sábado, 16 de agosto de 2014

Puros cuentos y cosas peores: Confabulario

Mis magistrales lectores, para aquellos que hayan vivido en la ciudad de Guadalajara hace unos treinta cuarenta años, conocerán —o habrán escuchado— la icónica figura de Juan José Arreola. No sólo es un escritor célebre de mi estado, sino que era una persona sumamente bizarra. Vestida con frac y levita, bastón y sombrero de copa, Arreola recorría las calles del Centro Histórico en bicicleta, dando de tumbos a todos aquellos que le estorbaran de sus lecturas en la biblioteca a sus clases de literatura.
Fue del genio de este excéntrico artista que tenemos La feria (1963), novela fragmentaria de la que ya hablamos hace meses, y el libro de cuentos Confabulario (1949) De este último hablaremos hoy. Si conocen los cuentos de Rojas González —también tapatío— recordarán la presencia de la mujer como algo muy importante y sobajado; no por machista, sino por que era la visión de mundo que existía en su tiempo. En Arreola, podríamos dudar de esto mismo. “Baby HP”, una muñeca sintética que sirve de juguete sexual, y todo está puesto como si fuera un anuncio publicitario. “La mujer amaestrada” nos cuenta cómo un hombre —quien cayó enamorado de su material de trabajo— sufre dándole un espectáculo de matemáticas, saludos y besos a los afluentes de un lugar público. Tenemos también “Parábola del trueque”, donde un hombre llega a un pueblo para cambiar a las esposas ya usadas por unas de chapa de oro. Como toda parábola, uno puede imaginar lo que pasará con este cuento didáctico, pero de nuevo vemos que la mujer pasa a segundo plano y fácilmente cobraría lo que —en su recorrido histórico— Simone de Beauvoir denominó “el segundo sexo”.
Tenemos otros un poco más atípicos, como la inclusión de la “Migala”, una araña casi similar a un cangrejo, que escapa de su jaula y ronda en el departamento de un hombre quien, asustado, no puede sino esperar que en algún momento reciba la ponzoña del animal, si es que no le han timado vendiéndole una falsa migala. También contiene un texto fantástico: “Un pacto con el Diablo”, donde una película a propósito de un pacto de este tipo detona una oferta real a nuestro protagonista. Aunque emula parte de la problemática de los cuentos con temáticas de los “tres deseos”, como quiso ver Bioy Casares u otros autores, no desarrolla del todo este tópico. Aunque el final es bastante entrañable y muestra parte del genio de Arreola. Por último, así como tiene una parábola, tiene una carta: “Carta un zapatero que compuso mal unos zapatos”. Es muy simple este texto, pero como las instrucciones de Cortázar, siempre el lector saca una sonrisa ante cómo un escritor tiene la ocurrencia de crear un cuento como éste. Y justamente de dichos cuentos podemos encontrar el carácter comercial y de compra-venta incluido en Arreola.
Las formas de ver estos cuentos son muchas. Aunque es cierto en comparación con Borges o Rulfo, no han llegado a ser tan reconocidos en todo el mundo, en el territorio hispanoamericano, Juan José Arreola es bastante importante, no por nada la biblioteca Pública del Estado de Jalisco lleva su nombre. Y es una colección de más de cien mil ejemplares a disposición de la población.
Mis magistrales lectores, espero que frecuenten a este autor jalisciense y que, en caso de excentricidades, piensen en que pueden tomarlo de base para un futuro molde de escritura.


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