sábado, 10 de enero de 2015

Pa’l desempance: Confieso que he comido

Mis alimentados lectores, puedo dar por terminado el maratón de gula Guadalupe-Reyes. Es un placer para mí semejante comilona, aunque en mi casa siempre sea pavo en Navidad y pierna mechada en Año Nuevo. El libro que les vengo a recomendar lo tienen a su disposición en los Paralibros de todo México y se llama Confieso que he comido. De fondas, zaguanes, mercados y banquetas, de José N. Iturriaga.
Este libro de editorial conaculta, perteneciente a la colección “Memorias mexicanas”, tiene 286 páginas de recuerdos en torno a las comidas que desde su infancia hasta la madurez, probó nuestro presidente de la Sociedad Mexicana de Gastronomía y Enología. Es muy variado. Aunque en lo personal nunca me sentí atraído a leerlo, en esta época de engorda decidí comenzarlo y lo terminé con cierto empance; pero contento.
Los que hemos viajado por algunos puntos del país, aunque sean visitas de entrada por salida, nos  sentiremos identificados, con uno o dos lugares ―y ése fue el gancho que me retuvo en la lectura―. Mi caso fueron los hot-dogs ―”Momias”― afuera de la UniSon en Hermosillo, y la comida tan barata de Xalapa. Pero el libro tiene de todo, desde recetas propias hasta anécdotas que nada parecerían tener con la comida, pero que terminan mostrando cómo conoció cierto alimento, verbigracia: serpiente. ¿Qué me dicen de la impresión de la comida en Estados Unidos? Detesta las comidas rápidas, porque “Comer fast food es un acto animal, comer antojitos es un acto cultural”. Una pariente del autor tiene un restaurante de antojitos mexicanos en mero París, y nos cuenta sus idas y venidas en varias ocasiones.
No es el primer autor en poner sus memorias en conjunto con el ámbito culinario. Una vez hablamos de Como agua para chocolate, y recuerdo a Dante Medina, nuestro francófono tapatío quien ―además de centenares de cosas― escribió Los placeres de la lengua, libro donde nos cuenta diversas comidas en la literatura, poniendo de ejemplo a Drácula y a tantos más. Pero sin duda, para que esté en la colección de “Memorias mexicanas”, José N. Iturriaga tiene una pluma suficientemente buena.
El título que nos remite al Confieso que he vivido de Neruda. Con lo que pienso que la comida te hace ―de verdad― estar vivo. Y es que si uno no se da esos disfrutes pasajeros, no puede apreciar la vida. ¿Qué sería de nuestra vida sin esos mercados? Me sigue maravillando la cantidad que tiene Doña Botes ―o al menos así la conozco― en la Plaza del Baratillo desde las 15:00 en Guanajuato, y es una comida que supera en creces a la de muchos restaurantes Guanajuatenses; o la obligada torta ahogada en Guadalajara. O ―pese a mi repulsión― la torta de tamal afuera del Metro en el D.F.

Este libro es muy simple de leer. No entra en palabras rebuscadas; al contrario, están contadas como si de una charla de café se tratara, o mejor aún, una charla de fonda entre viejos amigos que acaban de reencontrarse y fueron a comer con doña Chonita. Mis alimentados lectores, si no quieren cumplir su promesa de ejercicio en enero para bajar la panza, lean este libro y vuélvanse trotamundos gastronómicos.



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