In memoriam Akira Toriyama
El otro día, al salir de clases, una
alumna me preguntó por qué el dragón se repetía tanto en todas las mitologías y
por qué el europeo —importante quedarse con el gentilicio—, ese que parece un
reptil al que le han agregado alas de murciélago, era tan diferente de todos
los demás. Como me considero un experto en mitología, esa pregunta detonó en mí
algo de extrañeza. Me di cuenta desde dónde preguntaba ella y noté que el
alienado era yo.
Nací al final
de la década de los 80 y mi consumo popular había ido de la mano de obras derivadas
de Dungeons and Dragons —hasta en el nombre, ¿verdad?— y otros hitos del
frikismo noventero. Desde esta perspectiva, resultaba ser que yo conocía más
bien un tipo de dragón específico y me sentía cómodo con ello. Esto, ha
ido cambiando de tanto en tanto mostrándome deconstrucciones necesarias para mí
y muchos de mi generación. Y es que, en mi juventud, al dragón europeo sólo se
le llamaba “dragón”: no necesitaba ningún epíteto. Un dragón debía ser así, era
la representación obligada, era el arquetipo de dragón. Curioso que iban de la
mano de nuestra creencia en aquel entonces sobre los dinosaurios: escamas, colmillos;
nada que ver con plumas, ni todo esto que hemos descubierto a los albores de
seis películas de Jurassic Park.
Ilustración 1.Shen Long. Personaje creado por AkiraToriyama
Volvamos en el
tiempo y pensemos: antes cualquier cosa que no entrara en el referéndum de un
dragón europeo debía señalarse como una variante
atípica de este ser mitológico. Y
quedémonos en este adjetivo: resulta hasta obvio que, si vivimos en una
sociedad eurocéntrica, pensaremos únicamente en dragones europeos. Para
cotejarlo sólo basta revisar los únicos archivos que una persona promedio de
los 80 revisaría: enciclopedias familiares que eran refritos de la famosa Encyclopedie
francesa.
Recordando el Manual
de zoología fantástica de Jorge Luis Borges, realizado a la par de Margarita
Guerrero: el dragón es la mezcla del ave y la serpiente, llevando lo místico a los
terrenos superiores del cielo. Esta afirmación, dada por el escritor argentino,
resulta útil desde su premisa de que todos los animales de la zoología
fantástica son la mezcla de dos o más animales. Existe entonces un carácter
simbólico detrás de qué se une con cuál. En el caso de los humanos, con qué
animal se han fusionado para generar esos entes mitológicos como la sirena, la
arpía, el centauro y demás, ¿o qué les hace falta a ciertos seres para que
estén semiológicamente propuestos como un posible monstruo del folklore?
Ilustración 2. Carta
“Polimerization” del juego Yu-Gi-Oh! (Studio Dice, 2020)
Desde esta
perspectiva, en la que se unen lo terreno y aéreo en este ser, podríamos
entender el gusto por colocar a Quetzalcóatl como un posible dragón y no una
deidad como lo es. China tiene una versión de su dragón muy similar a Quetzalcóatl;
aunque la cara de león del Long, atiende más su carácter como ser elemental más
que como deidad. En China, los dragones son un símbolo directo de la
meteorología, los portadores de tormentas y huracanes. Puede resultar curioso
que, en otros puntos del planeta, el perfil meteorológico no se le atribuye a
los dragones; sino que son simplemente entidades malignas. En Asia, los dragones
no son malos, son entidades que pueden crear o destruir: son la naturaleza
misma. Sí son parte del ying (el lado
negativo del taoísmo), pero si se recuerda esa imagen: incluso el mal puede tener
algo de positivo al final: como una lluvia torrencial puede recuperar a las
familias de una temporada de sequía.
Pongámonos a
pensar en culturas dicotómicas donde existen la maldad y la bondad totales. Para
el catolicismo, San Jorge fue beatificado gracias a que asesinó al último
dragón existente. Una contradicción un poco extraña porque la existencia de la
santidad de San Jorge está vinculada con la existencia de los dragones. Incluso
tiene un día dedicado a su figura que ha trascendido del mero santoral y ahora se
celebra a la par del Día Internacional del Libro y de Derechos de Autor:
atípica concordancia donde un ser de fantasía se vincula con Cervantes y
Shakespeare. ¡Bonita farsa literaria!
Si reflexionamos
qué significa ser un dragón, podemos dirigir la mirada a la cultura popular:
llámense videojuegos, anime o cómics.
Cada una de estas manifestaciones de contracultura tiene una versión extraña y
distinta de lo que podría ser un dragón. Gracias al arte steampunk, nos
hemos dado cuenta de que existen mechadragones o tecnodragones los cuales, como
su nombre lo indica, tienen algún aparato tecnológico que les permite existir o
que son constructos con la forma de dragones. Si nos ponemos a pensarlo bien:
darle herramientas a un ser de por sí magnánimo, los colvería más peligrosos
aún de lo que ya son.
Ilustración 3. “Steampunk Dragon In A Victorian City”, imagen generada por DALLE2,
prompteo de Chainsaw3r
Aquí quisiera
reflexionar en un ejemplo muy particular de la cultura: Pokémon. En esta saga de videojuegos, se introdujo desde su primera
generación (1996) a los Pokémon tipo Dragón, habiendo sólo un Pokémon raro y sus
tres evoluciones: Dratini, Dragonair y Dragonite. Reflexionemos, ¿Charizard no
merecía salir más allá del tipo Fuego? Podría haber sido de varios tipos; pero el
tipo Fuego-Volador se dio hasta los números 643, 776 y no fue hasta la
Megaevolución X que se le concedió este honor.
Si nos quedamos
en esta idea, existen demasiados Pokémon que no merecerían ese título porque
realmente no parecen un dragón, pienso en Applin, una manzana con ojos que
tiene el tipo dragón y que puede evolucionar en una manzana tipo Jack.on-a-box o en un pay de manzana dinosauriesco.
Y a pesar de su origen mitológico del Ladón, y el jardín de las Hespérides, no le
hace justicia al tipo Dragón-Planta. Pese a que su forma, y que respeta
totalmente lo que se creía en aquellos años 90 de lo que se creía debía ser un
dragón, a Charizard no se le concedió un pedestal entre los dragones: fue hasta
2013 que las Megaevoluciones le hicieron justicia; pero nuevamente… fue en
2013, año de la Serpiente.
Ilustración 4. Pokémon 840: Applin
Pero, entonces,
volvemos a la pregunta original de mi alumna y me arriesgo a dar una nueva
pregunta a modo de respuesta: ¿Qué vuelve a un dragón, un dragón? Podemos ver
la perspectiva mitológica, la de Borges, simbólica, la que nos da la cultura
popular, o ignorar todas las buenas costumbres críticas y literarias y hacer
que una cucaracha tenga los atributos del tipo dragón.
Todos tenemos
una perspectiva distinta sobre la vida, el arte y las características propias
de los seres mágicos o mitológicos; de hecho, ¿no es este uno de los rasgos más
importantes del arte y la deconstrucción? Pero aquí, a punto de acabar este
ensayo, miro al pasado y observo tanta burla y discriminación que se le ha
hecho a Charizard por parecer un dragón y no serlo. Reflexiono cuántas personas
que no se identifican con su cuerpo piden ser llamadas de otra manera para
poder hacer una justicia social y me pongo a pensar, es 2024, año chino del
dragón, y lo digo: ¿Qué le costaba a Game
Freak darle este reconocimiento antes? Pero más me duele, que en este año
del dragón, muriera Akira Toriyama, quien nos echó un balde de agua fría a
todos aquellos que crecimos pensando en que los dragones tenían alas y nos
demostró que Shen Long estaba entre aquellos a los que debíamos llamar “dragones”
sin ponerle ningún epíteto.
Ilustración 5. Meme de Redit (https://www.reddit.com/r/MandJTV/comments/y53p4c/charizard_can_finally_become_a_dragon/)
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