lunes, 18 de agosto de 2025

Un libro sobre el mundo del libro: El viajero onírico

 

Mis soñadores lectores, toca hablar hoy de un libro que parece soñarse a sí mismo, para despertar nuevamente y volver a caer en el sopor de su propia escritura. El viajero onírico (2025) es un constructo literario diseñado por el peruano Jorge Casilla. Este autor parecería haberse contemplado en el espejo un día y preguntarse qué significa el hecho de tener algo escrito. La metaliteratura —ese juego que nos fascina de que un cuento trate sobre cómo crear cuentos, o en general de la Ciudad Letrada— es el gran eje que sostiene esta obra. Así, la textura del libro se encuentra dentro del libro: los relatos se abren para recordarnos el artificio de un autor que nos tiende trampas; como alguna vez dije en una entrevista que me hicieron en Argentina: “Yo autor te voy a mentir, y tú lector me vas a creer”.

Pues, en esta tradición de recurrir a la ficción para hablar del mundo que rodea a la ficción y —sobre todo— de cómo se desdobla en la narrativa, Jorge Casilla recorre desde Cervantes hasta Borges con personajes que saben que son personajes, narradores que dudan de sus relatos y finales que se reescriben. Aquí, El viajero onírico camina por bibliotecas que reconoceremos fácilmente si somos asiduos a la lectura. En este sentido creo que la metáfora del viaje funciona bastante bien para intitular a la antología pese a que su cuento en realidad tiene un contexto más lovecraftiano de lo que uno esperaría.

En estos cuentos, la ficción se pliega sobre sí misma y explora desde ángulos diversos el artificio narrativo: en “De lo que le sucedió a Don Quijote en el bosque de Roque Guinart” se reconstruye, en clave académica y fantástica, la escritura misma del clásico cervantino tras la intromisión de Avellaneda —figura de por sí estudiada en la metaficción—; “Anónimo” me gustó mucho por convertir una conversación de bibliófilos en una disertación sobre la autoría; “Nostos” nos presenta una Nueva Lima futurista, una droga letal y héroes imprudentes; «El viajero onírico» es un relato de ocultismo en nota de horror cósmico con policíaco. Con miedo de pecar de reduccionista, sólo quiero recomendar estos porque son los que más se avocan a mis temas de investigación y los más curiosos en tanto a un manejo metaliterario.

Mis soñadores lectores, cierro con la idea de que El viajero onírico se sueña para ser leído, y se lee para seguir soñando. Conozco a este escritor como un buen amigo, pero no por eso soy condescendiente. Es un buen material y, sin duda, su narrativa puede cautivar a más de alguno.

Portada de El viajero onírico (2025) de Colmena Editores

viernes, 25 de julio de 2025

Mshaaaaaaj

 

Ayer subí una foto sin camisa donde me gustó mucho cómo se me veían los incipientes músculos que ando desarrollando. Tuve mucho apoyo y me dijeron que me veía muy bien. La verdad yo encantado con el físico que ando agarrando, no por la pedantería de "Estoy sexy" —que sí la hay, claro— sino porque esa foto es un: "Te estoy ganando, pinche diabetes... esto es prueba de que, aunque tenga los genes jodidos de mis papás, puedo contra eso y más" (recuerden esto de la herencia: van a ver por qué).

El subirla fue idea de mi psicóloga: "Es una manera en que puedes dejar claro en quién te estás convirtiendo y demostrar tu esfuerzo de estos más de 100 días de trabajo", palabras más, palabras menos. Y es que… ¡sí me gusto! Estoy aprendiendo a querer mi cuerpo, cosa que no hacía desde hace 24 años, período donde me dejé perder en excesos, novios tóxicos, videojuegos, posgrados y enfermedades. Mi psicóloga tenía razón: esto es lo que ahora quiero ser: me gusta sudar y ese dolorcito en el pectoral un día después de hacer press inclinado. ¡Me mama ese dolorcito!

Pero, ¿cómo llegué a esto? Tuve que darme cuenta de que mi futuro podía ser horrible en caso de que no me cuidara. Imaginen: un papá fulminado por un ataque cardíaco al correr tras su pequeño; un hombre que debería sufrir diálisis mientras el hijo está en la universidad; un rescoldo de persona que en varios años ya no tendría intimidad y que su cuerpo estaría fofo y descuidado… Es alarmista, lo sé. Pero, ¿de qué otra manera le agarras el pedo a esto de sobrevivir por tus seres queridos?

¿Pero saben qué? ¡Hablando de seres queridos! Mi familia terminó diciéndome que me veía obsceno; que iba a perder mi trabajo por andar mostrando lo que millones de gente en TikTok enseña (y ellos sí tienen cuerpos para presumir); que de qué me sirve un doctorado si voy andar así de vulgar... Me bajaron de mi "Weeeeey, 400 likes a una foto” y de mi "¿Quién está compartiendo mi video en TikTok?" a un: "¿Sí tendrá razón mi psicóloga?". Justo estas dudas infundidas de mi familia (les dije que las herencias iban a ser importantes) son las que externé en terapia: "¿Qué dirán mis compañeros de trabajo de eso? ¿pensarán que soy muy vulgar?". Los traumas se aprenden desde casa, dicen.

¿Ubican ese chiste de que los mexicanos tenemos una frase que menosprecia cualquier comentario dicho por otra persona? Pues cuatro meses de ejercicio y perder 11 kilos (que eran 16 de mi punto más redondo); cuatro meses de un 120 de glucosa en ayunas a pasar a un más normalito 103… con incluso un par de registros de 97; pasar de bofearme en las escaleras del Tren a poder levantar una ridícula cantidad de 20 kg en mancuernas; la sensación de agotamiento total por hiperglucemia en mis días y unos pies rasposos a una piel suave y tener energía para hacer mi rutina casi todos los días y hasta para la noche… Todo esto, desacreditado con un pinche “Qué vulgar te ves”. Esa respuesta que me dio M. Duras fue el “Mshaaaaaaj” de cualquier mexicano. Esa interjección contra la que no puedes decir nada. Esa interjección que se siente como la dulce venganza de 124 mg/dL en ayunas.




jueves, 13 de febrero de 2025

La percepción de los otros

Para Donald Trump y su club de millonarios, América no es un continente; es su patio trasero, una extensión de sus negocios y caprichos. Con apenas el 23.11% de la superficie total del continente, Estados Unidos se atribuye el derecho de decidir el destino de los demás, como si su hegemonía económica y militar le concediera una corona imperial. Y no es novedad: es la misma actitud de siempre; pero ahora con menos sutileza y más arrogancia.

La era de Trump Recargado —las segundas partes de las películas no suelen ser tan buenas— ha llevado esta mentalidad al extremo: ya ni siquiera es el gobierno quien impone las reglas, sino un club de magnates que ve la geopolítica como un negocio privado. Para ellos, América Latina no tiene cultura sino que es su tablero de ajedrez donde mueven fichas a conveniencia y donde se cambian los nombres a su gusto como si se tratara de un DM caprichoso. Es más: si algo no encaja en sus planes, lo corrigen con sanciones, muros o tratados comerciales... Pero cuando les duele en impuestos para su Super Bowl, le dan retro.

Esta visión instrumentalista deshumaniza, refuerza las desigualdades y la dependencia que cada vez es menos de su nación. Cada vez que hablan de América Latina como un problema —y no como un aliado— deja claro un desprecio bien metido en su tuétano; porque para la Casa Blanca —la de EE.UU.—, solo hay dos categorías: los que obedecen y los que estorban. Pero América no es suya, por más que quieran creerlo.

Como profesor creo que las universidades deben ser trincheras contra esta visión impuesta. En un mundo donde el pensamiento crítico es incómodo para el poder, los espacios académicos tienen la responsabilidad de generar narrativas propias. Si callamos, dejamos que otros decidan por nosotros.



Imagen creada con Dall-E

martes, 12 de noviembre de 2024

Cría cuervos y te sacarán los textos: reseña de Diversos tipos de maldad de Juan Carlos Gallegos

Juan Carlos Gallegos es una autoridad en cuestión de la minificción: por eso mismo, para entender este género ya se puede acceder también a sus ensayos y críticas especializadas en géneros breves. Pero él no solo es una figura académica, sino que también está siendo consagrado como autor de este mismo género.

Actualmente estudia la metaficción en el doctorado en Humanidades de la UAM, lo cual evidencia una trayectoria sólida. Así ha ido comprendiendo las complejidades narrativas de este género, trasvasando todo esto en su obra.

Los otros ejemplares del autor: La rubia despampanante y otras microhistorias (Effictio: 2014), Monstruos de bolsillo (La Tinta del Silencio, 2018) y Hecho en Twitter (La Tinta del Silencio, 2022) complementan muy bien a su más reciente libro: Diversos tipos de maldad (2024), cada una contribuyendo a su evolución como escritor. Estas obras, al sumarse a la tradición literaria mexicana, han permitido que Juan Carlos Gallegos afine su capacidad de síntesis y su habilidad para provocar reflexiones profundas a partir de relatos breves.

En este punto, convendría recordar el importante aporte que ha hecho la minificción a la literatura mexicana. La economía de palabras y su profundidad en sus mensajes han hecho de este género algo recurrente en muchos escritores, pues, aunque parece fácil crear un texto en menos de una página, no llegan a ser microrrelatos, sino meras estampas, ensayos, frases o demás arreglos que no cumplen con lo que Lauro Zavala mencionó como principales características de la minificción.

En este contexto, Juan Carlos Gallegos no solo continúa esta tradición, sino que la enriquece con su perspectiva única, explorando las facetas de la maldad humana a través de breves y potentes destellos narrativos. Es importante mencionar que mucho de lo que él mismo predica en sus talleres literarios está presente, sobre todo: las series.

En el contexto de la minificción latinoamericana, existen textos que tienen un mismo título, pues pertenecen a la misma familia semántica o que son variantes del mismo tema: el poblano José Luis Zárate es un ejemplo digno de este tema con sus casi cien caperucitas, femme fatales y fines del mundo.

Para el caso específico de Diversos tipos de maldad, encontramos “Los cuatro elementos” o “Cuervada”, que van del 1 al 8 y del 1 al 5 respectivamente. También se consideran series aquellos relatos con un mismo inicio, como “Esa escena” y “El elegido”. Lo que podemos encontrar, en estos textos es la repetición del mismo inicio con la finalidad de crear multiversos narrativos donde la situación inicial es idéntica, pero el ingenio del minificcionista le da giros interesantes a la idea original. Diversos tipos de maldad demuestra la pluma tan fina que puede llegar a tener Juan Carlos Gallegos, pues no hay texto que sobre o que termine ignorado a lo largo del ejemplar.

Algo que también debemos aplaudir los críticos literarios es el modo tan ingenioso de intitular muchos de sus textos. Este umbral —diría Genette— realmente sirve de puerta de entrada para un texto; pero la minificción, siendo un espacio tan breve, no tiene otra puerta que esta misma por la que hemos entrado y que debemos volver a tramitar para poder entender perfectamente lo ocurrido. Desde este cariz, los títulos no son un punto repetitivo como solía hacerse con la poesía del Siglo de Oro, sino que ahora es paratexto que termina siendo necesario para entender el significado total del texto. Es decir: de “paratexto” podríamos decir que tiene poco pues es una parte sumamente relevante para la narración central y si prescindiéramos de él, muchas veces no comprenderíamos el text. Esta cuidadosa selección es un testimonio de la destreza de Juan Carlos Gallegos como escritor, pues logra evocar curiosidad e intriga desde el inicio y sirve de cierre semántico para el texto.

En cuanto a sus temas, se distingue por su amplio abanico de maldades: así, explora la condición humana en toda su complejidad demostrando que muchos pueden ser malvados y crueles: desde los políticos, hasta en los cuervos que sacan ojos.

Esta obra se inscribe en la rica tradición de la minificción mexicana, destacando por su profundidad: las obras precedentes del autor le sirvieron de escalones para agarrar vuelo y colocarse en el repertorio de lo minificcionistas imprescindibles para comprender el contexto literario de nuestro tiempo.

Así, para cerrar esta reseña, Diversos tipos de maldad de Juan Carlos Gallegos se erige como un análisis de la maldad desde distintas perspectivas. La obra no solo entretiene, sino que también invita a la reflexión profunda y demuestra ser una contribución para los amantes de la literatura y que están descubriendo este mundo por medio de los géneros breves.

 

Portada propiedad de la BUAP y su comité editorial

sábado, 9 de noviembre de 2024

Es señal de que avanzamos

 Culpo de mi suicidio al estrés laboral: a la manera tan déspota de mis jefes directos de no saber decir "Perdón" cuando se equivocan conmigo y me levantan falsos. También a las formas tan ofensivas que tienen ciertas personas de pedirme las cosas como si fuera mi obligación hacerlas. A quienes, pese a que haga algo, nadie aprecie mi esfuerzo y no den las gracias o desaprovechen mi esfuerzo en darles gusto. También tienen la culpa los horribles desgastes mentales de los cobradores, de los traslados tan largos y los tiempos de espera interminables. Culpo a las universidades que, pese a tener doctorado, me han dado largas para contratarme y le ofrecen tiempos completos a amigos de los amigos sin fijarse siquiera en que tengo un currículum destacable. Incluso tienen la culpa esas engorrosas páginas burocráticas que no ayudan en nada cuando era más fácil atender a alguien en un escritorio. Y no me hagan hablar de lo injusto de los concursos literarios que eligen por subjurados con pocos estudios profesionales o que ni siquiera leen lo que tienen en frente.

Sin embargo, no me suicido porque tengo fé en la vida de mi bebé. Porque quiero ver los logros que tenga él y todos mis seres queridos. No acabo conmigo porque tengo proyectos sumamente interesantes en puerta, los cuales —aunque me han causado estrés— quiero ver culminados. Porque cada vez falta menos tiempo para retirarme, para tener un terreno o un futuro estable. También está el hecho de que pase lo que pase, siempre pertenezco a algo: ¿encontrarán otro jugador en mi mesa de rol?, ¿quién venderá comida los martes y jueves en la escuela?, ¿quién prestará la casa para las tardes de juegos de mesa?

¿Cómo puedo acabar con mi vida si mi tía —en medio de un Párkinson desquiciante— ha aguantado de lleno todo pese al instituto de muerte. Pero, sobre todo, porque soy Escorpio y vivo con un rencor metido en el tuétano y quiero ver las caras de esos malditos que me rechazaron, de esa persona que me acusó de que yo arruinaba a los alumnos al pedir permisos por salud o cuestiones familiares, esa profesora que menospreció mis temas de investigación, de aquellas editoriales que me dijeron "Me encanta, pero no publicamos esto (aunque en mi página dice que sí)" y de todos esos que vieron en mí solo el síndrome de Tourette de tics y groserías sin saber que les iba a callar esa boca profana con la que cuchicheaban cosas de mí.

¿Esto es una nota suicida? No... Les queda mucho de mí para el rato. Solo que si en algún momento esas personas que me dañan logran molestarme tanto que olvide lo bueno, se llevarán la agridulce noticia de que ganaron y me destruyeron. ¡Lleven en su consciencia los proyectos rotos que dejé! Ya nos veremos cómo esa sombra que sonríe desde las esquinas y les deja intranquilos por las noches de tormenta.

viernes, 11 de octubre de 2024

Son las 6am para todos

Una persona juega con su celular completamente abstraído y con la espalda en proporción aurea, una chica con el decorado de uñas que cualquier mujer de negocios envidiaría lee su libro “Liderez por naturaleza”, alguien más duerme en el asiento de la manera más profesional en que solo los usuarios del transporte público sabemos hacerlo. Pero creo que soy el único que se fija en la mujer sube al tren con una niña en silla de ruedas.

La lidereza del futuro no se percata que atrás de ella hay poco espacio para una silla de ruedas porque está aprendiendo a controlar el mundo —y lo está haciendo al controlar el ingreso de la mujer—.
Los miércoles entro a las 7am y debo tomar el tren en un horario en el cual, si no fuera para una universidad privada, no me pararía en absoluto. Y siempre me topo a esa madre empujando a su hija. La niña aprieta los puños y se retuerce para mecerse, signo de tener alguna divergencia cerebral. La madre también aprieta los puños y se retuerce; pero lo suyo es visible solo en su alma: en sus ojos cansados y agotamiento de la espalda al verla tornarse las vértebras al juntar las escapular en un movimiento que todos conocemos.

Pero, ahí, a las 6am nadie tiene tiempo de tener reparos con otras personas. El chico del celular sigue ocultando su pantalla con sus cabellos en esa posición tan incómoda —pero es joven—, la chica sigue preocupada en el capítulo “Cambio de paradigma”, y el hombre dormido... Su overol lo delata como trabajador de una cervecera y hasta se lo perdonamos.

Pero yo, alguien que toma el tren a unas pocas estaciones de haber empezado su recorrido, tiene un puesto privilegiado: me puedo apoyar en la pared, de hecho, es la que tiene la ventana que mira hacia el conductor y ese huequito es perfecto para apoyarse.

Uno esperaría más cordialidad, pero no... Al ver a esa mujer —incógnita conocida— y la indiferencia del resto me apresuré a darle mi huequito donde me recargo. Pero una silla de ruedas no se mueve fácilmente y tuve que moverle el celular al chico, golpear la rodilla del hombre dormido y molestar a la lectora al colocarme en el mismo tubo que ella, pero el malo fui yo: quién rompió las reglas de no molestar a los demás fui yo. No la madre y su hija; ¡ellas no son culpables de nada! Pero sí el que osa romper el paradigma de ceder un espacio para recargarse en vez de un asiento.

Entiendo que la gente esté desmañada. Yo mismo no tomaría estás clases de no ser porque me pagan los pañales del bebé y aligera los gastos de ser padre. ¿Será eso?, ¿que reconozco que tener hijos es extremo molesto que es para la espalda? Y sí, odio levantarme temprano, es un atentado para la comodidad humana. Pero en ese tren, desde el conductor hasta el guardia que hace cambio de estación, todos somos —y citando a la secretaria de presidencia, Patricia Fernández— “compañeros de clase”, porque en el reloj, son las 6am para todos. Y por más que sea un horario horrible para la clase trabajadora, soportable solo por los ricos que hacen jogging —o yoging— para ganarse su millón de pesos invirtiendo en criptomonedas; los que estamos en ese tren, tenemos la misma condición —económica y espiritual—, por lo que un poco de cordialidad con los otros no estaría mal.

El asunto quedaría en eso, en un berrinche sin importancia, de no ser porque cuando la madre se baja en la estación donde está el centro de rehabilitación, las tensiones se relajan y el joven del celular me mira para decirme: “¿Profe?”. No me creo la sátira teatral en que esto se ha convertido: porque el obrero entreabre un ojo para ver el chisme y la mujer detiene sus páginas para ver si valgo la pena como docente. Es Julio: estudiante de Filosofía que justamente hoy expone un tema de Ética en mi clase.


lunes, 23 de septiembre de 2024

¿Una serie blasfema disfrazada de musical? Nah… es sólo un musical blasfemo

 

Recién terminé de ver la serie de Hazbin Hotel y me pareció una cosa sumamente potente e interesante de analizar debido a las tantas complicaciones que padecen sus protagonistas. Se nota que hay problemas humanos entre ellos, siendo que en la historia sólo conocemos a demonios.

Hazbin Hotel surge en YouTube en octubre de 2019, cuando Vivienne Medrano lanzó el episodio piloto en su canal. Con más de 100M de visitas, se evidencia que capturó la atención por un estilo tan único y grosero. En menos de un año, se anunció que A24 había adquirido los derechos de la serie para su distribución para que apareciera en enero del 2024 en la plataforma de Amazon Prime Video.

Vivienne Medrano —o VivziePop— tuvo su origen en YouTube y creó un par de series animadas más: Helluva Boss y Zoophobia. Es animadora egresada de la School of Visual Arts en New York. Ella es originaria de Maryland, EE.UU., pero de ascendencia salvadoreña, lo cual se le nota en muchos momentos. En cuanto a su trabajo, pues, hay mucho que decir: vibrante, irreverente, oscura, ofensiva y otras tantas cosas que pueden llamar la atención de muchos.

No podemos negar que, uno de los elementos más interesantes respecto a esta serie es el arte que ellos deciden utilizar. Quizá la más normal —por más irónico que parezca— es Charlie Morningstar, la misma hija de Lucifer, porque, de ahí en delante, todos los demás son esperpentos extraños. Husk parecería ser un gato con alas y diseños de corazón: estos no aluden al amor sino a las apuestas; en el piloto, eran más evidentes pues en vez de círculos rojos y blancos tenía los cuatro palos de la baraja. Vaagie tiene una piel púrpura grisácea y una gran X en su ojo, incluso por encima de su fleco. Siguiendo con los ojos, no es extraño que haya personajes con heterocromía como Vox, el demonio de la televisión o Angel Dust; Sir Pentious tiene un tercer ojo en su sombrero. Esto se vuelve grotesco y atípico; pero que funciona en su misma estética.


Esta estética bizarra —del francés “abigarrado”— se debe a que todos los demonios que aparecen ahí con excepción de la familia Morningstar fueron originalmente humanos. A causa de sus pecados, acabaron en el infierno, de aquí que sus almas sean grotescas a la vista en un espacio como el Infierno donde ya no existen apariencias.

Pues, ¿de qué va Hazbin Hotel? En un espacio tan cuestionable como el Infierno, a la princesa Charlie se le ocurre buscar la redención de las almas para darles paso al Cielo. Esto, a causa de que cada año, legiones de ángeles exorcistas bajan al Infierno a asesinar almas demoniacas. El Happy Hotel —como pensaba llamarle en un inicio— sería el lugar propicio para buscar llevar a esos pecadores al Paraíso: pero las almas no quieren cambiar, y ahí estará el meollo del asunto.

Adán, quién lidera estos exterminios, es un ángel sumamente grotesco —en toda la extensión de su palabra—: refiriéndose a sí mismo como el primer hombre y por lo mismo “una verga” —en su acepción positiva y negativa—. Su rostro inspira más desconfianza que Lucifer o Alastor, y la voz chillona que le dan es incluso despreciable. Entre todas las canciones de este musical disfrazado de caricatura, Adán interpreta metal, ¿así de disonante es? Si a esto le agregamos que es el único ángel que vemos comer —los demonios cometen canibalismo y consumen drogas y alcohol— pero él disfruta desmedidamente de su platillo favorito: claro… costillas.

Hay muchos intertextos perdidos en la serie. Desde los nombres como “Sera” para una seraphim, Vox para el demonio de la televisión, Valentino que representa la lujuria como el día de San Valentín, Angel Dust quien prueba cualquier tipo de droga, o el mismo Sir Pentious quien es una serpiente. En algo más sutil: Adán evidencia el mito bíblico con sus costillas y un hacha para cortar árboles; del mismo modo que Lucifer Morningstar tiene en su diseño una serpiente y una la manzana. Las fichas de juego de Husk y los corazones de Angel Dust son distintos: estos últimos representan al amor, pero en una falsa idea de amor toxico, como el que siente por Valentino.

La traducción también es un tema muy curioso en su contexto; pero hablemos específicamente de las groserías. Al desarrollarse casi totalmente en el Infierno, la serie exhibe un léxico agresivo y vulgar. Hay groserías e insinuaciones sexuales o de asesinato en todo momento. Pero destaquemos algo curioso: aunque sea sumamente ofensiva en su versión en inglés, se adapta de maneras tan adecuadas a sus idiomas objetivos: las conjugaciones que muestran en japonés con la inclusión de vocablos en inglés adaptados a la fonética nipona evidencian este descaro. Como ejemplo de la versión japonesa: los diálogos de Adán se subtitulan como “ペニス” [penis] mientras que en audio dice “陰茎” [inkei], que es la manera japonesa para hablar del pene. Similar: en francés de Francia hay más “Merde”, mientras la canadiense agrega el anglisismo “fuck” por la cercanía geográfica de EE.UU. Pero, sin duda, la versión latinoamericana tiene una sarta de groserías, quizá porque la autora tiene raíces latinas, y no hay mucho que podamos hacer para defender a nuestro pinche idioma tan jodidamente cabrón.

Creo que el gran triunfo que tiene esta serie —y siguiendo muchas de las obras que llegó a recomendar— es por salir de lo bonito y del lugar común, utilizando la animación como una manera de plantear una estética que descoloca al falso receptor infantil. Con esto se coloca junto a Invincible (2021), Rick and Morty (2013), Daria (2013) y otras tantas animaciones pensadas en usar el recurso visual para plantear una versión distante de lo simple.

Finalmente, y creo que con esto tengo que cerrar: si vieron Evangelion sin llorar sangre por todo el zafarrancho bíblico, la sangre-Fanta ni el beso de Shinji con Kaworu… e incluso buscaron este último en internet”… por favor: ¡vean Hazbin Hotel! Yo me volví fan de la serie en poco tiempo y no puedo dejar e reproducir la canción "Poison" en mi Spotify. 


Ninguna imagen me pertenece, son parte de los promocionales de la serie y fragmentos de ella.

jueves, 7 de marzo de 2024

En el año del Dragón

 

In memoriam Akira Toriyama

 

El otro día, al salir de clases, una alumna me preguntó por qué el dragón se repetía tanto en todas las mitologías y por qué el europeo —importante quedarse con el gentilicio—, ese que parece un reptil al que le han agregado alas de murciélago, era tan diferente de todos los demás. Como me considero un experto en mitología, esa pregunta detonó en mí algo de extrañeza. Me di cuenta desde dónde preguntaba ella y noté que el alienado era yo.

Nací al final de la década de los 80 y mi consumo popular había ido de la mano de obras derivadas de Dungeons and Dragons —hasta en el nombre, ¿verdad?— y otros hitos del frikismo noventero. Desde esta perspectiva, resultaba ser que yo conocía más bien un tipo de dragón específico y me sentía cómodo con ello. Esto, ha ido cambiando de tanto en tanto mostrándome deconstrucciones necesarias para mí y muchos de mi generación. Y es que, en mi juventud, al dragón europeo sólo se le llamaba “dragón”: no necesitaba ningún epíteto. Un dragón debía ser así, era la representación obligada, era el arquetipo de dragón. Curioso que iban de la mano de nuestra creencia en aquel entonces sobre los dinosaurios: escamas, colmillos; nada que ver con plumas, ni todo esto que hemos descubierto a los albores de seis películas de Jurassic Park.

 


Ilustración 1.Shen Long. Personaje creado por AkiraToriyama

 

Volvamos en el tiempo y pensemos: antes cualquier cosa que no entrara en el referéndum de un dragón europeo debía señalarse como una variante atípica de este ser mitológico. Y quedémonos en este adjetivo: resulta hasta obvio que, si vivimos en una sociedad eurocéntrica, pensaremos únicamente en dragones europeos. Para cotejarlo sólo basta revisar los únicos archivos que una persona promedio de los 80 revisaría: enciclopedias familiares que eran refritos de la famosa Encyclopedie francesa.

Recordando el Manual de zoología fantástica de Jorge Luis Borges, realizado a la par de Margarita Guerrero: el dragón es la mezcla del ave y la serpiente, llevando lo místico a los terrenos superiores del cielo. Esta afirmación, dada por el escritor argentino, resulta útil desde su premisa de que todos los animales de la zoología fantástica son la mezcla de dos o más animales. Existe entonces un carácter simbólico detrás de qué se une con cuál. En el caso de los humanos, con qué animal se han fusionado para generar esos entes mitológicos como la sirena, la arpía, el centauro y demás, ¿o qué les hace falta a ciertos seres para que estén semiológicamente propuestos como un posible monstruo del folklore?


Ilustración 2. Carta “Polimerization” del juego Yu-Gi-Oh! (Studio Dice, 2020)

 

Desde esta perspectiva, en la que se unen lo terreno y aéreo en este ser, podríamos entender el gusto por colocar a Quetzalcóatl como un posible dragón y no una deidad como lo es. China tiene una versión de su dragón muy similar a Quetzalcóatl; aunque la cara de león del Long, atiende más su carácter como ser elemental más que como deidad. En China, los dragones son un símbolo directo de la meteorología, los portadores de tormentas y huracanes. Puede resultar curioso que, en otros puntos del planeta, el perfil meteorológico no se le atribuye a los dragones; sino que son simplemente entidades malignas. En Asia, los dragones no son malos, son entidades que pueden crear o destruir: son la naturaleza misma. Sí son parte del ying (el lado negativo del taoísmo), pero si se recuerda esa imagen: incluso el mal puede tener algo de positivo al final: como una lluvia torrencial puede recuperar a las familias de una temporada de sequía.

Pongámonos a pensar en culturas dicotómicas donde existen la maldad y la bondad totales. Para el catolicismo, San Jorge fue beatificado gracias a que asesinó al último dragón existente. Una contradicción un poco extraña porque la existencia de la santidad de San Jorge está vinculada con la existencia de los dragones. Incluso tiene un día dedicado a su figura que ha trascendido del mero santoral y ahora se celebra a la par del Día Internacional del Libro y de Derechos de Autor: atípica concordancia donde un ser de fantasía se vincula con Cervantes y Shakespeare. ¡Bonita farsa literaria!

Si reflexionamos qué significa ser un dragón, podemos dirigir la mirada a la cultura popular: llámense videojuegos, anime o cómics. Cada una de estas manifestaciones de contracultura tiene una versión extraña y distinta de lo que podría ser un dragón. Gracias al arte steampunk, nos hemos dado cuenta de que existen mechadragones o tecnodragones los cuales, como su nombre lo indica, tienen algún aparato tecnológico que les permite existir o que son constructos con la forma de dragones. Si nos ponemos a pensarlo bien: darle herramientas a un ser de por sí magnánimo, los colvería más peligrosos aún de lo que ya son.

 

Ilustración 3. “Steampunk Dragon In A Victorian City”, imagen generada por DALLE2, prompteo de Chainsaw3r

 

Aquí quisiera reflexionar en un ejemplo muy particular de la cultura: Pokémon. En esta saga de videojuegos, se introdujo desde su primera generación (1996) a los Pokémon tipo Dragón, habiendo sólo un Pokémon raro y sus tres evoluciones: Dratini, Dragonair y Dragonite. Reflexionemos, ¿Charizard no merecía salir más allá del tipo Fuego? Podría haber sido de varios tipos; pero el tipo Fuego-Volador se dio hasta los números 643, 776 y no fue hasta la Megaevolución X que se le concedió este honor.

Si nos quedamos en esta idea, existen demasiados Pokémon que no merecerían ese título porque realmente no parecen un dragón, pienso en Applin, una manzana con ojos que tiene el tipo dragón y que puede evolucionar en una manzana tipo Jack.on-a-box o en un pay de manzana dinosauriesco. Y a pesar de su origen mitológico del Ladón, y el jardín de las Hespérides, no le hace justicia al tipo Dragón-Planta. Pese a que su forma, y que respeta totalmente lo que se creía en aquellos años 90 de lo que se creía debía ser un dragón, a Charizard no se le concedió un pedestal entre los dragones: fue hasta 2013 que las Megaevoluciones le hicieron justicia; pero nuevamente… fue en 2013, año de la Serpiente.

 


Ilustración 4. Pokémon 840: Applin

 

Pero, entonces, volvemos a la pregunta original de mi alumna y me arriesgo a dar una nueva pregunta a modo de respuesta: ¿Qué vuelve a un dragón, un dragón? Podemos ver la perspectiva mitológica, la de Borges, simbólica, la que nos da la cultura popular, o ignorar todas las buenas costumbres críticas y literarias y hacer que una cucaracha tenga los atributos del tipo dragón.

Todos tenemos una perspectiva distinta sobre la vida, el arte y las características propias de los seres mágicos o mitológicos; de hecho, ¿no es este uno de los rasgos más importantes del arte y la deconstrucción? Pero aquí, a punto de acabar este ensayo, miro al pasado y observo tanta burla y discriminación que se le ha hecho a Charizard por parecer un dragón y no serlo. Reflexiono cuántas personas que no se identifican con su cuerpo piden ser llamadas de otra manera para poder hacer una justicia social y me pongo a pensar, es 2024, año chino del dragón, y lo digo: ¿Qué le costaba a Game Freak darle este reconocimiento antes? Pero más me duele, que en este año del dragón, muriera Akira Toriyama, quien nos echó un balde de agua fría a todos aquellos que crecimos pensando en que los dragones tenían alas y nos demostró que Shen Long estaba entre aquellos a los que debíamos llamar “dragones” sin ponerle ningún epíteto.

 


Ilustración 5. Meme de Redit (https://www.reddit.com/r/MandJTV/comments/y53p4c/charizard_can_finally_become_a_dragon/)













jueves, 29 de febrero de 2024

Misterios de lo aún no escrito

 


Hola a todos. Tanto tiempo. Les comparto para que vayan conociendo el proyecto más reciente que tengo: una audionovela a modo de programa de radio: "Misterios de lo aún no escrito".

miércoles, 8 de noviembre de 2023

Sinfonía grotesca de una Norteamérica enfermiza: reseña de Julien Donkey-Boy

Noé Adrián Díaz Hernández Hernández
Escuela Preparatoria N.º 8 (UdeG

         Julien Donkey-Boy es una película de ficción escrita y dirigida por Harmony Korine estrenada en 1999. La cinta trata de Julien, un joven esquizofrénico y huérfano de madre, y su familia disfuncional, la cual resulta una amenaza constante para él. Julien Donkey-Boy, además de haber sido presentada en el Festival de Venecia, fue el sexto filme realizado bajo las reglas del Dogme 95 y el primero en ser realizado fuera de Europa en aplicar las reglas de este.
         Harmony Korine es un director de cine y guionista que cuenta ya con 28 años de experiencia en la industria. Desde su debut como guionista en Kids (1995) de Larry Clark, continuó construyendo su filmografía independientemente con su ópera prima, Gummo (1997), para posteriormente continuar entregando cintas como Mister Lonely (2007), Trash Humpers (2009) y Spring Breakers (2012). Estos largometrajes tuvieron relevancia en festivales por su estilo tan excesivo e inusual, influenciado por la cultura del skate de los noventas de la que formó parte en su momento, y de la que sigue siendo uno de los mayores exponentes.
         Dentro de los mundos que crea Korine, habitan personajes perdidos en sí mismos y en un ambiente hostil, que casi siempre condena su existencia a la vagancia. Los personajes del largometraje son un retrato crudo y grotesco de la sociedad norteamericana de clase baja, los individuos marginados del sistema. Claro es el ejemplo del protagonista, Julien, quien padece esquizofrenia, y asiste con frecuencia a grupos en los que se le ofrece una deficiente ayuda para convivir y desarrollarse correctamente en la sociedad. Julien es constantemente tachado de desagradable por su misma comunidad y familia, especialmente por su padre, quien es un hombre de mediana edad que padece depresión y se automedica. El único miembro de la familia que apoya e intenta escuchar al protagonista es su hermana, la cual está embarazada de un hombre del que nunca ha vuelto a saber y, sin embargo, ha decidido tener al bebé.
         El condado en donde sucede la cinta nunca se menciona, pero posee características de aquellos lugares en donde normalmente residen las personas despectivamente conocidas como “white trash”, familias de clase baja socialmente marginadas. Esto es expuesto dentro de la cinta a través de los espacios en los que Julien se mueve y desenvuelve. Suciedad, vulgaridad y caos, son lo que rodean la vida del protagonista, en las calles, en su casa, en el autobús, en las tiendas, e incluso en el hospital psiquiátrico al que asiste. Un retrato atemporal de la realidad norteamericana, aquella que es ignorada, y hasta cierto punto censurada, por el sistema.
         Al tratarse de un filme realizado en base a las reglas del Dogme 95, este cuenta con un estilo visual crudo y alejado de lo que hoy se conoce como “cinematográfico”. Cine en su forma más natural, sin iluminación artificial, una cámara, un micrófono y nada de efectos especiales. Esto mismo impregna de un realismo desmedido a la cinta, haciendo parecer que el director, Harmony Korine, genuinamente contrató a una persona con esquizofrenia para interpretar al protagonista, o que la familia ficticia que retrata es completamente real y él solamente colocó una cámara en su sala para ser espectador de su vida, sus dinámicas y sus tragedias dentro de su burbuja de peculiaridad.
La edición de una cinta es siempre una pieza fundamental para la comprensión completa de la historia que se plantea, es decir que funciona también como pilar narrativo. Con una gran cantidad de cortes a lo largo de los 95 minutos de metraje, se introduce al espectador al mundo bizarro del protagonista y lo fuerza a vivir su experiencia metiéndose en sus zapatos. El frenetismo y orden de la escenas crea un ambiente que se percibe como caótico y extraño, al igual que la forma en la que los personajes se comportan y se relacionan con los demás. El hecho de que haya tantos cortes abruptos, los cuales muchas veces dejan diálogos o acciones incompletas, invita al espectador a cuestionarse si se trata de un error de postproducción o algo simbólico.
Julien Donkey-Boy es una obra cinematográfica que merece ser vista al menos una vez por todo aquel que se sienta atraído por el mundo del cine, o simplemente quiera ser espectador de algo diferente y original. Aparte de ser la mejor película realizada bajo los lineamientos del Dogme 95, es también una pieza que sorprendentemente termina exponiendo una realidad ignorada de Estados Unidos. Harmony Korine se atreve a exponer, en su manera más cruda y directa, los rincones oscuros y marginados de un país que se ha adueñado del término “primermundista”. Una cinta tan peculiar, tanto por su fondo y forma, que no necesita seguir ninguna regla, ni fórmula, rompiendo con todos los estándares establecidos ayer y hoy.