sábado, 21 de noviembre de 2015

El más generoso de los géneros: El ensayo

Mis ensayistas lectores, el día de hoy les traigo, más que una recomendación por cierto

libro, por un tipo de obra en particular. Hace tres meses, entré a un taller de ensayo

literario, impartido por Israel Carranza, un importante miembro del campo literario en las

ciudades de Guadalajara. Este taller tiene una tradición enorme en diferentes partes y

suena sorprendente cómo ha evolucionado.

Columnas anteriores, se habló de varios ensayistas, e incluso en una ocasión se

recordó el origen de este tipo de trabajos; pues ahora veremos el lado más flojo y menos

académico del ensayo literarios.

Por mucho tiempo existieron tres grandes géneros: prosa, verso y drama. Del último

(el teatro) no hay mucho qué decir. Las características del texto dramático están bastante

definidas; sin embargo, la prosa puede llegar a ser muy general, pues “prosa” es todo lo

que no está escrito en verso. Aquí podemos decir que los apuntes de la escuela son prosa,

una lista de supermercado, un trabajo sobre medicina. Esta situación causó muchas

confusiones de términos. Incluso, algo sumamente gracioso, los estudiantes de ciertas

carreras que poco tienen relación con las humanidades, denominan a los libros con los

que trabajan, como “literatura”.

Fueron estas inespecificidades las que en el siglo XVI, llevaron a Michel de Montaigne

a escribir sus Essais (Ensayos) donde trataba temas de lo más diferentes, argumentando

las posibilidades sociales de muchas de esas cosas. Más tarde, esto se volvió una nueva

manera de explicar el mundo, sobre todo cuando se hacían tratados en busca de

explicaciones.

Nos llegan a nuestro día cinco siglos después, y su evolución es bastante notoria. Lo

que al inicio eran cartas a Sus Majestades para tratar ciertos asuntos de saber popular,

ahora son temas que a todos nos pueden conmover y maravillar. Desde el uso de una

estilográfica y su historia, cómo disfrutar una comida, el modo correcto de vivir en

Estambul, o las variedades que tiene el anime y el manga en nuestro México actual. La

concepción del ensayo es la de mostrar una perspectiva reflexiva que no se se había hecho

anteriormente. La visión del mexicano por Octavio Paz o Robert Barthra, las calles de

Vicente Quirarte, la perspectiva feminista de muchas escritoras, cómo conciben la

creación otros, y sobre todo, por qué somos lo que somos.

¿Filosofía? Claro que sí. Todo ensayo responde a ciertos cuestionamientos. Ya sean

propios o antropológicos, todo buen ensayista está filosofando cuando trata algún tema.

Como dijo una compañera del taller de ensayo: “es un gusto saber que lo que escribía

tenía nombre”. Es verdad que el ensayo es el más generoso de los géneros, pero también

es un caso sumamente amplio. Cualquier reflexión especulativa puede ser un ensayo, una

pregunta lanzada al aire, un recuerdo sobre un viento específico es un ensayo. Todo cabe

en este cajón. Yo me considero un purista de las clasificaciones, y he teñido pleitos al

respecto con profesores de la universidad, pues no creo que todo sea un ensayo, pero sí

creo que al tener una misión reflexiva, la intención de comunicar argumentos, y volver a la

tradición filosófica del qué, cómo, cuándo y dónde; tenemos un ensayo.

Mis ensayistas lectores, sigan enviando sus correos, comentarios y demás. Su opinión

es muy importante para seguir hablando en esta columna. Sus mensajes son siempre

respondidos.

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