna me preguntó por qué el dragón se repetía tanto en todas las mitologías y por qué el europeo —importante quedarse con el gentilicio—, ese que parece un reptil al que le han agregado alas de murciélago, era tan diferente de todos los demás. Como me considero un experto en mitología, esa pregunta detonó en mí algo de extrañeza. Me di cuenta desde dónde preguntaba ella y noté que el alienado era yo.

Nací al final de la década de los 80 y mi consumo popular había ido de la mano de obras derivadas de Dungeons and Dragons —hasta en el nombre, ¿verdad?— y otros hitos del frikismo noventero. Desde esta perspectiva, resultaba ser que yo conocía más bien un tipo de dragón específico y me sentía cómodo con ello. Esto, ha ido cambiando de tanto en tanto mostrándome deconstrucciones necesarias para mí y muchos de mi generación. Y es que, en mi juventud, al dragón europeo sólo se le llamaba “dragón”: no necesitaba ningún epíteto. Un dragón debía ser así, era la representación obligada, era el arquetipo de dragón. Curioso que iban de la mano de nuestra creencia en aquel entonces sobre los dinosaurios: escamas, colmillos; nada que ver con plumas, ni todo esto que hemos descubierto a los albores de seis películas de Jurassic Park.

 


Ilustración 1.Shen Long. Personaje creado por AkiraToriyama

 

Volvamos en el tiempo y pensemos: antes cualquier cosa que no entrara en el referéndum de un dragón europeo debía señalarse como una variante atípica de este ser mitológico. Y quedémonos en este adjetivo: resulta hasta obvio que, si vivimos en una sociedad eurocéntrica, pensaremos únicamente en dragones europeos. Para cotejarlo sólo basta revisar los únicos archivos que una persona promedio de los 80 revisaría: enciclopedias familiares que eran refritos de la famosa Encyclopedie francesa.

Recordando el Manual de zoología fantástica de Jorge Luis Borges, realizado a la par de Margarita Guerrero: el dragón es la mezcla del ave y la serpiente, llevando lo místico a los terrenos superiores del cielo. Esta afirmación, dada por el escritor argentino, resulta útil desde su premisa de que todos los animales de la zoología fantástica son la mezcla de dos o más animales. Existe entonces un carácter simbólico detrás de qué se une con cuál. En el caso de los humanos, con qué animal se han fusionado para generar esos entes mitológicos como la sirena, la arpía, el centauro y demás, ¿o qué les hace falta a ciertos seres para que estén semiológicamente propuestos como un posible monstruo del folklore?


Ilustración 2. Carta “Polimerization” del juego Yu-Gi-Oh! (Studio Dice, 2020)

 

Desde esta perspectiva, en la que se unen lo terreno y aéreo en este ser, podríamos entender el gusto por colocar a Quetzalcóatl como un posible dragón y no una deidad como lo es. China tiene una versión de su dragón muy similar a Quetzalcóatl; aunque la cara de león del Long, atiende más su carácter como ser elemental más que como deidad. En China, los dragones son un símbolo directo de la meteorología, los portadores de tormentas y huracanes. Puede resultar curioso que, en otros puntos del planeta, el perfil meteorológico no se le atribuye a los dragones; sino que son simplemente entidades malignas. En Asia, los dragones no son malos, son entidades que pueden crear o destruir: son la naturaleza misma. Sí son parte del ying (el lado negativo del taoísmo), pero si se recuerda esa imagen: incluso el mal puede tener algo de positivo al final: como una lluvia torrencial puede recuperar a las familias de una temporada de sequía.

Pongámonos a pensar en culturas dicotómicas donde existen la maldad y la bondad totales. Para el catolicismo, San Jorge fue beatificado gracias a que asesinó al último dragón existente. Una contradicción un poco extraña porque la existencia de la santidad de San Jorge está vinculada con la existencia de los dragones. Incluso tiene un día dedicado a su figura que ha trascendido del mero santoral y ahora se celebra a la par del Día Internacional del Libro y de Derechos de Autor: atípica concordancia donde un ser de fantasía se vincula con Cervantes y Shakespeare. ¡Bonita farsa literaria!

Si reflexionamos qué significa ser un dragón, podemos dirigir la mirada a la cultura popular: llámense videojuegos, anime o cómics. Cada una de estas manifestaciones de contracultura tiene una versión extraña y distinta de lo que podría ser un dragón. Gracias al arte steampunk, nos hemos dado cuenta de que existen mechadragones o tecnodragones los cuales, como su nombre lo indica, tienen algún aparato tecnológico que les permite existir o que son constructos con la forma de dragones. Si nos ponemos a pensarlo bien: darle herramientas a un ser de por sí magnánimo, los colvería más peligrosos aún de lo que ya son.

 

Ilustración 3. “Steampunk Dragon In A Victorian City”, imagen generada por DALLE2, prompteo de Chainsaw3r

 

Aquí quisiera reflexionar en un ejemplo muy particular de la cultura: Pokémon. En esta saga de videojuegos, se introdujo desde su primera generación (1996) a los Pokémon tipo Dragón, habiendo sólo un Pokémon raro y sus tres evoluciones: Dratini, Dragonair y Dragonite. Reflexionemos, ¿Charizard no merecía salir más allá del tipo Fuego? Podría haber sido de varios tipos; pero el tipo Fuego-Volador se dio hasta los números 643, 776 y no fue hasta la Megaevolución X que se le concedió este honor.

Si nos quedamos en esta idea, existen demasiados Pokémon que no merecerían ese título porque realmente no parecen un dragón, pienso en Applin, una manzana con ojos que tiene el tipo dragón y que puede evolucionar en una manzana tipo Jack.on-a-box o en un pay de manzana dinosauriesco. Y a pesar de su origen mitológico del Ladón, y el jardín de las Hespérides, no le hace justicia al tipo Dragón-Planta. Pese a que su forma, y que respeta totalmente lo que se creía en aquellos años 90 de lo que se creía debía ser un dragón, a Charizard no se le concedió un pedestal entre los dragones: fue hasta 2013 que las Megaevoluciones le hicieron justicia; pero nuevamente… fue en 2013, año de la Serpiente.

 


Ilustración 4. Pokémon 840: Applin

 

Pero, entonces, volvemos a la pregunta original de mi alumna y me arriesgo a dar una nueva pregunta a modo de respuesta: ¿Qué vuelve a un dragón, un dragón? Podemos ver la perspectiva mitológica, la de Borges, simbólica, la que nos da la cultura popular, o ignorar todas las buenas costumbres críticas y literarias y hacer que una cucaracha tenga los atributos del tipo dragón.

Todos tenemos una perspectiva distinta sobre la vida, el arte y las características propias de los seres mágicos o mitológicos; de hecho, ¿no es este uno de los rasgos más importantes del arte y la deconstrucción? Pero aquí, a punto de acabar este ensayo, miro al pasado y observo tanta burla y discriminación que se le ha hecho a Charizard por parecer un dragón y no serlo. Reflexiono cuántas personas que no se identifican con su cuerpo piden ser llamadas de otra manera para poder hacer una justicia social y me pongo a pensar, es 2024, año chino del dragón, y lo digo: ¿Qué le costaba a Game Freak darle este reconocimiento antes? Pero más me duele, que en este año del dragón, muriera Akira Toriyama, quien nos echó un balde de agua fría a todos aquellos que crecimos pensando en que los dragones tenían alas y nos demostró que Shen Long estaba entre aquellos a los que debíamos llamar “dragones” sin ponerle ningún epíteto.

 


Ilustración 5. Meme de Redit (https://www.reddit.com/r/MandJTV/comments/y53p4c/charizard_can_finally_become_a_dragon/)