sábado, 22 de agosto de 2015

De detectives medievales: El nombre de la rosa

Mis abádicos lectores, hace mucho tiempo que lloro la pérdida de un libro. En un curso de literatura fantástica que di, apareció una asistente bastante amigable con una petición. El libro era ―y sigue siendo― caro. Ediciones DeBolsillo con más de 1000 páginas, y que prometí volver a leer algún día. Ese día llegó ―no con el libro― adquiriendo de vuelta ese ejemplar ya con más de cinco años desaparecido. Así suele ser la vida del promotor de lectura, no puede dejar de prestar libros como El nombre de la rosa de Umberto Eco.
Muchos llaman a este libro como “En el nombre de la rosa”, cinco-seis amigos me han abordado para decirme mi error; pero ni la versión italiana, ni en español veo ese “En”; lo que sí comprendo es su confusión pues la obra se desarrolla en un monasterio medieval y está cargado de plegarias y descripciones. La confusión podría salir por eso. Es un ambiente oscuro y fúnebre, como en cualquier abadía. La historia comienza con la llegada de Adso de Melk y su mentor: Guillermo de Baskerville para investigar un extraño asesinato de un clérigo. En los siete días en los que se desarrolla la novela, conocemos las muertes hechas por un monje que resguarda un tesoro.
Lo magnífico de la novela es lo tardadas que pueden ser las descripciones. Recuerdo la descripción de un libro hermosamente decorado que tardó cuatro páginas en terminar de mostrarse ante mis ojos. La prosa de Eco es altamente barroca en este libro. Entra en detalles tan finos y pulcros que asombran al lector. Con el bibliotecario ―Jorge de Burgos― tiene una acalorada conversación detallando todo, ya sea el cuerpo humano visto por dentro, los decorados de las paredes, o el modo en que un monje tiene sueños eróticos en las noches.
La novela fue escrita en 1980, pero lo más importante es la verosimilitud. Supone ser un manuscrito ―y qué manuscrito para el tamaño del libro― hecho por Adso de Melk en el siglo xvi. Él es el narrador, por lo que la crítica le nombra “novela histórica”. Todo esto es un juego de verdades que instala Umberto Eco. Él sabe perfectamente cómo involucrar al lector. Hacerlo partícipe de la confesión de Adso quien, no sólo trata de desenvolver el misterio de los asesinatos y conocer a su maestro ―quien para ese tiempo ha desarrollado ya unos anteojos―; sino también  encontrarse a sí mismo.
Hay referencias a Jorge Luis Borges, tanto en su bibliotecario ciego llamado Jorge de Burgos, como en la biblioteca de la abadía, muy similar a “La biblioteca de Babel”. También hay una unión de Sir Arthur Conan Doyle ―autor de Sherlock Holmes― en el apellido de Guillermo: Baskerville ―como El sabueso de Baskerville― con el nombre de Guillermo de Okham, un fraile franciscano dedicado al estudio y la escolástica.

Mis abádicos lectores, lean esta preciosa joya. Dediquen diez páginas diarias. Tardarán bastante, pero cada día tendrán ante ustedes un universo descriptivo y un misterio igual de terrorífico.


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