sábado, 4 de julio de 2020

El aroma de los gatos


Cuando entras a un departamento con gatos, lo primero que te recibe es un tufito a guardado, a heces mal limpiadas y a orina fuera de la caja. El hogar de un gato está donde caga, y llegar a la casa de otro acólito felino y ser recibido con esos aromas excrementicios no son un símbolo de desagrado, sino una recomendación. El que tiene gatos y huele esos regalitos, sabe que aquella persona tiene la parsimonia de aguantar el mordisqueo nocturno en los dedos, que toleran platos y vasos rotos por accidente al dejarlos al borde de la mesa, que soportan los vómitos en el pasillo. El reptar de esa tarjeta de presentación olfativa nos dice: “Yo también puedo ser tu amigo, hablemos de nuestros gatitos, te compartiré imágenes y videos graciosos”; pero nuestra cultura, que rechaza el miasma, nos obliga a decir algo como “Ay, disculpa” y aniquila esos consejos al rociar Glade como si atajara las relaciones humanas.

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