Mis híbridos lectores,
hay que regodearnos con el 2015 en aras de un futuro mejor. Recuerden que les
escribo desde la Perla Tapatía, aún con cajas de libros por abrir y cientos más
por comprar. Hoy quiero hacer un regalo a una lectora que me ha pedido desde
hace tiempo una explicación de un término que usé hace mucho: Fantanciencia.
Muchos
sabrán que en el siglo xix la
electricidad apenas abría surcos en la tierra para florecer más tarde, y todos
los secretos de la misma eran meras suposiciones que dieron pie a Mary Shelley
para su famoso Frankenstein (1818). Pero en este tiempo también surgieron
muchos otros textos denominados “fantásticos”. Lo fantástico nada tiene que ver
con Harry Potter, Narnia y El
señor de los anillos. Lo fantástico es ese momento de duda para creer que
es verdad o no. Ahí está el meollo de lo fantástico. Es parte de un mundo
distinto que se inmiscuye en el nuestro y nos desconcierta.
Ahora,
el problema radica en que abriendo el siglo xx, los
adelantos tecnológicos fueron maravillando a los escritores. Piensen en la
desbordante imaginación al ver cosas extrañas como el magnetismo, descargas
eléctricas y demás sinrazones. Ahí surge la fantaciencia. La unión de dos
palabras, por un lado lo Fantástico y en el otro la Ciencia. No confundan Fantasía
con Fantástico. Si habláramos de cosas de Fantasía tendríamos lo que mi amigo y
escritor Dante Manuel Macías llama: “magitecnología”. Eso sería lo que en las
novelas de Espada y Hechicería refieren a los trabajos alquímicos de un mago
para crear una pieza mecánica funcional. No. La fantaciencia tiene que ver con
cosas desconocidas. “Funciona, no sabemos por qué; pero lo hace”.
LeopolgoLugones tiene un cuento que es un excelente ejemplo. Un científico crea una
pistola que puede desintegrar objetos; pero hay que apuntar a un lugar
específico, y no tiene idea de cómo lo hace, piensa que es “puntería”. El
proyectil etéreo del protagonista acaba con las cosas sin tener idea de cómo.
Se explica que este poder “es la última en la síntesis vibratoria cuyos otros
componentes son el calor, la luz y la electricidad”. El cuento se llama “La
fuerza Omega”.
Tampoco
debe confundirse con la Ciencia Ficción, donde todo lo extraño es explicado
―someramente, pero lo hacen―. Aquí pienso en H.P. Lovecraft ―uno de mis autores
favoritos― y todos esos líquidos en “El grito del muerto”, nunca sabemos por
qué pueden revivir cadáveres al inyectarles algo, tampoco el protagonista.
Es
poco lo que hay sobre este subgénero, pero sólo puedo intentar satisfacer a
Favi, mi lectora asidua con la cita de la Antología
crítica del cuento fantástico hispanoamericano del siglo XIX editada por la editorial madrileña
Lengua de Trapo: “Las historias del cuento fantástico se vuelven más complejas
y derivan en un tipo de narración a la que se llamó fantaciencia primero y
ciencia ficción después […]”.
Mis
híbridos lectores. Estaremos en contacto en nuevas lecturas o a través del Blog
de Ometopia o el correo galindonmiguel@gmail.com. Un excelente inicio de Año y
la mejor de las suertes.
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