Mis libreros lectores, he hablado ya bastante de
varios amigos lectores y literatos en esta páginas para por fin dedicarle una
columna a un escritor saliente y con poco renombre por ahora en la ciudad de Guadalajara,
Jalisco, pero que sin duda tiene el potencial de muchas cosas.
Aunque su currículo de publicaciones
tiene casi dos páginas ―repito― es injustamente poco conocido en el mundo
literario. Y es justo este aspecto el que quiero notar, pues los verdaderos
bibliófilos tienen el mismo gusto que Víctor Villarreal Velasco.
Aunque tiene lírica y poesía
visual ―excelente a mi gusto― me enfrascaré en tres libros de su narrativa. El
primero es Sefer Raziel HaMalach, la
impresionante búsqueda por todo el mundo de un libro perdido y que está en
idioma angélico. Los otros dos son Kitah
Al-Azif. En busca del Necronomicón
y el tercero es En busca del Libro de los
Muertos. Se repite en los títulos y el carácter de la búsqueda, e incluso
se siente cómodo con un particular modo de iniciar sus historias: una frase en
latín. Una manera interesante de comenzar sus libros.
Debo advertir que si gustan de
libros de aventuras historicistas como la saga de Dan Brown, este libro es excelente
para ustedes; si no, será otro thriller de una cuesta ante un afamado objeto
perdido. Quizá la serie de televisión de The
Librarians esté vinculada a estas cacerías de tesoros, pero sin duda la
predilección por tres libros, es impresionante.
El impacto de los libros mágicos e
imposibles que muestra Víctor Villarreal Velasco ya es mucho, como Borges plantea
la posibilidad de que varios ejemplares únicos existieran, y plantea en un
mundo ficticio, la posibilidad de que Borges conociera el paradero del Necronomicón, no por nada escribió un
cuento en honor a Lovecraft y su cuento “El libro de arena” tiene cierta
relación con dicho objeto, desde ahí no puede evitar vincular con otros
ejemplares y otros escritores que ―si conocen un poco de la historia y
tradición de la literatura sobre bibliotecas― disfrutarán bastante.
El protagonista es por más
arquetípico, pero incluso atípico en nuestra literatura mexicana: Un profesor
de la UNAM, conocido como el Dr. Macías. Este personaje puede descifrar el
idioma angélico gracias a la primera novela de la saga y esto le permite viajar
a buscar dichos ejemplares teniendo contacto con rusos, estadounidenses,
argentinos y demás personas.
La historia en ocasiones emula un
diario y sabemos así cuánto tiempo lleva recorrido. A veces es poco y en otros
momentos nos ayuda a saber cómo se mueve el tiempo dentro de la historia. Pues
siempre termina escribiendo semejante anécdota para nada despreciable. A
diferencia de otros textos donde los objetos mágicos son encontrados y
olvidados, el Dr. Macías se sitúa cerca de Robert Langdon ―protagonista de El código Da Vinci― o Indiana Jones.
Aquí que deberíamos quizá darnos una escapada a Guadalajara y leer a este
escritor, buscar algo de él en internet y buscar ese no-sé-qué que Borges veía
y nadie más.
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