martes, 22 de diciembre de 2015

¡ Gracias a todos !

En estas fechas decembrinas debo agradecer a todos los que han estado apoyándome en este año.
Grandes proyectos han nacido durante el 2015, conocí Argentina, tuve la oportunidad de entrar a la UVM, estoy en espera de ver un resultado en la UdG, dar clases en licenciatura, terminar la tesis de maestría, entrar de lleno a la promoción Lectora, y sobre todo, dar pie al Podcast de Las 9 noches.
Agradezco enteramente a todos los que realizaron esto y que por ser un listado magnánimo no terminaría de decir nombres, porque sin todos los que me ayudaron, no soy nadie. Pero agrego los tres logos que han vertido la dirección de este Blog en el 2015.
Saludos y un excelente inicio de año 2016.





domingo, 20 de diciembre de 2015

Los 9 libros que cambiaron mi vida

Les dejo el tercer podcast de Las 9 noches. Dejen en sus comentarios sus libros favoritos. Estaremos encantados de escucharlos.
Perdonen el retraso, pero la subida en línea se hizo desde Morelia y hasta ahorita se está pudiendo poner en el Blog.


martes, 15 de diciembre de 2015

Conferencia "La nueva era de la literatura: Anime y videojuegos"

El pasado sábado 12 de diciembre de 2015, se dio la charla "La nueva era de la literatura: Anime y videojuegos" en la Escuela Secundaria Técnica No. 122, por parte de Víctor Villarreal Velasco y Ome Galindo, esto, como parte del Ciclo Las 9 noches.
Agradecemos a todos los asistentes, académicos y directivos, y esperamos más comentarios y palabras de apoyo por parte de nuestros seguidores.


La nueva era de la literatura: Anime y videojuegos by Las 9 Noches on Mixcloud

sábado, 12 de diciembre de 2015

Convenciones de libros

Mis feriados lectores, los saludo después de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, una de los más esperados eventos de todo Guadalajara. Se trata de la convención más grande de Latinoamérica y está a sólo un par de escalones de la feria de Alemania.
¿Cómo es vivir una feria del libro así en tu ciudad? Excelente y horrible. En Guanajuato Capital existe una feria por parte de la UG, pero si nos vamos a León, Guanajuato, es un mar de gente. Imaginen cinco veces eso. La sede de Expo Guadalajara creció enormemente desde que abrió una segunda área para eventos del talle de éste. Sin embargo, sigue creciendo, y hasta paso a desnivel le quieren poner. Pero semejante número de personas es espeluznante. Avenida Mariano Otero se satura, los camiones tardan horas en llegar a su destino, y a veces es mejor caminar cinco calles que esperar que nos dejen en la puerta.
Guanajuato sufre del mismo modo. La feria de la Universidad crea un caos de proporciones cervantinas. Quizá la que menos sufra sea la Feria de León. Ellos tienen toda una infraestructura de transporte, mismo caso en Yucatán y en Buenos Aires, que son de las ferias del libro que menos problemas de tránsito causan.
¿Y por qué ir a las ferias del libro? La verdad es más mercadotecnia que nada. Publicitar libros nuevos a precios exuberantes que puedan dejar las regalías esperadas en los dos primeros años. Pero también se puede encontrar una gran cantidad de ejemplares antiguos. No sólo nos topamos con ediciones nacionales; no, vienen de todo el mundo, en muchos idiomas y de todas las presentaciones. Siempre hay editoriales más económicas que otras. Mi sueño como profesor de literatura es comprar cerca de cuarenta libros de El morador de las tinieblas para que mis estudiantes tengan con qué trabajar. Aquí ni se diga comprarme de paso Cumbres Borrascosas, y otros tantos de Editorial Tomo, que si se adquieren a más de $45°°, están siendo timados.
Otro punto a favor de estas reuniones, más que la idea de “parade”, es decir, desfile de egos y gente dedicada a ir sólo para ser vista, está que muchas entidades culturales van. Repruebo la visita de Peppa Pig en la anterior FIL Guadalajara; pero hubo muchos eventos de verdad interesantes, coloquios, encuentros, conferencias, presentaciones de libros, y mucho más.
Una convención como esta siempre es una oportunidad de conseguir regalos. El índice de lectura que poco a poco sube en nuestro país ayuda un poco a mantener el mercado editorial. Regalar un libro es siempre una oportunidad única y especial para cualquiera. Ya sea en cuestiones técnicas, diccionarios de idiomas en caso de comenzar con una segunda lengua, datos curiosos para niños, o novelas para toda ocasión.
Si quieren saber más sobre este tema, les invito, mis feriados lectores, a escuchar la versión extendida y hablada de esta columna en el Blogg de Ometopia, donde están descargables todos los episodios de Las 9 noches, donde cada domingo encontrarán información interesante sobre lo hablado en “De Libros y Bibliotecas”.

sábado, 28 de noviembre de 2015

Bibliotecas mentales

Mis relatores lectores, ¿se han puesto a pensar en las muchas definiciones de la palabra

“biblioteca”? Si es que lo han hecho, habrán descubierto que no sólo se les llama así a las 

estanterías y a los edificios, sino también a un conjunto de lecturas previas que todos 

podemos tener. Los analistas de la literatura hablan de esto como los muchos textos que 

alguien puede haber llegado a conocer en su vida hasta la fecha de realizar una nueva 

obra, y es justo de estas obras de las que hablaremos hoy.

Se dice que lo que leemos nos afecta. Todo lo que vivimos llega a marcarnos de algún 

modo. El vivir en Guanajuato y Guadalajara te deja ciertas experiencias, también el viajar a 

diversos puntos del país te crean paradigmas especiales, pues descubrir cómo piensa otra 

persona te permite generar varios discursos. Tus ojos se abren, pero pasa lo mismo con 

los libros leídos.

Conocer todas las obras de Edgar Allan Poe quizá modifique tu forma de escribir. 

Tendrías un discurso de la obscuridad aún más desarrollado, más específico, y sobre todo, 

más apegado al cuento. Esto mismo le pasó a Borges y a Adolfo Bioy Casares. Ellos 

reinventaron el género fantástico gracias a H.G. Wells, autor de La guerra de los mundos, 

La máquina del tiempo, El hombre invisible, entre otras. Estas obras permitieron que los 

autores tuviesen una nueva perspectiva de la vida. Pero al final, podemos rastrear en sus 

cuentos, fragmentos de lecturas anteriores. Borges comentó que La invención de Morel 

proviene de La isla del doctor Moreau, y aunque Bioy reniega de esta interpretación, 

tender un puente que una estas dos novelas, es muy factible.

¿De qué nos sirve leer mucho? Todo tiempo invertido en un libro genera experiencia 

indirecta. La experiencia indirecta es cualquier vivencia que tiene los personajes de una 

obra, pero que terminas usando en la vida real. Muchos sabemos gracias a Sherlock 

Holmes que el cianuro tiene un olor a almendras pasadas, o que si sumerges un diamante 

en agua, se vuelve invisible. Agatha  Chrsthie nos ha mostrado formas increíbles de 

resolver crímenes, ya sea con una mueca, un pañuelo o cualquier otro artículo ignorado. 

Esto es parte de la Biblioteca mental.

La literatura nos da una cantidad enorme de conocimiento. Aunque parezca slogan de 

campaña barata, los libros nos llevan a otro mundo, nos hacen vivir muchas vidas, y 

descubrimos una perspectiva distinta. Por eso, cada libro que tengamos en nuestras 

manos, nos hace vivir de nuevo, conocer otras experiencias, saber acerca de tradiciones 

distintas, y que son puntos de contacto hacia otras culturas, personas y situaciones.

Mis relatores lectores, busquen leer muchos libros distintos, porque son el modo 

correcto de poder escribir de muchos temas. Hay bastantes libros para conocer y 

debemos estar un paso más adelante de la literatura.

sábado, 21 de noviembre de 2015

El más generoso de los géneros: El ensayo

Mis ensayistas lectores, el día de hoy les traigo, más que una recomendación por cierto

libro, por un tipo de obra en particular. Hace tres meses, entré a un taller de ensayo

literario, impartido por Israel Carranza, un importante miembro del campo literario en las

ciudades de Guadalajara. Este taller tiene una tradición enorme en diferentes partes y

suena sorprendente cómo ha evolucionado.

Columnas anteriores, se habló de varios ensayistas, e incluso en una ocasión se

recordó el origen de este tipo de trabajos; pues ahora veremos el lado más flojo y menos

académico del ensayo literarios.

Por mucho tiempo existieron tres grandes géneros: prosa, verso y drama. Del último

(el teatro) no hay mucho qué decir. Las características del texto dramático están bastante

definidas; sin embargo, la prosa puede llegar a ser muy general, pues “prosa” es todo lo

que no está escrito en verso. Aquí podemos decir que los apuntes de la escuela son prosa,

una lista de supermercado, un trabajo sobre medicina. Esta situación causó muchas

confusiones de términos. Incluso, algo sumamente gracioso, los estudiantes de ciertas

carreras que poco tienen relación con las humanidades, denominan a los libros con los

que trabajan, como “literatura”.

Fueron estas inespecificidades las que en el siglo XVI, llevaron a Michel de Montaigne

a escribir sus Essais (Ensayos) donde trataba temas de lo más diferentes, argumentando

las posibilidades sociales de muchas de esas cosas. Más tarde, esto se volvió una nueva

manera de explicar el mundo, sobre todo cuando se hacían tratados en busca de

explicaciones.

Nos llegan a nuestro día cinco siglos después, y su evolución es bastante notoria. Lo

que al inicio eran cartas a Sus Majestades para tratar ciertos asuntos de saber popular,

ahora son temas que a todos nos pueden conmover y maravillar. Desde el uso de una

estilográfica y su historia, cómo disfrutar una comida, el modo correcto de vivir en

Estambul, o las variedades que tiene el anime y el manga en nuestro México actual. La

concepción del ensayo es la de mostrar una perspectiva reflexiva que no se se había hecho

anteriormente. La visión del mexicano por Octavio Paz o Robert Barthra, las calles de

Vicente Quirarte, la perspectiva feminista de muchas escritoras, cómo conciben la

creación otros, y sobre todo, por qué somos lo que somos.

¿Filosofía? Claro que sí. Todo ensayo responde a ciertos cuestionamientos. Ya sean

propios o antropológicos, todo buen ensayista está filosofando cuando trata algún tema.

Como dijo una compañera del taller de ensayo: “es un gusto saber que lo que escribía

tenía nombre”. Es verdad que el ensayo es el más generoso de los géneros, pero también

es un caso sumamente amplio. Cualquier reflexión especulativa puede ser un ensayo, una

pregunta lanzada al aire, un recuerdo sobre un viento específico es un ensayo. Todo cabe

en este cajón. Yo me considero un purista de las clasificaciones, y he teñido pleitos al

respecto con profesores de la universidad, pues no creo que todo sea un ensayo, pero sí

creo que al tener una misión reflexiva, la intención de comunicar argumentos, y volver a la

tradición filosófica del qué, cómo, cuándo y dónde; tenemos un ensayo.

Mis ensayistas lectores, sigan enviando sus correos, comentarios y demás. Su opinión

es muy importante para seguir hablando en esta columna. Sus mensajes son siempre

respondidos.

¡Este tipo es bueno! – El regreso del Caballero Nocturno

Mis frikis lectores, hoy busco romper un poco con la tradición de “literatura” que vengo mostrándoles, salirme un poco de la biblioteca y saltar a un género posicionado en la periferia. Malamente el mundo del comic está olvidado del resto de la “buena literatura”. Es verdad que no hay modo de colocar a todos los libros ilustrados en el gabinete de obras maestras.  Una que no puede negársele el acceso, es Batman. El regreso del Caballero Nocturno, obra en dos tomos escrita por Frank Miller en 1986.
Para mí, un neófito del  comic que sólo ubica ciertos títulos, pero que conoce bastante de arquetipos, mitología y videojuegos, puedo apreciar una historia como la de Miller. Y vaya que es buena. Primeramente, la declaración prologal del autor donde expresa que realiza este comic al darse cuenta que en 1986 ya era más viejo que Batman. Un superhéroe que desde 1939 ha maravillado al mundo por parte de Detective Comics, más tarde abreviada como DC.
Cualquiera puede ser más grande que Batman. Lo que vemos en este cómic es un héroe ya entrado en años, 70, que decide recuperar su ciudad perdida. El crimen asola a Ciudad Gótica a mano de la banda de los Mutantes. Es justo ese momento en que debe regresar un justiciero en años que no ha perdido su fuerza física. Recordemos que Batman es uno de los más amados héroes de los comics, y aunque Superman tiene poderes más sorprendentes a los de un millonario en traje de murciélago, Batman fascina. Y lo hemos visto en generaciones recientes donde Batman ya viejo entrena a Batman del Futuro, e incluso se presenta como principal opositor de Ala Nocturna. Claro que esta edad no le llega en vano. Harto de la vida decide tomar la justicia en sus manos. Tenemos a un Batman que no duda en acribillar a cientos de los mutantes con su Batimóvil modificado en un tanque de guerra que apenas recibe rasguños de bazucas y granadas. Es este Batman el que se enfrenta al líder de los Mutantes a puño limpio hasta romperle brazos y piernas, e incluso es quien se enfrenta a Superman al final.
¿Han escuchado esos rumores de que Batman tiene su lado oscuro? En este cómic lo encontrarán todo. La crítica quiere colocar este ejemplar entre los mejores cómics del mundo. El título que encapita esta columna es el comentario de Mickey Spillane, autor de cómics y literatura, que entre otras cosas, creó el guion de Capitán América, y del mismo modo Stephen King dice que se trata “… probablemente la más fina pieza de arte-comic jamás publicada en una edición popular”.
Entre sus datos curiosos, esta obra es iniciadora de dos cosas sumamente conocidas en nuestras fechas: la primera es la famosa obra de Batman vs Superman, pues el enfrentamiento que ocurre en el último capítulo: “La caída del Caballero Nocturno” muestra este famoso instante de culto para los conocedores. La segunda, y esto se sabe después de varias visitas anónimas al internet, es que la tipografía usada en este comic es la base para la tan detestada Comic Sans MS de nuestras computadoras personales. Así que si en algo podía influenciar este trabajo que saliera del mundo de la cultura popular, aquí está el dato.

Pensemos que este trabajo data de 1986, mi año de nacimiento. Que yo, y este comic tengamos la misma edad, con numerosas impresiones y compras, habla, mis frikis lectores, de su calidad. Así que si ya están hartos de libros con solo letras, procedan a perderse en el vicio humano de El regreso del Caballero Nocturno, o revisar la versión animada, que pueden encontrar en múltiples formatos.


domingo, 1 de noviembre de 2015

Carta de Bárbara Cuevas [Tipo Julio Esteban]

[Copia casi íntegra del texto hecho en 2010]

“¿Qué tal mis animalitos de la creación?, ¿Cómo están?”. A los que reconozcan esta frase, además de mexicanos, debo decir que seguramente extrañan mucho ese programa como yo.
Con la Influenza AH1N1 que hay en México estamos enclaustrados esperando que uno de los muertos por fin se ponga en pie y empiece a caminar (o que dé el 6 de mayo)… Mientras esto sucede, continúa mi eterna agonía.
Deseaba tanto ir a rolar… lo esperaba por muchas razones; empero el meollo del asunto es que tras ver a Julio Esteban en Youtube me inspiré en mi deseo de rolar. Tomé el mismo estilo que los sketches y del libro del maestro Armando Hoyos, así que, roleros… disfruten lo que salió del ocio. Espero comentarios.


El otro día fui a Clanime, y ahí, en el mostrador, me encontré esta cartita que quiero leerles:


Querido Omecito [ése soy yo]

Quiero contarte la aventura que pasé. Una amiga cumplió años y me invitó a su party, pero me dijo “Enano, o me conjuras que me traes un regalo, o le platinas de mi fiesta”.
Por acto reflejos fui a comprarle algo. Pasé todo el día en el coche a una velocidad reducida, que de plano parecía haber perdido el sentido común. Lo Pelor, fue la clase de dificultad que me tomó el alineamiento en paralelo del automóvil, como es transmisión manual. El Centro estaba concurrido y entre tanta aberración de gente me dio sed, así que tomé 20 (mi único billete) y compré una destrezas aguas que anuncian en la tele; mi presupuesto bajó de ser d20 a ser d12 pesos, en dado caso traía mi tarjeta de crédito. Dragón encuentro una tienda sobre Avenida Constitución, un lugar divino, legal.
Bueno… encontré un libro y le dije al en carga-do: “DM el precio de ST”, estaba carisma, y aunque estaba usado, me dijeron “Es-calado”. Fue un momento crítico por dos razones, no traía tanta plata en la tarjeta, pero quería ir a tu fiesta; pero al no ser rico y decir te pego con 500 (y recibir mi cambio), tomé la iniciativa y le compré algo bardo [perdón, dice ‘burdo’] que arcá-no vale la pena mencionar.
Llegué con ella y poción-de me ve con algo barato y me die: “A ver, pElona, te Bag of Holding de mi fiesta”; como siempre uno es malo; pues quédate con tu fiesta; si no me aprecias, pues, me voy pal-ladín. No voy a caer en tus trampas, aunque te tomes 10 años perdonarme. Gnomolestes. Al clérigo que ni te necesito. Una de elfas me vas a necesitar, que como dice el dicho “Tarrascas con tus propias uñas”.

Bárbara Cuevas


Así va mi ocio en días prezombifistas. Yo me retiro, pero me despido con un mensaje de optimismo que dice: “Amiga, si cuando te miras al espejo te sientes desproporcionada… mija… proporciónatele a alguien…”

“Recuerden que los deseo (periódicamente) y les mando  todo-todo-todo… lo que me sobra…”

sábado, 3 de octubre de 2015

Del Rey del Horror: Misery

Mis obsesivos lectores, les saludo este fin de semana donde parece comenzar el frío. Por nada del mundo amo esta temporada; pero pienso que podría ser peor si tuviésemos nieve o alguna helada repentina. No niego que sería hermoso verlo, pero luego pienso en todas las obras literarias que terminan mal en páramos congelados, no se diga “La reina de las nieves” de Hans Christian Andersen, las leyendas de la Yuki-Onna, o siquiera El resplandor de Stephen King.
Admito que no soy experto en Stephen King. Incluso hace unas semanas descubrí los cuatro consejos que este autor da para convertirse en un afamado escritor. Pero al menos sí conozco perfectamente una de sus obras: Misery. Desconozco si hayan visto la versión cinematográfica. Para mí son excelentes el libro y la película, y es la razón por la que aún pienso si debo inmiscuirme en asuntos literarios.
Misery es la historia de Paul Sheldon, un autor famoso por sus sagas de amor. Su personaje Misery es todo un encanto para muchos lectores. Pero el gusto por lo original y el fanatismo tienen sus límites. Nuestro protagonista sufre un accidente de auto y es conducido a la cabaña de una enfermera llamada Annie Wilkes. Esta rolliza mujer rescata al escritor, el problema es que, justo cuando el hombre parece recuperar la conciencia, ella toma la oportunidad de obligarlo a escribir una continuación de sus libros, sólo para ella. Imagine, lector, tener que escribir una novela con las piernas fracturadas por el accidente, recibiendo medicamento ilegalmente sustraído, aguantando los cambios de humor de una bipolar agresiva quien a la menor provocación puede torturar física y mentalmente al escritor con tal de que haga lo que ella quiere.
La obra tiene cientos de altibajos. Una tensión propia de Stephen King. Recuerdo que BEF, un escritor mexicano, comentó en una conferencia en Buenos Aires, que King era un gran amante, pero padecía de eyaculación precoz en su narrativa, pues sus finales no siempre eran los mejores. Creo que tiene razón. Los desenlaces de Stephen King no siempre llegan a ser excelentes, pero toda la tensión dramática, los juegos intelectuales con el lector, la manera en que se crea un terror psicológico a cada párrafo, cómo  empatizamos con el protagonista y sufrimos lo mismo que él. Eso es una cualidad que le dio a Stephen King el título del “Rey del Horror”.
No considero a King el rey de nada. Es un gran escritor que sabe manejar a su público. Tiene personajes recurrentes, manías clásicas e identificables, la presencia de un hombre contra su entorno, y cómo, a veces, lo sobrenatural ataca nuestra realidad, volviendo aún más perturbadoras lo coloque ganando el Nobel, pero sin duda, mis obsesivos lectores, Stephen King ha dado una prolífica producción que se lee en todo el mundo. Vivir de la escritura no es fácil, vean a nuestro protagonista, pero tener el grado de ventas de King, es porque hace algo bien. No es una moda pasajera, pues continúa su vida en el campo literario, así que suframos un poco con este autor. El “Rey del Horror” los espera.


sábado, 26 de septiembre de 2015

Al fuego, que todo lo purifica

Mis estrictos lectores, de entre todos los libros que he leído, solo el 40% me ha gustado de sobre modo, el resto me ha llamado la atención y sólo  algunos los he considerado un desastre total. Mi opinión es válida, como para cualquier otro lector, pero en realidad, ¿qué hace a un libro bueno entre otros?
Se supone que las artes ayudan al ser humano a subir un paso más en la pirámide de necesidades marxistas. Entre tantos libros  y tan poca vida, uno no puede perder el tiempo con una obra insatisfactoria.Por ello hay una importante frase que no debemos olvidar, la cual digo abrazando mi título de Licenciado en Letras Hispánicas, mi Diplomado de promotor de lectura y mi carrera de bibliotecario:

Si un libro no nos gusta después de las primeras treinta páginas, hay que arrojarlo a un lado.

En Farenheit 451 de Ray Bradbury se queman libros porque son maléficos para el gobierno. El pensar libre y críticamente es perjudicial para el Sistema. Pues en este caso cualquier, libro que nos perjudique en lo intelectual, merece el mismo e inquisitorial destino.
Estamos bombardeados por la mercadotecnia editorial, que traduce libros de idiomas desconocidos, pero el lenguaje literario también es transformado al lenguaje del cine, por ejemplo. La frase “Es mejor el libro” la escuchamos cada que termina una película basada en alguna obra impresa. No está mal trasladar el mensaje, lo negativo es que no siempre se respeta la misma intención, y frases como “traductor, traidor” suenan en las cabezas de los culturalistas.
Lo bueno de esta remediación (pasar de un medio a otro) es ahorrarnos semanas de lectura. Enfrentarse al cómic de La Odisea de Editorial Sexto Piso puede ayudar al profesor de Literatura a proliferar la lectura de los clásicos. Quizá, ya adulto el estudiante, prefiera escuchar el canto de las sirenas por medio de Homero y no de Sébastian Ferran.
Recuerdo mi ensayo sobre la cultura del cómic, donde les llamo “aberraciones semánticas”. Esta posición la mantengo, pero admiro la potencialidad que tienen para que el lector se aproxime a obras que de otro modo están vedadas de su acervo. Las Bibliotecas contienen excelentes historias, pero recordemos el cuento de Borges “La biblioteca de Babel”, donde todos los lectores y bibliotecarios terminan siendo arrojados por las ventanas donde, durante una caída infinita, se convierten en polvo.

Es verdad que leer no nos hace mejores personas, pero eso no significa que tengamos que evitar la lectura. Hay tanto placer en leer la obra homérica, como en jugar God of War. Soy un defensor del libro como fenómeno cultural irremplazable, pero también apoyó otros medios de lectura, una obra que lograría transmitir su mensaje sin importar el lenguaje utilizado. Nosotros conocemos muchas obras gracias a versiones del griego, inglés, francés o ruso. No veo por qué habría de limitarse al texto, pero si aún así la versión abreviada, o remediada, no les convence, mis estrictos lectores, apliquen la inquisitorial opción de Farenheit 451; sólo llamó a la cordura de hacer esto con textos propios y no en bibliotecas públicas, donde mi desprecio hacia un libro, puede ser amor eterno hacia otros.

sábado, 19 de septiembre de 2015

Poesía de Lesbos: Safo

Mis lesbianos lectores, el día de hoy se cumplen dos semanas de haber empezado este nuevo cuatrimiestre de labores en la clase de Literatura II y debo admitir, que he tenido que retomar autores que nunca pensé llegar a ver a detalle. En la licenciatura uno ve todo el mundo de la literatura sin siquiera digerirlo. Es un buffet de muestras donde te enseñan la variedad de obras presentes, pasadas y futuras. Uno elige hasta después la especialidad que tendrá. Por eso quizá jamás aprecié a Safo como la vengo descubriendo.
Safo fue una poetisa griega originaria de la isla de Lesbos. Entre un mundo de literatura masculina, su obra no sólo es importante para el mundo, sino que además quebranta el canon al momento de leer su obra y encontrar poesías de amor dedicadas a sus alumnas.  El hecho de si ella era o no homosexual, no limita la obra, pero recordemos que ese escándalo ayudó a su supervivencia en nuestros días. En realidad, el nombre de la isla donde vivían, dio pie a ese “comportamiento desviado” presente en Safo y sus alumnas, toda mujer que iba a la isla de Lesbos se comportaba como tal, así que el gentilicio permaneció como “lesbiana”.
La genialidad no está peleada con la extravaganza. Existen autores sumamente subversivos a la sociedad: Salvador Novo era homosexual, Elena Garro prefirió su idependencia a su marido, Silvina Ocampo tuvo una amante, Alexandre Dumas gastó todo su dinero en placeres y castillos. Los ejemplos son muchos, pero dentro de una sociedad funcionalmente homosexual como lo era la griega, el escándalo de la homosexualidad femenina se quedaba en la casa, y nunca llegaba a oídos públicos, menos con ayuda del elemento comunicador de ese entonces: la poesía.
Casi todos los dioses griegos sobreviven por poemas, pero lo que hace Safo es aprovecharlos para hablar de sus seres queridos.

Otra vez el amor que deshace el cuerpo me atormenta,
Como una amarga y dulce fiera invencible.
Y tú, Athis, por abandonarme, fastidiada
hacia Andrómeda huyes.
Vamos, amigas, ea, hace tanto que no juego.

Este simple fragmento muestra elementos que podríamos incluso decir hoy en día en un momento de enamoramiento.  Se trata de una lírica llena de emoción, de pasión, de amor hacia el otro. Que este sea un hombre o una mujer, no está seguro. Ella ama a sus estudiantes, pero no sabemos si incluso las deseé físicamente.

Dulce madre, no puedo ahora continuar mi tejido:
¡Con el deseo de un muchacho me subyuga la tierna Afrodita!

Poemas dedicados a varones y mujeres. La poesía de Safo no trata de encontrar un enfoque sexual. La poesía de Safo conviene conocerla, pues es una exaltación del alma. Le llamaban “La Bella Safo”, no por su físico, sino por su poesía. ¿Cuándo se había visto eso? Deben leer a Safo, mis lesbianos lectores.



sábado, 12 de septiembre de 2015

El protagonismo del lector: Si una noche de invierno un viajero

Mis apócrifos lectores, el día de hoy les traigo una novela la cual, a pesar de haberla leído en el transporte urbano, no dejó de sorprenderme. En mis largos viajes de más de una rumbo a mi trabajo oro profesor de literatura, me han dado la opción de ser un nuevo lector. Sobre todo cuando lees por primera vez una obra de un gran antologador conocido. En esta ocasión hablo de Italo Calviño.
Si una noche de invierno un viajero es una novela excelente. La tercera que puedo leer en segunda persona, es decir, donde el autor le habla a un tú, que es el lector. Es complicado al inicio, pero las razones de Calvino para hacer este tipo de narración es sumamente comprensible.
Supongamos que el lector toma el ejemplar de Italo Calvino y comienza a leer. Se da cuenta que hay un prólogo dirigido a nosotros mismos, de cómo llegamos a la librería para conocer el nuevo libro de Italo Calvino, y cómo nos interesa conocer la historia de un supuesto viajero quien llega a la estación de trenes con una maleta. El lector dentro de la novela, es decir el “tú”, se entera de que la novela hace una figura retórica bastante complicada: la repetición de, no sólo una frase, sino de toda la página. Error. La novela resulta tener un desperfecto en donde se repitió el cuadernillo con la historia y no se puede continuar la historia sin saber la parte tan interesante en al que se había llegado.
Todo es simple, acudir a la librería pidiendo reparar el daño, y exigir el cambio por una en buen estado. Al llegar, una mujer cautiva la mirada y descubren que ambos fueron afectados, muchos han pasado por esto, pero en realidad lo que leyeron no era a Calvino, sino a otro escritor.
La novela empieza a girar en misteriosas inclusiones de ejemplares con desperfectos. Mas porque ya no importa la historia de Calvino, la que se desea conocer es la nueva que a su vez, no resulta ser la historia interesada.
Una tras otra, la selección bibliográfica va cambiando a tal grado que no se comprende en absoluto en qué terminará. Aún más al momento de que se descubre el secreto de por qué acontecían estos errores de imprenta, y su final es sumamente interesante.
Una noche de invierno un viajero es la primer novela de Calvino a la que me enfrento. Conocía sus compilaciones de cuentos fantásticos del siglo XIX. Y no sé si llamar “novela” a Ciudades invisibles. La obra sin duda, atrapa al lector por ese manejo de la intriga, tramas desconocidas y dejadas a la mitad. La labor escrituras de Calvino es magnifica al poder cambiar su registro narrativo enojo tan múltiples ocasiones, y sobre todo al momento de concretar un cambio de sexo al protagonista-lector para que cualquier mujer que haya leído la historia no se sienta masculinizada con la lectura.

Como siempre, mis apócrifos lectores, les dejo esta recomendación, recordándoles que ya salió la gran oportunidad de ganar unos simbólicos libros literarios mandando un correo. Para esto cabría remontarse a su hemeroteca más cercana para comprobar el ejemplar del viernes pasado. Quedo a su disposición para más comentarios, citas textuales y pleitos literarios en galindonmiguel@gmail.com.


sábado, 5 de septiembre de 2015

Una intrépida aventura: Stardust


Mis peregrinos lectores, el día de hoy les escribo desde mi nuevo dispositivo móvil que recibí en mis labores de profesor universitario. Y aunque me recompensan con tecnología, no siempre se tiene la mejor paga. Así que ¿por qué no ir a otro lugar del mundo a dar clases? Me puse a pensar en qué libro podría incluir esta semana para ustedes. Entre todas las opciones, pensé en Stardust.
Hace un mes hablamos de Neil Gaiman. Pues esta vez regresa a mí, para darme una gran lección: perseverancia. A pesar de lo bien hecha que está la versión cinematográfica, el libro me llenó aún más. Neil Gaiman tiende a hacer adaptaciones bastante buenas; sin embargo cuando leía, descubrí una faceta distinta del autor, una que se quedó en los cuentos de hadas, en los videojuegos y quizás esos mundos de la imaginación.
Stardust es un libro donde conocemos la historia de Tristan, un joven simplón quien no ofrece mucho a la chica de la que se ha enamorado. Es un viaje a un reino mágico donde todo puede suceder. A pesar de la libre adaptación del capitán Shakespeare en la película ―y que en lo personal adoro―, las omisiones, como olvidar poner el enfrentamiento entre el León y el unicornio, o el epílogo donde destruyen el hermoso final de la película, o cómo funcionan las brujas y su magia; la lectura les dejará con un buen sabor de boca, pues reconoce sus antepasados clásicos.
Algo que mencioné antes es el modo de reinventar cuentos para niños; Gaiman hace un cuento para niños. Introduce acción y misterio, la intriga propia de una obra moderna, y lo combina con sus primeras lecturas. Es una novela donde todo pasa gracias al poder de la perseverancia. Como personaje, Tristan llega a lugares remotos y llenos de vida, los cuales le darán la experiencia necesaria para descubrir el amor. Es quizá una de las mejores moralejas incluidas en el texto.
Entre otras ideas, Stardust hace juego con muchos de los libros que según el autor son historias para niñas. En una conferencia suya habla de libros con historias de niños y de niñas. Entre sus libros “masculinos “se abonan Los niños de Anansi, El libro del cementerio y The Sandman. Esta clasificación un tanto arbitraria está basada en ideas un tanto falologocentristas, pero que sin duda su objetividad tienen.
Mis peregrinos lectores, si pueden llegar a leer Stardust, estarán enfrentándose a una historia sin igual que difiera mucho de la versión cinematográfica, por lo que leerla y verla son dos placeres que no chocan.



sábado, 29 de agosto de 2015

El zombi lovecraftiano: terror disfrazado de horror


Mis providentes lectores, les escribo en el día de cierre de las actividades del Foro “Poéticas del Horror”, dedicado a Lovecraft y su obra, sobre todo el Necronomicón. Hace unos días hablé de este autor, pero ahora quiero tomar otros textos, ya que la obra de H.P. Lovecraft es inmensamente interesante.
Entre su mitología de dioses primigenios y antiguos demonios dormidos en el mar, están también algunos cuentos y novelas donde no hay seres extraños a la comprensión humana. En las conferencias del Foro preguntaron cuál era la poética del autor, y se respondió que era el “Horror”. Bastante conveniente para un Foro llamado así, pero también es porque existen elementos que salen de la comprensión humana, en el caso de una saga: “El reanimador”.
Si conocen un poco de zombis y de “No-muertos”, sabrán que han sido reanimados por métodos que combaten la muerte. Ya sea The walkin death o Resident Evil, todos están del lado de la ciencia y no tanto del vudú. La ciencia es terrible y no podemos dejar de pensar en lo que nos puede afectar un dron o un espía cibernético. Phill K. Dick mostró una desventura de terroríficas donde todo está perdido. No hay futuro alegre ni desenlace agradable, todo culmina con una desgracia, como el Lovecraft. Siempre la tecnología arruina al hombre, le deshumaniza y causa conflictos. En Lovecraft es igual. Aunque similar a “El elixir de la larga vida”, donde un hombre ha investigado en el antiguo Medio Oriente modos de generar un bebedizo para ser inmortal. Con Lovecraft este no es un bebedizo, es un suero inyectable. Les da movimiento nuevamente a las criaturas, de modo que tengan reacciones naturales, pero siempre fracasa.
Parte del clímax de la historia es cuando al intentar reanimar a un negro, éste se convierte en una máquina de  matar y busca devorar carne humana. Todo se complica cuando “la bestia”, así como otro sujeto, son detenidos y encarcelados. Todo mundo piensa que es un loco, pues se expresa en inaudibles expresiones y variados movimientos nerviosos, como si su alma no estuviera con él.
No sólo en los cuentos sobre muertos vivientes se observa esta peculiaridad; sino también en algunos asuntos como los sueños. Para Lovecraft los sueños eran bastante perturbadores. Con pesadillas desde niño, podemos imaginar cómo la oscuridad de cernía sobre él para llevarlo a emociones más allá del horror. No nos cuesta imaginar el terror a la muerte que tenía, por ello anhelaba reconstruir su vida después de expirar. Los seres primigenios y criaturas ratiformes de miles de ojos también estaban presentes para él en sus sueños. El hecho de esas pesadillas recurrentes vienen aunadas al trauma de su niñez: el padre y la madre. Ambos fueron un detonante para horrorizarle.
Como se darán cuenta, mis providentes lectores, puede que todo su plano material lo motivara a la esquizofrenia de sus personajes. Los sueños lo llevan a otra dimensión de miedo, del horror sobrenatural en la literatura.

sábado, 22 de agosto de 2015

De detectives medievales: El nombre de la rosa

Mis abádicos lectores, hace mucho tiempo que lloro la pérdida de un libro. En un curso de literatura fantástica que di, apareció una asistente bastante amigable con una petición. El libro era ―y sigue siendo― caro. Ediciones DeBolsillo con más de 1000 páginas, y que prometí volver a leer algún día. Ese día llegó ―no con el libro― adquiriendo de vuelta ese ejemplar ya con más de cinco años desaparecido. Así suele ser la vida del promotor de lectura, no puede dejar de prestar libros como El nombre de la rosa de Umberto Eco.
Muchos llaman a este libro como “En el nombre de la rosa”, cinco-seis amigos me han abordado para decirme mi error; pero ni la versión italiana, ni en español veo ese “En”; lo que sí comprendo es su confusión pues la obra se desarrolla en un monasterio medieval y está cargado de plegarias y descripciones. La confusión podría salir por eso. Es un ambiente oscuro y fúnebre, como en cualquier abadía. La historia comienza con la llegada de Adso de Melk y su mentor: Guillermo de Baskerville para investigar un extraño asesinato de un clérigo. En los siete días en los que se desarrolla la novela, conocemos las muertes hechas por un monje que resguarda un tesoro.
Lo magnífico de la novela es lo tardadas que pueden ser las descripciones. Recuerdo la descripción de un libro hermosamente decorado que tardó cuatro páginas en terminar de mostrarse ante mis ojos. La prosa de Eco es altamente barroca en este libro. Entra en detalles tan finos y pulcros que asombran al lector. Con el bibliotecario ―Jorge de Burgos― tiene una acalorada conversación detallando todo, ya sea el cuerpo humano visto por dentro, los decorados de las paredes, o el modo en que un monje tiene sueños eróticos en las noches.
La novela fue escrita en 1980, pero lo más importante es la verosimilitud. Supone ser un manuscrito ―y qué manuscrito para el tamaño del libro― hecho por Adso de Melk en el siglo xvi. Él es el narrador, por lo que la crítica le nombra “novela histórica”. Todo esto es un juego de verdades que instala Umberto Eco. Él sabe perfectamente cómo involucrar al lector. Hacerlo partícipe de la confesión de Adso quien, no sólo trata de desenvolver el misterio de los asesinatos y conocer a su maestro ―quien para ese tiempo ha desarrollado ya unos anteojos―; sino también  encontrarse a sí mismo.
Hay referencias a Jorge Luis Borges, tanto en su bibliotecario ciego llamado Jorge de Burgos, como en la biblioteca de la abadía, muy similar a “La biblioteca de Babel”. También hay una unión de Sir Arthur Conan Doyle ―autor de Sherlock Holmes― en el apellido de Guillermo: Baskerville ―como El sabueso de Baskerville― con el nombre de Guillermo de Okham, un fraile franciscano dedicado al estudio y la escolástica.

Mis abádicos lectores, lean esta preciosa joya. Dediquen diez páginas diarias. Tardarán bastante, pero cada día tendrán ante ustedes un universo descriptivo y un misterio igual de terrorífico.


sábado, 8 de agosto de 2015

I’am Providence: H.P. Lovecraft

Mis cósmicos lectores, me había guardado este autor por mucho tiempo esperando el momento preciso para sacar esta joya literaria, y el Foro “Poéticas del Horror” es la excusa perfecta. Hablo del grandioso Howard Phillip Lovecraft.
Uno de los maestros de la literatura de suspenso y de horror está justamente convocado esta semana. Es imposible hablar de todas las historias que existen de él, como “La llamada de Cthulhu” donde exhibe su más famoso monstruo el cual yace dormido en las profundidades del océano esperando el alineamiento astral propicio. Para Lovecraft, tenemos la desgracia de vivir en donde los seres primigenios llegaron antes. Son dioses y figuras de enorme poder que podrían alimentarse de nosotros. Vienen de otro tiempo, espacio y plano. Ahí está Dagon, otra criatura marina que es venerada por algunos locos. Aunque también tiene zombis químico-mágicos, como el extraño caso de Charles Dexter Ward; y algunos viajes astrales o seres repulsivos.
Para Lovecraft hay una poética específica: todo viene de la oscuridad y no es posible de controlar. En muchas películas estadounidenses de monstruos pocos sobreviven, pero hay alguien que llega invicto y puede contar la historia como un loco o como héroe. Pues con Lovecraft sólo encontramos despojos. No hay ganadores. Nunca nadie sobrevive, sólo su voz, por medio de un diario o cuaderno de viajes. Y es porque estos entes pueden destruir a la raza humana si se lo proponen; pero no es el momento. Los que se adentran en territorios desconocidos merecen ese castigo; pero las advertencias que nos dejan son más valiosas. Hay una inspiración en los trabajos de William Hope Hodgson. En lo particular disfruto La casa en el límite, o La casa en el abismo. Se nota la influencia que tiene una vez que leemos a Hodgson, pero pienso que Lovecraft hizo un trabajo de redacción más refinado; su barroquismo adjetival marca una gran diferencia.
De mis favoritos es “El Morador de las tinieblas”, una criatura más oscura que la noche que le teme al menor destello de luz. Cualquiera podría pensar que es fácil esconderse de esta criatura. Pero pensemos que siempre habrá un instante de nuestra vida en que estemos a oscuras. Si a esto añadimos la mala fortuna de un apagón y una tormenta que apaga todas las velas, la situación no puede ser más horripilante.
Hay muchas referencias a las historias de Lovecraft. De mis favoritas están la canción “The Call of Ktulu” de Metallica, y un cuento de Borges llamado “Ther Are More Things”. Las dos películas recientes que hay de la obra de Lovecraft no son tan aceptables; pero los cómics son otra cosa. Los trazos son tan esquizoides que reflejan por completo el sentimiento que debió tener Lovecraft al imaginar sus historias. Su biografía es bastante curiosa; pero esto queda bajo consigna del cósmico lector; y, asimismo, la invitación a enterarse sobre el Foro “Poéticas delHorror”, donde se hablará la siguiente semana justo de estos temas.



viernes, 7 de agosto de 2015

Cinefilia

Si de edades se trata, cada generación tiene un gusto distinto y algo que separa completamente la forma de ver el mundo es lo que los sociólogos han tratado de llamar “plataformas” o “soportes”. Los sumerios leían en tablillas de arcilla, la Edad Media vio la transición del pergamino al libro y cuatrocientos años después, tuvimos la fortuna ―o no― de pasar a la pantalla que amenaza con suplantar a nuestra apreciada plataforma de papel. Desde que los hermanos Lumière proyectaron ese tren en dirección a sus espectadores, muchas plataformas han resguardado el material audiovisual. De igual modo han existido diversas maneras en que la sociedad observa este hecho.
La primera ocasión en que la imagen cobró vida, puede remitirse a la primera ocasión en que las sombras del hombre primitivo se proyectaron en las cuevas neolíticas. Los chinos desarrollaron un sistema más tecnológico en el siglo vii. Su idea de “sombras chinescas” era una pantalla de papel arroz iluminada por la parte trasera donde se podían proyectar pequeñas figuras de papel. Desde la Dinastía Tang hasta la Dinastía Song tuvieron lugar compañías de teatro que iban por las casas de los nombres y los pueblos para transmitir su arte. En el siglo xviii ya se conocía en casi toda Europa el teatro de sombras chinas Gracias a los viajes de Marco Polo. De ese entonces, y hasta finales del siglo xix nada impactó tanto como los fotogramas consecutivos que para los Lumière ―“Luz” en francés― era meramente una moda pasajera. Estos rollos se convirtieron en objetos coleccionables de la tradición cinéfila.
Cuando alguien se enamora de una historia leída, tiende a conseguir el ejemplar en físico y tenerlo en su colección privada; pero con las películas no fue posible en sus inicios. L'arrivée du train es el primer rollo de película datado en 1895 debería costar una buena cantidad de millones. Los Lumière no imaginaban que más tarde celulares y computadoras ―convendría explicarles primero qué son dichos affaires― grabarían videos en un espacio infinitesimalmente pequeño.
Pero de ahí en más se fue evolucionando. Desde los primeros cartuchos, hasta los casi olvidados beta o vhs, sirvieron para coleccionar películas. Introducidos por Sony en 1975, las videocasetes beta llegaron a ser orgullo, prez y gloria de los cinéfilos. Aquellos aficionados de las producciones audiovisuales conservaron sus películas en un espacio de 156 × 96 × 25 mm. El cartucho brindaba la comodidad para reproducirlas en la pantalla chica sin necesidad de un proyector especializado. La manía de los vhs y su gran utilidad causó la primera ola de aparatos obsoletos. Aunque ya estaban los casetes de audio remplazando los vinilos, las películas hicieron que se notara aún más este paso hacia el futuro.
Los vhs de Panasonic dominaron el mercado cinematográfico desde la década de los 80 dejando a Sony con un mal sabor de boca. Todos los despampanantes ejercicios mercadotécnicos de compañías como Walt Disney Studios Motion Pictures ―heredados de Buena Vista Pictures Distribution― como teñir de color pastel sus casetes, colocaron al vhs sobre el beta y Betamax. Todos apilados, emulaban una colección de libros de puestos de periódicos, con los rostros del protagonista o princesa en turno en la parte de arriba, y la tipografía particular de la película en cuestión, las colecciones de Disney se hacían notar en toda casa con varios ejemplares.
El dvd rompió el encanto de Cenicienta en 1995. Llegó como una ampliación del poder del cd-rom de Phillips. Su poder era mucho mejor que el de su predecesor y, en definitiva, se podían almacenar más cosas en él. Las películas tenían una calidad desbordante. Aún no se conocía el término hd ―equivalente a 720p―, pues el dvd funcionaba entonces en televisores de 600p, que significa el número de líneas verticales en barrido progresivo.
Los dvd permitieron al mundo digital guardar datos y películas que en su tiempo acumulaban muchísimo espacio en el ordenador para resguardarlos en esas carteras con separadores de fieltro blanco. ¿Cuántos no quemamos “Música A-J” y “Música K-Z” en dos dvd? Aquí nació también la compraventa desmedida de los marcadores permanentes de punto fino, todo gracias a la comercialización del dvd que ahora nos golpea como un problema ambiental.
Así nació un modo distinto de almacenar películas excesivamente. Internet tenía ya la velocidad necesaria para no tardar una semana en bajar un capítulo de 20min, sino día y medio en una película de moda. Aunque a veces los subtítulos estaban en un idioma apenas reconocible, las películas fueron invadiendo internet, surgiendo páginas para descargar subtítulos en tu idioma. Además, con la salida al mercado de los discos duros externos, se podían resguardar en un volumen menor al de una Biblia de bolsillo, todas las películas de Disney en medio terabyte.
Hoy en día, el almacenamiento de películas se ha vuelto innecesario. Borramos fotografías ―que de “grafía” ya no queda mucho― de nuestros celulares cuando se llega al límite de memoria. No dudamos en eliminar programas que antaño nos sirvieron, o videos ―que siempre ocupan bastante― sin chistar. Muchos archivos son omitibles; sin embargo guardamos con recelos otras cosas que nunca saldrán de nuestra vida, como un viaje, un primer “algo”, o aquella imagen donde uno se ve excelente y seguro decora nuestro perfil en redes sociales.
La vida se transforma en un click. Ya ni siquiera se guardan vínculos o marcadores en el buscador de interne, dejamos que Google nos indique el camino. Cuando mucho se crea un bloc de notas ―notepad para los ingenieros en sistemas que conocen el atajo Win+R― y se deja en el escritorio pensando en regresar a él. Se regresa; pero muchas veces el tiempo y las prisas nos obligan a cerrar el archivo .txt y continuar en la procastrinación y el zapping.
Las nuevas generaciones ―y las no tan nuevas― prefieren buscar la música en YouTube a descargar canciones en su computadora o celular. Lo que era antes un ritual extraño: entrar con el celular a al baño para escuchar música en la ducha, ha devenido para muchos quienes prefieren su “Lista de reproducción” y esperar a que se carguen los videos al tener una mala recepción del WiFi, lo que hace, además, espantoso el suplicio de descargar una melodía.
Lo mismo acontece con las películas. Aquellos orgullosos coleccionistas que tenían en su haberes digitales cientos de películas ―y entre su acervo incluyen algunas no tan buenas―, empiezan a suprimirlas como si fuesen fotografías tras la aparición de servidores como Netflix, ClaroVideo o Popcorn Time. Vale más la pena guardar otra tipo de archivos que películas encontradas con elativa rapidez en internet. Ya muy poco queda de esas cacerías de videos extraños o la compraventa en mercados subculturales donde uno podía adquirir el famoso “cine de culto”, que iba desde lo pulp, lo noir y demás términos rimbombantes.
El mundo de posibilidades está limitado ―igual que la televisión por cable― a varias centenas de programas, pero ―igual que con los libros― sería imposible verlas todas, y esto lo hace un catálogo bastante amplio, pues en una sociedad de apuros, no se podría dedicar mucho tiempo a estos placeres de la pantalla. Si se decide ver una serie televisiva por completo, es como leer toda la producción de un autor conocido. Series intensas de más de 40 min están revolucionando el mundo de las producciones audiovisuales. Algunas series de la bbc como Sherlock, o especiales de Doctor Who, duran poco más de 90 minutos de intensa acción, donde nadie osaría despegarse de la pantalla si no hubiera la opción de pausar y continuar viendo horas más tarde. A veces resulta es más entretenido seguir una serie de ocho temporadas que una película. Eso dependería del espectador, sus gustos, espalda y alma crítica.

La felicidad siempre ha sido relativa. En ocasiones comprar un helado en un día caluroso nos da tanta satisfacción como terminar una carrera universitaria o ganar un premio; pero el coleccionismo audiovisual ―al menos contemporáneamente― ya conserva kilogramos de cinta o discos compactos; sino marcas de “Visto” y calificaciones de cinco o cuatro estrellas un centenar de películas y de series. Las colecciones se han vuelto digitales. Muchos sufrirán cuando un servidor se caiga y no encuentren sus películas en la lista de espera que jamás verían. Son los mismos comportamientos que en siglos anteriores, pero ahora en 2.0. La felicidad y los gustos han cambiado; para ser cinéfilo, basta conectarse a la red con mayor intensidad.

sábado, 1 de agosto de 2015

Un nuevo autor consagrado: El libro del cementerio

Mis lapidarios lectores, el día de hoy les traigo una novela considerada para jóvenes; pero que sin duda debe ser leída junto con algunos otros libros del autor. El libro del cementerio de Neil Gaiman es sin duda una autoridad en la literatura infanto-juvenil.
Recuerdo que lo conocí gracias a la película Stardust (2007), que me llevó a comprar el libro en la siguiente Feria Internacional del Libro. De ahí pasé a otra de sus obras: Coraline, la cual también tuvo versión fílmica y que tuve la fortuna de leer después de la película. Por razones desconocidas, considero que sus películas son mejores que los libros, quizá por la intervención directa de Gaiman en el guion, o porque sus historias están más enfocadas a ser vistas que leídas.
Gaiman es un buen escritor que ha llegado a tener poder entre los autores, no sólo por firmar con una gran editorial sino que posee una buena narrativa. Los libros que se contaron aquí son apenas un ápice de su trabajo autoral. El que nos compete ahora es El libro del cementerio. Un ejemplar relativamente reciente que causó euforia entre los lectores pues era una historia novedosa para el público joven.
Si conocen el capítulo de The Simpsons donde aparece este autor, recordarán que lo pintan como un ladrón de historias. No es así, pero sí toma muchos elementos del cuento de horror del siglo xix. De hecho, no es el único instante donde lo hace, pues su novela gráfica The Sandman también contiene interesantes referencias a este siglo. La historia es la de un bebé que tras el asesinato de sus padres termina escapando ―sin explicación aparente― hacia un cementerio, donde es adoptado como fantasma honorario y cuidado por los residentes. Aunque hace el mismo juego nominal que J.K. Rowling y le pone nombres encriptados a sus personajes para que más tarde tengan sentido sus poderes especiales, es interesante cómo maneja la mitología dentro del libro. Sobre todo si se conoce un poco del folklore américo y británico como para conocer al personaje nombrado “Jack”.
Algo que el lector mexicano quizá no sepa es que este libro surge de otro, un cuento del libro M is for Magic, horriblemente traducido como El cementerio sin lápidas y otros cuentos, donde el protagonista de esta novela incursiona en un bosquejo del mundo que será desarrollado más tarde. No es curioso que suceda esto en un lector. Muchos autores como Julio Cortázar tuvieron sus cuentos estilo “El perseguidor” de donde salió la enigmática Rayuela, y hay otros como Alfonso Reyes y “La cena” que sirven de base para para otros como lo fue Carlos Fuentes y Aura.
No se está haciendo cacería de brujas con Gaiman. Tiene un talento increíble y pone en palabras nuevas temas viejos. Tiene también ensayos como aquel que die que hay libros niños y niñas, o cuentos para niños increíbles. El talento de este autor, mis lapidarios lectores, no debe pasar inadvertido y posiblemente forme parte de los best-sellers, pero no por ello hay que dejar de lado lo que ha escrito.




viernes, 31 de julio de 2015

El cómic, el manga y otras aberraciones semióticas

El cómic conlleva todo un proceso creativo donde se involucra una excelente imagen con una excelente historia; pero algunos no entienden a la literatura y a la metáfora visual conviviendo a la par semánticamente. Desde sus inicios las publicaciones periódicas, como diarios o revistas ―allá en 1789 cuando la litografía fue inventada―, la historieta abrió su propio camino a golpes tipográficos. Ignorar esta tradición de más de cien años sería ofensivo. ¿Qué seríamos sin caricaturas políticas?, ¿cómo disfrutaríamos de las películas de superhéroes si nadie los hubiera imaginado y luego dibujado? Lo que en un inicio se relegó a ser cuatro imágenes consecutivas decorando los periódicos para continuar leyéndola día con día, o recortarlos para leer la historia completa ―como solía hacer mi madre en sus tiempos de juventud― de “Flash Gordon” o “El fantasma”.
Desde el siglo xix la historieta venía entreteniendo al mundo. La época decimonónica fue famosa en la literatura por sus revistas literarias. A la par surgieron en Europa ciertos libros ilustrados como Hogan’s Alley (1895) de Outcault, The Katzenjammer Kids (1897) de Rudolph Dirks, y Happy Hooligan (1899) de Frederick Burr Opper. Estos son un punto de partida, pues incluyen los famosos globos de diálogo y la integración directa del texto con la imagen.
La Francia del siglo xx, tiene en sus anales la bande dessinée, ―traducido como “tira cómica”―. Los franceses tienen tesis sobre Las aventuras de Tin Tin, del vikingo Asterix, o de los galeses Les Schrompfs ―Los pitufos en América Latina―. Cada país tiene sus hitos del cómic, pensemos en Hispanoamérica: el chileno Condorito, en Argentina está Mafalda, único personaje ficticio del Salón de la Fama en la Casa de Gobierno de Buenos Aires. Estados Unidos tiene los suyos: Garffield es un ejemplo; pero también existen superhéroes de todos los tipos. Tanto Marvel como dc son emprendedores de la integración de nuevos elementos como salir de las viñetas y abusar de los colores.
Desde chico aprendí lo directas que pueden ser las artes plásticas. Remedios Varo fue la quien me enseñó eso, aún sin saber quién había pintado semejante cuadro surrealista. En mi cabeza conceptos como “surrealismo” no tenían cabida alguna. Esa imagen perdida en alguno de los libros, aparecía entre las páginas para mostrarme a tres hombres con sombreros extraños bebiendo frutas con un popote. Había más narrativa en los “Vampiros vegetarianos” que en esos libros de $5°° comprados en puestos de periódicos; pero compararlos con la colección de Julio Verne de mi abuela la cual devoraba con deseo en vacaciones, era imposible.
La literatura es un medio perfecto de dar mensajes, es un mar de letras donde cada signo posee un significado único. Fue Spawn el primer cómic que leí donde llegaron esos sentimientos encontrados los cuales hasta ahora me persiguen. Me es imposible concebir la unión de imagen y texto de modo tan fragmentario. Fue hasta hace cinco años cuando aprendí la riqueza del libro-álbum, pero sigo sin sentir aprecio por el cómic. Spawn jugaba perfectamente con eso. La tipografía tan desorganizada, las marcas de tiempo, el payaso tan colorido que rompía con la obscuridad de las páginas como un Eso de Stephen King. Ese justiciero distinto a Los superamigos rompía mi idea de Verdad y ―aún más― de Justicia. Todo me causaba una repulsión inconmensurable. Algo molesto era revisar cada detalle de las viñetas, en ocasiones ni siquiera estaban completamente definidas. Tras comprar ocho números, decidí que no era lo mío. La unión de texto e imagen disparaban en mí un desasosiego tal que me fastidiaba tardar tanto en leer algo ―en apariencia― de tan pocas páginas.
Intenté con su versión japonesa: el manga. Sólo conocía su modo de lectura: tomar el ejemplar al revés, simulando empezar por el final, y realizar una lectura de la izquierda superior derecha a la inferior izquierda, como si de una “z” invertida se tratase. Era pleno apogeo de editorial Vid en México, la cual ―además de publicar excelentes libros ahora desaparecidos― trajo títulos como X-1999, Rouroni Kenshin, Love Hina o Shaman King, las cuales en su versión de anime estaban ganando seguidores muy fuertes en internet e incluso en televisión americana.
Esta situación debe ser similar a la sufrida por los seguidores de Harry Potter. Seis libros para no leer el séptimo era una ofensa al todo lo invertido en la saga. Imaginen gastar cerca de $100°° en manga quincenalmente y descubrir que, como le dicen a Mario en cada nivel: “La princesa [y el final de la historia] está en otro castillo”. Con esa fórmula Dr. Who llegó a los 50 años. Ya en el primer capítulo dejaban la intriga de saber a dónde o cuándo les había enviado la tardis. Sólo conocíamos al Doctor, a su nieta y a los dos profesores quienes no hicieron más en el primer capítulo que dar pistas de la extraña nieta del Doctor. Pero generar intriga al lector o espectador es un recurso de folletín del siglo xix, de bardos y juglares de la Edad Media, de Sherezada en las 1001 noches o relatos anteriores.
Seguir una historieta ―venga del país que venga― es una tarea titánica. En Japón los maga llegan a 300 tomos y hay compendios de dc con 500 tomos. Si es un problema meter libros en estanterías, basta imaginar tantos manga. Al menos el cómic es de un tamaño reducido; pero el manga parece un libro de bolsillo, lo cual complica su almacenamiento. Quizá por ello siempre he sido partidario de ver los anime que a leer la versión impresa. Aunque es como las películas basadas en libros, las cuales, a pesar de sus buenos efectos especiales, siempre podrás decir “Está mejor el libro”. El seguir este tipo de impresos es como seguir a Agatha Christie en vida, 66 novelas ―67 según Dr. Who― y 14 libros de cuentos. Es casi el mismo peso que todo el manga de Naruto, Fairy Tail o One Piece. Existen ―hablando de crímenes y detectives― series como Detective Conan la cual ―superando a la escritora británica por mucho― rebasaba los 80 volúmenes con 900 revistas editadas.
La historieta sigue evolucionando. Las versiones cortas de los periódicos están todavía presentes. Las redes sociales tienen comiquitas de Mafalda. La palabra “Meme” ha cobrado fuerza. Ya muy pocos preguntan el significado de “Meme” como pasaba hace diez años cuando 4chan.com comenzaba a establecerlos. Una raíz tan antigua como lo es el griego “mímesis” da origen al término “Meme” y marca una evolución de nuestro modo de pensar, pues a diferencia de lo que yo creía con el cómic, las imágenes se van juntando con la literatura, a modo de una minificción donde memorizamos la razón de ser de cada imagen.
Los libros siguen sin imágenes, a menos de que se trate de una historia infanto-juvenil; las fotografías y pinturas no necesitan un texto más allá del título dado por el autor. Todavía estamos en una época de cambios. La cultura actual podrá cambiar en cuestión de meses. Diez años adelante seremos una civilización memética donde la palabra y la imagen estén unidas indisolutas. Incluso el Meme podría remplazar a muchos modos de comunicación.
Desconozco todavía no pueda apreciar correctamente algún cómic o manga. La tira cómica argentina llamada El Eternauta se considera “alta literatura” según algunos críticos. Asimismo, series tan envolventes como Arrow y The Flash, basadas en cómics, me hacen pensar en que si se le dedicaron cuarenta minutos a cada uno de los más de 20 capítulos por temporada a su versión audiovisual, un lector que considera el cómic o el manga como una aberración semiótica, podría enfrentarse a un híbrido como tales.
Imagen, literatura, crítica social y un poco de metáforas juntas parecerían una buena combinación de compleja recepción. Los tiempos cambian y las imágenes saturan las redes sociales, en todos lados vemos signos y símbolos, no se puede dejar de lado la apreciación del cómic y del manga, pues muestran más de una verdad; si alguien no lo comprende, no por ello debería ser despreciado.

Julio 2015