sábado, 12 de julio de 2014

¿Similitud o coincidencia?: Estas ruinas que ves

Mis cuevanenses lectores, el día de hoy retomamos a un escritor del que ya habíamoshablado. El retomar a este importante autor es ahora necesario, pues cronológicamente esta novela menciona a la anterior. Hablaremos de uno de los guanajuatenses ilustres: Jorge Ibargüengoitia, en esta ocasión comentaré Estas ruinas que ves (1975), libro adaptado al cine y que tiene una producción bastante aceptable.
Si han leído el texto que referimos arriba, entonces debieron encontrar varias concordancias ¿Quien no puede sentir una relación con la ciudad de Cuévano y Guanajuato? Para muchos de los que venimos de fuera y encontramos esta sutil comparación metamorfoseada léxicamente, nos parece sumamente hilarante la relación. Si no, piensen en el famoso Día de la Cueva, y la cantidad de túneles y callejones que hay en Guanajuato, para luego pensar que en efecto se trata de Cuévano mismo.
Al inicio, el libro no parece ser nada más que la relatoría en torno al regreso a provincia de un profesor de literatura que dará clases en la grandiosa Universidad de Cuévano. Así como contarnos todos sus paseos por varias calles que nos sacan la sonrisa al encontrar en esa mezcla aleatoria de sentidos semánticos y fónicos las palabras correctas o con su vecino Pedrones, en que confunden todo lo grandioso con grandote. En esta novela, de muy breves dimensiones se hace referencia a otra de sus obras, Las muertas, con las hermanas Baladro, a quienes dedica otro libro Las muertas, y del cual ya hablé en su tiempo.
Lo que puedo recomendar de este libro son dos puntos específicos: el primero es la historia de amor velado que existe entre el protagonista y la esposa de uno de sus amigos. La cual termina como “La señora del perrito” del ruso Anton Chejov. Son amoríos e infidelidades que te llevan a pensar en lo que en realidad les emociona de ese tipo de relaciones es el ocultamiento y no el amor per se. La segunda cosa que me encantó, fue cómo se burla de la misma ciudad de Cuévano. Personalmente no soy guanajuatense, vengo de la ciudad de Guadalajara, y muchas de las tradiciones llegan a serme extrañas. Tantas procesiones, tantos cohetes por eventos religiosos y la calidad de muchas de las cosas que uno se topa. Todo esto es un punto de comparación con una gran ciudad. Me pasó y le pasó a un par de amigas: las puertas de nuestras casas de la noche a la mañana se descompusieron, y es que en Cuévano las puertas no cierran ni abren como deberían, o eso dice Ibargüengoitia. También está esa curiosa idea de que en la Capital no eres nadie, pero en Cuévano, hasta los perros te conocen, máxima que me ha sido tan verificada al pasear por el centro de la ciudad y toparme —al menos— con cinco conocidos.
Esta novela llega a ser bastante cómica si eres extranjero de Guanajuato. Por lo que, les dejo a consideración esta lectura, mis cuevanenses lectores, ya sea adquirida en una librería, leída en sus bibliotecas, o solicitándola a préstamo en cualquiera de los dos Paralibros de la ciudad.


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