sábado, 2 de septiembre de 2023

Una poética de la maravilla épica: desarrollo histórico paraliterario

 Resumen:

La crítica literaria dicta cuáles textos deben incluirse en el canon y cuáles distanciar de la academia. Obras del talle de Patrick Rothfuss o Andrzej Sapkowski son una muestra de lo que Myrna Solotorevsky llama “paraliteratura”: ese tipo de discursos descartados de la “alta cultura” o de la “cultura letrada” relegados a productos culturales para el consumo popular.

Por medio de estrategias para estudiar la historia de la literatura proporcionadas por Eva Kushner en “Articulación histórica de la literatura” y J. Middleton Murry en El estilo literario, revisaremos el término de “maravilla épica” —categoría en desarrollo— el cual podría abrir una nueva rama de estudios literarios enfocados en las características específicas de estos relatos. En cierto modo, resulta más adecuada —por su etimología— que las de “Espada y hechicería”, “Espada y brujería” o “Fantasía heroica” usadas hasta el momento.

¿Cómo se involucran los juegos de rol? La ponencia también desarrollará los orígenes de este subgénero narrativo y lo mucho que le debe a la obra de Gary Gygax y Dave Arneson —con Dungeons and Dragons—, así como a la tradición discursiva provenientes de sus antecesores históricos y mitológicos: Poema de Mio Cid, Cantar de los Nibelungos, entre otros héroes —bajtinianos o arquetípicos— de la tradición oral. Así, todo esto confluirá en la obra de Robert E. Howard y J.R.R. Tolkien quienes abrirán en 1932 paso a la producción de maravilla épica conocida actualmente, incluyendo a R.A. Salvatore: narrador de historias desarrolladas dentro de las tierras de Faerûn del clásico Calabozos y dragones.

La conclusión del trabajo será una definición sucinta y coherente que pueda satisfacer la inexistencia de un término satisfactorio para la crítica literaria. Este trabajo proporcionará —entonces— una reflexión en torno al devenir histórico de las obras épico-maravillosas y la importancia de darle su lugar entre la literatura o los estudios paraliterarios.


Palabras clave 

Maravilla épica, Paraliteratura, Crítica literaria, Canon literario.




“Te encuentras en una cueva oscura. La luz de la antorcha permite observar mediocremente. A lo lejos, escuchas la respiración del dragón durmiendo sobre su tesoro y debes aproximarte lentamente para robarlo. Sabes que el hechizo de invisibilidad del warlock desaparecerá en cuestión de minutos; quieres creer que, si entras y sales rápido, podrás obtener la mítica espada que te pidieron buscar”.

Esta situación correspondería a una anécdota que podríamos clasificar de manera muy simple en narraciones de talle de “Espada y Hechicería” o de “Alta fantasía”. Incluso los libreros, las editoriales y algunos grupos de lectores, les llaman erróneamente “literatura fantástica”. Para este caso, trataremos de explicar el término de “maravilla épica”: una narración en prosa desarrollada en un mundo con reglas distintas al del lector y donde la magia y lo sobrenatural son aceptados como algo cotidiano; al mismo tiempo, el o los protagonistas cumplen un papel de viajantes en una confrontación moral llena de tareas difíciles y peripecias, generalmente para restaurar un orden roto en el tiempo del relato. El fin de la aventura concuerda con una recompensa física o moral para el héroe quien madura o evoluciona.

Desde el siglo xx, la maravilla épica fue replicada en diversas partes del mundo; aunque surgió en territorios angloparlantes. La primera novela de este tipo en la historia literaria es Conan el bárbaro, publicada en diciembre de 1932, The Phoenix on the Sword por Robert E. Howard. Él escribía sus relatos principalmente para la revista Weird Tales, misma publicación que permitió difundir la obra de H.P. Lovecraft. Desde esta perspectiva, debemos preguntarnos en torno a las tradiciones literarias.

Es curioso pensar esta revista dentro de la historia; Lovecraft —consagrado ya por el canon— empezó a escribir ahí. Myrna Solotorevsky diferencia la literatura —aquella validada por su alto contenido poético— de la paraliteratura, más próxima a los famosos textes de plaisir descritos por Roland Barthes y de una estructura identificable, sobre todo por sus constantes referencias a la situación de su tiempo. Esta referencialidad colocaba a la revista Weird Tales en lo marginal, para luego dejar entrar a Lovecraft en los círculos de la literatura. La “maravilla épica” tuvo sus inicios en este mundo paraliterario.

La saga de Conan relata las aventuras de un guerrero quien desde corta edad ha tenido contacto con lo bélico, el pillaje, la magia y la realeza. Estos elementos serán sumamente arquetípicos del llamado “bárbaro” de la maravilla épica. Cabría mencionar aquí que este tipo de relatos fueron bautizados en 1961 dentro de la misma revista por Michael Moorcock —otro autor de maravilla épica— como “Sword and Sorcery”, o “Espada y hechicería”.[1] Este término se le asignó a Conan y a la larga serie de hipotextos surgidos de ahí. Agreguemos cómo en 1932 emerge en Inglaterra El Hobbit, de J.R.R. Tolkien. Aquí se plasmaron otros presupuestos de la maravilla épica, y es justo un punto de confluencia de algo vital para esta literatura: los juegos de rol del tipo Calabozos y dragonesDungeons and Dragons en inglés—. Es en 1972 —40 años después de la primera publicación; pero sólo once de que Moorcock la bautizara como “Sword and Sorcery”— cuando Gary Gygax y Dave Arneson crean el primer sistema para un juego de mesa guiado por dados y matemáticas, utilizando razas y clases desarrolladas en historias como Conan y El señor de los anillos. Estos juegos mostraron personajes arquetípicos: bardos, paladines, guerreros, exploradores, ladrones, clérigos, hechiceros y magos; así como las razas típicas: enanos, elfos, medianos y gnomos. Todo esto proveniente del fuerte auge surgido en el mundo paraliterario gracias a los textos descritos anteriormente. En definitiva, existe una relación con la gran recepción de El Hobbit, e incluso su spin off en tres tomos: El señor de los anillos. En Estados Unidos pasó lo mismo con las sagas de Conan convertidas en doce ejemplares, en su mayoría publicados en Weird Tales y matizados poco a poco por el mundo editorial de esos tiempos.

Juegos como Calabozos y dragones dieron pie a escritores consagrados en esta paraliteratura como Margaret Weis y Tracy Hickman, quienes publicarían Las crónicas de la Dragonlance en 1984. Esta tiene toda la estructura que debe mostrarse en una historia de talle épico-maravilloso, pues posee los elementos descritos al inicio del capítulo: esto será una muestra y seña para muchísimos autores a partir de su éxito editorial.

Existe la idea de que nuestra vida cotidiana es aburrida y tediosa; el mismo J.R.R. Tolkien ya lo decía en sus historias colocadas desde el reino peligroso de Fantasía, un lugar donde el sentimiento de anhelo y magia ayudaba a la gente a olvidar la pastosa realidad que debemos enfrentar día a día. Esta paraliteratura retoma muchos de los elementos mencionados por Myrna Solotorevsky como una parte crucial del género: las estructuras psicológicas, la inclusión de mitos y de arquetipos; todo esto marinado con un lenguaje simple y disfrutable casi por cualquiera. De esta manera, mucho de lo visto en la maravilla épica responderá a prototipos que devienen desde el origen mismo de la literatura.

 

Los ancestros del género épico-maravilloso

Sin duda, debe aclararse el término “Espada y hechicería” o “Espada y brujería” atribuidos a este tipo de obras, también existe “Fantasía heroica”. Aquí surge un problema si nos preguntamos ¿qué acaso toda obra literaria no es una fantasía?  La cercanía con el concepto “ficción” podría causar confusión. Evidentemente este texto no pretende adentrarse en los complejos terrenos de lo que es la ficción, ya de eso se han encargado Roland Barthes, Paul Ricœur y Tzvetan Todorov; del mismo modo la fantasía ha sido analizada por muchos otros escritores. Desde este cariz, si un lector ingenuo llega a esta pregunta, podría ser que el término deba matizarse para entenderlo mejor. El campo metatextual será la clasificación y centro de atención para los aspectos maravillosos y épicos de la novela.

Partiendo de esto, parecería necesario cambiar los términos usados en esta paraliteratura, o, al menos, ser más específicos. La propuesta de que se llame a este género “maravilla” tiene su origen en denominaciones hechas por teóricos de lo fantástico: un mundo muy cercano al del cuento de hadas, donde el protagonista puede ver frente a él el prodigio de la zoolalia —el habla de los animales— sin sorpresa alguna. Del mismo modo, los caballos voladores, las brujas y hechiceras, o los objetos con poderes mágicos, se entienden como algo que quizá no sea tan cotidiano en la realidad del texto; pero con una existencia posible y verosímil. A diferencia de un texto fantástico donde hay un discurso de oposición de mundos, lo maravilloso abraza lo sobrenatural y termina aceptándolo por completo.

El relato maravilloso se sitúa desde un comienzo en un universo ficticio donde magos, genios y hadas moran sin causar un extrañamiento: el famoso sentimiento de lo fantástico dicho por Julio Cortázar, o “el juego con el miedo” de Caillois.

En aquellos tiempos… o Había una vez… constituyen ya una advertencia; por consiguiente, los elfos y los ogros no pueden inquietar a nadie.[2] El relato maravilloso —cuenta Vladimir Propp— trataba de divertir o atemorizar a los niños dándoles una lección de vida por medio de moralejas o rimas. Así, el lobo gris, la Bella Durmiente del bosque o Rumpelstiltskin son muestra de lo que debían aprender los infantes, y estos seres pueden tener su origen en entes totémicos, mitos normandos o bestiarios y guías de genios y demonios comarcales. Por eso, si seguimos la idea de Solotorevsky en torno a la paraliteratura, sería lógico pensar en la maravilla épica como un llamado constante a esos saberes primitivos y a estructuras tradicionales; o al menos a pequeños microtextos paraliterarios dentro de toda una novela épico-maravillosa. Roger Caillois en el estudio preliminar de su antología de cuentos fantásticos dice que los cuentos maravillosos, por más interesantes que resulten para los adultos, están dirigidos a un público ingenuo o infantil, pues ningún adulto razonable puede creer en las hadas o en los magos.[3] Es cuando volvemos al término de “maravilla épica”, pues las narrativas propuestas en estas sagas y novelas buscan fascinar al lector adulto, quien tratará de acceder al reino peligroso tolkieniano y cabalgar junto a sus héroes.

No son sólo Tolkien o R.R. Martin, sino Patrick Rothfuss con su Crónica del asesino de reyes, David Eddings y sus Crónicas de Belgarath, con su continuación de Crónicas de Mallorea, las tantas obras de Margaret Weis y Tracy Hickman, Mundodisco de Terry Pratchett, el prolífico R.A. Salvatore con sus libros para Reinos Olvidados y una infinidad de escritores muy destacados en los últimos 20 años del siglo xx. Todas estas obras tienen mundos mágicos que buscan desencadenar la imaginería del lector, brindarle la sorpresa, pero con un carácter acorde con lo llamado por Moorcock: “la espada y la hechicería”. Esto resulta ser un gran hueco en una posible catalogación, y es aquí donde sale a flote una característica única de estos ejemplares: su carácter épico, aquello que proviene también desde las tradiciones orales.[4]

Para la crítica contemporánea, la idea de lo épico parece sobresalir de entre lo demás. Tenemos una herencia de que la épica es la antigua narrativa, y por esto nos centraremos en la primera acepción del Diccionario de la Real Academia lo defina como: “Perteneciente o relativo a la epopeya o a la poesía heroica”. El adjetivo “épico” parece encajar a la perfección con la temática de nuestros autores. La épica como género literario data desde los griegos y sus amplias tradiciones rapsódicas de narrar aventuras. Quizá la primera historia narrativa de un viaje no fuera grecolatina; pero al menos ellos determinaron el cómo llamar a dicho género y tuvieron una presencia muy importante en la Historia —con mayúscula— para dejar claro el término.

Una subclase de la épica es el de la epopeya, la cual conviene ser mencionada sólo a vuelapluma pues es donde se forjan los héroes en la literatura, del mismo modo que son un ancestro de la novela como la conocemos ahora.[5] En estas historias se narran las hazañas de un héroe, el cual viajaba y trataba de servir a su pueblo y a sus dioses. Originalmente, fueron escritas en versos. Las más conocidas son Iliada y Odisea de Homero, en Medio Oriente existe la Epopeya de Gilgamesh, y en China Viaje al oeste. Esta intromisión es ilustrativa para comprender el tipo de odiseas —por usar una palabra alusiva— aparecidas dentro de la maravilla épica.

Resultaría aún más interesante cómo la épica dio pie al género medieval del cantar, como el Mio Cid, El cantar de los Nibelungos, o La canción de Roldán. Estos son ejemplos de la renovación de las epopeyas para revalorar a ese héroe elegido por los dioses representativo de todo un pueblo. La literatura épica tomó el mando para ser una nueva interpretación de lo que era correcto, adecuado. Todo esto sucede previo al cuento maravilloso. De hecho, nuestro objeto de estudio se ubica en contextos medievales porque así se concibe en el imaginario colectivo.[6] El relato épico —y por lo tanto el discurso desarrollado en la maravilla épica— nos muestra a un ser idílico, a un personaje quien, pese a sus problemas morales, enfrenta todas sus dificultades para convertirse en el modelo a seguir.

Lo caballeresco se repite constantemente en la paraliteratura épico-maravillosa. No sólo en sus castillos, las órdenes y códigos, o en sus niveles de desarrollo tecnológico e intelectual. El género de la maravilla épica es heredero de los juegos de rol creados con los arquetipos de las obras de 1932 mencionadas arriba. Encontramos cortes caballerescas como la de Rohan de El señor de los anillos, el dilema moral y las promesas de Añoranzas y pesares de Tad Williams, en Myst de Rand y Robyn Miller, la orden artúrica del Ciclo Pendragón de Stepehn R. Lawhead, o las tantas casas nobiliarias descritas por R. R. Martin en Canción de hielo y fuego. El personaje caballeresco recuerda el ideal moral de ese mundo maravilloso referente de lo justo; es un fantasma de esos cantares de gesta medievales, remembranzas de la juglaría, de lo que entendía la gente de calle como la historia del hombre perfecto, reflejo de los buenos modos y tocado por la mano de Dios, con sus intertextos de semidioses griegos latentes todavía en este discurso paraliterario.

Desde otro ángulo, para la defensa del término paraliterario de “maravilla épica” puede usarse la reflexión creada por Joseph Campbell en El héroe de las mil caras, donde reconstruye a la tradición griega y la va actualizando a nuestros mitos actuales. Campbell señala las tres partes de la aventura del héroe: la salida, la iniciación y el regreso. Esto es un proceso muy abierto y es retomado por Christopher Vogler en El viaje del escritor como los doce pasos que debe tener todo personaje de historias, o como lo argumenta Roger Caillois en El mito y el hombre. Es curiosa la relación entre lo dicho por estos autores con la versión del mitógrafo y el formalista ruso Vladimir Propp en Morfología del cuento, un estudio de las estructuras de los cuentos maravillosos, la novela de talle épico-maravilloso tiene estos elementos, pero cabría recalcar el sustantivo “novela”, para que no se trate este género paraliterario como el mismo cuento para niños o una creación simple, pues tiene bastantes personajes, conflictos entrelazados y demás características que ya otros han tratado de poner sobre la mesa para separar el cuento de la novela.

 

A modo de cierre: la amalgama de términos

Todo parece confluir coherentemente para dar pie a la novela de maravilla épica. Una última consideración con respecto a esto es la necesidad de crecimiento del protagonista —y por qué no de su lector—. En una gran parte de la maravilla épica existen varios protagonistas, a los que podríamos llamar “actantes” como lo nombró Mijail Bajtín. Algunos tienen destinado morir, pero en sí, todos terminan creciendo o madurando; misma idea plasmada en la Bildungsroman: novela de crecimiento o de aprendizaje. Se menciona la importancia de los personajes-actantes para comprender cómo el narrador de la maravilla épica le da el protagonismo necesario: son tiempo y palabra, son foco de la trama y algo primordial de la novela.

Cabría puntualizar —con mucho cuidado— la imposible inclusión de sagas como Harry Potter en la clasificación de maravilla épica. El término que estamos desarrollando no puede aplicar en algunos casos. Siendo completamente objetivos, a pesar de existir un nivel de aceptación del hecho mágico como Hogwarts; y de hallarnos un crecimiento, un viaje y un enfrentamiento de la moral. No se puede hablar de maravilla épica, podrían denominarse “fantasía”, teniendo cuidado en no confundir el mundo mágico de los cuentos de hadas adaptado a una aventura, con intertextos deconstruidos.[7]

Así, después de esta averiguación extensa debe recalcarse la posible definición de la novela de maravilla épica contemporánea como una narración en prosa desarrollada en un mundo con reglas distintas al del lector y donde la magia y lo sobrenatural es aceptado como algo normal; al mismo tiempo, el o los protagonistas cumplen un papel de viajantes en una confrontación moral llena de tareas difíciles y peripecias, generalmente para restaurar un orden roto en el tiempo del relato, cumpliéndolo al mismo tiempo que los protagonistas maduran o evolucionan.

Este largo desarrollo de la maravilla épica espera servir a la crítica literaria para explicar cómo se usa en diversas creaciones literarias —o paraliterarias— de nuestro tiempo, y cómo estos libros son recibidos por el público infantojuvenil y el académico. Conocemos obras citadas las cuales llegan a ser desconocidas para muchos, pero del mismo modo veamos este texto como una posible puerta al mundo de la maravilla épica, ese portal mágico se abre frente a nosotros cuando más lo necesitamos y nos lleva a la lectura de otros tantos libros y pergaminos excluidos del canon literario, pero que, por su originalidad o por temáticas, pueden apoyar a salir en busca del anhelo y magia.

El afán de esta definición no es el de crear nuevos géneros, sino nominalizar algo que está ahí y no se acepta por completo. En su carácter paraliterario, esta narrativa muestra lo más íntimo de una sociedad marginal y que luchó por ser publicada; es lo pasado, lo que se arraiga, pero también son nuevas maneras de contar anécdotas, de crecer como lector, en lo moral y en lo heroico. Hay muchos ejemplos de maravillas épicas atípicas que —podríamos decir— están más alejadas de lo paraliterario para aceptarse como parte de un canon, y otras sumamente marginales; pero esto abarcaría mucho más que este texto.

 

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Referencias

Beristáin, H. (2010). Diccionario de retórica y poética. México: Porrúa.

Bessiére, Iréne, (1974). Le récit fantastique. La poetique de l'incertain. Paris : Larousse Université. Citado en Alazraki, J. [et al.]. (2001). Teorías de lo fantástico. Madrid: Arco.

Caillois. R. (1967). Antología del cuento fantástico. Buenos Aires: Sudamericana.

Caillois, R. (1998). El mito y el hombre. México: Fondo de Cultura Económica.

Campbell, J. (2015). El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito. México: Fondo de Cultura Económica.

Diccionario de la Real Academia Española. (2005). Madrid: Espasa.

Frazer, J. (2011). La rama dorada. Magia y religión. México: Fondo de Cultura Económica.

Huerta, E. (1969). Indagaciones épicas. La maravilla épica y su forma reveladora en la Ilíada y en el Poema del Cid. Valdivia: Universidad Austral de Chile.

Lecouteux, C. (1999). Demonios y genios comarcales en la Edad Media. Barcelona: Medievalia.

Propp. V. (2000). Raíces históricas del cuento. México: Colofón.

Propp. V. (2008). Morfología del cuento. México: Colofón.

Saganogo, B. (2007). “Realidad y ficción: literatura y sociedad” en Estudios Sociales. 1(Julio 2007). Guadalajara, México: Universidad de Guadalajara.

Simpson, D. (2012). “Enanos en el castillo: Fantasía y realidad en los libros de caballería hispánicos” en Hélice (14).

Solotorevsky, M. (1988). Literatura-Paraliteratura: Puig, Borges, Donoso, Cortázar, Vargas Llosa. Gaitesbourgh: Hispanoamericana.

Honegger, T. (2010). “(Heroic) Fantasy and the Middle Ages – Strange Bedfellows or an Ideal Cast?” en Itinéraires. 3. [En línea], Recuperado de: http://journals.openedition.
org/itineraires/1817

Ostria González, M. (2001). “Literatura oral, oralidad ficticia”. En Estudios filológicos, (36), pp. 71-80. Recuperado el 21 de septiembre de 2021 de  https://dx.doi.org/10.4067/S0071-17132001003600005

Tolkien, J. (2009). “Sobre los cuentos de hadas” en Cuentos desde el reino peligroso. México: Minotauro.

Tzvetan, T. (2005). Introducción a la literatura fantástica. México: Coyoacán.

Vogler, C. (2002). El viaje del escritor. Barcelona: Robinbook.

Ward, B. (Marzo de 2019). “What is Sword and Sorcery?” en Perilous Worlds. Recuperado el 20 de mayo de 2021 de https://perilousworlds.com/what-is-sword-and-sorcery/

 



[1] “Sword and sorcery is perhaps most simply described as fantasy adventure fiction with a supernatural element focused on the immediate or personal needs of the protagonist(s). It is a sub-form of heroic fantasy, which are stories that follow the exploits of champions in exotic, fictional locales. At its core is an adventure element, as these are first and foremost action stories in which the plot moves relentlessly forward, and challenges are confronted head-on. The supernatural ingredient, the «sorcery» half of the equation, is nearly always in opposition to the protagonist – though mystical aid or knowledge employed by the central character is not uncommon. Magic is usually depicted as rare, uncanny, and dangerous, whereas the protagonist’s cunning and competence are the primary virtues pitted against the esoteric and the strange” (Ward, 2019).

[2] Respecto a esto Irene Bessiére dice que “En el cuento de hadas, el «érase una vez» sitúa los elementos narradores fuera de toda actualidad y previene toda asimilación realista. El hada, el elfo, el duende del cuento de hadas se mueven en un mundo diferente del nuestro, paralelo al nuestro, lo que impide toda contaminación. Por el contrario, el fantasma, la «cosa innombrable», el aparecido, el acontecimiento anormal, insólito, imposible, lo incierto, en definitiva, irrumpen en el universo familiar, estructurado, ordenado, jerarquizado, donde, hasta el momento de la crisis fantástica, todo fallo, todo «deslizamiento» parecían imposibles e inadmisibles” (Bessiére, 2001: 10).

[3] Por su parte, Tzvetan Todorov en su Introducción a la literatura fantástica encuentras cuatro tipos distintos de relatos maravillosos:

1. Maravilloso hiperbólico: Una posible confusión del narrador por miedo o extrapolación.

2. Maravilloso exótico: No conoce la región donde se desarrolla todo; por eso no lo dudo.

3. Maravilloso instrumental: Aparecen gadgets irrealizables en la época pero posibles.

4. Maravilloso científico: Lo sobrenatural es explicado de manera racional, con lentes científicas desconocidas (2005: 47-48).

[4] “Desde el sistema letrado, en cambio, se ha tendido a mirar la oralidad como un estado precario necesario de superar, y a considerar que el progreso de esas formas primitivas de sociabilidad consiste, precisamente, en el tránsito de la oralidad a la escritura. En este contexto, la oralidad constituye un estado de déficit cognoscitivo y comunicativo que impide a las culturas tradicionales asegurar su supervivencia. Por esto mismo, la noción de literatura oral aparece signada negativamente, en tanto manifiesta la carencia de escritura en sociedades consideradas ágrafas” (Ostria González, 2001).

[5] “Las más antiguas epopeyas han sido concebidas de manera espontánea y se han conservado oralmente, siendo objeto de transformaciones de una generación a otra, de modos que se vuelve dudoso el autor del que nos ha llegado noticia.

Generalmente contienen una invocación a los dioses para obtener su auxilio en la empresa de construir la epopeya, un aviso acerca del asunto, y la narración en verso de la historia mezclada con descripciones de escenarios, personas y costumbres y con reproducciones de discursos oratorios. Las formas métrico/rítmicas han sido variadas, a través de tantos siglos y culturas.

Muchos teóricos han considerado que la epopeya es un antecedente de la novela. Tienen en común el hecho que dan cuenta de una historia, pero son más numerosas e importantes las diferencias entre ambos géneros” (Beristáin, 2010: 195-196).

[6] La trama de la mayoría de los libros caballerescos corre por el mismo hilo: la historia sucede en una época antigua y en un espacio ambiguo que permiten una plétora de sucesos fantásticos y milagrosos. El protagonista crece en un país ajeno al natal, y con un escudero fiel que muchas veces crece con él, éste prueba su valentía con diversas hazañas. Con la ayuda de una maga defensora él descubre su identidad, que es de noble linaje, y se lanza al mundo en busca de aventuras. A través de su historia aventurera se topa con castillos encantados, torneos con otros caballeros, episodios fantásticos con gigantes, serpientes, y hechiceros malos, siempre luchando a solas para reclamar la gloria por sí solo y para su dama / doncella que le obliga a exponerse a unas pruebas fantásticas complicadísimas, para un día casarse con él secretamente. Como ella también es de noble ascendencia, el héroe hereda una soberanía o un reino, y juntos tienen un hijo que a su vez supera las proezas de su padre, sometiéndose al mismo ciclo en una nueva leyenda caballeresca (Simpson, 2012: 38).

[7] El término de “maravilla épica” ha sido tratado de un modo distinto por el chileno Eleazar Huerta en su libro Indagaciones épicas. La maravilla épica y su forma reveladora en la Ilíada y en el Poema del Cid. Cabría decir el uso distinto que le está dando al término, aunque tiene una gran afinidad en cuanto a la idea final del discurso literario, sin embargo, él lo está analizando desde un punto de vista histórico. La épica y los elementos maravillosos en confluencia anacrónica, mientras que para este término, se estará hablando de lo actual, lo sincrónico.