Mis exilados lectores,
el día de hoy les escribo desde la fría tierra de Buenos Aires, donde la
nostalgia de más de un mes de estadía en el Cono Sur me pega bastante. Por eso,
lo fantástico llega a mí como reminiscencia de la realidad, y junto a ese
recuerdo: un autor italiano muy importante para mi amiga Montserrat Zúñiga. Hablo
de Italo Calvino.
En
septiembre se cumplen treinta años de su muerte, dejando una producción
despampanate; libros de cuentos, ocho de ensayo, más de doce novelas y ―mi
favorita― una antología de cuento fantástico del siglo xix. Aunque está bajo las ―caras― manos de Siruela, vale la
pena leerlo y conocerlo. Hoy hablaré de Las
ciudades invisibles (1972), novela recopilada en las “100 joyas del milenio”,
y que pueden encontrar usado a menos de $100°°.
En
la prosa conocemos a Marco Polo ―diferente a la versión de Netflix― y sus
viajes de descubrimiento para Kublai Kan. Estamos hablando del siglo xiii, donde los mares aún eran ignotos y
la magia vivía en todos lados. Pienso en los grandes bestiarios, grimorios y
demás tomos necrománticos. En este texto tenemos de boca de un explorador
narraciones de ciudades imposibles, como aquella donde no hay palabras, sólo
dibujos. Otra ciudad es donde los muertos se dejan bajo tierra en una ciudad
idéntica a la de la superficie en la posición propia de su trabajo. La ciudad
donde cada tanto tiempo nace una nueva al centro y desplaza a su antecesora.
Ciudades que, cuando te miran, deseas sexualmente a esa persona, y no puedes
dejar de pensar en ella. Ciudades donde en vez de los rostros de los
habitantes, sólo puedes ver a personas que perdiste en vida y, a donde vayas,
estarán mirándote a través de los cuerpos de desconocidos.
El
libro es fascinante. Una mezcla de lo maravilloso y lo fantástico que nos tiene
al borde de la expectativa ¿Con qué ciudad me sorprenderás ahora, Sherezade? Cada
ciudad tiene nombre de mujer, y algo de erótico hay en ello. Pero de pronto en
pronto, los textos van cambiando, dirigiéndose a una introspección especular.
Separado en nueve partes, vemos entre cada una de ellas una colección de mínimo
cinco ciudades, y una conversación de Marco Polo con el Gran Kan. Hablan de los
viajes, del precio de su cabeza, de qué pasa si lo engaña, de la misma
realidad. Pero todo esto entrecortado con las sorprendentes ciudades. Si
conocen la animación japonesa ―encontrada con subtítulos en YouTube― Los Viajes de Tortov Roddle (2003),
sabrán de qué hablo. Un visitante que encuentra la maravilla entre lo común.
Los lugareños no encuentran raras sus tradiciones, pero saben en ocasiones que
al extranjero le resultarán tan curiosas; haciendo uso de una frase famosa: “Es
hermoso, y desconocido”.
¿Qué
ciudad visitarán, mis exilados lectores? ¿Alberta, Zora, Berenice, Moriana? Hay
de todo para el gusto del lector. No se defraudarán con este ejemplar, así que
búsquenlo, lo encontrarán.
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