Mis nóbeles lectores, entre uno de los tantos
placeres culposos que tengo, está la poesía, y hay un poeta en particular de
quien quiero hablarles. Una poetisa, para ser exactos. Son pocos los escritores
de lírica que me gustan, quizá porque mi formación va más de la mano de la
narrativa que otros casos, Gutiérrez Nájera, algunos poemas de Borges, ciertos
textos de Gonzalo Rojas, y aún no encuentro nada mejor que “Preciosa y el Aire”
para leerles a jóvenes de secundaria cuando los acerco a la poesía para que
entiendan que los poemas no son sólo amor. En mi biblioteca, uno de mis autores
preferidos es: Wisława Szymborska.
Esta escritora polaca recibió el
Nobel de Literatura en 1996, teniendo 73 años. El Fondo de Cultura Económica
tiene una de sus antologías más rescatadas llamada Poesía no completa, donde reúnen sus textos después de su defunción
―el 1 de febrero se cumplieron dos años―, y en honor a semejante escritora, el
Programa Nacional de Salas de Lectura decidió repartirles a todos los promotores
de lectura del país un ejemplar de Szymborska hace tiempo.
Uno de los textos que más me han
tocado ―por usar un lugar común― es el de “Un gato en un piso vacío”, de Gente en el puente (1986). Este poema ―así
como muchos otros― expresa el sentir de un gato cuando su amo a muerto y que
todo es distinto, pero incluso así, tiene la altivez de un felino. Esta
pérdida, está muy presente en otros textos. A esta autora le tocó vivir la
Segunda Guerra Mundial y compadeció un centenar de veces ante estos recuerdos
dentro de su lírica. No sólo son las casas derruidas y la tristeza en piel
viva, hay otros poemas como “Primera fotografía de Hitler”, del mismo libro que
el anterior, donde nos dice que es un pequeño niño lleno de vida y que no
necesariamente tiene que ser malo, pero eso se deberá ver en el futuro.
¿Perdonar a Hitler? Bueno, pese a otros poemas en donde vemos rostros cansinos
en estaciones de ferrocarril, añoranza del hogar y gente muriendo, Szymborska
nos muestra un nuevo acercamiento poético a todos nosotros.
Su pluralidad de voces y
temáticas, hacen de esta autora una presencia hermosa en nuestras bibliotecas.
No es una autora como Friedrich Nietzsche o Emil Cioran, que nos ponen en duda
la existencia de Dios, no es una de las Brontë que te hace pensar en lo dura
que es la vida. Es una autora total, de las que van del gozo al desamor, y del
dolor a las memorias felices, porque aunque le haya tocado vivir semejantes
situaciones, ella siempre dijo: “El mundo es cruel, pero merece también otros
calificativos más compasivos”.
Mis nóbeles lectores, este libro
está en sus Salas de Lectura, en sus Paralibros, y quizá en sus bibliotecas,
pero el ejemplar cuesta menos de $200°° nuevo, es una joya que no pueden pasar,
sobre todo si tienen gatos y sufren dejarlos solos en casa cuando salen de
viaje.
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