Mis tapatíos
lectores, esta semana ya estoy instalado en Guadalajara, con muchas cajas de
libros por sacar y una casa tan desacomodada como la Biblioteca de Babel,
aunque matemáticamente menos perfecta. El año pasado en estas fechas recomendé Cienaños de soledad, un libro canónico para los lectores contemporáneos, pues
es el reflejo del boom latinoamericano. En esta ocasión quisiera
traerles a ustedes uno de los libros más enigmáticos de México a nivel
internacional: Pedro Páramo.
“Sí, ya
lo conozco”, “Lo leí en la preparatoria”, “Es el de Juan Rulfo”. Exactamente.
Todas esas frases que dicen o
dirán sobre el libro son justamente las que espero de ustedes, mis tapatíos
lectores. “Todos somos hijos de Pedro Páramo”, dice Jaime Chabeaud en una desus obras escritas para el Festival Internacional Cervantino. Y esa frase es
verdadera en muchos aspectos. La obra de Rulfo nos identifica en todas las
naciones y la hay traducida casi en todos los idiomas. Pero no sólo eso. Ahora
que está pasando un poco la euforia de los 43, Rulfo sigue vivo en este país.
Comala, una ciudad perdida en la nada al que un cacique les está quitando sus
derechos, que se complotea con el clero para tener el perdón del pueblo y de
Dios ―me suena muy conocido, si me permiten el guion expresivo―.
La obra es exquisita por muchas
otras razones. Mis profesores en la licenciatura me decían que hay desde
lecturas ecológicas de Pedro Páramo, lecturas
hechas desde las teorías de Foucault sobre el Poder y el Estado. Muchas son las
interpretaciones que se encuentran de este libro, y ―y parafraseando al Dr.
Roberto Ferro―, uno no puede equivocarse al hacer un análisis del Quijote, y si lo haces, quizá debas
dedicarte a algo que no sea la literatura. Es uno de los libros llamados
“universales”, porque todo mundo los puede comprender y además tratan tantos temas
como puede ser posible.
Mi amiga Krisztina Zimanyi hace un
estudio sobre la traducción de esta obra y es increíble cómo algunas palabras
deben ser modificadas y en ocasiones toda una frase. Nosotros como mexica monos
entendemos esas construcciones que creó Juan Rulfo para inventar un habla
popular del sur de Jalisco. Pues no existe dicha manera de hablar en el sur,
pero es algo increíble que logró Rulfo. La imaginaria Comala tiene una forma de
hablar muy característica que nadie puede traducir de manera simple. Si un
“edá” es difícil, imagínense toda una frase rulfiana.
Por esto hay que leer Pedro Páramo con la atención de un
analista. Es una obra sumamente compleja que trata desde la muerte hasta el
amor. No es un pueblo fantasma cualquiera, es la historia de México y la manera
en que somos lo que somos.
Mis tapatíos lectores, les deseo lo
mejor en estas fechas decembrinas y que tengan lecturas apacibles en el resto
del año.
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