sábado, 5 de julio de 2014

Viajemos: 20 poemas para ser leídos en el tranvía

Mis viajeros lectores, entre los grandes poetas argentinos, se encuentra en los inicios del siglo xx a Oliverio Girondo. Se acercan las vacaciones y esta semana recomendamos un poemario de lo más singular, escrito y leído en vacaciones, y vaya qué tipo de viaje se realizan, pues conocer todas las icónicas ciudades europeas tan visitadas por los Argentinos.
El libro del que hablaremos será 20 poemas para ser leídos en el tranvía (1922). Es curioso el año de publicación, pues dos años después Neruda dio a conocer sus 20 poemas de amor y una canción desesperada, y si nos vamos por temáticas, en 1923 Borges imprimió Fervor de Buenos Aires, que hace algo muy similar. El libro tuvo apenas 1000 ejemplares y fue impreso en París el 15 de diciembre en una edición no muy cómoda para ser leía en un tranvía, pues medía 24x32 cm. En 1925 se imprimió en un formato más portable.
Los poemas que se encuentran en este libro no tienen la forma de un poema, por más curioso y contradictorio que esto parezca. Hay diez ilustraciones del autor que complementan los poemas a modo de una estrofa distinta. Cada dos poemas encontramos una imagen. Algo que se añade en cada poema es una fecha y un lugar, que van de América a Europa, y de lo más variados, como Mar del Plata, Buenos Aires, Venecia, Sevilla, París, Verona, entre otros; las fechas son de 1920 a 1922, y especificando el mes en que fue escrito.
Fue la primer obra que leí de Oliverio Girondo y la disfruté bastante. No por su complejidad tan curiosa, pues es una mezcla de prosa y poesía que no es prosa poética ni poesía en prosa, sino algo nuevo. El mismo epígrafe “Ningún prejuicio más ridículo, que el prejuicio de lo Sublime”, nos hace pensar en que lo cotidiano todavía es una manifestación de lo admirable. Y es justo la temática de esta obra: se puede hacer poesía del andar diario. Son los faroles, las mujeres en las calles, los carros y los edificios quienes fungen de musas para este poemario. Es la manera en que Girondo da voz a todo aquello que no sería sublime bajo los cánones del siglo xix
Algo que debo admitir de mi cosecha es que todos los lugares aparecidos en este poemario son puertos, y no unos muy limpios, en “Paisaje Bretón” tres marineros ebrios se tambalean por las calles, en “Croquis en la arena” un fotógrafo captura a las bañistas, o los bailes sensuales de “Milonga” y las mujeres que ofrecen sus pechos en “Exvoto”. Y algo que se puede añadir es en el mismo título del libro: es curioso que un tranvía llegue a ciudades como éstas, pero mejor preguntémonos, ¿Venecia? ¿Isola Bella?, son lugares en los que no es plausible la instalación de vías para este transporte, es entonces cuando uno dice ¿Oliverio Girondo ha estado jugando con nosotros, o se trata del recuerdo anotado en un cuadernillo de viaje y que nosotros viajeros debemos leer sentados en un tranvía que nunca llegará a esos destinos? Mis viajeros lectores, dejo el encargo de comprar un boleto redondo a 20 poemas para ser leídos en el tranvía y conocer diversos puntos turísticos de inicios del xx.



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