viernes, 25 de julio de 2025

Mshaaaaaaj

 

Ayer subí una foto sin camisa donde me gustó mucho cómo se me veían los incipientes músculos que ando desarrollando. Tuve mucho apoyo y me dijeron que me veía muy bien. La verdad yo encantado con el físico que ando agarrando, no por la pedantería de "Estoy sexy" —que sí la hay, claro— sino porque esa foto es un: "Te estoy ganando, pinche diabetes... esto es prueba de que, aunque tenga los genes jodidos de mis papás, puedo contra eso y más" (recuerden esto de la herencia: van a ver por qué).

El subirla fue idea de mi psicóloga: "Es una manera en que puedes dejar claro en quién te estás convirtiendo y demostrar tu esfuerzo de estos más de 100 días de trabajo", palabras más, palabras menos. Y es que… ¡sí me gusto! Estoy aprendiendo a querer mi cuerpo, cosa que no hacía desde hace 24 años, período donde me dejé perder en excesos, novios tóxicos, videojuegos, posgrados y enfermedades. Mi psicóloga tenía razón: esto es lo que ahora quiero ser: me gusta sudar y ese dolorcito en el pectoral un día después de hacer press inclinado. ¡Me mama ese dolorcito!

Pero, ¿cómo llegué a esto? Tuve que darme cuenta de que mi futuro podía ser horrible en caso de que no me cuidara. Imaginen: un papá fulminado por un ataque cardíaco al correr tras su pequeño; un hombre que debería sufrir diálisis mientras el hijo está en la universidad; un rescoldo de persona que en varios años ya no tendría intimidad y que su cuerpo estaría fofo y descuidado… Es alarmista, lo sé. Pero, ¿de qué otra manera le agarras el pedo a esto de sobrevivir por tus seres queridos?

¿Pero saben qué? ¡Hablando de seres queridos! Mi familia terminó diciéndome que me veía obsceno; que iba a perder mi trabajo por andar mostrando lo que millones de gente en TikTok enseña (y ellos sí tienen cuerpos para presumir); que de qué me sirve un doctorado si voy andar así de vulgar... Me bajaron de mi "Weeeeey, 400 likes a una foto” y de mi "¿Quién está compartiendo mi video en TikTok?" a un: "¿Sí tendrá razón mi psicóloga?". Justo estas dudas infundidas de mi familia (les dije que las herencias iban a ser importantes) son las que externé en terapia: "¿Qué dirán mis compañeros de trabajo de eso? ¿pensarán que soy muy vulgar?". Los traumas se aprenden desde casa, dicen.

¿Ubican ese chiste de que los mexicanos tenemos una frase que menosprecia cualquier comentario dicho por otra persona? Pues cuatro meses de ejercicio y perder 11 kilos (que eran 16 de mi punto más redondo); cuatro meses de un 120 de glucosa en ayunas a pasar a un más normalito 103… con incluso un par de registros de 97; pasar de bofearme en las escaleras del Tren a poder levantar una ridícula cantidad de 20 kg en mancuernas; la sensación de agotamiento total por hiperglucemia en mis días y unos pies rasposos a una piel suave y tener energía para hacer mi rutina casi todos los días y hasta para la noche… Todo esto, desacreditado con un pinche “Qué vulgar te ves”. Esa respuesta que me dio M. Duras fue el “Mshaaaaaaj” de cualquier mexicano. Esa interjección contra la que no puedes decir nada. Esa interjección que se siente como la dulce venganza de 124 mg/dL en ayunas.