sábado, 9 de agosto de 2014

Están viendo y no ven: Ensayo sobre la ceguera

Mis invidentes lectores. El miércoles pasado terminé un libro bastante bueno. Había escuchado de él, pero nunca supe a ciencia cierta de qué se trataba y me dejé engañar por el título: Ensayo sobre la ceguera. Para mí era —como lo dice el título— un ensayo: un texto medianamente académico en el cual se tocara el corazón de las personas por medio de anécdotas y diversos recursos. Craso error.
Este libro del Premio Nobel José Saramago —recordemos con una sonrisa al político que celebró a la escritora "Sara Mago"— inicia con un hombre que queda ciego frente a un semáforo. Es una ceguera blanca, como leche. Aparentemente la historia se va complicando cuando de pronto los que tuvieron contacto con el primer ciego empiezan a perder la visión. Recluyen a los ciegos en un manicomio deshabitado —con toda la carga semántica que pueda tener la "falta de visión"— y tienen su microcivilización allá dentro. Hay una mujer que no está ciega. Fingió estarlo para ayudar a su marido y será los ojos de nuestro grupo principal.
No puedo dejar de pensar en H.G. Wells y su Guerra de los mundos por esa propagación de un mal que nadie puede detener. También lo noté cuando en las calles, la mujer describe el mundo y cómo los perros —elemento importante en Wells— vagan en este caos. En el libro hablan de que la ceguera fue definitiva y llegó a todo el mundo. Por esta razón la sociedad cambió radicalmente y ahora vive en una barbarie rodeada de inmundicias. Quizá porque lo acabé de leer hace unos meses, pero creo que podemos vincular esta historia con El señor de las moscas. ¿Qué hacen los ciegos en el manicomio, sino hacer una comunidad regida por el más bajo instinto humano? También me remitió a otros libros... y creo que no es en vano mi intertexto, pues Saramago es un buen lector con mucho conocimiento.
Sé de una promotora de lectura jalisciense quien, tras haber leído este libro en su Sala de Lectura, les vendó los ojos a sus asistentes y salieron a la calle como pasa en esta novela, y que incluso una niña lloró al saber cómo es que se sentía su abuela. Sentimientos hay muchos, debo admitir, porque te das cuenta como lector la manera en que en realidad funciona nuestra sociedad. "Éramos ciegos que veían", dice la mujer casi al final del libro. Y es que Saramago logra dar en el hueso de la moral y la conducta humana con esta novela.
Por último. Lean con atención los dichos y refranes impresos aquí. "Nunca confíen en quienes hablan con refranes", dijo Edgardo Quezada, mi profesor de matemáticas de secundaria. Créanme cuando les digo que tenía la boca llena de verdad, porque en esta novela los refranes valen por dos en significado.

Espero que el regreso a este nuevo ciclo escolar y laboral les traiga nueva vida y lleguen con una nueva visión a su labor diario. Mis invidentes lectores, me pongo a disposición para compartir con ustedes los libros que continúe leyendo y que puedan llegar a ser de su gusto.


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